Ante ese panorama cada día más crítico, también crecen los movimientos y procesos ambientalistas para hacer frente a esos monstros del capitalismo devorador. Sin embargo, el costo que pagan los hombres y mujeres cuidadores de la tierra, es demasiado alto, por tan noble osadía. Según la organización británica, Global Witness[1], durante el 2021 se registraron al menos 200 homicidios de líderes y lideresas ambientalistas en el mundo, tendencia sostenida en los últimos años, lamentablemente. Pero más doloroso aún, que de este total, el 78%, es decir, 154 asesinatos, se presenta en América Latina, indicador que debe preocuparnos y hacernos preguntar qué hacer para detener esa curva de violencia desatada contra los y las cuidadoras de la naturaleza.
México con 54 casos, Colombia con 33 y Brasil con 26 ocupan los tres primeros deshonrosos lugares, seguidos de Nicaragua con 15, Honduras con 8, Perú con 7, Guatemala y Venezuela con 4 cada uno, Ecuador con 3 y Bolivia, Argentina y Chile con 1 cada uno. Los restantes homicidios se presentan en Filipinas y África, principalmente. En apariencia, Colombia ocupa el segundo lugar, sinembargo si se compara con número de habitantes de México y Brasil, sin duda, es el primero, lugar viene ocupando desde hace tres años. Según la misma organización Global Witness entre el 2019 y 2020, fueron asesinados 129 activistas ambientales en Colombia, 64 y 65 respectivamente, y si bien el año pasado la cifra disminuyó ostensiblemente, pues cayó en un 50%, lo cual es un indicador muy alentador, la agresividad contra los hombres y mujeres cuidadores de la Tierra en nuestro país, sigue siendo muy preocupante.
De acuerdo con el Informe, la minería, los agro negocios, la madera y el extractivismo en general, son las principales fuentes donde se originan dichos ataques; es decir, el análisis coincide plenamente con el planteamiento del presidente Petro cuando advierte que cuidar la Amazonía es el mayor valor estratégico de la humanidad; así como acabar con el narcotráfico, pero cambiando la política equivocada que ha contribuido al mayor desangre de los últimos 40 años, con un millón de víctimas. A esto se debe agregar la gigantesca desforestación de la tierra por la gran minería y la sequía de las fuentes hídricas.
En contraste con las cifras de violencia y el discurso del nuevo gobierno de Colombia, el país afronta uno de sus mayores desafíos: invertir la curva de homicidios y ataques contra personas ambientalistas y controlar la tala indiscriminada de árboles, e iniciar el proceso de transición energética como contribución al equilibrio ambiental. Con el discurso del presidente Petro, el país está llamado a liderar el cuidado de la Amazonía, para lo cual, será fundamental que el candidato Ignacio Lula Da Silva gane las próximas elecciones en Brasil, pues el actual presidente, Jair Bolsonaro es uno de defensores de la depredación de este grandioso ecosistema amazónico.
Las primeras aprobaciones del Tratado de Escazú en el Congreso de la República, es uno de los primeros pasos en el camino de contar con herramientas legales y jurídicas para defender el medio ambiente, pero sobre todo, de sus cuidadores. Sin embargo, esto es insuficiente frente al modelo imperante de extractivismo instalado en Colombia desde hace muchos años, con la anuencia de todos los gobiernos anteriores y que el actual debe revertir, partiendo de la reforma tributaria que se propone. En el país, se supone que las empresas multinacionales deben pagar un 33% de impuestos sobre sus utilidades, sin embargo, las cifras dicen todo lo contrario: según las plataformas de derechos humanos en un estudio reciente encontraron que, la exenciones al capital transnacional son tan enormes que en el 2020 el sector financiero pagó solo el 1.9% de impuestos sobre 121 billones de pesos en utilidades; mientras las empresas petrolera aportaron el 7 % sobre 92 billones de pesos de ganancias, y las mineras sólo pagaron un 6%[2].
Tan generosa fue la política del ex presidente Iván Duque con las empresas extractivistas en el país, que en 2018, tan pronto tomó posesión de su cargo, la primera reforma tributaria realizada generó descuentos tributarios a las empresas del sector, por 90 billones de pesos, lo cual, a su vez, contribuyó en un 89 % al hueco fiscal[3] que hoy arrastra el gobierno del Pacto Histórico.
En consecuencia, pensar en revertir el cambio climático, cuidar el Planeta Tierra y garantizar la vida e integridad física de los y las cuidadoras de ella, pasa por cambiar el modelo económico y político imperante, lo cual depende sustancialmente de los países del norte. Sin embargo, los países del sur, y de América Latina, particularmente donde más violencia se ejerce contra los liderazgos ambientalistas, también tienen mucho que modificar, y México, Colombia, Brasil, Argentina y Chile, pueden, en los próximos años, liderar la lucha contra el cambio climático y la búsqueda de armonización de los seres humanos con la naturaleza.
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[1] Una Década de Resistencia. Diez años informando sobre el activismo por la tierra y el medio ambiente alrededor del mundo. Global Witness. Septiembre 2022. Disponible en: https://www.globalwitness.org/en/campaigns/environmental-activists/decade-defiance/
[2] Hambre y Guerra: el legado del aprendiz. Balance del último año de gobierno de Iván Duque. Plataforma Colombiana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, Coordinación Colombia Europa Estados Unidos, y Alianza de Organizaciones Sociales y Afines. Bogotá, junio de 2022. Pág. 41.
[3] Ibídem. Pág. 42. Disponible en: https://coeuropa.org.co/hambre-y-guerra-el-legado-del-aprendiz/
Diana Sánchez Lara, Directora de la Asociación MINGA
Foto tomada de: El Tiempo
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