El video del criminal desenlace, filmado por una mujer negra que presenció el crimen, se hizo viral en los Estados Unidos y el mundo. Las multitudes se tomaron las calles reclamando justicia y castigo para los asesinos, exigían que los cuatro policías fueran arrestados y judicializados por asesinato. El diagnóstico forense de la fiscalía del Estado de Minnesota, señaló que no había razones que indicaran que la víctima hubiera muerto por asfixia. Tal actitud de favorecimiento a los asesinos enfureció a la población y las protestas multitudinarias se extendieron a lo largo y ancho del país, en las que retumbaban al unísono millones de voces repitiendo el clamor de George Floyd para que lo dejaran vivir: ¡I can´t breathe! ¡I can´t breathe! ¡I can´t breathe”! …
Las protestas pacíficas derivaron en enfrentamientos violentos en casi todas las ciudades, provocados, según voces de los manifestantes, por la policía y miembros de civil de la misma infiltrados. La situación se ha tornado cada día más violenta, patrullas policiales incendiadas, sedes policiales ardieron, establecimientos comerciales saqueados y quemados, las fuerzas policiales arremetieron con sus patrullas contra las multitudes, por lo menos un joven civil y un policía resultaron muertos y más de cuatro mil manifestantes presos. Era tal el grado de violencia que uno de los conocidos noticieros internacionales abrió las noticias con el titular “Estados Unidos en llamas”.
El gobierno, en intento de calmar los ánimos, anunció que los cuatro policías habían sido separados de sus cargos, la indignación creció; el diagnóstico de un forense independiente, contratado por la familia del George Floyd, señaló que su muerte fue causada por asfixia; el gobierno anunció la destitución y arresto del policía que asfixió a la víctima, mientras los otros tres se mantenían “sueltos y en la calle” denunció la población que continuaba en la protesta, el clamor de que los cuatro policías fueran arrestados y sometidos a juicio, se generalizó.
La indignación creció entre las multitudes y en 8 días consecutivos de protestas, el pueblo norteamericano es protagonista, de la más grande ola de movilizaciones de los últimos 52 años, desde el asesinato de Martin Luther King junior en 1968. El presidente Trump, en respuesta a la creciente movilización popular, en una clara incitación a la violencia, publicó un Twitter, en el que reprodujo la frase expresada por un policía de extrema derecha en Miami de 1960 “Al vandalismo se responde con disparos”; luego, declaró que ““en los últimos días nuestra nación ha sido tomada por anarquistas profesionales, turbas violentas, incendiarios, saqueadores, criminales, inadaptados, ANTIFA (anti fascistas) y otros” y los acusó de terroristas.
Procedió a decretar el toque de queda en todo el territorio de la Nación, a partir de las 7 pm y anunció que estaba “movilizando todos los recursos Federales disponibles, tanto civiles como militares, para detener los disturbios y los saqueos, para poner fin a la destrucción y los incendios y para proteger la seguridad de todos los estadounidenses” Trump dijo que invocaría la Ley de insurrección de 1807, que no se invocaba desde el asesinato de Martin Luther King, la cual permite poner en las calles al ejército, y exigió a gobernadores “desplegar la guardia nacional para dominar las calles y aplastar la violencia”.
Dicho recurso que sería utilizado por primera vez en los 164 años que tiene de creada dicha fuerza (1856), motivó que el candidato demócrata Joe Biden, calificara a Trump de ser parte del problema con su talante fascista y dijo que la anunciada medida sería como “declararle la guerra al pueblo norteamericano”, pero no hay que olvidar que el partido demócrata también es parte del problema, porque han contribuido a la institucionalización del racismo, del estado policial y la militarización de la protesta social, lo cual lo inhabilita moralmente para formar parte de la solución. Biden se limitó a dar una respuesta electoral.
En réplica a las acusaciones y las medidas adoptadas por el presidente, una joven activista de Minneapolis le respondió en un discurso ante la multitud movilizada, “Cuando la juventud y otros que están frustrados e incitados por personas a las que ustedes están pagando, a los instigadores, para que estén por ahí entre nuestra gente tirando piedras, partiendo vidrios y quemando edificios. Así que los jóvenes están contestando, están enfurecidos y hay solo una manera fácil para pararlo, detener los policías, imputar a los policías, imputarlos a todos los policías, No solo algunos, no solo aquí en Minneapolis, impútenlos en todas las ciudades en todos los Estados Unidos de América”.
