Personaje paradojal. Surge a mediados del XX, siglo marcado por el antagonismo entre ideales políticos que, tras la revolución bolchevique, se ponen en tensión en el mundo, y se mantendrán hasta después de la caída del muro de Berlín. Alemán de nacimiento, emigró a Norteamérica luego de que su familia sufriera el terror nazi, pero después no tuvo reparos para implementar métodos nazis en la política exterior, e interior, de Estados Unidos. Historiador de profesión, miope, bajo de estatura, regordete e inseguro, parecía destinado a medrar el poder desde la semipenumbra: melindroso en la adulación y ágil para la traición: Sumo sacerdote de la intriga. Desde muy joven se vinculó a la política exterior norteamericana, bajo el signo de la posguerra, enarbolando la divisa “el comunismo es mayor enemigo que el fascismo”, él deviene en emblema de la Guerra Fría.
A pesar de su deficiente dicción y el acento extranjero, su astucia lo llevó a rondar la Casa Blanca: Asesoró a doce presidentes de Estados Unidos, de J. F. Kennedy a Joe Biden, llegando a convertirse en eminencia gris del gobierno de Richard Nixon. Su influencia durante este período en los destinos del mundo lo hará por siempre recordado. Aunque era un binomio en el poder (se conocía como el gobierno Nixon – Kissinger), mientras la figura de Nixon se desplomaba, la de su asesor de Seguridad Nacional y secretario de Estado, Henry Kissinger, se proyectaba más y más en los destinos imperiales de EEUU. Nixon salió por la puerta de atrás de la Casa Blanca, y Kissinger permaneció en ella, con Gerald Ford.
Su aporte a la política norteamericana, fue borrar los ideales liberales que fundamentaron ese Estado, de modo que cualquier beneficio inmediato primara sobre el respeto a la democracia, a los Derechos Humanos, a la separación de poderes, o a la justicia. De su cosecha van los ataques ilegales a Cuba socialista; las mayores atrocidades de EEUU en la guerra de Vietnam, y tres millones de muertos que Kissinger hubiera podido evitar; hizo bombardear “todo lo que volara o se moviera” en Camboya, un país que no estaba en guerra, con el asesinato de al menos 50.000 civiles. Cuando el ejército de Pakistán estaba cometiendo un genocidio sobre lo que hoy es Birmania, no sólo se rehusó a detener la matanza, sino que apoyó con armas y cazabombarderos a los genocidas, cerca de 300.000 personas fueron asesinadas, y diez millones terminaron refugiadas en India. Siendo Ford presidente, apoyaron la invasión de Indonesia a Timor Oriental, con gobierno de izquierda, el resultado rondó los cien mil muertos, a balazos unos, otros de hambre. En América propició la destrucción de las democracias de sur y Centroamérica, e inició con el Plan Cóndor la edad de terror del cono sur promoviendo dictaduras, exterminios políticos, atentados personales, torturas, y un extenso repertorio de violaciones a los Derechos Humanos, con la desaparición forzada como logro mayor. Diseñó, financió, y dirigió el derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende, apadrinando un gobierno fascista que dejó cerca de cuarenta mil víctimas.
Esa cosecha de atrocidades queda incompleta, porque su campo de acción era toda la tierra, en especial lo países más periféricos, cuyo destino tan a nadie interesa que ni sus vivos ni sus muertos cuentan. Lo relevante del cometido Kissinger fue introducir la llamada Realpolitik, política realista, en la diplomacia estadounidense. Tal doctrina de origen milenario, fue nombrada así a fines del siglo XIX, gira sobre la premisa de la Razón de Estado: El Estado debe sacar provecho, aunque viole los principios que ese Estado jura defender. En el caso norteamericano se trataba de mantener la supremacía política, económica y militar, aún sacrificando los ideales democráticos. Bromeaba afirmando: “Lo ilegal lo hacemos inmediatamente, lo constitucional tarda un poco más”.
El fundamento de la Realpolitik es el equilibrio de poder, el cual resume Kautilya, autor de la India del siglo I: “Cuando uno es inferior al enemigo debe hacer la paz. Cuando uno es poderoso hay que hacer la guerra. Si estimamos que el enemigo no puede perjudicarnos mejor es quedarse quieto”. Así, Kissinger diseñó la Pax Americana, versión del precepto del imperio romano: Si quieres la paz prepárate para la guerra (Pax Romana).
Partidario del chantaje nuclear, proponía la guerra nuclear limitada, a una pequeña región, como mecanismo para mantener la supremacía norteamericana. La paz nunca fue un ideal para este personaje ambicioso y avaro, que en la cumbre de su poderío era inquilino en un estrecho apartamento en Washington, con un par de pequeñas camas, y sumo desorden. Se hacía fotografiar del brazo de modelos y actrices, para declarar: “El poder es el mayor afrodisiaco”. Henry Kissinger solía citar a Goethe afirmando que, si le dieran a elegir entre justicia y orden, igual al escritor alemán, él elegiría el orden.
Este erudito ambicioso, sucesor en propiedad de Maquiavelo, de Richelieu, de Theodore Roosevelt, también dio los primeros pasos para detener la carrera armamentista, y superar la guerra fría, acercando las diplomacias de China, y de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, luego Federación Rusa. Se atribuyó la disminución de la capacidad militar rusa, aunque llamaba a no subestimar a Vladimir Putin, ya que le preocupaba el afán de éste de restaurar el antiguo territorio soviético.
Barack Obama, que veía en la gestión de Kissinger un fracaso, afirmó antes de abandonar su presidencia que había gastado buena parte de su mandato tratando de reparar el daño de esa gestión: “Lanzamos más artillería sobre Camboya y Laos que sobre Europa en la Segunda Guerra Mundial y, sin embargo, en última instancia, Nixon se retiró, Kissinger se fue a París, y todo lo que dejamos atrás fue caos, matanzas y gobiernos autoritarios que al fin, con el tiempo, han salido de ese infierno”. “¿De qué forma promovió nuestros intereses esa estrategia?” Interrogaba el mandatario.
Sin embargo, al momento de su muerte un presidente del Partido Demócrata está atrapado en una guerra contra Rusia en Ucrania, aliado a unos fascistas que dieron un golpe de Estado, cerraron el congreso, ilegalizaron los partidos, y los sindicatos; y está en complicidad con el Estado terrorista de Israel cometiendo un genocidio contra el pueblo palestino. Por todo esto puede esperarse que la sombra de Henry Kissinger se proyecte espectral sobre la política norteamericana, que corre, sin poderse detener, hacia el abismo de una guerra mundial.
Cuando su inspirador el cardenal Richelieu falleció, tras una vida de jugarretas sin escrúpulos por razones de Estado, el pueblo francés le compuso un ingenioso epitafio, y dado que el establecimiento no dejó que se pusiera en su tumba, cambiando cardenal por diplomático se puede reciclar para su discípulo Henry Kissinger:
“Aquí yace el gran diplomático que hizo mucho bien y mucho mal: El bien lo hizo siempre mal, y el mal lo hizo siempre bien”.
José Darío Castrillón Orozco
Foto tomada de: BBC
Antonio Mazo says
Y eso que faltan datos de otros municipios, tenía los zapatos rotos, engendro del mal.
Hernan Pizarro says
Personajes nefastos que dejan una estela de muerte y corrupción a su paso. Quedarán en la historia en el sitio que les corresponde: el olvido. Ojalá Dante se pudiera ocupar de dejarlo en el lugar preciso entre los 33 primeros versos de la Divina Comedia.