No hay que indagar mucho para encontrar que la casi totalidad de los economistas “prestigiosos” pertenecen al partido del capitalismo. No a un partido político formalmente organizado, sino a un conjunto de personas que siguen o defienden una misma opinión o causa. En el mundo existen (o han existido) partidos que explícitamente se denominan socialistas y comunistas que proponen la supresión del capitalismo y su transformación hacia el socialismo o el comunismo. Pero no existen partidos que se denominen capitalistas[1], por lo menos no en Colombia.
Dado que el capitalismo es el modo de producción dominante, no se necesita una organización política que tenga en sus estatutos el título de capitalista. Además, considerando las terribles consecuencias del capitalismo para los trabajadores es mejor esconderlo y las clases dominantes prefieren recurrir a diversos nombres que ocultan o matizan, como liberales, republicanos, demócratas, socialistas no marxistas, colorados, justicialistas, conservadores, etc., etc. La gama es enorme. Ocurre algo parecido con la Constitución Política de Colombia que no menciona ni una sola vez las palabras capitalismo, capitalistas, terratenientes, trabajadores asalariados, como si no existieran. Pero todo el mundo sabe que es una Constitución favorable al modo de producción capitalista.
El conflicto económico y político fundamental desde que existe el capitalismo es entre partidarios del socialismo o el comunismo y partidarios del capitalismo. Este es el eje fundamental de la lucha política. El fantasma del comunismo sigue recorriendo el mundo y Colombia. Aunque no haya partidos socialistas o comunistas fuertes, los partidarios del capitalismo insisten una y otra vez en el peligro del comunismo y del socialismo. Ejemplos recientes: Milei en Argentina, María Fernanda Cabal y Miguel Uribe Turbay en el Congreso de Colombia.
La posición de los socialistas y comunistas marxistas, basados principalmente en la explicación teórica de Marx en El Capital, consiste en que no hay solución a los “problemas” de los trabajadores en el marco del capitalismo, razón por la cual hay que promover la eliminación de la relación asalariada, fundamento de esta sociedad; el trabajo asalariado es una forma de explotación y por tanto debe ser eliminada. La posición general de los partidarios del capitalismo es que es el mejor de los mundos posibles, que hay una armonía de intereses entre patronos y trabajadores, que el socialismo real ha fracasado, y que el capitalismo ha demostrado que puede mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Los partidarios del capitalismo no quieren suprimir la relación asalariada, quieren que los esclavos coman un poco mejor y vivan en una choza más limpia, pero no que dejen de ser esclavos.
Pero dentro del modo de producción capitalista también hay contradicciones fuertes en varios aspectos que conducen a conflictos y luchas con diversos grados de intensidad y violencia: 1) Conflictos entre los capitalistas y los trabajadores asalariados y por cuenta propia con relación al reparto del valor agregado y específicamente con respecto a la magnitud del salario absoluto y relativo; 2) Conflictos entre las diferentes fracciones de capitalistas con respecto al reparto del plusvalor extraído a los trabajadores, es decir, del reparto del botín; por ejemplo, luchas entre los capitalistas industriales y los capitalistas comerciales, o entre los dos anteriores y el capital financiero y los propietarios del capital a interés; 3) Conflictos entre los capitalistas de todos los tipos y terratenientes con relación a la propiedad y la renta de la tierra; 4) Conflictos entre los capitalistas y terratenientes con el Estado en torno a la magnitud y tipo de los impuestos y el gasto social; 5) Conflictos entre los capitalistas y terratenientes y los pequeños productores y comercializadores y trabajadores por cuenta propia; 6) Conflictos, asociados a todos los conflictos anteriores, con relación al grado y tipo de intervención del Estado, su tamaño y el nivel de regulación sobre las actividades privadas de los capitalistas.
El panorama es complejo. No es necesario profundizar mucho para encontrar evidencias de todos estos conflictos. Los capitalistas quieren que el salario de los trabajadores sea lo más bajo posible y los trabajadores luchan por aumentarlo, tanto en las remuneraciones directas como en las prestaciones. Los capitalistas están en competencia permanente entre ellos y los más poderosos se las ingenian para aprovecharse de sus hermanos de sangre, mediante monopolios y mayor poder de negociación en sus relaciones económicas. Los capitalistas financieros tratan de quedarse con la mayor parte de la ganancia mediante intereses y tasas administrativas elevadas; los capitalistas comerciales buscan la manera de beneficiarse de los capitalistas productivos más pequeños. Los capitalistas en su conjunto buscan que los terratenientes no se queden con una parte muy grande de la tajada por la vía de la renta de la tierra, y consideran a los terratenientes como ociosos e improductivos. Etc., etc.
