Desde que comenzó el Gobierno he seguido muchos de los discursos del presidente. Son, en general, muy buenos; tiene una gran oratoria (que se ha venido perdiendo en el ágora entre los políticos), conoce la gran mayoría de temas, y cala en lo más hondo del alma popular. Las concentraciones son multitudinarias cuando llega a las reuniones en los municipios. Su carisma no admite duda. Sin embargo, yo veía que los compromisos adquiridos y las órdenes impartidas a su equipo debían tener una correa de transmisión para su ejecutoria. Y allí hice un análisis: cuando al término de varios meses Petro preguntaba por el estado de tal o cual compromiso, nadie le respondía entre su gabinete, o las respuestas eran muy tibias en algunos casos. El problema es que con la rotación de varios ministros los que estaban y sus equipos posiblemente se desentendían de las órdenes presidenciales, o incluso quizá jamás se concretaron en hojas de ruta para su materialización. De allí el porcentaje de incumplimientos.
Quizá por ello convocó una Comisión de Seguimiento para evaluar esos compromisos de las carteras y varios reprobaron. Algunos llevan poco tiempo en el cargo y no se podrían medir con la misma vara.
La apuesta era muy fuerte: ¿dejar en evidencia a los ministros frente al déficit de ejecución? ¿O generar una crisis ministerial (ya varios han renunciado) para recomponer el gabinete a los ojos de la aprobación de las reformas en las cámaras? ¿O proteger a su amigo del alma Benedetti por encima de sus ministros? ¿Atender sugerencias del expresidente Santos para una posible coalición en 2026 contra Uribe? Surgen muchos interrogantes que aún no se aclaran.
El episodio de Benedetti me recordó al escudero Serpa, siempre leal a Samper, lo cual le costó la Presidencia de la República. Petro es buen amigo de sus amigos, como era Serpa. El problema es dimensionar el costo político que pudo acarrearle esa decisión. Sólo el tiempo lo dirá.
Ha dicho Petro que seguirá publicitando los Consejos de ministros, que ganan en rating a los partidos de fútbol de la Selección Colombia. No sé si eso sea conveniente. Hay temas legales que lo impedirían, como las actividades de táctica y estrategia de combate para atacar la alteración del orden público. Fue patético escuchar al ministro de Defensa confesar por qué no habían entrado al Plateado a combatir el narcotráfico. Esa orden ya estaba dada por el Comandante en jefe de las FFAA. Sin embargo, “faltó coordinación”. Alertar a los violentos no es aconsejable en estas tareas de defensa.
Lo del papá Pitufo parece se aclaró, pero alcanzó a disparar las alertas.
Otra curiosidad es que quien era atacado (Benedetti) no abrió la boca. Por algo sería. La Corte le activó un viejo proceso. Ojo al lawfare.
Más allá de las suspicacias de la derecha (“Petro rehén de Benedetti”), se han producido renuncias en cascada que debilitan la gobernanza. Ministros como Ambiente, Trabajo, Defensa, Cultura, entre otros, venían haciendo una tarea importante. ¿Sacrificarlos era la salida? Salvo si se recomponen las mayorías del Congreso se entendería la jugada de ajedrez, pero no lo vemos.
El balance es agridulce. Algunos hablan de “implosión”. Seguiremos viendo el acontecer de los sucesos para tener mayores elementos de juzgamiento para ver hacia donde se dirige la jugada o si fue una improvisación que salió mal. Amanecerá y veremos.
Luis Bernardo Díaz, Decano Facultad de Derecho UPTC
Foto tomada de: Primero Oriente
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