Después de haber fallado en las previsiones de las elecciones primarias, las encuestas volvieron a errar en sus pronósticos para la primera vuelta electoral del 22 de octubre. Ninguno de los diez sondeos de opinión supo prever el triunfo por 6,7 puntos de diferencia del candidato peronista sobre la fuerza opositora de ultraderecha que parecía imbatible tras su victoria en las elecciones primarias (PASO) del 13 de agosto. Quienes habían anunciado la liquidación del peronismo —incluidos los candidatos opositores y su coro en los medios de comunicación— tuvieron que tragarse una a una sus palabras.
Los tres candidatos que estaban mejor posicionados para ganar la primera vuelta se situaban en un espectro político que va desde el centro-derecha que representa el peronista Sergio Massa al interior de Unión por la Patria (36,7 %), la derecha pura y dura del macrismo (Juntos por el Cambio) representado por Patricia Bullrich (23 %) y la extrema derecha ultraliberal de Javier Milei, La Libertad Avanza (LLA), con un 30 %. A la izquierda y con muchos menos votos (2,7 %) quedó la candidata del Frente de Izquierda, Myriam Bregman, que ganó protagonismo por sus respuestas bien argumentadas en los debates presidenciales, pero no lo capitalizó en número de votos.
Los candidatos que obtuvieron más del 90% de los votos sostienen una matriz económica tradicional de cuño agroexportador y extractivista, si bien con diferente énfasis respecto de la intervención estatal con finalidad social, más evidente en el caso del peronista Sergio Massa. Los candidatos opositores, de una u otra forma, coinciden en su afán privatizador y de reducción del Estado a una estructura funcional con los intereses del capital, desmontando todas las formas de protección social características del peronismo.
La primarización de la economía con foco en el agronegocio controlado por grandes multinacionales, la producción de energía recurriendo a técnicas de fracking para obtener combustibles fósiles (Vaca Muerta) y el impacto ambiental de la extracción de minerales como el oro y el litio no fueron temas de campaña, aun cuando las cuestiones medioambientales inquietan profundamente a la sociedad argentina, particularmente en las regiones más afectadas por la utilización depredadora de los recursos naturales.
La obra emblemática del gobierno de Alberto Fernández es el gasoducto Néstor Kirchner, ideado para transportar el gas de Vaca Muerta al norte del país, con el fin de prescindir de las importaciones de gas de Bolivia. El Gobierno alude al ahorro de divisas que representa su puesta en marcha, un cálculo que no atiende al costo humano y ecológico de esta obra sobre los territorios sometidos a la contaminación del agua que produce la fractura hidráulica.
Massa afirmó en campaña que gracias a la conclusión del gasoducto Néstor Kirchner, Argentina dejará de importar gas y petróleo por valor de 7.000 millones de dólares y pasará a exportar esa misma cantidad en 2024, poniendo en valor la segunda reserva mundial de shale gas y la cuarta reserva mundial de shale oil de Vaca Muerta.
La explotación de estos recursos es la principal forma de obtener las ansiadas divisas que el gobierno requiere para sostener la cotización del peso y acotar su continua devaluación en el mercado informal (encarecimiento del llamado dólar blue), un comportamiento económico estrechamente vinculado a la espiral inflacionaria. La subordinación de la política económica nacional a las exigencias del FMI no deja mucho margen de maniobra a este empuje de las exportaciones de hidrocarburos.
La gran diferencia entre las propuestas de los candidatos presidenciales es que Javier Milei se propone privatizar la petrolera estatal YPF, una empresa con superávit, y vender también el gigantesco yacimiento de Vaca Muerta (30.000 kilómetros cuadrados), sobre el cual tienen soberanía las cuatro provincias que atraviesa: Neuquén, Río Negro, La Pampa y Mendoza. El candidato a vicepresidente por Unión por la Patria (UP), Agustín Rossi, rechazó claramente ambas posibilidades denunciando esas intenciones de LLA en un debate con la candidata a vicepresidenta de ese partido, Victoria Villarruel.