Todos estos conflictos tienen su expresión máxima en el Estado que se ve sujeto a presiones para que intervenga en uno u otro sentido: reglamentando el salario mínimo: reduciendo el pago por horas extras; subsidiado a los trabajadores más pobres; controlando las tasas de interés; controlando a los intermediarios comerciales; ofreciendo subsidios a diversas ramas industriales; regulando el comercio exterior en beneficio de uno u otro sector; creando o eliminando impuestos a los grandes capitales, etc. Todo esto se enmarca a su vez en un conflicto permanente entre la clase capitalista en su conjunto para restringir la intervención del Estado sobre la libertad de empresa, es decir, sobre la libertad de explotación de la clase trabajadora.
A pesar de la diversidad de conflictos, existe un consenso con respecto a la defensa del capitalismo en la gran mayoría de partidos políticos en Colombia, organizaciones sociales, sindicatos, universidades, fundaciones, centros de investigación, consultores y…economistas. Pero, al mismo tiempo, enormes diferencias con relación a los diversos tipos de contradicciones y conflictos señalados. Estos se expresan a su vez en diferentes corrientes teóricas y programáticas, siendo las más destacadas durante las últimas décadas el neoliberalismo, el intervencionismo de Estado y la socialdemocracia, asociadas a teóricos como Keynes, Friedman y muchos otros. También ha retomado fuerza la corriente libertaria.
La economía dominante en las facultades de economía considera que el mecanismo del mercado y la libre empresa son de los mejores inventos que ha hecho la humanidad; el mercado libre es un mecanismo extraordinario de transmisión de información y de coordinación de la producción y el intercambio, pero…tiene algunas fallas. Por ejemplo: no garantiza un crecimiento suficiente, tiene tendencia a comportamientos cíclicos y crisis, genera monopolios y oligopolios, crea una enorme desigualdad de riqueza e ingresos, condena a la pobreza y la miseria a proporciones y magnitudes importantes de los trabajadores. Es decir, es un mecanismo maravilloso plagado de fallas. Desde esta perspectiva teórica se justifica la intervención del Estado en diversos campos: promoción de la actividad económica, regulación de los mercados financieros, actividades crediticias, regulación salarial, redistribución del ingreso vía impuestos y gasto social, etc.
Los libertarios, por su parte, responden diciendo que las fallas principales no son del mercado sino del Estado capitalista. Milei, por ejemplo, recientemente dedicó la mayor parte de su intervención en los Estados Unidos a criticar fuertemente el reconocimiento por parte de la economía neoclásica de los fallos del mercado. Para Milei no existen los fallos del mercado, el mercado es perfecto…o casi.
Dentro de este marco de contradicciones y conflictos se establece una gama de opciones políticas que van desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda. La extrema derecha promueve un capitalismo salvaje, la extrema izquierda un capitalismo humano más cercano al mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores. Pero todos dentro del capitalismo, ni siquiera los sectores más a la izquierda proponen suprimir el capitalismo. Los gobiernos progresistas en América Latina son un ejemplo de ello; el gobierno de Petro es el ejemplo en Colombia. La extrema derecha es abiertamente favorable a los intereses de los patronos, la extrema izquierda a los intereses de los trabajadores; cuando llega al gobierno, es una especie de gobierno sindical.
El panorama dentro de los partidarios del capitalismo es contradictorio y conflictivo. Pero son contradicciones dentro del sistema. Pueden llegar a conflictos violentos y a luchas políticas y jurídicas intensas. Los capitalistas en busca de la ganancia no se paran ante nada y se destrozan cuando es necesario entre ellos. La lucha entre uribistas y santistas es un ejemplo claro de ello. Eso sí, cuando surge un movimiento de los trabajadores que critica el modo de producción capitalista y osa organizar partidos socialistas y comunistas, cesa la lucha entre los capitalistas, los terratenientes y el Estado, y hacen un frente común.
¿Dónde se ubican los economistas?
La casi totalidad de los economistas se ubica en el partido del capitalismo. Los tres exministros homenajeados recientemente en la Academia Colombiana de Ciencias Económicas, Cecilia López, José Antonio Ocampo y Jorge Iván González son partidarios de mantener el modo de producción capitalista. Quieren mantener la esclavitud asalariada, pero desean que los esclavos coman un poco mejor y tengan una choza más limpia. Obviamente, hay diferencias entre los economistas, unos están más a la izquierda (es decir, en favor de que los trabajadores obtengan una mayor parte del valor agregado), otros más a la derecha (es decir, en favor de que los capitalistas y terratenientes obtengan cada vez más ganancias y concentren aún más la riqueza y el ingreso). Y hay discusiones entre ellos, más o menos fuertes. Ocampo y López han criticado las políticas neoliberales de César Gaviria; Montenegro y otros les responden criticando el intervencionismo de Estado.
