Señala, en mi opinión acertadamente, que el análisis no debe enfocarse en las características personales de Trump quien “es más el síntoma que el problema”. Trump “expresa toda una tendencia, un conjunto de fuerzas, y una orientación” con unos ciertos métodos. Para Gutiérrez el “rasgo característico y nuevo” es que Trump no solo ataca al principal enemigo, China, los inmigrantes y la izquierda, sino, principalmente “el establecimiento liberal”, no solo nacional sino internacional.
Esta “nueva orientación” responde a cambios en gran escala que se han producido desde hace un tiempo: a) el fin del mundo unipolar; b) el ascenso de China; c) el hundimiento del establecimiento liberal mundial; d) el reemplazo del neoliberalismo “con una variedad de fórmulas basadas en una orientación aún más pro-rico y la abrupta limitación de la globalización.
En este contexto se proponen medidas como mayor presencia territorial directa, colonial en varias partes del mundo; desregulación, destrucción burocrática y barreras aduaneras; políticas de mercado combinadas con recetarios nacionalistas; establecimiento de una democracia iliberal, cristiana, pro-familia y étnica.
Gutiérrez le da mucho peso al desmonte de la democracia liberal: “vaciar de contenido los pesos y contrapesos institucionales y la deliberación democrática, manteniendo elecciones periódicas y la conexión directa entre el líder y la población”. Y concluye: “el viejo mundo está asociado a múltiples errores y horrores; su defensa nostálgica es insostenible. Pero el nuevo no será lindo o tranquilo”.
Es una columna sugerente que invita a pensar.
Me llama la atención que Gutiérrez escriba una columna sobre el desarrollo del capitalismo mundial y el imperialismo sin mencionarlos explícitamente. Por ningún lado aparece en su texto la palabra capitalismo, capital monopolista, empresas capitalistas multinacionales, imperialismo, etc. A lo más que llega es a una muy pobre expresión: “orientación pro-rico”. Parece que para Gutiérrez no existen capitalistas sino ricos. En su texto no hay un abordaje del conjunto de fuerzas y tendencias que Trump representa.
El capitalismo mundial tiene dos grandes contradicciones generales que están en la base de su dinámica y tendencias y fundamentan las fuerzas en conflicto. Por una parte, la contradicción entre la clase capitalista y la clase trabajadora asalariada. Esto ayuda a entender que uno de los “enemigos” de Trump (así como de Milei, etc.) sea la izquierda: la clase capitalista tiene como uno de sus grandes propósitos evitar la organización de los trabajadores, perseguir sus partidos políticos y los sindicatos, atraer a sus ideas a los trabajadores, etc. En la perspectiva internacional los gobiernos de los países capitalistas más desarrollados colaboran con los patronos en esta labor; en las relaciones internacionales se trata de castigar los países que han osado implantar un tipo de socialismo (Cuba, Corea del Norte) y a aquellos que promueven dentro del capitalismo acciones en favor de una mayor participación de los trabajadores en el valor agregado nacional (Venezuela).
La otra gran contradicción es la competencia entre los propios capitalistas en la búsqueda de las mayores ganancias. Ya desde El Capital en 1867 Marx mostró las tendencias inherentes del capitalismo por medio de la competencia a la concentración y centralización de la producción con la correspondiente concentración de la riqueza y de los ingresos en manos de los capitalistas (las evidencias sobre esto las presentan no solo autores marxistas, sino el UBS de Suiza[2], OXFAM[3], las propias estadísticas oficiales y los periódicos capitalistas[4]).
A comienzos del siglo XX Lenin mostró claramente la consolidación de estas tendencias y las catalogó como el imperialismo, la fase monopolista del capitalismo, caracterizado por cinco grandes rasgos: la ya mencionada concentración de la producción; la fusión del capital industrial y el bancario en el capital financiero; la exportación de capitales; la formación de asociaciones capitalistas internacionales; y el reparto colonial del mundo. Las cifras le permiten a cualquier observador honesto ver cómo en lo fundamental estas tendencias, fuerzas y orientaciones se mantienen. Evidentemente hay cambios en los actores: ya desde 1916 mostraba Lenin como el crecimiento económico capitalista conducía a cambios en la relevancia imperialista de diferentes países. Igualmente, se desarrollan nuevas ramas de producción como los computadores y sistemas de información y comunicación inexistentes a comienzos del siglo XIX.
