El mapa ya no sirve: navegamos sin brújula En los noventa, auge del neoliberalismo, la globalización y los tratados de libre comercio, se soñó con un mundo plano, conectado, donde fluyeran las mercancías y la democracia de mercado se hiciera universal. El fin de la historia, lo llamaron. Pero la historia volvió con fuerza. El bipolarismo se desvaneció. El capitalismo quedó sin rival sistémico.
Hoy, las autopistas del libre comercio están llenas de barricadas. Las banderas del proteccionismo vuelven a ondear y las instituciones del multilateralismo crujen ante las tensiones geopolíticas. EE. UU. ya no predica la apertura; se repliega con una retórica de soberanía, industria nacional y fuerza. Trump abrió una serie de negociaciones usando aranceles como castigo, como si fueran los diez mandamientos de un Moisés rubio y millonario.
Desde los noventa, el mapa global cambió: Europa pasó de 33 a 45 países. De los 195 Estados, solo cinco pueden decir que no son capitalistas. El modelo es uno solo. Y Trump está dispuesto a todo para dominarlo, reescribir sus reglas y, si es necesario, romper el tablero.
La factura del imperio Con un déficit comercial que en 2023 superó el billón de dólares y una deuda pública cercana a los 34 billones, la primera economía del mundo ya no está cómoda con sus propias reglas. Trump —y en buena parte Biden también— adoptaron una lógica de represalia: si tú vendes caro, te arancelamos; si compites, te bloqueamos. El desequilibrio es tan grande que asusta. La deuda y el déficit no son solo cifras: son síntomas del colapso.
Frente a esto, Washington eligió un presidente dispuesto a usar el martillo económico y el músculo militar más poderoso de la historia. Los aranceles a China, los subsidios locales: detrás hay más que economía. Hay un dilema geopolítico que se impone al resto del mundo: ¿Estados Unidos o China? O, ampliando el foco: ¿Oriente u Occidente?
El lema “Make America Great Again” no es solo propaganda. Es una estrategia geoeconómica: repatriar fábricas, blindar cadenas, aislar tecnología. El comercio se vuelve arma. El nuevo sistema: un neoliberalismo proteccionista, centrado en EE. UU. como único sol.
Trump juega un Gambito de Dama: los aranceles no son el objetivo, son el peón sacrificado para tomar el centro del tablero. Busca alterar las reglas del comercio y reposicionarse. Algunos oponen una Defensa Eslava; otros, una respuesta caótica. Pero si esto es ajedrez, hay que advertir: aquí nadie garantiza que se respeten las reglas. El más fuerte puede patear el tablero. Y quizá, sin aceptarlo aún, ya estamos en la antesala de una tercera guerra mundial, donde manda el lenguaje militar.
El mundo reacciona; China, blanco central de esta política, responde con firmeza y pragmatismo. Refuerza sectores estratégicos, teje alianzas en África, América Latina y Asia, y promueve rutas comerciales como la Nueva Ruta de la Seda. Su mensaje: no se trata solo de resistir a EE. UU., sino de construir un orden que no gire en torno a Washington. Jugó con las reglas del neoliberalismo global y lleva ventaja: desarrollo tecnológico, inversión estratégica y capacidad de negociación.
Europa observa. Es una dama que se mueve, pero no tiene fuerza de ataque. Intenta construir autonomía estratégica, pero no lo logra. Habla de soberanía tecnológica y pactos verdes, pero sus tensiones internas la frenan. No define si quiere liderar o moderar.
El Sur Global, con los BRICS al frente, ve una oportunidad en el caos. La hegemonía del dólar se erosiona. El FMI y la ONU pierden legitimidad. El momento de repensar el tablero llegó. No para cambiar un imperio por otro, sino para construir un orden más horizontal, menos dependiente del norte. Aunque, como diría Trump: solo si lo lideramos nosotros.
Davos canta, el mundo arde Cada enero, líderes globales se reúnen en Davos para hablar de cooperación. Inteligencia artificial, clima, economía circular. Pero mientras suenan los paneles, arde el mundo: ataques en el Mar Rojo, Gaza en ruinas, Ucrania en guerra, Taiwán bajo tensión.
Las instituciones nacidas tras la Segunda Guerra Mundial se ven viejas. Un Consejo de Seguridad sin África ni América Latina. Una OMC sin fuerza arbitral. Un FMI con fórmulas caducas.
Al borde del abismo La pregunta ya no es si el viejo orden muere, sino qué nacerá en su lugar.
No hay brújula confiable. El mapa, simplemente, ya no sirve.
Pero el futuro aún está por escribirse. Hay alternativas:
- Reformar el multilateralismo desde abajo.
- Redistribuir poder real, no solo discursos.
- Apostar por una globalización regulada, social y ecológica.
- Construir redes regionales fuertes, inclusivas y cooperativas.
Porque si no lo hacemos, el vacío será ocupado por la ley del más fuerte. Y ya sabemos cómo terminan las historias escritas con pólvora.
| El dólar ya no flota sobre oro… sino sobre portaaviones En esa conferencia en Cartagena, alguien dijo: “El dólar ya no está respaldado por oro, sino por el poder militar estadounidense”. La frase, provocadora, cayó como una bomba. Pero el diagnóstico es claro.
Desde que en 1971 se abandonó el patrón oro, el dólar es fiduciario: vale porque hay confianza en EE. UU. Hoy, esa confianza se basa en su poder financiero y su capacidad militar.
Sanciones económicas, petrodólar, bases militares, control de organismos multilaterales. Nadie ha podido desafiar en serio al dólar. Aún.
Pero el mundo cambia. China y los BRICS impulsan monedas alternativas y sistemas financieros paralelos. Y empieza a surgir la gran pregunta:
¿Qué pasa con una moneda global si su respaldo militar ya no intimida ni alcanza?
La respuesta puede redefinir el sistema financiero internacional. Y con él, el orden mundial.
El dólar en el tablero: cuatro formas de leer la jugada de Trump
Si seguimos con la metáfora ajedrecística y aceptamos que los aranceles son el peón sacrificado en el Gambito de Dama de Trump, entonces la subida del dólar puede verse como una consecuencia prevista, incluso deseada. O como la reacción del adversario al aceptar el sacrificio.
- El dólar como reacción provocada
Trump lanza el gambito: cede el peón arancelario. El dólar sube. No es azar, es parte de una secuencia prevista. Lo importante no es lo que se entrega, sino lo que se gana. - El dólar como torre activada
El sacrificio abre líneas. La incertidumbre fortalece al dólar, que se convierte en una torre amenazante. El movimiento es indirecto, pero intencional: movilizar piezas mayores. - El dólar como ventaja emergente
El alza del dólar no es casual. Es señal de un tablero alterado. Como en un buen gambito, la jugada inicial reorganiza las piezas y da ventaja, incluso con tensiones internas. - El dólar como objetivo oculto
Quizás el peón (los aranceles) es solo un señuelo. El verdadero plan: reforzar el dólar y consolidar el poder financiero de EE. UU. En ese caso, el gambito no busca solo control, sino coronar a la reina.
Guillermo Solarte Lindo, Pacifistas sin fronteras
Foto tomada de: BBC
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