El ascenso político mundial de la pequeña burguesía revolucionaria lo cierra, a su turno, la proclamación del gran corso como emperador de Francia, con la consiguiente bendición papal, y el subsiguiente colapso de la república francesa. Este episodio marcó el pináculo de la tragedia jacobina, cuya falsa grandeza quedó plasmada en la monumental pintura de David que recrea la coronación de Napoleón.
A esta tragedia monumental seguirá luego el destape descarado de la corrupción política en ascenso vertiginoso hasta desembocar en El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Este evento cierra de modo anticipado el ciclo de la transformación social burguesa desde abajo. El sobrino de Napoleón viste los trajes de la farsa republicana, para consolidar el poder del capital especulativo que con la restauración monárquica de 1830 había mostrado las orejas.
Esta es una farsa cruel montada sobre los hombros del campesinado parcelario, quien atado al recuerdo del primer Napoleón, propició el tinglado al curso de una nueva revolución pasiva del Capital, – porque el capitalismo es el único modo de producción que para vivir tiene que revolucionarse -, a la que dedicó Marx los mejores 10 años de su vida.
Esta remembranza política y social, guardadas las distancias del caso, nos sirve para comparar y pensar el rumbo presente de la política colombiana en este presente de farsa, en el interés de despejar el misterio del quehacer del actual presidente de Colombia, y su corte de los milagros, el tristemente célebre Centro Democrático, y su longevo cancerbero, Don Álvaro y la fuerza del sino reaccionario.
Anticipando el diagnóstico de la corrupción política
“Todos los proyectos van con mensaje de urgencia. Eso abrevia los tiempos. Ya están en el orden del día la reforma política y de la justicia. Creo, siendo realista, que estos proyectos se convertirán en ley en junio del año entrante.” Angélica Lozano, promotora de la consulta anticorrupción, ET, 19/09/18, p. 1.3.
En lugar de esperar los consabidos 100 días, para señalar que el periodo de la corrupción política en Colombia no se ha terminado, sino que se prolonga anticipemos el diagnóstico. Ahora, desde el pasado martes 19 de septiembre, con las 8 iniciativas más cuatro, de la cosecha de este gobierno, contra la corrupción viste “las galas” de un envejecido joven de 42 años, quien fuera forjado en las canteras del neoliberalismo bajo el cobijo del BID, a costillas de los contribuyentes colombianos.
Veamos qué tareas cumple Iván Duque, bien caracterizado por el caricaturista Matador, en correspondencia con el tiempo de farsa histórica propio de nuestro Termidor local, que no sólo busca marchitar de nuevo el impulso que había ganado la democracia en la resistencia de la insurgencia subalterna, y de modo reciente con el despertar electoral de la multitud de oposición, que votó con más de 8 millones la aspiración presidencial de Gustavo Petro, inscribiéndose en una disputa clara, aunque tímida todavía, de la hegemonía en la vario pinta sociedad civil urbana de difícil parto desde el tiempo de la constituyente.
Ambas, la legal y no legal, son expresiones de los grupos y clases subalternas de Colombia, en su lucha sin cuartel, ininterrumpida contra el régimen para presidencial, que es la expresión política sistémica de la degeneración democrática del neopresidencialismo, cuando la Alianza democrática/M19 había pactado a medias la participación democrática en la Constituyente de 1990/91. Al respecto conviene consultar el libro El 28 de mayo y el presidencialismo de excepción en Colombia (2007).
El nuevo curso de la degeneración democrático liberal, esto es, el régimen parapresidencial fue impuesto al calor de las negociaciones de paz en San Vicente del Caguán, donde la insurgencia subalterna de las Farc-Ep, no entendió, perdió el rumbo de la revolución democrática desde abajo. Ferió en público, en un triste espectáculo mediático, el despertar de las multitudes subalternas, porque redujo el ejercicio a un diálogo “alegre” entre cúpulas.
Todo ocurría bajo la vigilancia complaciente del capital global, el nuevo orden imperial extendiendo su fórmula bifronte, el presidente de Wall Street, Grasso, y el delegado de la ONU en la frustrada, trucada negociación de paz, Lemoine, sobre la cabeza de playa suramericana, Colombia, aliado estratégico de la presidencia imperial estadounidense que comandaba el demócrata neoliberal Bill Clinton.
