Después de una corta pero productiva luna de miel en la que se aprobaron iniciativas provenientes del ejecutivo, en particular la reforma tributaria más ambiciosa del país, el mismo presidente de la República dio por terminada la coalición de gobierno que había conformado con los partidos tradicionales lo que lo condujo a adoptar la estrategia del voto a voto para aprobar la reforma del sistema de salud en la Comisión VII de la Cámara, pasando por encima de la autoridad de los partidos.
El 20 de julio se dará inicio a una nueva legislatura y los líderes de los partidos tradicionales que tomaron distancia con el Gobierno, aduciendo que sus voces no fueron escuchadas cuando se discutió el proyecto de salud, han comenzado a fraguar la posibilidad de aliarse para frenar o impedir las reformas de Gustavo Petro, mientras el Gobierno se propone reconstruir su coalición, consciente como es de que su representación en el Congreso no le da para ejercer como Gobierno de partido.
La oferta del Gobierno a los liberales, los conservadores y el partido de la U se sustenta en la instalación de mesas técnicas las cuales abren una puerta a una moderación del contenido de las reformas. Del lado de la derecha liderada por Germán Vargas Lleras el propósito es organizar una coalición de oposición que recoja los partidos de la clase política tradicional y todas las colectividades del establecimiento con el argumento de evitar una catástrofe y, de paso, aclimatar su posible candidatura presidencial.
La intención de la derecha recalcitrante es apuntalar el statu quo, pasando por alto que la mayoría de los colombianos desea un cambio en sus condiciones de vida. Consciente de esta realidad, el expresidente César Gaviria también ha venido trabajando en la constitución de una nueva coalición que morigere, pero no se oponga a las reformas. De hecho, ha invitado a dialogar tanto al Partido Conservador como al de la U y al mismo Centro Democrático para definir el futuro de las reformas sociales que cursan en el Congreso.
Además de las divisiones e intereses cruzados en los partidos políticos que no permiten pensar en la constitución de dos coaliciones que se opongan frontalmente en el Congreso, un dato que no puede ser pasado por alto para la comprensión de la constitución de una posible alianza como la propone Vargas Lleras – y al que toca dedicarle especial atención – es la celebración de las elecciones regionales en octubre las cuales van a concentrar la atención de los congresistas y en la que los acuerdos con los clanes regionales serán decisivos para tomar decisiones. Un caso del que ya se habla es la alianza de Cambio Radical con el clan Char que arrinconará al voto de los seguidores de Petro en el Caribe.
Gustavo Petro ha tenido que lidiar con la renuncia de colaboradores cercanos en circunstancias oscuras y ha abandonado la idea de darle vida a un acuerdo nacional, rodeándose de una guardia pretoriana de personas cercanas a él, aferrándose a sus ideas y haciendo oídos sordos a sus contradictores, pero si quiere avanzar por la ruta del cambio tendrá que hacer concesiones. Intentó pasar por encima de los partidos haciendo un llamado a la movilización de sus seguidores, pero comprobó que las calles no solamente le pertenecen al Pacto Histórico a la vez que también hay opositores a las reformas tal como las ha planteado dentro de su colectividad.
Contrariamente a lo que piensa Vargas Lleras, no se está despertando un entusiasmo nacional para conformar una nueva coalición de oposición en el Congreso, pero las reformas sociales del Gobierno tampoco tienen un futuro asegurado. El diálogo, es decir, la discusión reflexiva y no la imposición o la estigmatización del otro es la vía para llegar a acuerdos sobre las reformas posibles y necesarias que requiere el país.
Rubén Sánchez David
Foto tomada de: W Radio
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