Este inexplicable olvido estimulo la protesta que hizo finalmente que surgiera el artículo 55 transitorio de la constitución que permitió, posteriormente, bajo los auspicios de la ley 70, que los negros existieran constitucional y jurídicamente en Colombia como sujetos de derechos diferenciados.
Para las comunidades negras parece que nada ha cambiado desde aquel intento de olvido normativo de hace un poco más de 26 años al actual olvido en que se encuentra hoy en día, producto en parte del centralismo Bogotano y de las elites hacendatarias y latifundistas del Valle del Cauca quienes siempre han considerado a los negros como harina de otro costal. Para las comunidades negras la constitución parece letra muerta; pareciera que para ellos es una simple hoja de papel con los derechos económicos, sociales y culturales apenas bien dibujados.
La mayoría de estas poblaciones se encuentran ubicadas en toda la Costa Pacífica Colombiana; la mayor parte de su población está en condiciones de pobreza. Según el DNP la sola ciudad de Buenaventura tiene un índice de pobreza del 91% en la zona rural, del 64% en la parte urbana, y la pobreza multidimensional es del 66%. El fenómeno del Desempleo que hace aproximadamente 10 años cobijaba al país, llegando a tasas que en las principales ciudades oscilaba entre el 12 y el 14%, en Buenaventura presenta el alarmante 80%, siendo la ciudad donde se siente con mayor fuerza dicho flagelo, alimentado con la dinámica del desplazamiento forzoso que se ha intensificado en toda la zona del Pacifico desde Quibdó hasta Tumaco y que ha producido un mayor grado de complejidad a los problemas sociales de la región.
A través de la ciudad-puerto de Buenaventura se realiza el 60% del comercio exterior colombiano, el 100% de las exportaciones de azúcar de todo el país, y el 80% de las exportaciones de café.
El alzamiento popular de estos días en la región pacifica expresa el poder negro; protestas a las que se suman campesinos, comerciantes, conductores de servicio público, de carga pesada y las madres comunitarias; quienes reclama cosas elementales para la supervivencia del ser humano. Para los habitantes de Buenaventura un buen sistema de servicios públicos, agua potable 24 horas al día; pues el acueducto de la ciudad que cubre solo al 70% de las viviendas de la zona urbana, provee el servicio del agua solo tres horas cada 48 o 72 horas. Igualmente exigen que el hospital público cerrado por la corrupción y la falta de recursos del orden nacional sea de nuevo reabierto con servicios de médicos especialistas. En el pliego de peticiones tanto en Buenaventura como en Quibdó, se está exigiendo, además, mejorar la calidad en la educación, y garantías para el sector pesquero, artesanal e industrial. Y lo más importante, se exige que el gobierno cumpla con los compromisos varias veces firmados con camioneros, pesqueros, comerciantes y organizaciones cívicas y comunitarias del pacifico colombiano.
En el paro cívico del Choco y Buenaventura, Hoy como ayer, hay que destacar el papel de las iglesias comprometidas con los más pobres y olvidados quienes no han dudado en levantar e izar las banderas de la protesta cívica. A diario en la protesta se recuerda la memoria de quien fuera en la región uno de los grandes líderes espirituales en el pasado: Monseñor Gerardo Valencia Cano. Este obispo comprometido sentó las bases para un pensamiento concientizador desde y con los afrodescendientes; que es el que hoy anima el espíritu de la protesta en el litoral pacífico y que siempre ha acompañado al negro en su lucha y resistencia.
Por nuestra parte, toda la solidaridad con la lucha del pueblo negro del Pacifico colombiano. Sus exigencias no son otra cosa que el clamor del pueblo colombiano que concibe la paz social a partir de la verdadera justicia social.
Héctor Alonso Moreno: Profesor Asociado Universidad del Valle