El secretariado y el estado mayor de las Farc-Ep hizo una lectura equivocada del poder, porque confundieron la guerra de posiciones como estrategia militar que desembocaría ipso facto en un reparto del gobierno con el bloque dominante que había puesto como presidente a Andrés Pastrana, con la guerra de posiciones política, esto es, el momento democrático de la lucha. Al respecto se lee con provecho el libro del colega Juan Carlos García Lozano, La lucha contrahegemónica de las Farc-Ep, 1998-2002.
La “opaca” y secreta carrera de Iván Duque, por demás futbolista y rockero, ocurrió bajo la estricta vigilancia de Luis Alberto Moreno, el obsecuente palafrenero neoconservador del hegemón imperial regional que son los Estados Unidos de América. A la vez, Duque, el delfín presidencial del bloque burgués-terrateniente reaccionario, quedó bajo el cuidado político de su procónsul local, el expresidente Álvaro Uribe, líder de la degeneración política parapresidencial en cadena.
Este periplo del heredero de la saga reaccionaria está documentado en el escrito a dos páginas de Brian Winter, “El verdadero Iván Duque”, publicado en El Tiempo, el 15/08/18. El periodista mercenario se presenta en este artículo como ghost writer de las memorias del presidente Uribe, y es la contracara de José Contreras. Entre otras cosas, él recuerda que conoció a Iván Duque en Washington, “cuando fue a entrevistar a Uribe”, quien cumplía con una invitación en Georgetown University.
Entonces Duque ayudaba al ex presidente Uribe en una investigación sobre la flotilla de Gaza, que ofrecía ayuda a los palestinos sujetos a un campo de concentración, y que fue objeto de agresión por parte del gobierno israelí. Esa vez, “el joven ayudante (Iván Duque) se quedó por petición de Uribe. En los dos siguientes años estuvo en casi todas las entrevistas”.
En otro aparte de la semblanza, publicada antes en inglés, en una revista, Winter describe la apariencia de Duque para entonces, “con gafas y un poco nerd, había pasado toda su vida adulta trabajando para el BID”, y añade, “Iván siempre fue leal a su jefe…sugería soluciones calibradas para mantener a Uribe tranquilo…(quien) había sobrevivido por lo menos a 15 atentados.”
El verdadero Duque, un siervo del capital global
“Pasaron 6 años, me lo encontré en un acto de campaña en Barranquilla. Tenía ventaja de dos dígitos sobre el candidato de izquierda. Ahora de 42 años…aparecía como el candidato del CD. Un poco incrédulo cuando esa mañana abordamos un jet privado…este es el avión del fin de la campaña. Debiste haber visto en el que estábamos viajando.” Brian Winter, El verdadero Iván Duque, en ET, 15/08/18.
“Carrasquilla era un hombre probo…su participación se limitó a una asesoría sobre los requisitos que debían cumplir los municipios…” Álvaro Uribe Vélez, debate de control político, 19/09/2018, ET, p. 1.8
El ghost writer de las memorias de Uribe, al entrevistar nuevo presidente, su heredero de confiar, Iván Duque, comienza la entrevista preguntándole: ¿sería el títere de Uribe?, en caso de ganar la próxima elección. La respuesta la podemos responder hoy, con más detalles. El verdadero Iván es un siervo del capital global, con sus actuales movidas corruptas alrededor del mundo, que tiene a Colombia en la red.
La corroboración de este aserto la da el primer de sus nombramientos, el ministro de hacienda, Alberto Carrasquilla, quien lo fuera antes, en la primera y segunda administración del presidente Álvaro Uribe Vélez, 2003-2007. Carrasquilla, entonces, dijo que el salario mínimo de los trabajadores era muy alto; y ahora en su reciente debut no tuvo ningún empacho en señalar, para probar, que había que poner Iva a la canasta familiar.
Pero antes, Alberto, un yuppie colombiano, en el tiempo de la desregulación de los mercados capitalistas, sacando provecho de la apertura económica al capitalismo global, perpetrada constitucionalmente en 1991, con los “buenos oficios” de César Gaviria, heredero del reformismo neoliberal del sacrificado Luis Carlos Galán Sarmiento, hizo su negocio privado. Aquel contribuyó con calculado descaro en la elaboración de un proyecto de ley que continuó la voraz ola de las privatizaciones, a costillas de 117 de los más pobres municipios de Colombia, carentes de servicios públicos por más de un siglo, ofreciendo la posibilidad de financiar con los bonos de agua, sus acueductos.
