Ya se había vivido un cierto optimismo en junio-julio-agosto de 2020 luego de la primera etapa de crisis sanitaria. Sin embargo, no fue más que el inicio de nuevas y repetidas olas, peores que la anterior.
A quince meses de los primeros casos italianos en febrero del año pasado, Europa registra cerca de 1 millón 100 mil decesos –el segundo continente más afectado luego de las Américas- y supera los 54 millones de infectados.
A partir de mayo de este año, la pandemia transita por Europa occidental con una lenta tendencia decreciente. Los casos de infecciones se estabilizan y el sistema hospitalario respira, en paralelo al descenso de las intubaciones y de la ocupación de camas en cuidados intensivos. Adicionalmente, un tercio de las personas ya ha recibido al menos una de las dos dosis (33% de la población en la tercera semana de mayo). Lo que representa el doble que en Sudamérica (15%), seis veces más que en Asia (5%) y veinte veces más que en África (1,5%). Cifras que desnudan la irracionalidad de un planeta ilógico y que explican las voces cada vez más mayoritarias para que se liberen las patentes y las vacunas puedan producirse en cualquier parte del mundo, democratizando así el combate sanitario.
La vacuna infantil: interpelación ciudadana
Con el título: “La difícil decisión de vacunar o no a los niños”, la cadena informativa británica BBC publicó el lunes 24 de mayo un artículo que ejemplifica la irrupción de un nuevo debate en medios científicos y de comunicación masiva del continente.
Uno de los argumentos en contra de la vacunación infantil es que la infancia se beneficiaría escasamente de la vacuna. “Por fortuna, una de las pocas cosas buenas de esta pandemia es que los niños raramente se ven seriamente afectados por esta infección”, señala en dicho artículo el profesor Adam Finn, miembro del Comité Conjunto de Vacunación e Inmunización del Reino Unido.
Y agrega que las infecciones infantiles son casi siempre asintomáticas o con efectos leves, lo que contrasta con otros grupos de edad a los que se les ha dado prioridad, hasta ahora, en las campañas de vacunación. Un estudio realizado en siete países y publicado en la revista The Lancet estimó que menos de dos niños por millón murieron a causa del coronavirus.
El doctor Bernard Borel, médico pediatra suizo y experto en Salud Pública, reconoce el éxito alcanzado hasta ahora en Europa debido a niveles muy altos de vacunación entre los adultos de más de 50 años. Y en particular, entre la población de mayor riesgo, es decir, de 65 años en adelante. Sin embargo, advierte que es imperativo analizar a fondo la cuestión médica y ética de la eventual vacunación infantil.
El especialista helvético con amplia experiencia, además, en diversos países del Sur, puntualiza que “dado que la incidencia y la morbilidad de COVID-19 son muy bajas en el sector infantil, la vacunación no se realizaría para la protección de niñas y niños, sino, fundamentalmente, para proteger a las personas mayores o de alto riesgo de su entorno. Y quizás para reducir la posibilidad de que aparezca o se difunda una nueva variante”.
Sin embargo, insiste, “es importante recordar que los niños no son adultos en miniatura. Por lo tanto, parece prudente esperar a estar seguros de cómo, qué tipo de dosis y con qué frecuencia se debería aplicar, antes de empezar a administrarla a este segmento de la población”.
Hay evidencias, además, de que debido a las variantes del virus que predominan actualmente, éste también está circulando en menores de 12 años, pero no se esperan autorizaciones para esa franja etaria antes de 2022. “Pienso que va a ser difícil que podamos responder a todas estas preguntas antes de uno o dos años”, enfatiza el Doctor Borel, quien llama a la prudencia.
Teniendo en cuenta estos elementos y las incertidumbres actuales, no va a ser fácil convencer a la mayoría de los padres a corto plazo, agrega. “Quizás deberíamos reflexionar e incluir, en el futuro, la anti COVID-19 en un esquema de vacunación complementario y no en el básico”.
