Hace exactamente una semana, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) reveló los datos del Producto Interno Bruto (PIB) y el Indicador de Seguimiento a la Economía (ISE) correspondientes al segundo trimestre del año. Estos datos eran ansiosamente esperados, ya que ofrecían una visión crucial sobre la dinámica económica del país, particularmente para determinar si estábamos entrando en una fase de recesión o si esa amenaza comenzaba a disiparse. En este contexto, Piedad Urdinola, directora de la entidad, informó que la tasa de crecimiento anual del PIB para este segundo trimestre alcanzó el 2.1%, superando el 0.8% registrado en el primer trimestre y el 0.6% observado en 2023.
Desde la perspectiva del gasto, el crecimiento anual del PIB se atribuye a varios factores. El consumo final creció un 1.6%, impulsado por un aumento del 1.5% en el gasto de los hogares y un 2.0% en el gasto gubernamental. La formación bruta de capital subió un 1.7%, reflejando una mayor inversión en activos productivos. Además, las exportaciones avanzaron un 4.8%, mientras que las importaciones crecieron un 2.2%, indicando una demanda interna sólida junto con un adecuado desempeño en el comercio exterior.
En términos de producción y aún con la sorpresa de muchos, el sector de Agricultura, Ganadería, Caza, Silvicultura y Pesca fue el mayor contribuyente al crecimiento del PIB, aportando aproximadamente la mitad del incremento total, con un 1.0% del 2.1%. Le siguió la Administración Pública, que contribuyó con un 0.8%, seguida por las Actividades Artísticas con un 0.4% y las Actividades Inmobiliarias con un 0.2%. En contraste, el sector de Minas y Canteras mostró un decrecimiento del 3.3%, restando -0.1% al crecimiento, mientras que las Industrias Manufactureras experimentaron una caída del 1.6%, reduciendo el crecimiento en -0.2%.
Análisis de los subsectores
El sector agropecuario sigue presentando un panorama relevante; el análisis detallado de los subsectores revela un desempeño sólido en los cultivos agrícolas, el café y la ganadería, mientras que la silvicultura, la extracción de madera, así como la pesca y acuicultura registran resultados menos favorables, como se ilustra en la gráfica 1.
Los cultivos agrícolas, tanto transitorios como permanentes, así como la propagación de plantas (incluidos viveros no forestales), experimentaron un notable crecimiento anual del 10.9%, alcanzando un valor de 8.97 billones de pesos. Este aumento se atribuye en gran parte al sólido desempeño de cultivos como el banano, el plátano y las flores. Además, las exportaciones de legumbres y frutas aumentaron un 45% entre el primer semestre de 2024 y el mismo período de 2023.
Asimismo, el informe sobre el abastecimiento de alimentos en las centrales mayoristas del país también revela un aumento significativo en comparación con el primer semestre del año anterior. En particular, las frutas como la naranja, la patilla, la manzana, el limón, la papaya y el tomate de árbol han mostrado un notable incremento. Además, entre los tubérculos, raíces y plátanos, el ulluco, el plátano y la arracacha han registrado un crecimiento considerable. Del mismo modo, las verduras y hortalizas, como el pepino cohombro, la remolacha y el pimentón, han tenido un buen desempeño.
En relación con el cultivo permanente de café, se observa un crecimiento anual del 25.8% frente al segundo trimestre de 2023, alcanzando un valor de 1.22 billones de pesos. Según datos de la Federación Nacional de Cafeteros, la producción de café en este trimestre aumentó un 30%, en comparación con el mismo período del año pasado, totalizando 3.034.000 sacos de 60 kg. Este incremento en la producción ha sido acompañado por un aumento en los precios entre abril y junio de este año, mostrando las primeras señales de mejora respecto a los precios del año anterior.
Ahora bien, durante el segundo trimestre del año, el subsector ganadero experimentó un comportamiento positivo, alcanzando los 3.97 billones de pesos, lo que representa un incremento del 6.5% en comparación con el mismo periodo del año pasado. Dentro de este subsector, la producción porcina se destacó significativamente. Según datos de Porkcolombia, la producción de carne de cerdo creció un 9.9%, totalizando 149.230 toneladas.