El bueno de Carrasquilla no llegó hasta la aprobación de la ley. Esta quedó en cabeza de su sucesor en el ministerio, Iván Zuluaga, beneficiado por Odebrecht, después, en su fallida campaña por la presidencia contra Juan Manuel Santos. Pero, lo que si no desperdició Alberto fue la oportunidad de sacar provecho de los bonos de agua, un negocio “absolutamente preñado de corrupción”, según el decir de Jorge E. Robledo, del PDA/Alianza Verde, el citante de la audiencia de control político llevada a cabo el pasado 18 de septiembre.
En el debate, la inocente respuesta del “cordero” de los capitales golondrina, asentados en Panamá, antes y ahora, fue ejemplar, mi labor se limitó a participar en “una de las muchas empresas que asesoraron a inversionistas”, quienes financiaron los proyectos de agua potable y saneamiento ambiental. Esta actuación en Bolivia, produjo la guerra del agua, pero, aquí, la privatización fue silenciosa, incorporando la lección aprendida por el capital global.
En el reciente debate de control político, Álvaro Uribe, cabeza de la bancada de la reaccionaria del Centro Democrático pronunció la “palabra de orden”, del pseudo fascismo social que se cultiva en Colombia, y que fue objeto de caracterizada denuncia por el investigador portugués Boaventura de Sousa Santos, y su discípulo local, Mauricio García Villegas en la colección El kaleidoscopio de las Justicias, publicado con los auspicios de la Universidad de los Andes en la década de los 90.
Un Colofón como desenlace: el affaire Carrasquilla.
“El que la hace la paga…Al ministro lo premiaron por haberla hecho.” Jorge E. Robledo, citante del Debate contra el ministro Carrasquilla.
El avieso Alberto Carrasquilla, no sólo participó en la trasquilada de los municipios pobres, se rumora que su asesoría costó $8.000 millones de entonces. Él también participó en las andanzas del elefante blanco de Saludcoop bajo la conducción de Guillermo Grosso, el interventor de la EPS, de Pallacino y compañía, en la cual estuvo también involucrado el flamante fiscal de nuestros días.
Por aquel contrato de asesoría, el senador Robledo dice que Carrasquilla recibió $ 139 millones, pero, el premio gordo se derivó de la información recibida, que lo catapultó a los dos días, ya que “terminó en la junta de Sanitas, una empresa que, por supuesto, está interesada en conocer los negocios del sector”.
La respuesta de Carrasquilla no fue menos elocuente y reveladora, quien lo llamó primero fue el superintendente de salud, Gustavo Morales, quien le pidió la asesoría, y no Guillermo Grosso el interventor, su dependiente. Él les presentó cuatro o cinco propuestas, pero hasta el día de hoy ignora, de manera inocente, si se adoptó alguna.
Puesto que conviene recordarlo, Carrasquilla es un prestante joven neoconservador, neoliberal reaccionario, en la vena de Margareth Thatcher, tuvo la defensa del principal aliado del CD, en la constitución del actual bloque reaccionario, el partido conservador, que con la vocería del senador Efraím Cepeda, estableció que los honorarios percibidos por su copartidario estuvieron conforme con “la ley colombiana”; y añadió con tono bíblico, de honda resonancia cristiana, que los bonos de agua, en lugar de ahogar a los municipios pobres que los recibieron, fueron el gran salvavidas.
Este recurso a la legalidad, después que fueron agotados los estados de excepción, reglados por la nueva Constitución de 1991, en trance de progresivo degeneramiento del neopresidencialismo, para darle paso legal a la existencia del parapresidencialismo, de hecho y de derecho, fue denunciado por el senador Gustavo Petro, cabeza de la Colombia Humana, el candidato de oposición más votado en la historia del país, después de su mentor político juvenil, el general Gustavo Rojas Pinilla, cuyo robo electoral inspiró la onda justiciera del M19.
Petro en su intervención congresional del martes pasado, ató dos cabos, que muestran la continuidad del régimen para presidencial, que no desmontó Juan Manuel Santos, y tampoco el presidente Iván Duque, por las trazas mostradas, en forma directa, y por interpuesta persona. Gustavo acusó al ministro de hacienda de “ocultar información pertinente para el debate de control político”, por una parte; y por la otra, yéndose a los años 2003 a 2007, impulsaron el cambio de normatividad, en la que él fue arquitecto del proyecto de ley que se tradujo en la posterior ley, sancionada por el presidente Uribe.