Villarruel sobresale en su defensa a ultranza de los militares genocidas de la dictadura militar de los años 1976-1983. Negacionista de los crímenes de lesa humanidad perpetrados por la dictadura, declaró en un acto de campaña que los desaparecidos “no fueron 30.000”, una cifra que en Argentina no se ha puesto en cuestión durante los últimos 40 años. De imponerse su candidatura junto a la de Milei, este revisionismo histórico sesgado retrotraería a los argentinos a viejas disputas de épocas ya superadas tras los juicios a los dictadores y el Informe Nunca Más.
El flanco más débil del peronismo es la política económica del actual Gobierno. Antes de las elecciones primarias, el ministro de Economía y candidato presidencial Sergio Massa se vio obligado a devaluar el peso a requerimiento del FMI. Tras una devaluación del 22%, el dólar paralelo alcanzó los 685 pesos el 15 de agosto. El triunfo de Milei en las primarias y sus incendiarias declaraciones contra el peso provocaron que en menos de dos meses el dólar paralelo tuviera un incremento cercano al 50%, hasta alcanzar los 1.000 pesos el 10 de octubre. La inflación alcanzó el 12,4% mensual en agosto y el 12,7% en septiembre, con un acumulado anual del 140 %.
A pesar de estos datos tan difíciles de digerir, Massa salió airoso en la primera vuelta electoral, escalando nueve puntos porcentuales respecto a su posición en las primarias, mientras que Milei mantuvo sin variaciones el mismo porcentaje de votantes.
Sergio Massa recibió el vital apoyo en campaña del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, reelegido para ese mismo cargo con el 45% de los votos. El ex ministro de economía kirchnerista representa a un perfil de votantes situados claramente en el centro-izquierda, y aporta el voto popular de una provincia que supone el 37 % del padrón nacional. Massa obtuvo en la provincia de Buenos Aires siete puntos más que en el promedio nacional.
El sorprendente ascenso de Milei
El resultado de las elecciones primarias conocidas como PASO del mes de agosto de 2023 supuso un terremoto político sin precedentes. Contra todo pronóstico, el extremista ultraliberal Javier Milei fue el candidato más votado. Un par de años antes, Milei ni siquiera había entrado oficialmente en política, era sólo un extravagante economista convocado a tertulias televisivas por presentadores que veían en él un filón para aumentar la audiencia. Su irrupción política tiene grandes similitudes con la de Donald Trump en Estados Unidos, tanto en las formas populistas características del extremismo de ultraderecha, como en los contenidos ideológicos conservadores respecto de la familia, la seguridad y la libertad individual.
Excéntrico, megalómano, su principal receta económica es sustituir el peso como moneda nacional por el dólar estadounidense. En el camino acabaría con el Banco Central, delegando la facultad de fabricar moneda en otros actores financieros del mercado: “El Banco Central no debería existir, el propio sector privado puede crear su dinero”, dijo en la presentación de su libro El final de la inflación (Planeta) en la feria del libro de este año. En el mismo acto su asesor económico de primera línea, el no menos ultraliberal Alberto Benegas Lynch, vomitaba ante el público que le resultaba ridículo oír hablar de la soberanía monetaria, en su opinión “una sandez mayúscula”, equivalente a la soberanía de la zanahoria y de la lechuga. A partir de estas intervenciones falaces, se construye un discurso tecnocrático donde el candidato anti-casta y sus principales asesores quedan investidos de un talismán mesiánico que cautiva a sus seguidores y desconcierta a los menos avisados.
En política exterior, sus principales aliados serían Estados Unidos e Israel, mientras que obstaculizaría el comercio con los países “comunistas”, incluida China, el principal socio comercial del país. También es partidario de desmontar el Mercosur, el aun precario mercado común sudamericano creado para favorecer el comercio regional.
Milei pretende desmontar pieza a pieza los fundamentos del Estado. Y en primer lugar, acabar con la igualdad de derechos a la salud y la educación, entre otros servicios públicos históricamente intocables. Que cada uno pague por lo que consume. En su opinión todo debe pasar al sector privado, al que considera el único gestor eficiente de recursos, recortando incluso el presupuesto estatal para la investigación científica. Su pretensión es ‘achicar’ el Estado en un 15 % de su tamaño, relajando así la presión recaudatoria sobre los sectores de mayores ingresos. “Si hay alguien que que odia los impuestos soy yo”, declaró en una reciente entrevista.
