Y es en estas y otras circunstancias que puede cobrar sentido la teoría de La Espiral del Silencio planteada por Elizabeth Noelle- Neumann en la perspectiva de que las encuestas y con ellas las preferencias políticas de los encuestados y de los votantes, sirven a procesos de “control social”, con fines de exclusión, hacia o contra todos aquellos que expresen preferencias contrarias a lo que una mayoría arbitrariamente establecida decide qué está bien y qué no en materia política.
Ya Colombia vivió en el 2002, con la elección de Álvaro Uribe Vélez como presidente, circunstancias, prácticas y comportamientos asociados y cercanos a lo planteado por la autora de La Espiral del Silencio. Eran épocas en las que no votar y no preferir al ex gobernador de Antioquia abrió fuertes procesos de estigmatización social, que luego pasaron a hacer parte del discurso gubernamental y en particular de la aplicación de la Política Pública de Defensa y Seguridad Democrática (PPDSD). Baste con recordar frases y proclamas que sirvieron para controlar y estigmatizar socialmente a quienes asumieran posturas distintas al Pensamiento Único que se impuso en la Nación entre 2002 y 2010: “guerrilleros vestidos de civil”, “amigos del terrorismo”, “quien no está conmigo, está contra mí” y “La Patria por encima de todo”, entre otras. Todas estas frases, recogidas muy bien en lo que se llamó el “Estado de Opinión”, estratagema política aupada por Uribe para gobernar sobre la base de lo que el “pueblo le dijera y ordenara”; y apoyada por la Gran Prensa bogotana[3] que se hincó ante el poder intimidatorio del señalado Mandatario.
Ahora mismo, el escenario político electoral cambió en algo con el desmonte de los discursos y de la aplicación a raja tabla de la Política de Seguridad Democrática y el cambio de orientación ideológica de las empresas mediáticas que en el pasado apoyaron sin mayor crítica la aplicación de esa violenta y estigmatizante política de seguridad, que nos hizo recordar los tiempos del Estatuto de Seguridad del Gobierno de Turbay Ayala. Sin embargo, la actual coyuntura política del país, definida por dos procesos de paz[4] con grupos guerrilleros, ha coadyuvado en buena medida a exacerbar la polarización ideológica y política que se generó desde 2002, cuando llegó a la Casa de Nariño, Álvaro Uribe Vélez.
Así las cosas y ante la cercanía de la jornada electoral del 11 de marzo de 2018 (elección del Congreso) y las presidenciales en mayo del mismo año, las empresas mediáticas contrataron encuestadoras para conocer la opinión de las audiencias y la de los posibles votantes que participarán en las venideras jornadas de elección popular de congresistas y Presidente de la República.
La encuesta de Guarumo y Eco analítica, contratada por EL TIEMPO y la W Radio, dice que Sergio Fajardo está en el primer lugar, con el 14,6 por ciento, mientras que Gustavo Petro Urrego se ubica segundo, con el 12,5 por ciento. En el tercer lugar, aparece el precandidato Iván Duque Márquez con una 12,2 por ciento.
En otra medición, pagada por otros medios (Semana, Noticias Caracol y Blu Radio), y realizada por Invamer, el candidato de izquierda, Gustavo Petro Urrego lidera las intenciones de voto de los encuestados con un 23,4%, seguido del candidato de la Coalición Colombia, de centro derecha-izquierda[5], con un 21,6%; en el tercer lugar, la misma medición señala al candidato de derecha, Germán Vargas Lleras con un 14,8%.
Y en la medición entregada por la firma YanHaass para los medios RCN radio, RCN televisión, La F.M, La República y periódicos regionales, la intención de voto de los encuestados señala las preferencias en este sentido: en primer lugar, aparece el Voto en Blanco, con un 30%. En segundo lugar está Sergio Fajardo con el 14% y en tercera posición se encuentra Gustavo Petro con 13%.
