Dicho de otro modo: entre las esperanzas del porvenir y las dificultades del presente, el gobierno progresista seguramente apelará a los siguientes expedientes: el discurso, la movilización y las reformas, sometidas ellas al juego de unos partidos sin coalición.
Discurso a varias bandas
En el terreno de la comunicación, el discurso oficial incluirá al menos tres niveles; a saber, el de la lucha global contra el cambio climático y el de la defensa de la paz mundial, fines loables, de ningún modo populistas o desmesurados, como lo piensan algunos; más bien , positivamente simbolizables, por lo que constituyen un valor agregado en la legitimación del gobernante; aunque por otro lado no es menos cierto el hecho de que el silencio frente a las arbitrariedades de otros gobiernos como el venezolano restan consistencia al gesto y a la palabra.
Un segundo nivel es la expresión de un mensaje y una actitud defensivos, con la que el dirigente resalta la mala voluntad de la oposición y denuncia sus intenciones ocultas y protervas, buscando la validación que concede el Aura del perseguido; el problema es que la insistencia en ese recurso puede acusar un desgaste, con la consiguiente pérdida de credibilidad.
Finalmente, el tercer nivel es el del mensaje afirmativo, el del discurso pro-activo, asociado con el cambio, con ejecuciones en beneficio de la comunidad, sobre todo en los territorios, algo que mantiene firmemente las lealtades populares.
Y siempre la movilización callejera
Parte del ADN de la izquierda es la movilización en la calle y así mismo la reivindicación social; ambas van de la mano como lo muestra la historia política moderna. Sin la organización y la movilización sindicales, hubiera sido imposible pensar en las grandes conquistas políticas y sociales.
Y no habría razones para pensar que la izquierda ya instalada en el gobierno debiera olvidarse de este factor de defensa del cambio, que también es útil en la formación ciudadana y en la cultura cívica de la participación.
Muy seguramente, continuarán las manifestaciones callejeras, basadas en convocatorias del gobierno y los sindicatos.
Solo que no serán lo suficientemente masivas, como para afectar sensiblemente el comportamiento de las instituciones o los partidos, en la dirección de lo que proponen los que toman parte en la protesta.
Las reformas necesarias, pero inciertas
Son cuatro las reformas con las que está comprometida la promesa de un cambio.
La reforma educativa, si bien no conlleva significativos avances en el tema de la calidad, si representa un apoyo grande por parte del Estado en la materialización de ese derecho fundamental.
La de la salud enfrenta el reto de que logre pasar en el Senado, después de su aprobación holgada en la Cámara, pero dispone de tiempos muy apretados para no hundirse; y de todos modos deberá salvar los obstáculos de la revisión por la Corte Constitucional, sin dejar a un lado la transición sembrada de escollos hacia un modelo más estatalista.
Las reformas pensional y laboral debieran salir adelante por los beneficios que traen para los trabajadores, solo que experimentarán algunas modificaciones, a fin de evitar los riesgos para el mercado laboral y la estabilidad financiera, de modo que brinden confianza a todos los agentes del mercado, sin por ello dejar de favorecer a los más vulnerables de la sociedad y a las clases subalternas, como por ejemplo los adultos mayores que hoy carecen de una pensión.
Como es sabido, la suerte de estas reformas en el Congreso dependerá del comportamiento de los partidos, los cuales a su turno dependen de las mayorías.
Las bancadas y los partidos sin coalición
Todo indica que el gobierno de Gustavo Petro se siente más cómodo sin una coalición mayoritaria en el Congreso, aún si esta fuera aplastante.
De este modo, lo más probable es que impulse su agenda sin reorganizar una coalición. Más bien, negociará con grupos e individuos de las bancadas que les resulten afines. Ha descubierto que las bancadas no son disciplinadas, al menos no, las de los partidos que inicialmente conformaban la coalición de gobierno.
Hay una falta de sintonía entre las bancadas del partido liberal, de la U y del partido conservador, con respecto a las directivas de estas colectividades. Se presenta una cercanía manifiesta entre muchos de esos parlamentarios y el gobierno del cambio, aunque no marchen sobre la misma línea ideológica, lo cual le permite al presidente y al ministro del interior soñar con las mayorías necesarias para sus propuestas.
Por supuesto que esas eventualidades venturosas para el gobierno y su agenda no impiden los trámites engorrosos, ni las transacciones lastradas por intereses o prejuicios, como tampoco los procedimientos tortuosos, esos inconvenientes que pueden dar al traste con la marcha segura de las reformas, las mismas que de esa manera estarán rodeadas de cierta atmósfera de incertidumbre: un mundo de incógnitas que no hará fácil el esfuerzo por conjurar los peligros que acarrea la pérdida de legitimidad histórica, una amenaza que podría eludirse con tacto y con inteligencia en la eficaz construcción de consensos.
Ricardo García Duarte
Foto tomada de: Ministerio del Interior
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