Federico Gutiérrez ha ganado en Medellín la próxima alcaldía, y como gobernador fue elegido su aliado Andrés Julián Rendón, un procesado. El gobernador electo arrastra tras de sí problemas judiciales fruto de su administración en la alcaldía de Rionegro, y el próximo 10 de noviembre irá a audiencia de imputación de cargos porque se le acusa haber generado un detrimento patrimonial por más de 1.200 millones de pesos por la construcción de dos CAI de la Policía Nacional.
El concejo de Medellín, conformado por 21 curules, quedó constituido por 15 miembros de derecha y extrema derecha: Centro Democrático (5), Creemos (7), Partido Conservador (2); Partido Verde (1). Federico Gutiérrez tiene aproximadamente el 70% del concejo. El uribismo ha asumido casi absolutamente el control político en esta región.
¿Que por qué incluyo al Partido Verde dentro de los partidos de derecha? Los miembros y simpatizantes del autodenominado centro (que no existe) se han sumado al uribismo y hoy saludan la llegada de su inconfesado candidato. Temen más identificarse con el progresismo que aliarse con la ultraderecha. Festejan la derrota de Quintero, pero no se inmutan por el regreso del uribismo. Es más, lo celebran. Daniel Carvalho, Representante a la Cámara por Antioquia y miembro del Partido Verde, presuroso escribió en El colombiano su deseo de que bajo el mandato del impresentable “Fico” se pueda “recomponer la visión que desde hace años está perdiendo Medellín”. Y le expresa “gratitud por permitirme empezar en la política con vos hace ocho años”. El paramilitarismo, el narcotráfico, la violencia y la corrupción no parece incomodarlos mucho.
Hace tiempo que el Partido Verde es un aliado estratégico del uribismo en Medellín. Lo que molesta de este hecho no es que este partido, contradiciendo la esencia de la política, se declare centro a pesar de su tendencia a la derecha. No, enoja su cobardía, su oportunismo y su hipocresía, su actuar ladino y veleidoso, típico de timadores y farsantes. Los que hace poco más de un año saludaron, aunque tibiamente, la llegada del proyecto progresista, hoy festejan el retorno de la ultraderecha. Su autopercepción como poder “neutral” (¡un oxímoron), “fuerza de centro” (¡una paradoja!) les impide comprender la realidad de su naturaleza. Discursivamente pueden presentarse como “centro”, pero su actividad política inmediatamente los desmiente.
Por otro lado, se sabe que una elección presidencial no es igual a las elecciones regionales, pero existe entre ambas una relación tal que puede definir de manera sustancial el panorama del poder ejecutivo. El Pacto Histórico ha perdido esta ocasión para aumentar su fuerza y hacerse con algunos cargos importantes que le harían la vida más fácil al gobierno. Si bien el Pacto Histórico hoy tiene un poco más de lo que tenía antes de las pasadas elecciones, es claro que lo que esperábamos era mucho más. El resultado fue muy pobre, y Colombia, después de haber dado un paso hacia delante, ha decidido dar dos de para atrás. Pero la responsabilidad de este suceso no reside solo en el gobierno, pues las alcaldías y gobernaciones que están próximas a terminar vienen de un proceso que comenzó hace cuatro años.
Hay una especie de desdoblamiento entre Colombia y las regiones, como si fueran dos realidades independientes y distintas. La realidad cotidiana de los colombianos en cada región parece estar desvinculada de un proyecto unitario de país. Allá, a lo lejos, como cosa abstracta, votan por el presidente, acá, en la proximidad del territorio como realidad concreta, el voto continúa preso por las maquinarias, el clientelismo y las estructuras mafiosas. El todo no parece estar articulado con el movimiento de las partes.
La razón de este descalabro electoral para el gobierno no se explica fácilmente (como pretenden RCN, Caracol y Vicky Dávila) afirmando que fue un tipo de plebiscito anticipado en el que predominó la voluntad de votar en contra del presidente; más bien aquello fue el reflejo de que las elites de la zona Andina, y los caciques y clanes de la costa caribe tienen todavía atenazadas las regiones impidiéndoles estar en sintonía con la agenda del Gobierno Nacional. Para enfrentarlos, el Pacto Histórico no pudo ofrecer una opción clara con candidatos propios, y tuvo que adherirse a campañas que arrastraban como un lastre el desprestigio de su mandato.
Hoy el Pacto histórico tiene el desafío de superar lo que limita su capacidad para construir poder territorial y ofrecer candidatos sólidos con opciones reales de disputar el poder en las regiones.
Claro que hay un proyecto político representado en el actual gobierno, pero hace falta un partido capaz de organizar y producir liderazgos regionales propios. En este instante no está en proceso de formación ni un solo cuadro que pueda dirigir y continuar el proyecto de cambio que en lo sucesivo puede verse en riesgo. “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante” (Marx, 2014). Hasta ahora el gobierno ha fracasado en su estrategia comunicativa. Es el presidente, pero no tiene el poder. La prueba es que el statu quo ideológico ha sobrevivido porque su base material ha permanecido intacta. Es urgente, pues, profundizar los cambios y fomentar una educación política que enseñe bien las nuevas formas para dejar atrás nuestro pasado bárbaro. “La primera razón de la servidumbre voluntaria es la costumbre”, escribió La Boetie. Pues bien, dudosos ante el cambio nos aferramos otra vez a lo que hemos sido, y he aquí que caemos de nuevo en la servidumbre.
Medellín será el bastión desde el que la extrema derecha usará todo su poder como plataforma para disputar la presidencia. Quieren cercar al presidente. Debemos prepararnos para la contienda. Se necesita, entonces, un partido único con estatutos propios y una directriz clara y definida que sepa aprovechar y organizar la amplia base social de la que todavía goza este gobierno. Un partido popular con una amplia base social constituye el espíritu organizativo de todo proceso político fuerte y duradero.
Por último, los medios de comunicación insistieron en que el gobierno tenía que arrasar en estas elecciones si quería mantenerse vivo. Fabricaron el discurso callando lo que se sabía: que el Pacto Histórico entraba en la disputa inseguro y frágil; pero este “fracaso” hoy lo publicitan como una especie de castigo unánime contra el presidente para presentarlo solo y derrotado. Han querido interpretar el resultado como un estruendoso desengaño hacia el gobierno para justificar un necesario giro a la derecha. Mas si de fracaso se tratara, debemos recordar las palabras de Stefan Zweig sobre Joseph Fouché:
Sólo en el fracaso el artista conoce su verdadera relación con la obra, sólo en la derrota el general advierte sus errores, solo en la caída en desgracia alcanza el hombre de Estado la verdadera visión de conjunto de la política (p. 104, 2021).
David Rico
Foto tomada de: France 24
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