No creo que el mal momento desatado por los hechos referidos deba cerrar con la prematura bancarrota de la Paz total. Igual ocurrió en la Mesa de diálogos de La Habana entre un sector de las Farc y el gobierno del señor JM Santos (2016), cuando se suscitó una crisis por las acciones armadas de los bandos enfrentados, como fue el caso de los doce militares muertos en el Cauca que provocó como respuesta la reactivación de los bombardeos de la fuerza aérea y la muerte de treinta guerrilleros asesinados en Guapi, pese a tal crisis el proceso siguió, y en esa misma cadena hay que recordar que recién despegaban las negociaciones con las Farc todavía en los pasos reservados preliminares el gobierno de Santos asesinó al Mono Jojoy y a Alfonso Cano, quien en ese momento era el más importante dirigente de las Farc, no obstante todo esto la negociación siguió adelante y terminó con un Acuerdo, que hay que decirlo no fue el mejor para el país .
Todo lo anterior bien puede explicarse por la ausencia de un Cese bilateral del fuego y por el desconocimiento del fenómeno de las hostilidades que han sido la base del pilar financiero de las guerrillas en cualquier conflicto armado.
Pero si bien no estamos delante de un fracaso inminente de la Paz total hay que admitir que la misma atraviesa por una crisis con distintas facetas.
Primera faceta.
La misma está relacionada con el desconocimiento, -por parte del sector gubernamental-, de la coyuntura histórica que atraviesa el país, caracterizada por un proceso de transición social y política hacia un modelo pos neoliberal que trasciende el régimen neoliberal uribista paramilitar hegemónico durante las últimas dos décadas, el cual fue derrotado por la revuelta popular de abril del 2021 y con el triunfo electoral del presidente Gustavo Petro como representante del Pacto Histórico. Omitir tal hecho limita la capacidad -epistemológica- de los negociadores del gobierno en la Mesa con el ELN, pues siguen atrapados en las lógicas teóricas de la paz neoliberal del santismo (Prada) y en los lenguajes contrainsurgentes del uribismo (Lafaurie); lo que se refleja en las conminaciones, órdenes y emplazamientos -un tanto delirantes- planteados por el ministro del interior en las reuniones adelantadas en los días recientes, que más parecen un anuncio del cierre de las conversaciones y un llamado a la guerra generalizada (Ver https://caracol.com.co/2023/03/29/esa-siempre-sera-una-opcion-prada-sobre-posibilidad-de-levantar-mesa-con-eln/). En la actual crisis, por momentos parece imponerse en la delegación oficial la obsoleta narrativa del enemigo interno, de la lucha contra el terrorismo y de la derrota del comunista invasor.
Segunda faceta.
Esta tiene que ver con un desconocimiento gubernamental de las claves del actual conflicto social y armado colombiano. A mi juicio no hay una rigurosa caracterización del ciclo actual -el tercero- de la violencia en nuestro país. Aunque el presidente Gustavo Petro, en una reciente intervención en Cartagena ante los alcaldes presentó una lectura apropiada de la naturaleza del conflicto y la solución adecuada del mismo. Allí, el presidente afirmó que “En el tema de la paz, si es un tema absolutamente claro, el hecho de que realmente la paz en Colombia es una paz territorial, acostumbrados a las grandes narrativas nacionales, alrededor del tema de la paz y de la guerra, hemos olvidado y es un olvido mayúsculo en que la paz concreta se construye es en el territorio”.
En ese sentido precisó que hay ciertas zonas del país donde la superación de la violencia es más fácil que en otras. “Lo que existe es una conflictividad territorial, unas economías ilegales que dan sustento a la violencia territorial, muy concretas, muy específicas, que para poderlas abordar necesitan de una mirada indudablemente territorial”, subrayó Gustavo Petro.
