Los estallidos sociales en el Continente han tenido un elemento común: la exigencia de reformas estructurales que garanticen el goce efectivo de los derechos, en especial en sectores vulnerables de la población y con un gran énfasis en los mayores y en la juventud.
La Región hasta el año 2014 presentó resultados relevantes en la contracción de la pobreza y pobreza extrema. Reducciones que coincidieron con las reformas que los gobiernos progresistas realizaron en sus países y que permitió avances considerables en sacar a la población de la pobreza. A partir de allí se ha venido aumentando el número de personas en esta condición, aspecto ha coincidido con la llegada de nuevos gobiernos, esencialmente de derecha, que han profundizado los programas de reformas neoliberales en prácticamente todos los países del Continente.
En efecto, mientras en el año 2002 Latinoamérica tenía 230 millones de pobres, para el año 2014 habían disminuido a 164 millones de personas, aumentando al 2019 a 191 millones. La pobreza extrema pasó de 62 millones de personas en el 2002 a 46 millones en el 2014, llegando a 72 millones en el 2019. Los frutos de los años de progreso en el Continente se perdieron no solo con el afán de algunos de los líderes de estos procesos para mantenerse en el poder, sino por la agresividad con la que los nuevos gobiernos conservadores han realizado contrarreformas neoliberales.
La pobreza, o mejor las condiciones para aumentar la probabilidad de estar en la pobreza, de acuerdo con el Informe Panorama Social de América Latina 2019 de la Cepal, son: ser de una comunidad étnica, estar en la ruralidad, ser joven, ser mujer y obviamente estar sin trabajo.
De otro lado, a más de pobreza, la Región es considerada la de mayor desigualdad en el mundo. Sin embargo, hay que decir que en los años del análisis la desigualdad, medida por el índice de Gini (que va entre 0 y1 que es la máxima concentración del ingreso) se redujo, pasando de 0,538 en el año 2002 a 0,477 en 2014 y 0,465 en 2018. La velocidad de reducción fue del 1% anual entre 2002 y 2014, pero disminuyó al 0.6% anual a partir de allí. Por países, Brasil es el que registra una mayor desigualdad en el Continente, llegando a un Gini de 0.54, seguido por Colombia con 0.52 para el año 2018. Uruguay es el país de menor desigualdad de América latina con el 0.391. En el período, el país de mayor logro en reducir la desigualdad fue Bolivia, pasó del 0.612 al 0.438.
Si se analiza el otro lado de la ecuación, es decir, cómo se concentra el ingreso, los resultados necesariamente son coherentes con la desigualdad, es decir, en Brasil, el 1% más rico concentra el 27.5% de la riqueza. Chile desplaza a Colombia en el segundo lugar con el 26.5% y Colombia ocupa el tercer lugar, donde la concentración de la riqueza por el 1% de mayor privilegio alcanza el 20.5%. Pobreza y desigualdad se unen entonces, son una formula despiadada que ha terminado por llevar las poblaciones a las calles, es decir, marca el agotamiento de la población y la conduce a las calles como la vía que les queda para reclamar democracia, para exigir el cumplimiento del Estado social de derecho.
En Colombia, con un esfuerzo estatal que ha conducido a una disminución de la pobreza tanto por ingresos como la denominada multidimensional (contempla dimensiones de Educación, Niñez y juventud, Trabajo, Salud y Vivienda). De esta manera, en el período 2010-2018, la pobreza por ingresos disminuyó del 37.2% al 27%, en el sector rural la disminución fue de mayor relevancia pasando del 49.7% al 36.1% y en las cabeceras del 33.3% al 24.4%. La pobreza multidimensional pasó del 30.4% al 19.6%. Es de aclarar que esto es una una mirada durante el período, la disminución fue hasta el año 2016, a partir de allí la pobreza ha vuelto a aumentar, paralelo con el aumento del desempleo.
Situación similar ha acontecido con la desigualdad, en el año 2010 el índice de Gini se ubicó en 0.56, pero en el año 2018 en 0.52. Colombia presenta una tendencia similar entre el índice nacional y el de las cabeceras, mientras que los centros poblados y rural disperso presentan un panorama diferente, donde se logró bajar el índice a 0.45. En este período el crecimiento económico llega a ser del 4% en promedio anual, lo que muestra con claridad que un mayor crecimiento económico no se traduce en menor desigualdad, por el contrario, puede ser, como evidentemente se da en el país, un crecimiento concentrado.
Los casos de América Latina y de Colombia en particular muestran lo que es evidente y que este año ha sido reconocido en la adjudicación del Premio Nobel de economía. La reducción de la desigualdad y de la pobreza está ligada a una acción decidida por parte del Estado a través de políticas públicas redistributivas, entre las cuales están los programas de educación, salud, pensiones, infraestructura, equidad tributaria, entre otros. Así lo muestra la evidencia empírica.
La idea es ir en contravía, y América Latina, pero Colombia en especial, han venido optando por presionar reformas para fortalecer los mercados privados y disminuir la presencia del Estado. Parecería increíble, pero es verdad. Hoy las gentes siguen en las calles demandando las soluciones a la pobreza, a la desigualdad, a la falta de oportunidades, incluso en la población joven que cada vez está mejor formada, pero la respuesta no solo ha sido la represión, sino que las élites han hecho caso omiso, y de manera retadora profundizan la agenda neoliberal.
Jaime Alberto Rendón Acevedo, Universidad de La Salle.
Foto tomada de: Portafolio
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