Asistí al acto público que resalta este comunicado, en el cual se instaló el Comité Nacional de Participación (CNP) bajo el lema “Proceso de Participación de la Sociedad en la Construcción de la Paz”. Ese mismo día entró en vigor el cese al fuego bilateral por 180 días en todo el territorio nacional (CFBNT) entre la fuerza pública y el ELN, enviando así un mensaje de esperanza al país y, en particular, a la población que en las zonas de conflicto es víctima de la confrontación armada, y sumando al evento realizado en Corferias de Bogotá un gran alcance simbólico.
La instalación del CNP contó con la intervención del presidente Gustavo Petro, de los jefes de las delegaciones de paz del Gobierno Nacional y el ELN, Otty Patiño y Pablo Beltrán respectivamente, de monseñor Héctor Fabio Henao en nombre de la Conferencia Episcopal de Colombia, de dirigentes gremiales, de líderes sociales y sindicales, entre otros sectores de la sociedad colombiana. Estuvo presente igualmente el representante especial del Secretario General de la ONU, Ruiz Massieu.
La asistencia de cerca de tres mil personas de distintas regiones, entre ellas numerosos jóvenes, grupos de campesinos e indígenas, y comités de barrios populares, le dio especial brillo y entusiasmo al encuentro, no obstante algunos chiflidos que se escucharon por parte de unos pocos cuando habló José Félix Lafaurie, figura de los ganaderos, en una muestra de intolerancia e incomprensión.
El CNP está conformado por ochenta y un personas de treinta organizaciones sociales, grupos económicos, pueblos étnicos, movimientos asociativos e instituciones, entre otras diversas vocerías. Funcionará hasta febrero de 2024, siete meses en los que deberá realizar quince encuentros nacionales y nueve regionales que le servirán para adelantar y concretar su principal tarea: “diseñar la metodología de participación de la sociedad”, en palabras de Beltrán en aquel acto.
En este sentido Aureliano Carbonell, dirigente del ELN, le manifestó al periódico El Espectador pocos días antes del evento: El 3 [de agosto] se abre el proceso en la fase de diseño, es la misma sociedad la que va a decir cómo puede ser ese proceso de participación. Todo 2024 y parte de 2025 estaremos en el proceso de participación, esperamos que sea de mucha fuerza”.
De acuerdo con el cronograma de la Mesa, esta metodología guiará los escenarios de participación social en la siguiente etapa del proceso de paz, que irá hasta mediados de 2025 y tendrá por objetivo central establecer un diagnóstico de los principales problemas nacionales y regionales del país, así como sistematizar y precisar las propuestas de solución a los mismos.
A su vez, este proceso deberá desembocar en una nueva fase destinada a “pactar políticas y un plan integral de transformaciones con proyectos”, señala un documento de la Mesa. Al respecto, Antonio García, comandante del ELN, escribió en su cuenta de Twitter: “Podríamos decir que estamos ante un acontecimiento inédito para Colombia, poder contar con un escenario de debate democrático para realizar un diagnóstico sobre los problemas del país y luego construir como Acuerdo Nacional una Agenda de Transformaciones para Colombia”.
Es entendible que esa organización armada rebelde, con casi sesenta años de existencia, que hoy está demostrando estar comprometida en la búsqueda de la paz, quiera desarrollar un proceso de negociación según su propia visión. Como es igualmente comprensible que el gobierno le apueste a la hoja de ruta trazada por la Mesa, reiterando que la participación de la sociedad en la construcción de salidas dialogadas a la violencia armada es parte esencial de su política de Paz Total.
Sin embargo, surgen interrogantes y preocupaciones que pretendo recoger en estas líneas con ánimo propositivo, pues todos los colombianos y colombianas cualquiera sea su condición y forma de pensar queremos vivir en paz. Me refiero al invisible reconocimiento, o desconocimiento, de los resultados y aprendizajes de los espacios de participación de la sociedad civil instalados en el país en los últimos años. Así mismo, a los tiempos previstos para el desenvolvimiento de las distintas etapas de negociación. También, a las vagas o insuficientes declaraciones de los jefes del ELN sobre la clara y firme decisión de esta guerrilla de que dejará las armas y actuará dentro de la legalidad.
Es necesario que ambas partes aclaren al país ¿en dónde quedan los resultados y aprendizajes de los escenarios de participación de las comunidades rurales y centros poblados en el diseño y elaboración de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET) en 170 municipios? ¿En dónde quedan los contenidos y las lecciones aprendidas de los cincuenta y tres Diálogos Regionales Vinculantes (DRV) que deberían servir de insumo para el Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026? Como bien señala el senador Iván Cepeda en reciente entrevista a la periodista María Jimena Duzán: “En materia de participación, no se puede inventar la rueda”. Estos aportes, fruto de la activa participación social en esos procesos, deben ser recogidos. Lo que, a su vez, permitirá ganar tiempo.
En efecto, el tiempo político apremia. No en vano el primer mandatario de Colombia ha instado al ELN a acelerar el paso para conseguir cuanto antes un acuerdo final. Así lo hizo ver Otty Patiño en el acto de instalación del CNP cuando dijo: “No nos levantaremos de la mesa hasta conseguir el fin del conflicto armado y vamos a combinar celeridad y rigurosidad para alcanzar el acuerdo final”. Existiendo una real voluntad de lograr acuerdos y tratando con un gobierno de izquierda, es de esperar que el equipo negociador del ELN y su máximo jefe, así como los comandantes y cuadros de los frentes de esa guerrilla, actúen en consecuencia frente a un “cuarto de hora” favorable a la paz.
De otra parte, construir una agenda de transformaciones y forjar un pacto nacional para su implementación, es un desafío político enorme y lleno de obstáculos, como ya se ha visto en el curso del primer año del gobierno de Petro con la accidentada concertación y aprobación de las reformas que el ejecutivo ha presentado al Congreso. Pero alcanzar un “Acuerdo Nacional” sobre una “Agenda de Transformaciones para Colombia”, será mucho más difícil en la medida en que no haya un pronunciamiento claro y contundente por parte de la dirección del ELN, acerca del irreversible propósito de esta organización de dejar las armas y de aceptar la Constitución de 1991. Es ahora, en tiempo real, y no después, y sin ambages, que un tal pronunciamiento contribuirá a allanar en las mentes y los corazones del conjunto de la sociedad colombiana, el acuerdo de paz que finalmente se firme entre Estado colombiano y el ELN.
Mauricio Trujillo Uribe
Foto tomada de: DW
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