Es cierto que se empieza a comprobar -lo que constituía la hipótesis científica inicial- que la protección, tan eficaz a corto plazo, tendrá impacto positivo también a mediano plazo y contra todas las variantes hoy presentes, aunque se plantea la eventual necesidad de repetir las dosis de refuerzo. La frecuencia, obviamente, aún no se conoce a ciencia cierta, por falta de retrospectiva. “Nos preguntamos: ¿será como la gripe, en cuyo caso habrá que seguir protegiendo a las personas de riesgo cada año o quizás cada dos años? O, más bien, ¿cómo el sarampión, lo que permitiría asegurar a toda la población sólo con dos dosis?”.
Por otra parte, explica Borel, aunque los resultados actuales de las vacunas son muy satisfactorios, no hay que ilusionarse con la erradicación del SARS-Cov-2 a corto plazo, si se tiene en cuenta el carácter del virus que ha conseguido provocar un verdadero sismo sanitario. Y recuerda que todavía no se ha conseguido, por ejemplo, terminar con el sarampión, a pesar de que es un virus estable, sin mutaciones y contra el que existe desde hace décadas una vacuna eficaz.
No olvidar al Sur
Si los procedimientos científicos exigen extrema prudencia en cuanto a la vacunación infantil, tampoco faltan los argumentos éticos. A mediados de mayo, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), declaró que “las naciones más ricas deberían posponer sus planes de vacunar a niños y adolescentes contra el COVID-19 y, en su lugar, donar esas dosis a países con menos recursos”. Además, le urgió a la comunidad internacional que provea más vacunas a COVAX, el plan global concebido por las Naciones Unidas para distribuir dosis entre los países de menos recursos.
Desde que se homologaron los primeros fármacos para este tipo de coronavirus en diciembre del año pasado, las naciones más ricas han comprado la gran parte del suministro, para inmunizar rápidamente a la mayor parte de su población.
Turismo vs pandemia
El riesgo de perder una segunda temporada turística, actividad vital para el continente entero -en especial para los países con playas sobre el Mediterráneo o de la región alpina- aceleró desde fines de mayo el levantamiento de las restricciones fronterizas intraeuropeas. El continente busca estabilizarse económicamente mediante una recuperación del movimiento humano y comercial. Además, busca revitalizar la hotelería, relanzar las actividades gastronómicas y dinamizar la reapertura de museos y atracciones culturales y turísticas en general.
Según el Panorama del Turismo internacional edición 2019 en 2018, la novena temporada de crecimiento sostenido del sector, llegaron a Europa 710 millones de viajeros -el 40% del tránsito mundial-. Esta actividad reportó un ingreso de 570.000 millones de dólares estadounidenses lo cual equivale al 10% del Producto Interno Bruto del continente. En la Unión Europea (UE) operan más de 2 millones de empresas dedicadas principal o parcialmente al turismo, la mayoría de las cuales son pequeñas y medianas y dan trabajo a aproximadamente 12 millones de personas.
La reciente decisión de la UE de aceptar lo que a partir del 1ero de julio será el Pasaporte común COVID -que certifica vacunaciones completas; enfermos recuperados o test tipo PCR válidos- se vislumbra como instrumento esencial para relanzar este sector.
Mini-radiografía de la pandemia
En Suiza –reflejo de lo que vive gran parte de Europa– en esta lenta salida de los “confinamientos”, los meses de abril y mayo de este año han sido de transición positiva hacia aperturas mesuradas, aun cuando se siguen registrando entre 1.000 y 1.500 nuevas infecciones y una decena de muertes diarias en una población de 8.600.000 habitantes. El miércoles 26 de mayo, por ejemplo, se dieron 996 nuevas infecciones, 45 hospitalizaciones y 2 decesos. Con 155 casos por 100 mil habitantes, Suiza está por encima de tres de sus vecinos (Austria 112; Italia 131, y Alemania, 145), pero por debajo del cuarto país fronterizo, Francia, con 219.
