Las dinámicas y resultados de votaciones del orden nacional en 2018 en el Huila indicaron que podrían tener sus correlatos en las elecciones regionales de este octubre de 2019, pero, increíblemente, al parecer, no será así: ninguna agrupación o alianza política, ni ningún candidato o candidata en particular, está recogiendo con claridad, y al menos con mediana contundencia, la representación de las grandes y hasta sorpresivas votaciones logradas en la contienda presidencial Duque-Petro y en la consulta anticorrupción, en la que el Huila fue uno de los pocos departamentos donde se superó el umbral mínimo del 34% de la votación, con históricos de 280 mil votos en el Huila y más de 100 mil en Neiva.
Pasados esos acontecimientos, que lo fueron en las zonas urbanas más grandes, ningún partido ni de derecha, ni de centro, ni de izquierda, ni ninguna alianza de cualquier perspectiva ideológica, leyó con inteligencia esos hechos políticos, de tal forma que los efectos Uribe, Petro y Fajardo, del orden nacional, no están teniendo incidencia significativa en lo regional y local. Aunque ya se sabe que las elecciones presidenciales y las locales tienen alcances y estrategias diferentes, el hecho que aparece es que entre lo uno y lo otro no se da la conexión operativa que se consideraría lógica. Esto dice de la lectura y la disposición a la democracia de las jefaturas y estructuras de las agrupaciones partidistas, y hasta de las múltiples organizaciones y movilizaciones, que en el Huila son numerosas, especialmente en asuntos ambientales, agrícolas, de transporte, gremiales sindicales y empresariales, para citar las más visibles. Es paradójico que el Huila, que tiene una gran movilización ciudadana por intereses particulares, no logre acuerdos suficientes para tener proyectos colectivos transformadores de región y de subregiones.
Este hecho confirma que la elecciones nacionales (presidente, congreso, referendos y plebiscitos) mueven más las posiciones ideológicas y de principios éticos, y las territoriales, mueven más los potenciales beneficios personales materiales, dadas las posibilidades de acceso a la contratación y a la burocracia estatal de gobernaciones y alcaldías, que en la mayoría de localidades son las únicas fuentes de ingreso para empresas y personas, de ahí la presencia descarada, y para algunos generalizada, de la corrupción del derecho al voto, sea a cambio de dinero, de favores y de transacciones. La proximidad física y afectiva entre candidatos a alcaldías y concejos municipales y los potenciales electores le dan un calor especial a las campañas y hacen muy fácil el promeserismo y el clientelismo, a los que hasta se les entiende la lógica en medio de tan bajos índices de empleo formal y digno. Como en algunos otros campos, en la provincia colombiana está prácticamente naturalizada la corrupción en el ámbito político electoral. Capítulo especial habrá que abrir sobre la compraventa del oficio de personas que fungen como periodistas en provincia.
Se afirma que se desaprovecharon las corrientes de opinión del año anterior en estas elecciones regionales porque la baraja de candidatos con opciones efectivas de llegar a la gobernación del Huila está conformada por personas que representan a las maquinarias electorales tradicionales y no por las dinámicas de 2018, que como se dijo al empezar, entrañaban ciertos espacios a esperanzas de un giro en las prácticas políticas, al menos en lo concerniente a lo impulsado alrededor de las candidaturas Petro, Fajardo y Consulta anticorrupción. Los patrones, porque operan como casas de familia, de los partidos Liberal, Conservador, Centro Democrático, Partido de la U y Cambio Radical escogieron a sus representantes prácticamente a dedo, en algunos casos con recolección de firmas como estrategia de precampaña y una consulta conservadora como única forma abierta.
Los más tradicionales jefes políticos; Rodrigo Villaba, Hernán Andrade, Álvaro Uribe (quien pone orden entre el Senador Ernesto Macías y el Representante Álvaro Hernán Prada), Jorge Eduardo Géchem y la familia González Villa (Carlos Julio, actual gobernador y su hermana Cielo, exalcaldesa de Neiva y exgobernadora del Huila); dispusieron sus cartas y maquinarias, lo que era lo lógico, y con ello coparon los tarjetones, bien con candidatos propios, o llegando a alianzas con otros de casas ahora amigas circunstanciales, pero siempre compitiendo o concertando entre los mismos, ocurriendo entonces que, de nuevo, “los mismos con las mismas”.
Vale resaltar que para la gobernación del Huila estuvo como aspirante a candidato un docente universitario reconocido como líder social de un movimiento crítico y opositor a la construcción y el funcionamiento de represas hidroeléctricas en la región, quien no obtuvo el aval de ningún partido, y con su equipo no había recurrido a la recolección de firmas y la figura de Movimiento Significativo de Ciudadanos. Hizo denuncias sobre el proceder del partido Polo Democrático, al que había solicitado aval, pero que a último momento, éste optó por apoyar al candidato del partido Liberal. Al quedarse sin aval, el líder social empezó un trabajo de promoción del voto en blanco.
