Colonialidad y revolución pasiva
“La pequeña burguesía ha perdido definitivamente toda esperanza de reconquistar una función productiva…trata de conservar de cualquier forma una posición de iniciativa histórica”. Gramsci, op. cit.
Antonio Gramsci nacido en Ales el 22 de enero de 1891, en la isla de Cerdeña, experimentó la colonialidad interna de Italia moderna, un gobierno nacional expoliador que con capital Turín era el polo de desarrollo capitalista de la monarquía constitucional que participó, sin mucho éxito en el reparto del mundo durante la I Guerra Mundial.
Este orden político burgués terrateniente moderno tardío, tenía una poderosa presencia del Vaticano en la sociedad civil, y un rey como jefe de Estado de la sociedad política italiana. Era resultado de un proceso unitario, sin reforma agraria ni tampoco urbana, con una burocracia de liberales masones, una intelectualidad pequeño burguesa que como grupo subalterno contribuyó a unir la península antes fracturada y dominada por diversas fuerzas políticas y luchas faccionales.
De un laboratorio de guerra interna y acuerdos nació el Estado nacional que consolidó un mercado interno a expensas de explotar más el sur poblado de campesinos pobres, medianeros y sin tierra en el periodo del Risorgimento,1848-1870.[3]
Esta confrontación política y social entre continentales e isleños, en el tránsito al capitalismo tomó el curso de una revolución pasiva,[4] en favor de los Moderados dirigidos por el conde Cavour (1810-1861) en concierto con la dinastía de los Saboya, contra el partido de la Acción dirigido por dos Giuseppe, Mazzini y Garibaldi, adalides de la república unitaria. Estos no fueron capaces de liderar las reformas sociales reclamadas por los de abajo, el campesinado parcelario de modo principal, la pequeña burguesía y los obreros.[5]
Así creció Gramsci, el joven nacionalista sardo, luego universitario en Turín, militante socialista con los obreros de la Fiat, y finalmente comunista, que sufrió cárcel, arrestado en noviembre de 1926, siendo secretario del partido, luego acusado, y condenado por el régimen fascista de Benito Mussolini en 1929. A pocos días de obtener su libertad, Gramsci murió en Roma el 27 de abril de 1937.
Ahondemos en el entendimiento de la revolución pasiva, categoría relevante para la comprensión de procesos políticos de los progresismos en América Latina. Gramsci la denominó una revolución desde arriba, porque no tiene participación activa de las masas. Los dirigentes son las elites burguesas y terratenientes, que gobiernan los grupos y clases subalternas.[6]
En lugar de la revolución jacobina radical, lo que hubo fueron compromisos entre las clases dominantes y sus intelectuales, quienes, a su turno como funcionarios de las superestructuras, organizadoras de la cultura y el sentido común cooptaron, transformaron y/o liquidaron la resistencia descabezando a los dirigentes y los grupos reformistas y revolucionarios que se conformaban en la lucha de clases.
El tardo fascismo y la “restauración” actual
“El fascismo ha sido la última “representación” ofrecida por la pequeña burguesía urbana en el teatro de la vida política nacional.” A. Gramsci, el pueblo de los simios, L´Ordine Nuovo, I, 2, 2/1/1921.
En este tránsito a la modernización burguesa sin reforma intelectual y moral,[7] se materializa una suerte de “revolución restauración”, teorizada por el político francés Edgar Quinet,1803-1875, estudioso de la revolución francesa y su Termidor. Gramsci acudió también a él para pensar esta singular “revolución” del capitalismo.
De 1918 en adelante, el Risorgimento desembocó en un nuevo fenómeno político, el Fascismo que se opone y combate las revoluciones proletarias en Europa Occidental, donde los obreros son trágicos protagonistas en la primera línea de hacer la revolución mundial. En Italia, il Duce Mussolini mediante la dictadura del partido fascista de masas, ejerció la violencia e impuso la forma ideológica totalitaria para dirigir la sociedad.