A partir del 19 de abril se reabrieron las terrazas externas de bares y restaurantes, así como los museos y los cines con hasta 50 espectadores, y nunca más el 30% de su capacidad máxima. Los eventos deportivos en estadios de fútbol y hockey están limitados a 100 personas. Se relanzaron, también, ciertas actividades educativas terciarias. Todas estas evidencias de flexibilización postpandemia se rigen por estrictas medidas de seguridad, como el uso de barbijo y el distanciamiento social.
La Confederación Helvética acaba de definir nuevas aperturas a partir de este lunes 31 de mayo: los espacios gastronómicos internos en mesas de cuatro, los encuentros privados hasta treinta personas y el fin del teletrabajo como método obligatorio.
El Gobierno estableció una salida de la crisis sanitaria en fases. Si no se dieran nuevas complicaciones epidémicas, es decir, aumentos sorpresivos de casos o irrupción de variantes desconocidas del coronavirus, la etapa de estabilización comenzará a inicios de junio. Agosto-septiembre serían los meses de la fase de “normalización”, con aperturas significativas de las actividades deportivas y culturales al aire libre, lo que podría asegurar la asistencia de 5 mil espectadores y luego, un número ilimitado en septiembre.
En esta estrategia, la campaña de prevención inmunológica constituye un elemento decisivo. Hasta la fecha más del 80% de las personas mayores de 75 años ya fueron vacunadas integralmente. Porcentaje apenas un poco menor para los mayores de 65 años. Más del 50% de los mayores de 50 años ha recibido al menos una dosis.
En Suiza, la Ley anti-COVID 19, que incluye no solo disposiciones sanitarias sino también subvenciones estatales a sectores afectados, se someterá a una consulta ciudadana en las urnas el próximo 13 de junio. El Gobierno busca institucionalizar un marco jurídico legal que le evite recurrir a decretos especiales para hacer frente a eventuales rebrotes pandémicos. Una forma de cubrirse la espalda, evitar la crítica cada día más desenfrenada de los sectores conspiracionistas – complotistas- antivacunas y reducir al máximo el costo político resultante de las medidas restrictivas especiales que se han aplicado, en algún u otro momento, desde el 15 de marzo de 2020 hasta la fecha.
En forma paralela, los movimientos sociales comienzan a recuperar la iniciativa. El viernes 21 de mayo se realizó la Huelga del Clima, que incluyó centenas de acciones descentralizadas en todo el país con aproximadamente 30 mil participantes. Fue una importante convocatoria sindical y ambientalista de presión para acelerar el cumplimiento de los compromisos nacionales para la reducción del CO2.
También, grupos minoritarios críticos al gobierno que se oponen a las restricciones pandémicas siguen ganado las calles, desafiando incluso las medidas vigentes de protección pública. El domingo 23 de mayo, una manifestación nacional reunió 5 mil participantes en la ciudad de Neuchâtel.
Huellas profundas
Como en el resto de Europa, también en Suiza, la pandemia está marcando una fractura de la sociedad. Nada será igual después de esta crisis que, más que sanitaria, ya abarca integralmente lo económico, lo social, lo cultural, las modalidades del trabajo y la deuda.
Difícil anticipar hacia dónde irá la dinámica postpandémica continental. Todo indica, sin embargo, que el gran debate social seguirá refiriéndose a quién pagará el costo principal de la crisis. Y como los distintos sectores sociales podrán demostrar su fuerza, incluyo en las calles, para que el costo de esta catástrofe sanitaria se redistribuya lo más equitativamente posible. Otro tema de debate, no menos esencial, seguirá siendo el del rol del Estado. Y cómo asegurar que éste siga jugando un papel predominante en las políticas nacionales durante y luego de la pandemia, en oposición directa a aquellos que pregonan su debilitamiento o apuestan a privatizar algunas de sus tareas y responsabilidades esenciales.
Sergio Ferrari
Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/212464
Foto tomada de: https://www.alainet.org/es/articulo/212464
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