El sector avícola también creció, aunque de manera moderada. De acuerdo con información de Fenavi, mayo fue el mes con el mejor desempeño del año, con un aumento del 10% en la producción respecto al mismo mes de 2023.
Por su parte, la producción bovina también presentó cifras favorables. Según Fedegán, el sacrificio formal de bovinos aumentó un 2.3% durante este segundo trimestre, alcanzando un total de 778.296 cabezas. Sin embargo, el panorama para la producción láctea es menos alentador, ya que tanto la producción como el consumo de leche han mostrado una tendencia a la baja desde 2021.
Esto se ha pretendido hacer ver como si fuera el comportamiento de todo el sector, lo que no es cierto ya que el subsector lácteo, que aporta desde el sector agropecuario la leche cruda, contribuye con una décima parte del sector, de acuerdo con la UPRA. No obstante, este es un tema que debería ser materia de una revisión detallada tanto de la mesa láctea como de las distintas autoridades, de este sector dependen miles de familias campesinas que terminan vendiendo o transformando la leche de manera informal o la entregan a los medianos y grandes procesadores bajo unas condiciones no siempre favorables. Esta es una buena oportunidad para que el país resignifique la producción de la cadena láctea.
En cuanto a otros comportamientos negativos se tiene que la silvicultura, la extracción de madera, así como la pesca y acuicultura continúan registrando caídas significativas, con decrecimientos de 7.3% y 9.1%, respectivamente. Aunque su contribución al PIB agropecuario es relativamente baja, son fundamentales para el sector y para las comunidades campesinas y étnicas, que dependen en gran medida de la pesca y los recursos hídricos. A pesar del impulso reciente para fomentar las prácticas acuícolas debido a sus beneficios y al potencial del país, estos esfuerzos aún no se reflejan en los datos de producción. Pesca, acuicultura y acuaponía se constituyen en un potencial para el país en sus territorios y deberían estos subsectores y actividades ser un propósito en el marco de la soberanía alimentaria, las prácticas agroecológicas y el fortalecimiento a las economías campesinas y étnicas.
Por otro lado, es importante mencionar que, según el DANE, el Índice de Precios del Productor (IPP) para la agricultura, ganadería, caza y actividades de servicios conexas registró en junio de 2024 una variación mensual del 1.5% y un incremento anual del 12.5%. Este escenario podría representar un desafío para mantener el crecimiento sostenido del sector, ya que un aumento en los costos de producción podría afectar la producción o trasladar el incremento de precios a los consumidores. Ante esta situación, es crucial tomar medidas para mitigar los posibles efectos negativos del fenómeno de La Niña, previsto para septiembre-octubre de este año, sobre las cosechas, producciones pecuarias del país y en general en los procesos de comercialización de productores que puede verse afectados por temas de vías.
Comportamiento a largo plazo
Como se mencionó al inicio, el desempeño del sector agropecuario sorprendió a muchos, especialmente porque este sector ha sido invisibilizado en el panorama económico y social del país. Hemos tenido que enfrentar crisis sanitarias y conflictos bélicos para recordar la verdadera fuente de nuestros alimentos y los insumos utilizados en su producción. Este período de dificultad nos ha hecho entender que los alimentos no “provienen de supermercados”, sino de las tierras y producto del trabajo de los y las campesinas. Además, nuestra dependencia de las importaciones de agroinsumos llevó a un aumento significativo en los precios, en gran parte debido a la guerra en Ucrania y Rusia y a las dificultades con Venezuela de períodos pasados.
Sin embargo, para otros, entre los cuales nos incluimos, este resultado no es sorprendente. Tal como se ilustra en la gráfica 2, el PIB agropecuario ha experimentado únicamente tres períodos de decrecimiento en los últimos 18 años, con disminuciones que no superaron el -2.0%. En cambio, el sector ha mostrado cifras crecientes durante este tiempo, que sin ser representativo frente al promedio de la economía, e incluso ser insuficiente, si ha mantenido una tendencia positiva y de poca variabilidad.
Este comportamiento del PIB agropecuario contrasta significativamente con el del PIB general, que ha presentado una tendencia negativa y ha mostrado un crecimiento más modesto, acercándose apenas al 2%. Es decir, la economía colombiana hoy crece a sus promedios de las últimas dos décadas, mientras que el sector agropecuario, a diferencia, presenta un mejor comportamiento en su crecimiento. Esta diferencia en las tendencias subraya la resiliencia y el crecimiento sostenido del sector agropecuario, fundamentalmente de las economías campesinas, frente a las dificultades económicas más amplias.