Petro recordó que los tales “bonos del agua” estaban contemplados previamente en el Plan de Desarrollo, que fue anterior al cambio normativo, una prueba del uso del “estado de excepción”, añado yo, propio del degeneramiento político democrático liberal, que le dio “carta de ciudadanía” al régimen parapresidencial. Este quehacer político corrupto, bajo disfraz legal se cumplió teniendo como ministro de hacienda a Oscar Iván Zuluaga, catapultado luego como el candidato presidencial, ante el hundimiento de Uribito, Andrés Felipe Arias, el precandidato hoy prófugo de la justicia colombiana.
Desde la derecha, que orienta en la sombra, el derrotado candidato Germán Vargas Lleras, pero con una poderosa bancada congresional, uno de sus voceros, el senador Rodrigo Lara, heredero rebajado del reformismo neoliberal desarrollista, que encauzaron trágicamente, Luis Carlos Galán, y su padre Rodrigo Lara Bonilla, dejó constancia de su desacuerdo en la forma de conducir la que aparece como una clara contra-reforma tributaria, para defender la propia versión, que tampoco desborda los lindes del neoliberalismo.
Para cerrar un balance provisional
Para que no quede duda del rumbo que sigue el gobierno del presidente Iván Duque, ya quedó instalada, ayer mismo, un día crucial en la continuidad del Régimen para-presidencial, en el desenlace de la crisis de hegemonía, que se extiende desde el año 2010, cuando Juampa hiciera el anuncio que las llaves de la paz no estaban perdidas, se instaló la Comisión de Seguimiento al Cumplimiento de los Acuerdos de Paz.
Dicha Comisión, en efecto, hará la consagración del incumplimiento ininterrumpido a los Acuerdos de Paz, y quedó compuesta por tres personas del gobierno, y tres del nuevo partido de las Farc. Por parte del gobierno está la ministra del interior, Nancy Patricia Gutiérrez, quien es ejecutora de confianza de Álvaro Uribe, una de las más caracterizadas artífices desde el Congreso, del cambio del articulito, que con base en la estrategia del cohecho de dos exministros, quienes ahora reclaman ser incluidos, cuando menos uno, en la JEP, hizo posible la reelección presidencial de Uribe.
Esta actuación criminal, legalizada, le dio paso a la “constitucionalización” del régimen parapresidencial en el ámbito de la sociedad política. Maniobra criminal fue “legitimada” por su sucesor, el dos veces presidente, Juampa, quien, además, por sus buenos oficios, recibió el hipócrita galardón del Nobel de Paz, que cuando menos, debió ser compartido por él, y Timochenko, firmante de la paz. Y cuya inexequibilidad no declaró la Corte Constitucional de entonces, corrompiendo así el tercero de los poderes clásicos de la democracia liberal establecida por los padres fundadores del presidencialismo estadounidense.
Pero la corrupción política dentro del orden imperial, que no imperialista estuvo inaugurada también por el bloque dominante bipartidista, estadounudense en el año 2000, cuando la Corte Suprema de Justicia avaló el robo de la elección presidencial a Al Gore, por George Bush, sin que éste protestara, que lo pudo hacer, como última carta, en su condición de senador de la república imperial.
Pero, en verdad, el establecimiento capitalista, debió otorgar el Nobel de Paz también a un tercero, las víctimas del conflicto nacional, más de 6 millones, el títere estratégico en la guerra social que asoló y asuela aún los campos de Colombia, ahora con el exterminio sistemático de más de 360 líderes sociales de los grupos y clases subalternas.
Pero no fue así, el reconocimiento a los animadores en primera línea de la interrumpida revolución democrática, taponada brutalmente a sangre, fuego y leyes, los tres medios de la corrupción política, cuyo colofón es la impunidad para el bloque dominante en el poder, que tiene bajo su control la sociedad política, que en el marco del proyecto de estado integral reaccionario, ahora se fuerza en conquistar la hegemonía sobre la sociedad civil, teniendo como parapeto el embrujo de la paz reaccionaria.