El ultraliberal Milei se ha declarado admirador del Gobierno de Carlos Menem, el presidente peronista que en la década de 1990 impuso un modelo económico neoliberal extremo, estableció “relaciones carnales” con Estados Unidos, privatizó las principales empresas públicas y ató el valor del peso al del dólar —la convertibilidad uno por uno de su ministro Domingo Cavallo—, dejando como secuela de esa política una profunda crisis económica que estalló en 2001, superada solo años más tarde durante el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007).
Un estudio de CELAG indica que el 70 % de las medidas del plan Económico de Milei es copia fiel del impulsado por Domingo Cavallo en la década de 1990, quien según dijo el propio Javier Milei fue “el mejor ministro de Economía de la Historia”. De igual manera, su plan coincide en un 68% con el neoliberalismo de José Martínez de Hoz, el ministro de Economía de la dictadura de Rafael Videla, célebre por haber endeudado al país más allá de cualquier límite razonable.
En las elecciones primarias de agosto, Milei obtuvo gran parte de los votos en las zonas urbanas de menores ingresos. La Libertad Avanza alcanzó sus mejores resultados en la zona sur de la ciudad de Buenos Aires, en los barrios populares de La Boca, Barracas, Parque Avellaneda, Villa Lugano y Villa 21, todos ellos de tradición peronista, en gran parte debido a la abstención de muchos votantes desconformes con la situación del país. También en los municipios suburbanos más pauperizados y en otras grandes ciudades como Córdoba y Rosario. Además, el partido de extrema derecha La Libertad Avanza ganó en 17 de 24 provincias argentinas.
Este desconcertante apoyo de los sectores populares a Javier Milei es una clara expresión de rechazo a las políticas económicas ineficientes del Gobierno peronista de Alberto Fernández. La verborrea incendiaria del candidato ultraliberal lo ha llevado a declarar en televisión su deseo de “que estalle la economía”, un deseo compartido con la candidata derechista de la casta, Patricia Bullrich (“ojalá que Argentina explote antes del día 19”, fecha de las elecciones), con quien Milei acabaría aliándose para disputar la segunda vuelta. Frente a estos discursos amenazantes sobre el futuro del país, Massa se ha propuesto mantener la calma de la población, brindando una imagen de equilibrio y moderación frente a los continuos exabruptos de sus adversarios.
El último episodio de crisis monetaria se produjo el 9 y 10 de octubre, cuando Milei hizo unas declaraciones explosivas que desencadenaron una nueva corrida bancaria, llevando al dólar paralelo hasta los 1.000 pesos, casi el triple de su valor al cambio oficial (367 pesos). El candidato ultraderechista dijo: “El peso es la moneda que emite el político argentino, por ende, no puede valer ni excremento, porque esas basuras no sirven ni para abono”, al tiempo que desalentó la renovación de plazos fijos en la moneda nacional.
En este contexto económico desquiciado, Massa se ha desdoblado diariamente entre el ejercicio de su cargo como ministro de Economía y su rol de candidato presidencial, lo cual no lo deja en una posición ventajosa en la competencia electoral. Tanto el presidente Alberto Fernández como la vicepresidenta Cristina Kirchner se han mantenido al margen de la campaña, con escasas intervenciones públicas durante los últimos meses de su Gobierno, caracterizado a grandes rasgos por una gestión errática y deficiente con escasos resultados tangibles.
Remontada peronista y segunda vuelta
Las elecciones celebradas en primera vuelta del 22 de octubre de 2023 disiparon en gran parte los temores que se habían instalado tras las primarias. Sergio Massa superó todas las previsiones y quedó en el primer lugar para disputar la segunda vuelta el 19 de noviembre. El miedo a que la ultraderecha barriera a los demás candidatos en primera vuelta quedó así desvanecido. Votaron más de dos millones de personas que no lo habían hecho antes, después de una intensa campaña en el conurbano bonaerense y otras áreas tradicionalmente peronistas, y la coalición de gobierno recuperó varias provincias que se habían pasado a Milei en las primarias.