Como se aprecia, el candidato de derecha que cuenta con la mejor maquinaria electoral(clientelista), Germán Vargas Lleras, solo aparece en los primeros lugares de preferencias en una de las tres encuestas y un tanto lejos de aquellos que ocupan los dos primeros lugares. De igual manera el candidato del fragmentado Partido Liberal, Humberto de la Calle Lombana, ex negociador del Gobierno en el proceso de paz de La Habana, ocupa posiciones bastante lejanas, con un 10% en promedio.
Como se trata de encuestas pagadas por empresas mediáticas que tienen intereses claros en los comicios del 11 de marzo y del 27 de mayo próximos, los resultados arrojados hay que tomarlos como una “fotografía” coyuntural. Con todo y eso, y de hacerse en adelante otras mediciones alrededor de las preferencias para la jornada de elección de Presidente y de mantenerse estos resultados, pueden darse dos lecturas. La primera, si los resultados de hoy son fieles a la real intención de voto y del comportamiento electoral de los encuestados y con toda la capacidad de convertirse en una tendencia universal (para el universo de los votantes habilitados), estaríamos ante un escenario político que golpearía fuertemente el proyecto ultraconservador que encarnan Vargas Lleras, Uribe Vélez, Iván Duque, Alejandro Ordóñez, Martha Lucía Ramírez y Vivian Morales.
Lo anterior no quiere decir que un eventual triunfo de Fajardo pueda representar un giro trascendental en la manera como viene operando el Régimen de poder. Simplemente, un gobierno de Fajardo daría cuenta de una “negociación” o transacción al interior de agentes del Establecimiento que reconocen en las figuras de Vargas Lleras y el que salga de la Coalición de Derecha, liderada por Uribe Vélez, un enorme desgaste de la imagen de las elites de poder, la propia del ex vicepresidente de Santos y por supuesto, la del senador y ex presidente antioqueño, por el asocio que una parte importante de las audiencias hacen con la corrupción, la violación de los derechos humanos y con disímiles hechos de violencia simbólica, que progresivamente han debilitado la legitimidad del Establecimiento.
Fajardo, entonces, serviría a los propósitos de una elite de poder, que buscaría bajarle la presión que en estos momentos siente y soporta esa parte del Establecimiento que a pesar de que acompaña los procesos de paz, reconoce y sabe que Colombia necesita cambios por lo menos en la forma de hacer política. Es decir, unos mínimos de decencia que le devuelvan la viabilidad y algo de legitimidad al actual régimen de poder.
Por el contrario, de darse un triunfo de Petro, ello si representaría un giro enorme en las formas como viene operando el Establecimiento, lo que de inmediato podría generar dos estadios: uno, que Petro desconozca las correlaciones de fuerza que subsisten al interior del Régimen y decida gobernar en contravía, con todo y lo que significaría para la estabilidad política y económica del país; y dos, que logre negociar y por ese camino, asegurar condiciones de gobernabilidad que le permitan, por lo menos, cumplir con algunos de sus programas sociales y medio ambientales, siempre y cuando no debiliten el poder de decisión de la vieja clase dirigente.
La segunda lectura posible, de mantenerse las preferencias, sin que al final se dé el triunfo de Petro o de Fajardo, daría vida a la siguiente hipótesis y posible estratagema de quienes hacen las encuestas, pero especialmente, de quienes las pagan y de aquellos que, desde la Gran Prensa, están dispuestos a coadyuvar al mantenimiento de las condiciones en las que opera el Poder en Colombia: inflar las imágenes de Petro y Fajardo y mantenerlas en el tiempo para ocultar a quien realmente triunfará, usando el poder clientelar que adquirió al estar años y años dentro del Gobierno de Santos. Hablo de Germán Vargas Lleras. Y es así, porque no solo cuenta con la maquinaria electoral, sino con el apoyo de empresarios a los que solo les interesa obtener millonarios contratos y a otros tantos colombianos que gustan de su forma de hacer política (al mejor estilo de Cambio Radical).
Cuando sea el momento preciso, los medios masivos apelarán, nuevamente, pero con mayor insistencia, al fantasma del “Castrochavismo” para usarlo como instrumento ideológico para meterle miedo a los colombianos y de esa forma, asegurar el triunfo de Vargas Lleras, quien de todas formas terminará aliado con Uribe Vélez. De concretarse dicha coalición, la consulta que se hará el 11 de marzo para decidir la suerte de Ordóñez, Ramírez y Duque, sería un simple distractor electoral y una estratagema de la derecha para mostrarse desunida, y mandar equívocos mensajes a la izquierda, pero en particular a las audiencias que votan en Colombia.