En la comisión de verificación tampoco las víctimas tienen asiento. Por lo pronto, además de Nancy Patricia están Miguel Ceballos, alto comisionado para la paz (reaccionaria), Emilio Archila (exsuperintendente de Industria y Asobolsa, por parte de la reacción política; y de la Farc, Rodrigo Granda, Jairo Estrada, y Ronald Rojas. en la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación a la Implementación (CSIVI) de la paz, que debería tener, y no tiene, tres miembros más.
Falta la presencia fundamental de los representantes procedentes de la sociedad civil de abajo, los subalternos víctimas, la parte de los sin parte. No queda duda, si prosperan estos síntomas, está claro cuál es el camino que sigue el presidente Iván Duque.
Un paréntesis, hasta noviembre
“Los plazos son muy cortos y en el Congreso el ambiente está enrarecido alrededor de varias iniciativas de este paquete.” Juan Carlos Losada, representante liberal independiente.
“Sí hubo una operación militar en Miravalles… pero no es razón suficiente para alejarse de la JEP.” Miguel Ceballos, Comisionada de Paz
Este desenlace en curso, de corte reaccionario, para la crisis de hegemonía, tiene un premio de consolación, con la radicación del paquete de proyectos de ley para la lucha contra la corrupción, que tuvo al presidente Duque como protagonista trucado, para no perder el momento político, que tuvo el respaldo de más de 11 millones de votos, que superaron los obtenidos por él, y su comparsa de centro, que tuvo como responsables, al candidato liberal, Humberto de la Calle, al candidato de la Coalición Colombia, Sergio Fajardo, y al senador Jorge E. Robledo.
La responsabilidad histórica por la derrota de la candidatura del progresista Gustavo Petro, a quien prefirieron ignorar, y con él el respaldo obtenido, por más de 8 millones de votantes, votando en blanco, no pudo detener el ascenso de un nuevo sentido común, expresado, primero, para contrarrestar el resultado del plebiscito, que no referendo, convocado por el gobierno Santos con la desbordante participación en las calles de la capital de la república, con una gran presencia de jóvenes, mujeres y víctimas.
El segundo mayor episodio de participación política sobrevino con el apoyo a la consulta contra la corrupción, esto es, contra la impunidad, que ahora se quiere instituir, envilecer con el trámite congresional, al haberse perdido la consulta. Sin embargo, la dirección de la Consulta aceptó la “derrota”, en lugar de convocar a una doble lucha, por vía congresional y en las calles, como bandera para la elección de 2019.
Sobre esto último se ha expresado Gustavo Petro, desde que conoció el resultado de la elección presidencial. Es el tiempo para la constitución de un frente común, con todas las fuerzas de oposición, por dentro y fuera de los organismos de representación, en particular el actual Congreso.
Pero, hay otro asunto, que define la compañía que tiene de manera orgánica, el régimen parapresidencial en su etapa extendida, a través de su política exterior contra la vecina Venezuela, y el presidente Nicolás Maduro. El presidente Duque, antes y después ha calificado a Maduro de dictador, y sus vocerías internacionales, la del canciller, y del embajador de Colombia en Washington han sido más que elocuentes.
En la reunión de Lima, el canciller no firmó la declaración que proscribía el uso de la intervención armada. Y luego, Carlos Holmes Trujillo trastabilló, y entró en ambigüedades, no resueltas de modo suficiente. Otro tanto hizo Pacho Santos en su debut delante de Donald Trump con quien posó.
Para parafrasear un título de la novela de Héctor Rojas Erazo, en Noviembre llega el Arzobispo, en Colombia tendremos a Mr. Donald, cabeza del orden imperial que visita su patio trasero, y su obsecuente servidor, el gobierno bipartidista colombiano. Así las cosas, tendremos que ver qué pasará con la prometida agresión a Venezuela, que, por lo pronto, tiene el respaldo económico de China, y militar de la Rusia de Putin. Así las cosas, Colombia sigue con la política conservadora del réspice polum. Y pareciera querer extender catastróficamente sus bang bang más allá de las fronteras
Amanecerá y veremos, con los subalternos movilizados en las calles y plazas.
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Miguel Ángel Herrera Zgaib: Profesor asociado, C. Política, Unal, Ex rector U. Libre de Colombia. Presidente de la International Gramsci Society- Colombia.
Foto obtenida de: Reporteros Asociados
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