Por esa razón, el jefe de Estado, en el encuentro con los mandatarios municipales, puntualizó que: “La ignorancia sobre el territorio de las estructuras políticas nacionales del Estado, no se puede mitigar, sin la mirada territorial, bastante profunda, que en general tienen los mandatarios locales y las instancias ciudadanas locales.” (https://www.infobae.com/colombia/2023/03/31/en-colombia-existe-una-guerra-territorial-no-un-conflicto-nacional-gustavo-petro-en-el-congreso-nacional-de-municipios/ ).
Otro acierto del presidente Gustavo Petro es su posición “revisionista” frente al Acuerdo de paz firmado por Santos con Timochenko en el 2016, -rechazado en el plebiscito realizado en ese mismo año- propiciando el regreso del uribismo al poder en cabeza de Iván Duque (2018-2022), quien literalmente hizo trizas la paz mediante su bloqueo y la corrupción con los dineros apropiados para su implementación. Petro ha dicho que tal Pacto no hizo las previsiones correctas para su aplicación cayendo en el romanticismo y la ineficacia; lo que no quiere decir que se le deba ignorar ahora, pero descartando la idea santista de su regreso hegemónico para incrustarlo -burocrática y presupuestalmente- en el modelo de Paz total, con el riesgo de envenenarlo y contaminarlo con la visión neoliberal y neocolonial del Acuerdo con Timochenko y su grupo. Designar un Alto consejero Santista (Villegas, el cuñado, Naranjo, Jaramillo o Cristo) para implementar la paz neoliberal del Teatro Colon conlleva grandes riesgos y puede activar un corto circuito que pone en riesgo la actual estrategia de paz pos neoliberal del gobierno del Pacto histórico.
Por la presencia del presidente Petro en Mesetas -en dialogo con ex combatientes de las Farc del ETCR Mariana Páez-, y por su “ausencia” en Cartagena en la reunión con Santos y su equipo de las “líneas rojas” neoliberales (De la Calle, Roy, Jaramillo, Naranjo y otros), es claro que el actual jefe de la Casa de Nariño descarta el hibrido para la paz que se ha propuesto. Creo que es lo mejor.
Evitar el fracaso de la Paz total implica profundizar en una nueva narrativa conceptual y analítica en la que se exploren otros paradigmas relacionados con la paz territorial y local (Consecuencialista), en la que se reconceptualice la seguridad humana (con reformas a fondo del dispositivo militar estatal, para eliminar el Esmad y cambiar la policía), se establezca la justicia social, se construya la democracia social soberana y se garantice la protección de los recursos ambientales. Que son puntos incluidos en la agenda de negociaciones pactada con el ELN en México, que se ha previsto debe apoyarse en una gran alianza política y social.
Tercera faceta.
Tiene que ver con el débil diseño institucional de la Paz total; ciertamente el Alto Comisionado de Paz Danilo Rueda ha hecho de buena fe y gran voluntad su tarea, pero por momentos parece estar desbordado por el nuevo modelo que en gran medida quedo plasmado en la Ley 2272 del 2022. Son muchos frentes y la envergadura del cometido demanda un equipo más fuerte y complejo con delegados regionales para la paz. Demanda un timonazo inmediato sin perder el hilo de lo avanzado. Por supuesto, estos vacíos institucionales no se solventan con el nombramiento de un Alto consejero santista de la paz que afectaría lo avanzado en estos primeros siete meses de gobierno.
La paz total con el ELN pasa por un momento oscuro y cancelar la Mesa no es la mejor salida; tal vez lo recomendable seria hacer una pausa para que las partes retomen el siguiente ciclo de La Habana a la vuelta de unos 90 días después de que se hagan las reflexiones y análisis correspondientes, lo que no debe implicar suspender los contactos y diálogos necesarios.
Entretanto el gobierno debe avanzar en los otros frentes de su estrategia para organizar la Mesa de conversaciones con las Farc Ep, con la Segunda Marquetalia, con los Urabeños y las Autodefensas de la Sierra Nevada, en el marco delo que se establezca como ley de sometimiento y de las recomendaciones de la Comisión encargada de caracterizar los actores del conflicto social y armado.
Horacio Duque G.
Foto tomada de: El Colombiano
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