El fascismo y el nazismo fueron derrotados con millones de muertos y destrucción de ingente riqueza social en los teatros de la II guerra mundial. Sin embargo, al despuntar el tercer milenio, las corrientes neofascistas, nazis y supremasistas volvieron a mostrar la cabeza, y crecieron primero en Europa. Para expandirse como virus político por todo el planeta. Ahora invaden sus avanzadas el subcontinente americano con miles de publicistas que constituyen el que Gramsci llamara “el pueblo de los simios”, para recordar un famoso cuento de Rudyard Kipling, 1865-1936.
Así, esta reacción con disfraz dizque democrático a veces, o de modo abierto, gana el comando a los socialdemócratas y las coaliciones de liberales y cristianos conservadores. A aquella la fortalece la recesión/depresión del 2008, con centro expansivo en los Estados Unidos, luego del fracaso de la guerra en Afganistán y la costosa invasión de Iraq. Recesión que afecta a la UE que sigue sin recuperarse del colapso inducido por la quiebra de las hipotecas subprime, la pandemia del Covid19, la competencia china de su industria automotriz.
Esta oleada del tardo fascismo alcanza a América Latina para contener y combatir la sucesión de gobiernos progresistas que inicia el comandante Chávez en 1999. Sintomático es el caso actual de Javier Milei que continúa la contra ola reaccionaria que arrancó con Bolsonaro, siguió con Nayib Bukele.
Ahora, en su tercer momento, el humanismo nacionalista de Morena, que no progresismo gobierna México, con Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, mientras que Colombia al triunfo de Gustavo Petro y el Pacto Histórico se reclama progresista de izquierda, para contrastar con lo que sería el progresismo de centro en cabeza de un militante estudiantil de la izquierda chilena, Gabriel Boric opuesta a la fórmula de la concertación con los continuadores de la dictadura pinochetista.
Antonio Gramsci gana presencia y actualidad en este laboratorio. La reacción en Brasil, con Jair Bolsonaro, y Argentina con Javier Milei, lo censuran y responsabilizan de la “corrupción” de progresismos e izquierdas gobernantes. Estos denuncian que los comunistas y la izquierda influidas por la obra de Gramsci conquistaron la hegemonía cultural al tomarse las universidades, y convertir a la educación pública en sus trincheras y casamatas que le disputan ahora la dirección de la sociedad civil al bloque de poder dominante. Sin duda, es ésta una guerra de posición por la hegemonía cultural que busca un desenlace democrático en contra del sacrosanto capital y la propiedad privada que lo sustenta y retroalimenta.
Y Colombia, ¿qué?
En Colombia, es evidente que el gobierno de una tercera fuerza, conquistado por vía electoral, autodenominado progresista por el presidente Gustavo Petro, sufre descalificaciones de todo tipo por la derecha y la reacción tardo fascistoide, que no asume de manera abierta todavía la campaña de descrédito de la presencia de Gramsci.
Ahora bien, firmada la paz de 2016, el bloque de la guerra, no disuelto, sí está empeñado en la disputa por la hegemonía, es decir, tanto la dirección de la sociedad civil como en la reconquista del gobierno de la sociedad política, hoy en poder del progresismo ambientalista.
La campaña de 2026 es el banco de prueba, que tiene una ventaja para la reacción, probada en todos los eventos electorales que siguieron a la Constitución aprobada en 1991. En la medida en que el diseño institucional separa la elección presidencial de la correspondiente al poder legislativo, y la reforma política es bloqueada y sus más actuales contenidos son notablemente miopes de entender la urgencia estratégica de unir las elecciones para golpear el corazón del viejo y nuevo clientelismo, tanto local como regional.
Así las cosas, Gramsci sirve para caracterizar el momento actual, como una guerra de posición política, porque tensa las cuerdas entre la guerra y la democracia, mientras la nueva soberanía imperial, caracterizada así en la saga Imperio de Hardt & Negri, en el primer volumen publicado en el año 2000. Aquella hizo a un lado al imperialismo que Lenin caracterizó como la fase superior del capitalismo al comienzo del siglo pasado.[8]
Muerto Negri, coautor de la nueva teorización de la soberanía imperial que hace la guerra a la democracia subalterna, tiene prueba ahora que se juntan Trump y Putin en la punta de la pirámide de la dominación, en un propósito, reorganizar el mundo madurando la era del imperio, con la intención de someter a los estados en rebeldía. Eso sí, con el necesario contrafuerte de China que impide pensar en una repetición de la lógica de la guerra fría, fenecida con el derrumbe de la Unión Soviética.
