Asimismo, poca gente queda que no sepa que el tan temido ascenso de la temperatura en 1,5º ya ha sido superado, que muchas son las especies extinguidas, que los polos se derriten, que los incendios y las olas de calor aumentan y que casi todo lo que producimos contamina.
Con todo, ¿qué sabemos con exactitud acerca de los efectos reales del cambio climático? Ciertamente, muy poco, porque ni hemos modificado nuestro estilo de vida ni lo percibimos como un problema cercano.
Ahora bien, la situación es tan grave que solo combatiendo la desinformación en la que vivimos inmersos tomaremos de forma efectiva las riendas de nuestro destino y podremos transmitir nuestro saber al resto de la sociedad. De ese modo, tendremos la posibilidad de amortiguar el golpe de lo que se nos caerá encima. En efecto, el cambio climático afectará en profundidad, no solo nuestras vidas y las de los restantes seres del planeta, sino también las de nuestros descendientes.
Por tanto, ya no nos sirve de excusa echarles todas las culpas a los poderes fácticos y políticos, ya que nosotros también somos responsables de nuestra situación: por no haber estado más atentos ni más lúcidos; o haber sido demasiado crédulos y evitativos. ¿Creíamos que así nos salvaguardaríamos de una angustia tan devastadora que nos hubiese impedido trabajar y cuidar de nuestras familias? o ¿que era más cómodo creer lo que nos decían los medios de comunicación y alimentar así una esperanza infundada?
No obstante, los principales culpables han sido y siguen siendo los lobbies, nuestros dirigentes y los medios de comunicación, que sabían lo que ocurría y tenían la obligación de informarnos y de sustituir el modelo capitalista que nos está matando por otro alternativo, le pesase a quien le pesase.
Sin embargo, no todo el mundo ha vivido de forma confiada y miope, ya que hay científicos, investigadores y expertos que han trabajado sin descanso para mejorar la calidad del planeta e informar de lo que ocurría. No incluyo a quienes lo han hecho a petición de las empresas capitalistas, que han querido enriquecerse todavía más publicitando una «economía verde» que en absoluto solucionaba el problema.
Otro factor que nos acusa es que, a pesar de ser conocedores de la situación, continuamos esperando que «alguien haga o encuentre algo». ¿Tan inútiles nos consideramos? ¿Cómo hemos podido confiar —varios millones de habitantes como somos— en quienes nos han engañado y arruinado? ¿Nos creemos más ineptos que los poderes fácticos y sus voceros, nuestros dirigentes y medios de comunicación?
Afortunadamente, no todos los colectivos están respondiendo igual. Ahí está, por ejemplo, ese grupo de ciudadanos franceses que, en defensa del clima, han interpuesto una demanda al estado francés por inacción. Se trata del famoso «Caso del siglo». O el mandato de un tribunal de La Haya a la petrolera Shell de reducir sus emisiones un 45% para 2030, tras la demanda que interpusieron en 2019 los Amigos de la Tierra de los Países Bajos, junto a otras seis organizaciones y con el apoyo de más de 17.000 ciudadanos y ciudadanas neerlandeses. En ambos casos, un empoderamiento tan considerable nunca antes se había visto. ¿A qué estamos, pues, esperando? Al menos, podríamos empezar a asumir que no estamos solos y que ha llegado el momento de la desobediencia civil.
Así pues, como las recogidas de firmas no son en absoluto suficientes, deberíamos optar por armas más poderosas, ya que podríamos conseguir que los lobbies asesinos bajasen la testuz. Lo cual no significa que no tengamos todavía mucho por hacer.
Podríamos empezar informándonos acerca de cómo están repartidas las riquezas del mundo: el 82% total ha terminado en los bolsillos del 1%, que, además de ser el más rico y el que más protección recibe de los gobiernos capitalistas, es el que más practica la evasión fiscal. Dicho fraude les ha supuesto el aumento de un 13% de sus riquezas en diez años. Mientras tanto, la mitad más pobre de la humanidad —unos 3.700 millones de personas— no ha recibido nada, ni siquiera de gobiernos que se proclaman demócratas.
Por otro lado, hay que ir con mucho cuidado con fundaciones que dicen destinar sus beneficios al bien de la humanidad. La de Bill y Melinda Gates, por ejemplo, invirtió 1.400 millones de dólares en 2013 en sociedades que explotan la energías fósiles. Cuidado, pues, con estas flagrantes contradicciones…
Volviendo a la evasión y el fraude fiscal, se ha contabilizado que, cada año, en los 28 países de la Unión Europea (UE), se pierde por su causa cerca de UN BILLÓN de euros1.¿Somos conscientes de todo lo que se podría poner en marcha con ese dinero? Pues aún hay más: según la COP24, «en lo que respecta a la financiación, solo estamos a la mitad de los 10.000 millones que prometieron en 2010 los países desarrollados a los países más frágiles. Ahora bien, esta suma debe encontrarse y ser operativa a partir de 2020».
Es decir, solo se puede disponer de 50.000 millones en 10 años cuando cada año se evade UN BILLÓN de euros. ¿No les parece que algo no termina de cuadrar?
Asimismo, según la Comisión Europea (CE), la tasa impositiva sobre los beneficios de los colosos digitales en Europa —sin incluir el fraude— es del 9% de media, mientras que las familias modestas, las burguesas y las de la alta burguesía pagan mucho más… Por tanto, es vital que los países recuperen ese dinero escamoteado para financiar con él la transición ecológica desahogadamente, ayudar a los países en vías de desarrollo y provocar un cambio radical y rápido a nivel interno —mentalidad, comportamiento, modo de vida…— y externo (adaptación de amplios y variados ámbitos del planeta).
Finalmente, concluiré con algunas reflexiones del secretario general de la ONU, António Guterres, que deberíamos tener muy en cuenta:
«El cambio climático corre más rápido que nosotros (…) y podría ser una tragedia para el planeta».
«La voluntad política está ausente (…) cuando el cambio climático es el problema más importante al que se enfrenta la humanidad».
«La evolución es peor de lo que se preveía (…) y es, pues, absolutamente indispensable invertir la tendencia».
«Seguimos subvencionando las energías fósiles, lo cual no tiene ningún sentido».
«Para mucha gente, ya es una cuestión de vida o muerte; por lo tanto, resulta difícil comprender por qué nosotros, colectivamente, seguimos avanzando con tanta lentitud, e incluso en la dirección equivocada».
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1 Según el Parlamento Europeo: http://www.lefigaro.f/cojoncture/2017/11/20002-20171107ARTIFIG00163-les-chiffres-astronomiques-de-l-evasion-fiscale.php – 07/11/2017.
Pepa Úbeda
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