Todos ellos han hecho oídos sordos a tanto a los llamados al aislamiento político y diplomático de Rusia, como a la nutrida batería de sanciones económicas impuestas a la misma por los Estados Unidos y la Unión Europea. Sus líderes han puesto los legítimos intereses de sus países por encima de la obediencia a la política de acoso y derribo de Rusia, impulsada por Washington con el deseo de conservar a como dé lugar su papel de primera e indiscutida potencia mundial. Deseo que choca abiertamente con la actual realidad del mundo contemporáneo, en la que el centro de gravedad de la economía mundial se ha desplazado del Atlántico norte a Asia y en la que China ha sobrepasado a Estados Unidos, en términos de poder adquisitivo, como primera potencia del planeta. La economía rusa ha sobrepasado por primera vez a la alemana e India está en camino de alcanzar a los Estados Unidos en un par de décadas. O menos. Al tiempo que México y Brasil ya ocupan un lugar en el casillero de las 10 primeras economías del mundo, desplazando a varias de las antiguas europeas. En resumen: la cumbre de los BRICS de Kazán certifica el serio deterioro de la base económica del dominio político del mundo por el Occidente colectivo. “¡Es la economía estúpido!” como dijo el presidente Bill Clinton en fecha memorable.
Pero no nos confundamos: la economía es una cosa y la política es otra, por lo que desplazamiento de Estados Unidos como líder del sedicente mundo libre aún no está aún consumada. A menos que los halcones de Washington insistan en escalar la guerra en Ucrania hasta el punto de convertirla en una guerra nuclear de tal magnitud que acabe, no solo con su liderazgo sino con la vida humana en el planeta.
La dirigencia de los BRICS+ es consciente de este hecho y por lo mismo actúa con extremada cautela en todos asuntos internacionales. Cautela que se hizo evidente en la cumbre de Kazán en el tema crucial de la desdolarización. Hoy son pocos los que dudan que el dólar sea la base del poderío estadounidense, el medio y el instrumento que le permite su control de la economía y la política mundial. Por lo que no es de sorprender que los países que se sienten afectados por la forma Estados Unidos ejerce dicho control en su propio beneficio, se esfuercen por librarse del dólar. Lo hacen por varias razones. La principal, la que afecta la mayoría de los países que han adoptado el dólar como divisa de reserva internacional, es el manejo abusivo y en definitiva irresponsable que las propias autoridades monetarias estadounidense han hecho del dólar.
El antecedente remoto de este manejo abusivo se remonta a 1971, el año en el que el presidente Richard Nixon decretó el fin de la convertibilidad del dolor en oro, decidida en la Conferencia de Bretton Woods de 1944. Pero es bajo la presidencia de Bill Clinton cuando se desencadena literalmente la financiarización de la economía norteamericana, cuyo resultado más funesto es la incesante devaluación del dólar. Actualmente la deuda pública estadounidense representa más del 118% del PIB, debido a que la Reserva Federal imprime dólares a un ritmo vertiginoso, y sin el suficiente respaldo material, para satisfacer el gasto desmesurado del Gobierno federal. El servicio de la misma ha igualado, en el presupuesto federal de 2024, el monto ciertamente astronómico del gasto militar. No sorprende entonces que haya un buen número de países inconformes con el uso de un dólar que exporta la inflación norteamericana al resto del mundo.
Existe, además, otro motivo para querer librarse del dólar, y es el uso político que hace Washington del mismo, para acallar o doblegar a los países que se resisten a someterse a sus designios. Actualmente son 13 los países sometidos a sanciones, a los que hay que sumar los cinco que en el pasado reciente fueron víctimas igualmente de esta clase de sanciones, prohibidas por la Carta de las Naciones Unidas. Sanciones cuya efectividad depende del control que Estados Unidos tiene del SWIFT, el sistema internacional de información interbancaria. Los países sancionados son excluidos de este sistema, por lo que se ven gravemente impedidos para realizar transacciones comerciales y financieras internacionales.
La primera medida de desdolarización tomada años atrás por países que hoy son del BRICS es la firma de acuerdos que permiten el comercio bilateral en las propias monedas nacionales. Los casos más sobresalientes, desde el punto de vista de su importancia económica son los de China y Rusia, y los de Arabia Saudita y China. Pero no son los únicos y no me cabe duda de que van a extenderse en el futuro. Colombia, por ejemplo, podría llegar a acuerdos semejantes con Venezuela, Brasil y México y con China y con Rusia.
En la cumbre de Kazán se pretende ir aún más lejos con la adopción de una serie de decisiones encaminadas a ofrecer alternativas al control por Estados Unidos de las instituciones que garantizan la hegemonía del dólar. Así el impuso al Nuevo Banco del Desarrollo aparece como una alternativa al Banco Mundial y BID. El BRICS Pay, como un modo de sortear el uso del SWIFT, y el BRICS bridge como un medio de pago digital de carácter internacional que puede competir con el dólar y convertirse en un embrión o antecedente de una moneda común de los BRICS. Que podría ser en mediano plazo UNIDAD, la moneda propuesta por Rusia, sustentada en un 40% por oro y en el resto por una canasta de divisas.
El conjunto de estas medidas y decisiones acota y limita el uso del dólar y abre, por lo tanto, la posibilidad de que Colombia, a la hora de negociar las condiciones de nuevas inversiones y préstamos internacionales o de renegociar los actuales y onerosos tratados de libre comercio, tenga las manos mucho más libres de lo que las ha tenido hasta ahora. Se podrá entonces argumentar que hay quien ofrece mejores condiciones que las que se están ofreciendo. Las ventajas de la libre competencia, en la que tanto han insistidos los economistas liberales.
Carlos Jiménez
Foto tomada de: France 24
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