En los graves hechos confluyen varios factores o elementos que bien vale la pena reconocer, en aras de comprender lo que sucedió, en un marco interpretativo lo más amplio posible.
Como se dijo al principio, Cali y el Valle del Cauca fueron asumidos como una zona de rehabilitación y consolidación. La primera decisión fue quitarles el control del orden público a las autoridades civiles, dejando a los caleños en manos de una policía lumpenizada. La misma que ayer acompañó a los pistoleros de estrato 6, en la innoble y cobarde tarea de asesinar a los miembros de la Minga indígena. Estos “ciudadanos de bien” actuaron guiados por un claro espíritu paramilitar, en el que el objetivo no era tanto desbloquear las vías, sino atentar contra la vida de los comuneros.
El segundo elemento, conectado con el anterior, tiene que ver con la evidente colisión de derechos que en el contexto del Paro Nacional se presenta entre manifestantes y quienes se cansaron de los bloqueos de las vías de acceso, en particular, las que conducen al exclusivo sector de Ciudad Jardín, al sur de la capital del Valle del Cauca. Aunque los bloqueos de las vías generan molestias en los residentes de la Comuna 22 y en la vecina Jamundí, lo cierto es que emergió, como detonante de las reyertas ocurridas, la histórica animadversión que un importante número de caleños sienten hacia los indígenas.
Esos mismos “para-civiles” se refieren a los miembros de la Minga como indios, salvajes y los consideran no ciudadanos. Incluso, el noticiero Caracol Noticias registró los hechos y habló a través de un titular de un enfrentamiento entre ciudadanos e indígenas. Por esa vía entonces, el odio hacia el pueblo ancestral (incluye a los pueblos afros y a las comunidades campesinas) permitió que estos <<ciudadanos de bien>> procedieran a dispararles con armas de fuego.
Emerge, entonces, un comportamiento Ario-paramilitar de quienes desestiman, rechazan y se resisten a aceptar que vienen de un largo y complejo proceso de mestizaje. Sería bueno que se leyeran el libro Por qué somos así, del genetista colombiano Emilio Yunis Turbay. Al refutar ese origen, los “pistoleros de bien” que dispararon contra los indígenas se pusieron en un plano moral superior, lo que les dio y les da licencia para eliminar a quienes los avergüenzan y los hacen sentir “impuros”.
El tercer factor se expresa en la valoración político-electoral que de Cali y el Valle del Cauca hace el gobierno central. Las mayorías de la “Capital Mundial de la Salsa” vienen expresando su rechazo al expresidente Uribe, quien está claramente interesado en afectar la vida institucional y el devenir de los caleños. Incluso, dentro de la misma clase dirigente y empresarial hay un evidente distanciamiento del caballista y latifundista antioqueño. De allí que la grave situación social, económica, política y de orden público que sufre la ciudad no sea de interés del gobierno central.
Quizás la mayor expresión de ese desprecio es la visita relámpago y a hurtadillas que hizo Iván Duque Márquez a la capital del valle del Cauca, entre las 11:30 de la noche y las 3 de la mañana de hoy 10 de mayo. Duque arrimó a Cali para insistir en la represión a los manifestantes, pero en particular a los miembros de la Minga. Duque Márquez, al ponerse en el mismo plano moral de los “para-civiles de bien” de la Comuna 22, conminó a los indígenas a regresar a sus territorios, a sus resguardos. Sin duda, esa exhortación está sostenida en su rechazo individual al pueblo ancestral y en el que de tiempo atrás vienen haciendo miembros del Centro Democrático y aquellos que se auto proclaman uribistas.
A manera de cuenta de cobro, Iván Duque Márquez, nominalmente el presidente de la República, y el sector uribista que él representa, dejaron solos a los caleños, en medio de la anarquía, un débil Estado local y una fragmentada institucionalidad privada.
Hay que sumar a todo lo anterior, que el Centro Democrático y las fuerzas uribistas esparcidas por casi todo Colombia, no están concentradas en buscar salidas al Paro Nacional que ya se extiende a 14 días de marchas y actos violentos en las principales ciudades del país. Sus ojos e intereses están en las elecciones de 2022, pues sienten que pueden perder el control del Estado por el desastroso manejo macro económico, social y político que en el marco de la pandemia viene dando el gobierno de Duque Márquez. Por ello es importante que local y regionalmente se inicien acciones tendientes a superar los disímiles conflictos que hoy se expresan en las calles de Cali, por cuanto solo contamos con el apoyo del gobierno central para todo lo implique movilizar la fuerza y la represión.
Germán Ayala Osorio, comunicador social-periodista y politólogo
Foto tomada de: El Tiempo
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