Pero el hecho es que ni intervencionistas ni neoliberales obtienen resultados de fondo en cuanto a la garantía de los derechos más importantes a los trabajadores. La Constitución Política establece entre estos derechos: el derecho a un trabajo digno para todos; el derecho a un ingreso mínimo vital para todos; el derecho a la propiedad para todos; el derecho a la igualdad; el derecho a una vivienda digna para todos. Desde que hay capitalismo en Colombia, no se ha conseguido garantizar estos derechos a todas las personas. Los trabajadores siguen padeciendo niveles altos de desempleo, subempleo y trabajo precario; los ingresos salariales y por cuenta propia no alcanzan para garantizar siquiera una alimentación decente a todo el mundo; millones de personas siguen siendo pobres en términos monetarios (y eso que el límite para determinar quien deja de ser pobre es bastante bajo); la mayoría de los trabajadores no tiene propiedad suficiente, ni para producir ni para su consumo personal; la desigualdad continúa siendo enorme; la vivienda digna para todos una quimera. Colombia vive con respecto a estos derechos en un estado de cosas inconstitucional.
Por los grandes cargos del Estado, las universidades, las fundaciones y centros de investigación, los partidos dominantes, los organismos internacionales, han pasado los mejores economistas del país, incluyendo social demócratas, intervencionistas y keynesianos como Cecilia López, José Antonio Ocampo y Jorge Iván González, y neoliberales como Armando Montenegro y muchos más. Y toda su sabiduría no ha servido de mucho.
El debate en X sobre la tecnocracia ayuda a entender la posición de algunos economistas.
Cecilia López se auto define como tecnócrata. Obviamente se considera una especialista y técnica en varios temas. Sostiene que “nunca he defendido a los ricos, tan es así que pidieron mi cabeza en el gobierno Samper por frenar sus patrañas”. “Me muevo en el espacio político para ser escuchada, pero ante todo soy tecnócrata y no pertenezco al Partido Liberal ni a ningún otro desde 2010.” Le escribe una persona en su tweeter: “Neoliberalismo y keynesianismo, ninguno funcionó. ¿Qué otro modelo dentro del capitalismo?”. A lo cual responde Cecilia López: “En este momento muchos estamos…estudiando, aprendiendo de los errores…y acelerando para encontrar un nuevo modelo de desarrollo.” “Hoy buscamos un nuevo modelo, más social y humano.”
Los mensajes de Cecilia López dicen muchas cosas interesantes. Ella “nunca ha defendido a los ricos”, pero defiende el modo de producción capitalista que es el fundamento de la riqueza y el poder de los ricos. Considera que, por no estar en este momento en ningún partido formal, no es partidaria, cuando claramente es defensora del capitalismo. Acepta que ni el neoliberalismo y el keynesianismo no han funcionado, cuando lo que es claro es que con una y otra política, se ha enriquecido un pequeño grupo de personas y llegado a una desigualdad envidiable. Los elevados niveles de desigualdad en la riqueza y los ingresos son una clara evidencia de que el capitalismo colombiano ha cumplido con su razón de ser. Eso sí, hay que reconocerle la honestidad, no sabe cuál sería el modelo adecuado dentro del capitalismo.
Pero, nos preguntamos, ¿adecuado para qué? José Antonio Ocampo, quizá el economista más prestigioso en Colombia tampoco sabe muy quien que hacer para garantizar los derechos fundamentales a los trabajadores. Ha pasado por altos cargos del gobierno, y los problemas siguen ahí. Pero es claro que no se le pasa por la cabeza en ningún momento criticar el modo de producción capitalista; tiene el enorme mérito de escribir libros sobre historia de la economía colombiana en los cuales prácticamente la ganancia no existe. Le hubiera bastado con hablar algún día con Luis Carlos Sarmiento Angulo para aprender del verdadero motor del capitalismo colombiano. No le iría nada mal una conversación con Shaikh, a quien tiene muy cerca en Nueva York.
El debate sobre la tecnocracia a raíz de los recientes nombramientos del gobierno Petro es un debate de poca trascendencia. Es evidente que en toda organización se necesita un cierto conocimiento técnico para administrar los recursos y obtener resultados. Para recaudar impuestos, contratar obras y prestar unos servicios públicos se necesita conocimiento técnico por parte de administradores, financistas, pedagogos, ingenieros, arquitectos, médicos, etc. Incluso para organizar la represión, prevenir protestas ciudadanas, espiar a los opositores, torturar y asesinar sistemáticamente, hay que estudiar y tener técnicos capaces.
La razón de ser del capitalismo no es satisfacer necesidades, sino explotar a los trabajadores para obtener ganancias. Para organizar la producción de modo que se cumplan estos objetivos también se necesitan técnicos. Tanto en una sociedad capitalista como socialista se necesitan ingenieros, médicos y pedagogos. El problema de fondo no es la tecnología, ni los técnicos, sino la finalidad del modo de producción.
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[1] No puedo asegurarlo por completo. Quizá existen, pero no los conozco.
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: El Ponente
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