Los capitalistas son una cofradía en su lucha contra los trabajadores pero están en guerra entre ellos. El objetivo de cada cual es obtener la mayor cantidad de ganancias para lo cual desarrollan la capacidad productiva y buscan suprimir a sus competidores. En este proceso se conforman monopolios y oligopolios y la competencia se da principalmente entre grandes empresas multinacionales. Los Estados capitalistas actúan en favor de su clase capitalista (Lo que es bueno para la General Motors en bueno para los Estados Unidos; ahora se diría que lo que es bueno para Telsa es bueno para Estados Unidos). La competencia puede ser pacífica, pero en determinados momento se llega a la guerra.
En este contexto durante las dos últimas décadas han aparecido competidores poderosos a los capitalistas de los Estados Unidos, dentro de los cuales se destaca China. Si en un momento dado Inglaterra fue el taller del mundo, y luego varios países liderados por Estados Unidos, hoy China es la fábrica del mundo. El capitalismo norteamericano ha perdido fuerza en muchos sectores. Y por tanto está contraatacando.
La pérdida de poder económico del capitalismo norteamericano y de varios países europeos se traduce a su vez en deterioro de las condiciones de vida de su clase trabajadora. Esto puede conducir a malestares internos y a surgimiento de mayores conflictos sociales (durante los últimos años han aumentado las huelgas en Estados Unidos). El sistema capitalista ha aprendido que en estos contextos recurrir al nacionalismo, a la demostración de fuerza externa, es muy útil para orientar el malestar de los trabajadores hacia otros factores que el propio desarrollo capitalista: los inmigrantes, por ejemplo. Se recurre también a la concepción religiosa y anticientífica: el ataque a la comunidad gay, al aborto, etc. Se exacerban conflictos reales pero secundarios. Nada nuevo bajo el sol. Trump y sus similares siguen una vieja receta.
El capitalismo y el imperialismo no son democráticos. En determinado momentos pueden tolerar formas republicanas y la garantía de ciertos derechos a los trabajadores, pero en el momento en que se pasen de ciertos límites, no tienen problema alguno en recurrir a formas autoritarias y abiertamente dictatoriales. El asunto es de fuerza no de ideales de justicia social y democrática. En este sentido Trump es bastante coherente. El viejo mundo de Gutiérrez era una fase de transición: hay momentos de democracia formal y de competencia pacífica que dan paso a momentos de dictaduras, autoritarismos y competencia violenta.
El problema de fondo se encuentra en la debilidad, falta de organización y resignación de las clases trabajadoras. Lenin menciona que a finales del siglo XIX ya Marx y Engels habían observado un cierto aburguesamiento de las clases trabajadoras. Beneficiadas por los grandes excedentes económicos obtenidos por el imperialismo inglés las capas superiores de los trabajadores habían adoptado las posiciones de la burguesía. Algo similar se observa en la experiencia de los trabajadores en los Estados Unidos desde el siglo XX y hasta la fecha. Millones de ellos votaron por Trump: piensan como Trump. Aquí radica una gran fortaleza del capitalismo mundial. Sobre esto es muy diciente la siguiente afirmación de Engels:
“Me pregunta usted qué piensan los obreros ingleses de la política colonial. Pues lo mismo que de la política en general; lo mismo que piensan los burgueses. Aquí no hay partido obrero, no hay más que el partido conservador y el partido liberal-radical y los obreros se benefician tranquilamente con ellos del monopolio colonial de Inglaterra y del monopolio de ésta en el mercado mundial.” (p. 146, en una carta a Kautsky del 12 de septiembre de 1882).
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[1] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/francisco-gutierrez-sanin/mas-alla-o-aca-de-trump/
[2] https://www.ubs.com/global/en/wealthmanagement/insights/global-wealth-report.html
[3] https://www.oxfam.org/en
[4] https://www.forbes.com/billionaires/
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: La Silla Vacía
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