Sin duda alguna, Fajardo es la carta más representativa que hoy pueden ofrecerle al país los sectores godos y neoliberales más recalcitrantes de una sociedad que se acostumbró a jugar a cambiar, para que todo siga igual. Somos, de lejos, la sociedad de la simulación. Y Fajardo, el gran simulador, visto así por la lideresa Isabel Cristina Zuleta.
Este político antioqueño, admirador de Álvaro Uribe Vélez, se muestra ante la opinión pública como un conciliador, como un hombre decente y con un férreo carácter democrático. Esos elementos constituyen un disfraz, una fachada, porque, de acuerdo con Isabel Cristina Zuleta, lideresa del Movimiento Ríos Vivos: “Fajardo es un gran simulador. Se muestra como matemático, cuando va y humilla a los humildes y a los campesinos”.
Para Gilberto Tobón, Fajardo y su familia están en el negocio de la construcción, asunto que de inmediato lo conecta con el proyecto de hidroituango, mega obra que está en riesgo de que no entre en operación. Sobre los problemas y conflictos que rodean la construcción de la señalada hidroeléctrica, Sergio Fajardo le debe al país explicaciones y muy seguramente, está en mora de asumir responsabilidades, fiscales y políticas, por lo acontecido en una obra en cuya ejecución se cometieron irregularidades, delitos de todo tipo, incluyendo los ambientales y errores inconcebibles.
Así entonces, Fajardo Valderrama es hijo y un consentido del régimen político colombiano. Es un instrumento del Establecimiento para extender en el tiempo procesos de dominación de la naturaleza, bajo débiles criterios de sostenibilidad. Ejemplo de lo anterior es hidroituango. Para encubrir esas circunstancias, la gran prensa viene haciendo todo el esfuerzo para erigirlo como una opción de centro-derecha, cuando claramente el exalcalde de Medellín milita, actúa y opera en la Derecha, caracterizada por ser goda, neoliberal y camandulera.
Además de las explicaciones que Fajardo le debe al país en lo que concierne a la construcción de hidroituango, tiene pendiente esclarecer las turbias relaciones que, según diversas fuentes, tuvo con el narco-paramilitar “Don Berna”. No puede ser gratuito que durante su periodo como alcalde de Medellín en 2004-2007, se hablara de “donbernabilidad”, aludiendo al concepto de gobernabilidad.
Así entonces, votar por Fajardo en el 2022 es hacerle el juego al establecimiento y al uribismo. Fajardo es un uribista enclosetado con cuyo proyecto político quiere vender la idea de que él representa el cambio que el país necesita. Por el contrario, por ser él un simulador, con su apuesta política, el país cambiaría pero seguiría igual.
Comparte con Uribe Vélez su condición de gran ególatra. Fajardo es un narcisista que solo quiere llegar a la Casa de Nariño para satisfacer su propio ego. Para nada más.
Germán Ayala Osorio, comunicador social-periodista y politólogo
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