La principal conclusión que puede sacarse de los datos presentados del último año revisado, es que estamos lejos de poder cumplir con los objetivos de reducir la amenaza del cambio climático en concordancia con los objetivos planteados en el Acuerdo de París. En 2017 hemos dado un paso atrás respecto a los tímidos avances que parecían vislumbrarse en los dos años anteriores: el uso de combustibles fósiles continúa creciendo, el aumento de la participación de las fuentes renovables es muy inferior a lo necesario y las emisiones aumentan en lugar de disminuir.
Sorprendente y preocupante
Luego de tres años consecutivos de relativa estabilización en las emisiones globales de carbono derivadas del consumo de energía -que fueron motivo de esperanza en el anterior reporte de BP- estas volvieron a crecer en 2017 de la mano del aumento de la demanda energética global y particularmente del aumento del consumo de carbón, un combustible que se creía en franco declive. El consumo de energía mundial creció un 2,2% el año pasado -el mayor aumento desde el año 2013- y las emisiones de carbono fueron un 1,6% mayores que en 2016. En palabras de Spencer Dale, Economista jefe del grupo BP, el informe es “sorprendente y preocupante”.
Muchas de las estrategias para reducir las emisiones de carbono pasan por convertir a eléctricos la mayor cantidad posible de usos finales de combustibles fósiles. El automóvil eléctrico es uno de los ejemplos paradigmáticos de estas nuevas estrategias. Pero el sector eléctrico no se está volviendo más “limpio”. El sector de generación de electricidad es en la actualidad el mayor demandante de energía primaria -más que el transporte y la industria- y representa la tercera parte de las emisiones de carbono del sector energético. Es decir, las medidas de conversión a eléctrico solo pueden reducir emisiones si la electricidad proviene de fuentes renovables, en caso contrario el resultado puede ser opuesto al buscado.
Lo que le resulta sorprendente y preocupante a Dale es que a pesar del extraordinario crecimiento de las energías renovables y todos los esfuerzos por sustituir con fuentes más limpias la generación de electricidad, “casi no ha habido mejoras en la matriz eléctrica mundial en los últimos 20 años”. Según indica su análisis -y puede comprobarse en los datos del informe- el porcentaje de carbón en el sector eléctrico en 2017 fue del 38%, la misma proporción que ocupaba en 1998. Con el agravante que, como el consumo energético es mayor, en términos absolutos el 38% del consumo actual se bastante mayor que el 38% de hace 20 años. Y en general la participación de los combustibles fósiles sigue siendo tan alta como cuando se firmó el Protocolo de Kioto en 1997. “No tenía idea de lo poco se había avanzado hasta que miré estos datos” expresa Dale.
“Tener alguna posibilidad de lograr un camino consistente con el cumplimiento de los objetivos climáticos de París -continúa el economista- tendrá que tener significativas mejoras en el sector eléctrico. Pero esta es un área donde a nivel mundial ni siquiera hemos dado un paso adelante, nos hemos detenido: perfectamente detenidos durante los últimos 20 años”. Una afirmación más sorprendente y preocupante dado que viene de una empresa que basa su negocio en la venta de hidrocarburos.
En particular el consumo de petróleo sigue aumentando, según el informe. La demanda de crudo creció en 1.7 millones de barriles diarios (mbd) y es un aumento significativamente mayor que el promedio de los últimos 10 años (1,1 mdb). Para poner este dato en contexto, el crecimiento promedio de los últimos cinco años está en su nivel más alto desde la época del superciclo de los productos básicos de 2006 y 2007. Esto ocurrió aún con todo lo que se ha avanzado en materia de eficiencia en el uso de la energía, la reducción de la intensidad energética, el crecimiento de las energías renovables, etc. Todos esos factores son reales y están ocurriendo, pero el aumento del consumo de petróleo continúa su avance. En sentido opuesto, el porcentaje de las modernas energías renovables como la solar, la eólica y la geotermia, se mantienen con un escaso aporte del 4%.
América Latina
Sin embargo, esta tendencia mundial no ha sido la misma en América Latina. Según el informe que se viene analizando, en Sur y Centro América el petróleo y el gas natural han reducido su participación en un 1% cada uno, lugar que ha sido ocupado por un aumento de 1% en hidroelectricidad y otro 1% en otras fuentes renovables. De la misma forma, el crecimiento de la demanda de energía ha sido menor que en el resto del mundo -con un 0,8% de aumento en contraste con el 2,2% del promedio mundial- y las emisiones energéticas se han reducido en un 1%. Estas diferencias están más relacionadas con la caída del PBI regional que con las medidas de eficiencia o de planificación energética. No debe olvidarse que el PBI de América Latina ha caído en los últimos tres años mientras que el global ha aumentado y que el crecimiento económico es el principal impulsor del consumo energético y las emisiones.
En el caso de la generación de electricidad, en 2017 hay un 3% más de participación de renovables en detrimento del mismo porcentaje de electricidad de fuentes fósiles. La presencia de la hidroelectricidad en la región sigue siendo una excepción en el mundo, con un 55% de toda la energía eléctrica producida. No obstante lo anterior, tres cuartas partes de toda la energía consumida en la región aún proviene de fuentes no renovables.
La producción de petróleo en Sur y Centro América, consideradas en conjunto, volvió a caer por segundo año consecutivo en 2017 y se mantiene prácticamente en los volúmenes de hace 10 años. Sin embargo existen notorias diferencias entre los países con extremos que van de un aumento del 4,8 de la producción petrolera de Brasil –respecto a 2016- a una reducción del 11,6 en el caso venezolano. Algo similar ocurre con la producción de gas natural que aumentó un 12,4% en Brasil pero se redujo 6,5% y 6,9% en Colombia y Perú respectivamente.
Otras preocupaciones
Una novedad que trae este año el reporte de BP respecto a los informes similares anteriores, es la incorporación de datos sobre reservas y precios de cuatro materias primas relevantes para la producción de energías renovables: litio, cobalto, grafito y tierras raras. Es que la disponibilidad y costos de los insumos necesarios para la fabricación de baterías, paneles solares y aerogeneradores, comienzan a ser imprescindibles para evaluar las tendencias futuras. En particular el cobalto y el litio para la producción de las baterías de los automóviles eléctricos ya han comenzado a dar señales de aumento de precios debido al crecimiento de la demanda. La producción de cobalto ha crecido a una tasa de 0.9% anual desde 2010 y sus precios aumentaron más del doble en 2017. Por su parte la producción de litio ha aumentado en un 6.8% anual en el mismo período y su cotización creció un 37% durante el último año.
Muchas veces se pierde de vista que si bien la fuente de energía puede ser renovable, como el sol y el viento, la tecnología necesaria para su aprovechamiento no lo es. Los minerales, metales y otras materias primas necesarias para la fabricación de celdas fotovoltaicas, molinos de viento y baterías son finitos, no renovables y algunos de ellos escasos. Su explotación conlleva costos económicos y gastos energéticos crecientes –además de daños ambientales- y los datos de reservas y precios se vuelven necesarios. La aparición por primera vez de esta información en el reporte anual de BP es una clara señal de que estos factores comienzan a preocupar a los planificadores energéticos.
Gerardo Honty es analista de CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social)
https://www.alainet.org/es/articulo/193597
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