Al mismo tiempo, la derecha conservadora de Juntos por el Cambio quedó fuera del escenario electoral, con su candidata Patricia Bullrich situada en el tercer lugar, a considerable distancia del candidato de la ultraderecha. Entre ambos se repartieron los votos antikirchneristas que en elecciones anteriores capitalizaba el macrismo. Los dos candidatos de la derecha antiperonista, Milei y Bullrich, concentraron sus esfuerzos de propaganda en atacar al gobierno, y solo circunstancialmente adoptaron posiciones críticas entre ellos.
Días después de haber perdido en la primera vuelta, la candidata de JxC, Patricia Bullrich, así como el jefe de su partido, el ex presidente Mauricio Macri, anunciaron su respaldo al candidato de la derecha más votado, Javier Milei, resaltando que adoptaban esta decisión por su antikirchnerismo, más allá de sus coincidencias o discrepancias programáticas.
Sin embargo, tanto en el interior de LLA como en JxC surgieron discrepancias con las respectivas direcciones partidarias por el acuerdo suscrito entre los dirigentes de ambas fuerzas. Por una parte, figuras claves del partido de Milei se pasaron abiertamente a Massa por su sometimiento a Macri; y por otra, dirigentes históricos del Partido Radical se opusieron abiertamente al peligro para la democracia que representa el líder ultra.
Un amplio frente contra Milei ha surgido desde diversos sectores sociales que temen un recorte de derechos individuales y colectivos en un posible gobierno del ultraderechista. En los últimos días de octubre y primeros días de noviembre se conocieron varios manifiestos de escritores, intelectuales y artistas contrarios a votar por Milei. Por ejemplo, en un comunicado titulado “A 40 años de la recuperación de la democracia y en defensa de las instituciones”, más de 3.000 escritores, intelectuales y artistas argentinos y extranjeros expresaron su “preocupación por el futuro de la democracia argentina” y llamaron a votar por Sergio Massa “en este momento crucial para la patria”. Y casi simultáneamente, otro nutrido grupo de investigadores, pensadores y escritores, también se manifestaron en el mismo sentido. En un comunicado admiten su desacuerdo con “la trayectoria de Massa, los desaciertos de su gestión económica y la ambigüedad de sus propuestas pueden generar serias dudas y temores”, a pesar de lo cual consideran necesario “establecer un cordón democrático contra los peligros de una deriva autoritaria encarnados por Milei”.
De igual modo, el 5 de noviembre se publicó un manifiesto titulado “No vote a Milei: frenemos a la ultraderecha”, firmado por intelectuales y economistas de izquierda extremadamente críticos con la política económica de Massa: “Quienes suscribimos esta declaración hemos denunciado y enfrentado todas y cada una de las medidas antipopulares de este gobierno, así como los pagos de la deuda y el acuerdo con el FMI, y hemos luchado en las calles contra esas políticas”. No obstante, los firmantes rechazan la idea del voto en blanco por haberse convertido en un refugio de la derecha desconforme con los pactos entre ambas fuerzas, y concluyen que la prioridad actual no es otra que frenar a la ultraderecha.
Otros amplios sectores sociales, desde el movimiento feminista hasta sectores de Iglesia, han hecho campaña contra el recorte de derechos anunciado por el candidato ultraderechista.
De este modo, más que la alternancia en el gobierno entre dos partidos, lo que se dirime en esta segunda vuelta electoral es la aceptación o el rechazo de un modelo de país democrático, basado en la cimentación social del conocimiento y los derechos humanos, o bien autoritario, sustentado en la imposición de ideas mágicas y en la represión de la disidencia. Este es el gran desafío que afronta Argentina en estas cruciales elecciones.
Eduardo Giordano – El Salto
Fuente: https://www.other-news.info/noticias/eleccion-crucial-en-argentina-el-cordon-sanitario-a-la-extrema-derecha/
Foto tomada de: Bloomberg Línea
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