No obstante haberse hecho esfuerzos por llegar a una candidatura de unidad de los llamados partidos alternativos, de centro e izquierda, incluyendo liberales independientes de su dirección nacional, no se llegó a ningún acuerdo. Con esto, la expectativa de canalizar las votaciones hechas por los candidatos presidenciales Petro, Fajardo y De la Calle y la posterior de la Consulta Anticorrupción quedó truncada: no hubo un nombre con el suficiente peso político y el respaldo de estructura electoral suficiente para emprender campaña a la Gobernación. Se reconoce que hubo conversaciones, pero que ellas no trascendieron a ninguna acción efectiva.
En el proceso de elección de alcalde de Neiva, aunque tampoco queda en evidencia un efecto significativo de las elecciones nacionales de 2018 porque ninguno de los líderes más visibles de las campañas Duque, Petro y Fajardo, y de la Anticorrupción, fue llevado a la baraja de aspirantes, algo de ellas se puede poner en evidencia en una de las candidaturas que se inscribió con los respaldos de Alianza Verde, Polo Democrático, UP-Colombia Humana y Colombia Renaciente, aunque con un origen ciertamente de autopostulación personal. Esta candidatura está haciendo esfuerzos por alcanzar ese propósito, pero aunque ha conseguido apoyos de agrupaciones políticas, a la fecha no logra despertar la pasión que se tuvo en 2018 y tendrá que enfrentar la fuerza de los partidos tradicionales, que efectivamente tienen los mecanismos para transar por los votos en instituciones y en barrios mediante mecanismos ya conocidos de clientelismo y de reclutamiento de líderes y, a través de ellos, de “compra” de electores.
Difícil desafío en medio de la actual cultura política tienen los partidos alternativos, pero también un llamado a aprovechar la oportunidad de impulsar conversaciones y acuerdos entre las fuerzas y propuestas que impulsaron las candidaturas Petro, Fajardo y De la Calle en la primera vuelta presidencial, quienes en Neiva superaron los 80 mil votos; suficientes para ganar. Lo anterior reconociendo, por supuesto, que son dinámicas y lógicas diferentes, y que en este caso local se trata de una contienda de casa a casa, de amistad en amistad, de colegaje en colegaje y con los restantes candidatos haciendo lo mismo.
Las demás candidaturas obedecen, también, más a autopostulaciones que a dinámicas propias de partidos o movimientos democráticos, tanto que algunos alcanzaron a recoger las firmas suficientes pero también jugando a hacerse a las estructuras y logos de partidos con aval. Según sondeos, lo más probable es que el nuevo alcalde resulte de una de estas opciones, dentro de las cuales cabalgan Cambio Radical, La U, Centro Democrático, Partido Conservador y MAIS.
Con lo expuesto hasta ahora, y según sondeos de intención de voto, tanto la Gobernación del Huila como la Alcaldía de Neiva quedarán en manos de las maquinarias y jefaturas de los partidos que han gobernado tradicionalmente la región, salvo el caso del actual Alcalde de Neiva, que ganó hace cuatro años con el aval de Alianza Verde, pero que no se constituyó en un gobierno ciertamente alternativo.
Con este panorama, queda la observación a la ciudadanía huilense de corte progresista y de actitud firme por la actuación sin corrupción, a examinar las diferentes candidaturas y a optar por la que les resulte más cercana a las nociones de dignidad humana, de los derechos humanos y de la producción sostenible y la defensa del territorio, lo cual no es una decisión fácil, pues la inmensa mayoría de candidatos no representan nada de eso. Para Neiva hay una tímida opción, pero tocará trabajar para que las movilizaciones sociales, que son comunes en el Huila, y las prácticas electorales siguientes, signifiquen una transformación de la política, una novedad positiva bajo el cielo opita.
Así las cosas, para el Huila y para Colombia aplica, sin duda alguna, la reflexión que hace el pensador esloveno Slavoj Zizek respecto de la crisis en la Unión Europea por la salida de Inglaterra de esa comunidad: “la situación reclama un proyecto herético, pero ¿quién aprovecha la oportunidad? Por desgracia, no es la izquierda existente, famosa por su tremenda habilidad de no perder una oportunidad de perder cualquier oportunidad[2]”
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Fernando A. Rincón Trujillo: Consultor en políticas públicas
Foto obtenida de: http://www.tusemanario.com/
[1] Pueblo. Alberto Cortez con versos de Pales Matos.
[2] Zizek, Slavoj. El coraje de la desesperanza. Anagrama. Barcelona, 2018. Página 322.
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