Para algunos, decir que Mauricio Cárdenas, María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Francisco Santos, etc., son parte del pueblo es una gran mentira. Pero, los marchantes del 21 de abril en contra del gobierno del Pacto Histórico se consideran parte del pueblo con igual derecho. Los autores del famoso himno “el pueblo unido jamás será vencido” tenían en mente a los derrotados y no a los vencedores como Cabal, Valencia y tantos otros.
En medio de estas confusiones resulta alentador encontrar en la prensa columnas de expertos en derecho y ciencia política, con una elevada formación académica, como Mauricio García Villegas. Con seguridad nos ayudará a precisar el contenido de la palabra en su columna de hace unos días, titulada, precisamente, “pueblo”.
Nos recuerda García que tanto los opositores al gobierno como sus defensores marcharon “según sus líderes, a nombre del pueblo” y se pregunta, dado que cada marcha “estuvo integrada por gente distinta, ¿de qué pueblo hablan? ¿Acaso en Colombia hay dos pueblos?”
Considera García que Petro y Uribe tienen una concepción similar de la idea del pueblo que los apoya, para lo cual se remite a Carl Schmitt, quien decía que “el pueblo se manifiesta en la plaza pública; allí se encuentra con su líder, que es su representante y que, en sus arengas contra sus enemigos, establece una comunicación única y metafísica entre él y su pueblo, que es la esencia de la política.” Releo este texto y encuentro que aquí Schmitt dice qué cosas hace el pueblo (se manifiesta, se encuentra con el líder, etc.) y cómo se relaciona con su líder, pero no explica “qué es el pueblo.” No hay en esta frase un concepto de pueblo y por tanto, García no explica cuál es la idea del pueblo que supuestamente comparten Uribe y Petro.
Sin haber definido qué es el pueblo García pasa, sin rubor, a afirmar que “en Colombia no hay dos pueblos sino uno solo.” ¿Qué tendrá en mente? ¿La idea de pueblo como conjunto de personas de un país? Si es así, simplemente está planteando una obviedad: si el pueblo es la totalidad o conjunto de habitantes de Colombia, pues no puede haber dos pueblos. Pueblo es tanto el obrero de una fábrica o el maestro de primaria, como Luis Carlos Sarmiento, María Fernanda Cabal o Álvaro Uribe. Esta parece ser la noción de la Constitución Política que en su preámbulo afirma que el “pueblo de Colombia” decreta, sanciona y promulga la Constitución.
Pero García se da cuenta, seguramente lo estudió también en la universidad, que el “pueblo no tiene un interés único ni tampoco una voluntad claramente definida”. Es un pueblo complejo, diverso y atravesado por tensiones y contradicciones profundas, entre ellas una honda desigualdad social, con gente que piensa distinto y que siente distinto.” Constata García que el pueblo de Colombia no es homogéneo, todo lo contrario, es heterogéneo. Los líderes, en cambio, supuestamente apelan a un pueblo inexistente, metafísico.
Tenemos entonces que: 1) solamente hay un pueblo real; 2) pero es un pueblo diverso, complejo, atravesado por tensiones y contradicciones profundas; 3) una de estas contradicciones es la honda desigualdad social. La verdad, la exposición de García no nos aporta mucho a la comprensión del fenómeno. Se queda en un nivel superficial de análisis, no profundiza, no desarrolla conceptos que hagan parte de una estructura teórica general dentro de la cual puedan comprenderse sus partes. Es decepcionante su exposición, teniendo en cuenta que es doctor en ciencia política de una prestigiosa universidad europea y además profesor muy reputado de la Universidad Nacional de Colombia.
En su exposición García toca tangencialmente algunos asuntos más profundos y nos da pistas para pensar que el término pueblo no es el más apropiado para comprender la realidad económica y política. No se atreve a decirlo explícitamente, pero es claro que: 1) hay intereses diferentes entre los miembros del “pueblo”; 2) estos intereses conducen a relaciones contradictorias y profundas; 3) los miembros del pueblo, a pesar del discurso retórico de la Constitución no son iguales. A García le falta el concepto de clase social dentro del modo de producción capitalista, y más aún, carece de una teoría sobre dicho modo de producción y la relación entre sus estructuras económicas, políticas e ideológicas.
