La protagonista de la indignación social y mediática es Jenny Lizeth Ambuila, hija del ya referido funcionario de la DIAN. La joven afro no solo se hizo “viral” por la vida ostentosa que llevaba fuera del país, montada en un pomposo Lamborghini y haciendo compras en lujosas tiendas de marca, sino que dejó ver sus carencias y problemas de autoestima, generados, muy seguramente, por el inocultable racismo y discriminación étnica de una sociedad que no soporta ver a indígenas, campesinos y afros pobres, llevar una vida de lujos y excentricidades, fruto del trabajo honrado o por el contrario, de actividades ilícitas y de actuaciones enmarcadas en lo que en otras ocasiones he llamado el ethos mafioso. Insisto en que en el consumo suntuoso y publicitado de Lizeth Ambuila puede haber evidencias de múltiples carencias y problemas, como la baja autoestima, afecto y la búsqueda de un reconocimiento social fruto de un profundo clasismo del que ella misma ha sido víctima.
Los que se indignaron al ver a Jenny Lizeth Ambuila montada en el suntuoso vehículo la calificaron de “loba”, y dejaron de lado el problema de fondo: los actos de corrupción en los que incurrió el padre de la “nueva rica” de Colombia, que le sirvieron a Lizeth para darse una vida de “ensueño”, fundada, eso sí, en carencias de todo tipo.
Así entonces, a juzgar por la andanada de memes y vituperios de los que fue víctima Jenny Lizeth Ambuila, el gran pecado de ella está en haberse atrevido a vivir como rica por unos instantes, siendo una “negra que viene de abajo”, a lo que se suma el elemento estético que siempre aparecerá en una sociedad machista como la colombiana, que de tiempo atrás exige a las mujeres[1] unas características corporales, un biotipo, que les permita ser aceptadas socialmente, pero sobre todo “consumibles” por quienes ofician como una especie de “jueces estéticos”, que finalmente deciden quién es fea, agraciada, bonita o “está buena”. Para el caso de Ambuila, su “poca agraciada” figura (hasta con alias Guacho la compararon en un meme), genera mayor indignación que el dudoso origen de los millonarios recursos que le garantizaron vivir como una “niña rica”.
En lugar de asquearnos por los altos niveles de corrupción, pública y privada, nos desagrada ver a específicos miembros de grupos étnicos tratando de vivir como “blancos naturalmente exitosos”. Y como en el lenguaje habitamos, baste con recordar un adagio popular para entender quizás la racionalidad desde la que actuaron los miembros de la familia Ambuila: “trabajar como negro, para vivir como blanco”.
Al ser racistas, dejamos de ver casos de jóvenes ricos, como los hijos del presidente Uribe[2], que en ocho años se volvieron millonarios vendiendo manillas. A ellos los llaman emprendedores y jóvenes empresarios. Y es así porque no solo son hijos de un “referente moral del Todo Vale”, sino porque son “blancos”, casi arios.
Sin duda, la Colombia mafiosa, racista, homofóbica, machista, clasista y fascista sabe y entiende que la doble moral de millones de colombianos se refleja, bien en un lujoso Lamborghini, o en yates, islas privadas, anillos de seguridad y en las páginas de las revistas del Jet Set. Bienvenidos a la “hoguera de las banalidades – y de las venalidades- de la Colombia corrupta, rezandera, pendenciera y mafiosa, construida por unos pocos, pero aceptada y aplaudida por millones.
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[1] Véase: http://germanayalaosoriolaotratribuna.blogspot.com/2017/03/la-mujer-un-territorio-en-disputa.html
[2] Curiosamente, la misma DIAN investiga o investigó a los hijos de Álvaro Uribe Vélez: https://www.bluradio.com/judicial/hijos-de-uribe-en-lios-por-presuntas-inconsistencias-en-su-declaracion-de-renta-108009
Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
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