Además, en clara advertencia de que la lucha va más allá del asesinato de Floyd, agregó que “la tierra de los libres para todos no lo ha sido para los negros y estamos cansados. No nos hablen sobre los saqueos, son ustedes los que nos han saqueado, Estados Unidos ha saqueado a los negros, a los pueblos indígenas cuando llegaron aquí por primera vez. Así que, saquear es lo que hacen ustedes, lo aprendimos de ustedes. Aprendimos la violencia de Ustedes, así que ustedes quieren que hagamos lo correcto, pues ¡carajo! Hagan lo correcto ustedes” (Activista on Floyd death). Es indudable que los asesinatos recurrentes de ciudadanos y ciudadanas afro-americanos a manos de la policía estatal, son verdaderos crímenes de Estado y como tal deben ser rechazados.
Esta portentosa movilización, que sacude los cimientos del país más poderoso y opresor de los pueblos del mundo, ha desafiado el toque de queda y las amenazas terroristas del presidente, manifestantes hicieron barricadas en Minneapolis para enfrentar la fuerza pública y el pasado domingo 31 las protestas llegaron a la Casa Blanca, Trump tuvo que resguardarse en un bunker de seguridad. La amenaza de militarización enardeció la resistencia y las movilizaciones crecieron en todo el país, las manifestaciones multitudinarias se extendieron a más de 250 ciudades; el martes 2 de junio, en un claro desafío a las amenazas de militarización del presidente, más de cien mil personas volvieron a rodear pacíficamente la casa blanca.
Si bien es cierto, que las manifestaciones se iniciaron como respuesta inmediata al asesinato de George Floyd, para exigir justicia y castigo para los asesinos policías blancos, según el profesor universitario de filosofía y analista político, Fred Mills, “luego evolucionó en manifestaciones multirraciales por todo el país, quemaron estación de policía y el palacio de justicia atacando instituciones símbolos de control social, de racismo institucionalizado” y agregó que “El Estado está en una crisis de legitimidad y tiene dos opciones, más coerción, violencia y represión, o ceder a las demandas y al clamor por la justicia y comenzar un proceso de reforma, o ir más allá, iniciar un proceso de transformación de las instituciones que son sistemáticamente discriminatorias y racistas”. Pero advierte que “la administración de Donald Trump está optando por más coerción en vez de comprensión y eso es muy peligroso porque en el otro lado los manifestantes han perdido su temor y este clamor por la justicia no se puede reprimir tan fácilmente”.
Advirtió el profesor, que “las manifestaciones se iniciaron espontáneas, pero ya está comenzando la convergencia de organizaciones progresistas de izquierda que quieren defender la vida, humanistas, se va formando muy lentamente una coalición, un liderazgo que viene desde abajo, desde las comunidades más afectadas; la meta es acompañar el liderazgo de la comunidad afro y apoyar la lucha para abogar por un orden más justo”. También resurgieron voces del antiguo movimiento por los derechos civiles, no solo de afros sino de la población civil que sale a las calles a decir ¡Ya basta de injusticias!, ¡ya basta de xenofobia!
Lo que evidencia este sorprendente estallido social, es la crisis profunda que sacude a la potencia mas poderosa del mundo, ha salido a flote el malestar generalizado contra cuatrocientos años de racismo, siempre con el estigma del tenebroso Ku Klux Klan presente, represión, discriminación y opresión de la comunidad afro-americana, la xenofobia, brutalidad de la institucionalidad policial, la persecución y expulsión de inmigrantes latinos y la separación de niños y niñas de sus padres, para encerrarlos en verdaderas jaulas. Prácticas institucionalizadas por el régimen bipartidista, pero que han sido llevadas al extremo por el gobierno abiertamente fascista, supremacista y racista de Donald Trump.
Pero es también la respuesta del pueblo norteamericano a la recesión económica, agravada con la pandemia del Covid-19, que golpea principalmente a las comunidades negra y latina y a las clases trabajadoras, el contagio se acerca a los dos millones, los muertos casi 110.000, de los cuales mas del 80% son negros y latinos, principalmente vinculados a trabajos de servicios sanitarios, más de 100 millones de personas, la mayoría negras y latinos, carecen de seguro de salud, 40 millones perdieron el empleo y reclaman el seguro de desempleo, 40 millones o mas viven en la miseria y a duras penas consumen una ración de alimentos diarios se vive un proceso de tercer-mundialización de una buena parte de la población de la estrella polar.
La situación se salió de las manos de un presidente incapaz, más preocupado por gobernar para los intereses del capital financiero y de la opulenta minoría blanca; así como, por mantener a los EE. UU, a sangre y fuego, como hegemón del mundo, que por resolver a los acuciantes problemas de las empobrecidas mayorías de su propia población. El gobierno de Trump ha perdido toda legitimidad; pero, es evidente que la primera potencia militar y decadente imperio económico y político del mundo, ha empezado a descomponerse, esta vez desde sus propias entrañas.
José Arnulfo Bayona, miembro de la Red Socialista de Colombia
Foto tomada de: 20minutos.es/
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