Quizá no le ofrecieron en sus estudios académicos cursos sobre estos temas o si tomó materias desde esta perspectiva, no las aprovechó mucho.
El “pueblo colombiano”, el conjunto de personas que habita en este territorio denominado Colombia, está dividido, desde la perspectiva de la estructura social y económica, en clases sociales. En una aproximación muy agregada, basada en la población ocupada según el DANE, cerca de 12 millones de personas son trabajadores asalariados, aproximadamente 10 millones son trabajadores por cuenta propia y más o menos 600.000 son patronos. Esta es una desigualdad social básica, cualitativa, que tiene implicaciones materiales y cuantitativas. Los capitalistas, que representan alrededor del 3% de la población, son los dueños del dinero, las empresas y sus medios de producción, y contratan directamente a los 12 millones de asalariados e indirectamente a buena parte de los trabajadores por cuenta propia. Como puede verse, el pueblo no es uno solo.
Entre estas clases sociales no hay un interés único y común: todo lo contrario. El interés de los patronos es reducir los salarios hasta donde sea posible (dado que según Carrasquilla son ridículamente altos); el interés de los trabajadores es aumentar los salarios. El interés de los capitalistas es limitar el gasto del Estado en favor de los trabajadores y reducir los impuestos, el interés de los trabajadores es que se grave con más impuestos a los capitalistas y se destine a gasto que complemente sus ingresos en educación, salud, vivienda, etc., etc. Esta es una contradicción profunda, una tensión permanente, que se expresa con mayor o menor nivel de conflicto según las circunstancias. El pueblo está dividido objetivamente en dos grandes polos, dentro de los cuales a su vez hay subdivisiones.
La división sin embargo, no es tan simple, es compleja como afirma García. Entre los propios capitalistas hay diferencias y contradicciones. También entre los trabajadores: parte de ellos ocupan los cargos directivos en el Estado y las empresas privadas y obtienen salarios muy superiores a los de la gran masa de los trabajadores. Cumplen, en nombre de los capitalistas, funciones de control y coordinación con miras a extraer el mayor excedente posible. Aunque trabajadores asalariados, buena parte no se siente parte de la clase trabajadora y hace todo lo posible por diferenciarse de sus hermanos asalariados.
De otra parte, una proporción grande del pueblo trabajador, tiene empresas y negocios pequeños y medianos, y, actúa y piensa como los capitalistas. El dueño de un taller, de un restaurante, de una tienda, comparte intereses con sus hermanos más poderosos, los Sarmiento Angulo, los Santo Domingo, los Cabal, etc. Además, los trabajadores por cuenta propia en lo más bajo de la escala de condiciones laborales, ven a sus hermanos asalariados como unos privilegiados que tienen un puesto más o menos estable y un ingreso muy superior. La situación objetiva de muchos trabajadores no se traduce en una identidad política como trabajadores.
Uribe y su partido no apelan a un pueblo metafísico. Apelan a los capitalistas grandes, medianos y pequeños; apelan a los trabajadores asalariados en lo alto de la escala; apelan a los trabajadores que quieren ser capitalistas; apelan a las diferencias y rencillas entre los propios trabajadores. Por eso, en sus marchas, no solamente están los capitalistas, hay una participación más amplia.
Petro, por su parte, apela a los trabajadores asalariados y a los trabajadores por cuenta propia en peores condiciones. No apela a un pueblo metafísico inexistente.
Me parece que en este punto García, a pesar de su nivel académico, está por debajo de Álvaro Uribe en comprensión de la realidad, quien claramente considera que hay clases, que existen intereses distintos, pero que aboga por una colaboración armónica entre las clases. Uribe condena el odio de clases, pero reconoce las clases. También incluso el DANE y el DNP reconocen en sus análisis la existencia de clases sociales, aunque limitan su definición a diferencias en la magnitud de ingresos. Pero están conceptualmente más avanzados que Mauricio García.
¿Por qué García no utiliza el concepto de clase social ligado al lugar que ocupan las personas en la estructura productiva de la sociedad? Sería bueno saberlo. No está obligado a utilizarlo, pero, ¿no ve la realidad? Continuar utilizando una noción sin sustento teórico como pueblo es sorprendente.
Referencia
Mauricio García Villegas, 6 de mayo de 2024, https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/mauricio-garcia-villegas/el-pueblo/
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: Periódico 15 UNAB
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