En esta interlocución, más allá de Gramsci, ayudó Antonio Negri estudioso del imperio que reemplaza al imperialismo de Lenin con el gobierno mixto del mundo. Él mismo descubre la presencia protagónica de la multitud, que, sin embargo, experimenta ejercicios como democracia subalterna en el diapasón de los progresismos en América Latina. Mientras tanto, en Europa hay “recuperaciones” de lo común, que rompen la pareja privado público impuesta por el capitalismo depredador de los bienes comunes.[9]
También lo hace Foucault, lúcido proponente de la sociedad de control y la biopolítica para desentrañar el misterio del retorno neoliberal del capital, en la disección del entramado molecular y capilar de las superestructuras complejas del Estado ampliado cuando la sociedad civil latinoamericana se pobló de ciudadanos consumidores.
En paralelo, la sociedad está siendo subsumida, engullida por el capital en procura de rentas que posibiliten recuperar la productividad perdida en una onda larga de caída de la tasa de ganancia que marcó la crisis del petróleo en el ya lejano 1973. Entonces Samuel Hungtinton “denunciaba” a gritos el exceso de democracia como el causante de la crisis de gobernabilidad que dañaba a las democracias liberales de la posguerra. Para concluir unos años después en anunciar la “guerra de las civilizaciones” en un reencauche de las tesis de Oswaldo Spengler.
Los eventos del pasado XX Seminario, y los que cubrirán el primer semestre de este año, abren el ciclo extendido de deliberación y debate promovido por nuestro Seminario a lo largo de todo el año 2025. Así, éste se continuará con el IV Taller Escuela de la Red de Estudios Gramscianos en La Habana; una nueva edición del Foro Palabra y Acción, y se ampliará con nuestra participación en la Conferencia de Teoría Social organizada por Clacso en Bogotá.
Estas reflexiones, a la vez que perfilan los escenarios principales de disputa colectiva con el bloque de la guerra en Colombia, de cara al año 2026. Contribuyen buscan acelerar el desenlace de la crisis de hegemonía en beneficio de la democracia subalterna que tiene a la vista dos frentes, como pilares de una marcha hacia la paz democrática, por demás preñada de dificultades y entrampamientos por parte del llamado “partido del orden”.
Uno es procurar con ahínco el desmonte del régimen para presidencial colombiano que se resiste a morir a través de una fórmula reaccionaria específica, el tardo-fascismo, que a toda costa torpedea el avance de la paz con el bloqueo a más no poder de las reformas sociales en curso, acudiendo al descrédito vía medios de comunicación y propaganda en lugar del rigor informativo.
Dos, conseguir un triunfo electoral que exige construir una suerte de partido movimiento, que hoy por hoy tiene dos polos de articulación, el nuevo partido que se llamará también Pacto Histórico, y el bloque de los Unitarios que insisten en que no se sacrifique la pluralidad.
Más aún, la tarea de ambos polos es co-organizar a la multitud subalterna para, primero que todo, recuperar con ella la iniciativa socio-política,[10] y ganar el terreno perdido en las pasadas elecciones regionales. Toda vez que éstas le revelaron a la dirección del Pacto Histórico el equivocado modo de confrontar a la alianza estratégica entre reacción y derecha perdiendo la mayoría de puestos de comando regional y local.
Ahora se trata de quebrar la reforzada alianza del clientelismo y el neo clientelismo que desde las principales ciudades se esfuerza por anudar a su red a las principales regiones, las que por productividad económica y, sobre todo, volumen de votantes podrán garantizarle el retorno al gobierno.
En resumen, urge profundizar en el conocimiento y la transformación en curso del sentido común todavía dominado por el “evangelio” neoliberal en connubio con las alas más retrógradas de las iglesias tradicionales. Al respecto, se trata de impulsar la tantas veces interrumpida reforma intelectual y moral, descubriendo el núcleo de buen sentido que anida en la vida cotidiana de los grupos y clases subalterna.