Con el fantasma del “Castrochavismo”, bien se pone de presente lo de la Espiral del Silencio, dado que aquellos votantes que expresen públicamente sus preferencias políticas en torno a Humberto de la Calle Lombana, ex negociador en La Habana, serían señalados como “amigos del terrorismo”, “comunistas y socialistas”, “castrochavistas”, maduristas o “mamertos”, por estar justamente acompañando el discurso de la construcción de una paz estable y duradera. Si miramos las ya referidas encuestas, los lugares secundarios del candidato De la Calle se explicarían por la activación de esa sanción social que quieren imponer aquellos nacionales que votaron por el NO, en el plebiscito del 2 de octubre de 2016.
Con todo y lo anterior, señalo la necesidad de dudar de las encuestas, en particular de aquellas que tienen por objeto medir la intención de voto de un electorado que fácilmente se deja seducir por la estrategia que se conoce como el TLC: tejas, lechona y contratos. Hasta tanto no haya un electorado en su mayoría formado políticamente, y capaz de tomar decisiones autónomas, en el marco de una ciudadanía inteligente y de “alta intensidad”, candidaturas como las de Vargas Lleras pueden dar al traste con los sueños y esperanzas de cambio que hoy generan las “fotografías” tomadas por las tres empresas demoscópicas señaladas líneas atrás.
GERMÁN AYALA OSORIO: Comunicador social y politólogo
NOTAS
[1] Véase: http://viva.org.co/cajavirtual/svc0523/articulo08.html
[2] Así el sociólogo Pierre Bourdieu haya señalado que la Opinión Pública no existe, por el contrario, señalo que existe la opinión publicada, la opinión formada y la opinión mediatizada. La primera, alude a lo que publican a diario los medios masivos a nivel noticioso y a lo que puedan decir a nivel editorial; la segunda, a lo que puedan decir aquellos líderes de opinión formados y estructurados para superar maniqueas discusiones ideológicas. En este grupo incluyo a los académicos; y la tercera, de la que hace parte el grueso de la población colombiana, fácilmente manipulable por la Gran Prensa, dados los bajos niveles de formación y capacidad para comprender la complejidad de asuntos público. Se trata de audiencias fácilmente manipulables por Noticieros como Caracol y RCN. En especial, por este último que, a pesar de la crisis que afronta tanto el Canal RCN como el Noticiero por el bajo rating, aún puede generar estados opinión negativos en torno a las posibilidades de triunfo de candidatos como Petro, De la Calle y Fajardo. Véase: http://germanayalaosoriolaotratribuna.blogspot.com.co/2018/01/cuenta-de-cobro.html
[3] Véase Ayala O. Germán y otros, en el libro De la democracia radical al unanimismo ideológico, Medios de comunicación y política de seguridad democrática, UAO, 2016.
[4] Uno de los procesos de paz se dio con las Farc. Y está en proceso de implementación. La negociación de La Habana fue un ingrediente para polarizar aún más al país, hecho que se evidenció en el Plebiscito del 2 de octubre de 2016; y el otro proceso de paz con el ELN, que apenas está en una etapa de negociación, afronta serias dificultades en materia de confianza entre los negociadores por los ataques perpetrados por la Fuerza Pública y por las fuerzas guerrilleras en hechos ya conocidos por la opinión pública.
[5] Es una Coalición variopinta desde lo ideológico, en tanto que de ella hacen parte la senadora Claudia López, a quien bien podemos ubicarla en el Centroderecha; también hace parte de ese grupo el senador Jorge Enrique Robledo, del Polo Democrático Alternativo (izquierda). El propio Fajardo hay que ubicarlo también en la centroderecha. Así las cosas, es un error señalar a la Coalición Colombia como de izquierda. Caen sus mismos miembros en una trampa, al permitir que la Prensa los ubique en esa orilla ideológica.
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