Agroinsumos. Transiciones requeridas
Los agroinsumos son un factor relevante en el comportamiento del sector tanto por modos de producción, productividad y costos, y este si desestimado por el país excepto para las empresas trasnacionales y para algunos intereses muy ligados al gobierno anterior. El sector agropecuario enfrentó un notable aumento en los precios de los agroinsumos durante 2022, lo que llevó a una reducción en la cantidad importada de estos productos y a una inflación sorpresiva de los alimentos. Tras alcanzar un pico en los precios, y al comenzar a moderarse en 2023, las cantidades importadas aumentaron para cubrir el desabastecimiento creado. Sin embargo, a pesar de esta situación, el sector ha logrado mejorar su control y reducir su dependencia de las importaciones.
Según datos de la DIAN, en el primer semestre del año se registró una disminución del 3.9% en las toneladas importadas de materias primas y productos intermedios para la agricultura. Además, las importaciones, medidas en dólares, cayeron un 16.4%. Estos datos evidencian dos hechos positivos: una disminución en los precios internacionales de los agroinsumos y una reducción en las cantidades importadas. A pesar de estos cambios, la producción agrícola continúa en ascenso, lo que puede conducir a encontrar cambios en las prácticas productivas, un efecto reemplazo de productos químicos importados por procesos de bioinsumos, rescate de técnicas de saberes campesinos, en general prácticas de agricultura limpia e incluso agroecológicas que conllevan a abandonar formas de producción basadas en el uso intensivo de fertilizantes y plaguicidas, entre otros, de origen químico e importado.
El sector frente a la economía
Al comparar el sector agropecuario con otros sectores de la economía, se observa una tendencia similar. Según la gráfica 3, que muestra datos del DANE desde 2005, la participación en el PIB de la industria, la minería, la construcción y el agropecuario ha disminuido con el tiempo. Sin embargo, las pendientes de la industria, la minería y la construcción son considerablemente más pronunciadas en comparación con la del sector agropecuario. Es decir, mientras la participación de estos sectores disminuye, el sector agropecuario si bien pierde peso en el conjunto de la economía lo hace en menor proporción. Esto se debe a que, a pesar de la disminución general en la participación, el sector agropecuario ha resistido al proceso de desruralización que se ha dado en el país y sigue resistiendo su cuota de contribución al PIB en los últimos años.
Entonces, ¿qué sectores han mejorado su participación en las tendencias de largo plazo? La respuesta es clara: sectores como el comercio, el financiero y la administración pública han visto un incremento en su participación desde 2005. Esta tendencia revela una limitada creación de valor de la economía colombiana y una creciente presencia del Estado soportando empleo, inversión y demás dinámicas económicas.
El panorama resultante muestra una economía cada vez más especulativa y dependiente de los servicios, especialmente desde el Estado, del mismo que a diario se reniega y se pretende minimizar, arrojando este proceso una disminución notable en el sector industrial (desindustrialización) y una persistente resistencia del sector primario, especialmente el agropecuario a disminuir su presencia tal y como se ha pretendido (desruralización).
Las políticas actuales se proponen cambiar estas tendencias y si bien se están logrando en el sector agropecuario aun se puede multiplicar este efecto, para lo que se requiere la profundización de la reforma rural integral, que permita incrementar y optimizar el área de producción agrícola del país, llevar desarrollo social a los campos y fortalecer las economías campesinas. Este camino está trazado, hay que trabajarlo y creérnoslo. No es tan difícil y sí genera unos efectos trascendentales sobre la economía, el crecimiento y desarrollo del país.
Jaime Alberto Rendón Acevedo & Sebastián Gutiérrez Villamil, Observatorio Rural, Centro de Estudios e Investigaciones Rurales de la Universidad de La Salle, Bogotá.
Foto tomada de: Blog de Derecho de los Negocios – Universidad Externado de Colombia
Jorge Diego Acosta C. says
Los resultados aún son modestos. Grave la tendencia continuada a la desindustrialización con los consabidos atrazo tecnológico e innovador. La agroindustria sería clave para romper la tendencia negativa