Para ello tiene como uno de sus principales propulsores a una prometida reforma educativa radical. Una que por vía de una constituyente universitaria y popular garantice el desarrollo del derecho a la educación a todos los niveles, borrándola de la lista de los privilegios que están por abolirse desde la fundación de la república oligárquica.
Esta reforma será la punta de lanza de la aplazada reforma intelectual y moral, que haga la catarsis de la vigorosa avanzada económica de un nuevo frente rural-urbano en el último trayecto del gobierno del Pacto Histórico y el relanzado Frente Amplio que condujo a una audaz recomposición el equipo de gobierno para que las reformas estancadas lleguen a feliz puerto.
Es también la lucha cívica en las trincheras de la sociedad civil, en la búsqueda de un final feliz del remezón producido por el intempestivo consejo de ministros que, por lo pronto, rompió todos los índices de audiencia televisiva conocidos amplificando el síntoma de una crisis que tienen que ser resuelta para parar el avance del tardo-fascismo que muestra sus orejas.
_______________________
[1] A cargo del Grupo Presidencialismo y Participación, y la IGS Colombia, con el apoyo académico y político de la Red de Estudios Gramscianos
[2] Habrá aproximaciones y relaciones con la obra de Vladimir I. Lenin, Antonio Negri, Michel Foucaul, Orlando Fals Borda y Estanislao Zuleta, durante las jornadas del Seminario, 24-27 de febrero.
[3] El Risorgimento guarda notables parecidos con la Regeneración colombiana de Rafael Núñez y Miguel A. Caro, por lo que agrupaciones políticas como la URS fueron movidas al estudio de Gramsci como guía de acción renovadora en la década de los 70.
[4] Revolución pasiva es una categoría de uso recurrente en el siglo XXI. Los analistas gramscianos la usan en diferentes procesos políticos en sociedades que hacen tránsito al capitalismo de manera tardía, o experimentan reformas sin una revolución social. En particular, América Latina es un laboratorio de prueba de su validez en el tránsito del siglo XX al XXI.
La genealogía de este concepto nos lleva hasta los escritos del historiador Vincenzo Cuoco, un político napolitano que participó del fugaz periodo de la República Partenopea/Napolitana (1799), quien derrotado tuvo que exiliarse. Al estudiar la historia de Risorgimento italiano, Gramsci redefinió tal categoría, y la utilizó para caracterizar nuevos fenómenos como el fascismo, el fordismo, sobre los que escribió en sus Cuadernos de la Cárcel, 1929-1935.
[5] Al respecto, Antonio Gramsci escribió uno de varios ensayos, Algunos temas de la cuestión meridional (1926), que es un texto bisagra entre el periodo pre carcelario y el que se plasma en los Cuadernos, los borradores de una gran obra que quedó abierta con todo y su riqueza conceptual y brío literario.
[6] En su fase inaugural correspondió a la época de las revoluciones burguesas tardías, frustradas por la carencia de reformas sociales fundamentales.
[7] En otros términos, sin revolución cultural, o modernismo. Al respecto consultar a Marshall Berman, y su libro Todo lo sólido se disuelve en el aire.
[8] El sociólogo argentino Atilio Borón, y no solamente él, se opuso a tal caracterización en el ensayo Imperio & Imperialismo en un ensayo publicado por Clacso que llegó a cinco ediciones; y fue premiado por Casa de las Américas. En vida, Antonio Negri leyó el conjunto de críticas que contenía el escrito, y comentó que su autor estaba equivocado, sbagliato, fue la expresión. Se frustró la oportunidad de tener a los dos presentes en el marco del Seminario Internacional Gramsci años atrás.
[9] Es lo que comentó el equipo de intelectuales presidido por Michael Hardt y Sandro Mezzadra que estuvieron en la Universidad Nacional en la precuela del XX Seminario Internacional Gramsci.
[10] Multitud que mostró un cambio en el sentido común dominante, cuando el día del estallido social movilizó a más de 7 millones de colombianos de las periferias deprimidas y explotadas de las grandes ciudades de Colombia con tres centros de expansión, Cali, Bogotá y Medellín.
Miguel Ángel Herrera Zgaib, PhD
Foto tomada de: Clarin.com