Los hechos se atropellan y no dan tiempo de asimilar la avalancha de noticias que se acumulan en la mente, mezcladas con altas dosis de propaganda política, calumnias, escándalos, verdades a medias y comportamientos ridículos.
En las últimas semanas la sociedad colombiana ha asistido a burdos intentos por deslegitimar la justicia y entrabar el sistema de pesos y balances que en cualquier democracia limita el alcance incontrolado de cualquiera de las ramas del poder, al ritmo de declaraciones delirantes y anuncios que auguran trastornos por venir.
Tal como se esperaba, el caso Uribe pasó de la Corte Suprema de Justicia a la Fiscalía General de la Nación, pero el fiscal Gabriel Jaimes Durán, encargado de la investigación por soborno y fraude procesal decidió que los hechos que en la Corte eran investigados por el viejo código penal tenían que ser llevados bajo las normas del nuevo sistema penal acusatorio y rechazó la petición de la defensa de Uribe Vélez de concederle la libertad, dado que de acuerdo con la legislación vigente solo los jueces pueden revocar medidas de aseguramiento. Obviamente, estos hechos desataron una nueva ola de acusaciones al aparato de justicia y dieron pie a nuevas acciones a favor del detenido quien no cesa sus ataques para acabar con la Corte, no solo en Colombia sino también en el exterior.
Valiéndose de una estrategia de desprestigio que ha rendido frutos en otras ocasiones, el acusado pasa a ser víctima; se escudriña la vida de los magistrados y se los acusa de estar al servicio de la mafia, al igual que los miembros de la oposición, mientras se contratan los servicios de lobistas expertos en campañas de desprestigio como la firma estadounidense de cabildeo contratada por 40.000 dólares mensuales.
Entre las acciones emprendidas por los fieles adeptos del más ilustre de los privados de la libertad en Colombia sobresale por su alto grado de ridiculez la carta enviada por Luigi Echeverri, asesor del Gobierno y ex gerente de campaña del presidente Duque quien envió una carta al Director del diario El País de España cuestionando a dicho medio de comunicación por haber realizado una entrevista al senador Iván Cepeda, titulada “Uribe ha desplegado inmensos esfuerzos para obstruir la labor de la justicia”.
En su carta, que sobrepasa los límites de la cursilería al censurar El País, Echeverri escribe cosas como “La mala no es la coca, la maldad es del hombre que la alcaliniza. La perversidad radica en la organización criminal que se nutre a cuenta de la destrucción de la selva tropical húmeda, de la biodiversisdad del planeta, de la mente de millones de adolescentes que aún no están capacitados para hacer la elección libre de como forjar su carácter y tomar las decisiones de vida que más les convienen, y sin duda la destrucción de los valores democráticos que conforman un buen pacto social.
Esas organizaciones criminales señor director son las que representa el Senador colombiano, sus aliados narcoterroristas activos del crimen organizado y sus aliados políticos sin escrúpulos como el dictador venezolano, la dictadura esclavista instalada en Cuba desde hace más de 60años y sus aliados en la política europea y en los movimientos de extrema izquierda que validan el narcotráfico como forma de financiación del terrorismo global.
Ese es el caso de la satanización sistemática en los medios del campeón de la defensa de la democracia latinoamericana encarnado en la figura de Uribe … No es democrático darles vitrina mediática a las fuerzas parlamentarias del narcoterrorismo … El caso de la infamia de la justicia contra el expresidente Uribe tiene una trascendencia mucho mayor de lo que la gente imagina en un mundo globalizado … Publicar los engaños de personajes como los que fueron actores del fallido proceso de Paz de Santos y las FARC que descuartizó el equilibrio de poderes en Colombia, es sin duda una falta grave en materia de curaduría ética e intelectual”.
Y mientras circulan documentos de este tenor que configuran un enemigo para azuzar el odio y el miedo, el Gobierno concentra poderes e impulsa la constitución de un hiperpresidencialismo al amparo de la pandemia que brinda una excusa a la ausencia de control político proveniente de un Congreso más preocupado de conservar sus privilegios que del futuro del país y permite que el Ejecutivo teja lazos directos con los organismos de control donde ha colocado adeptos suyos, eximiendo de responsabilidad a otros poderes públicos.
Poco a poco el Gobierno ha extendido su poder asumiendo el control de la burocracia y centralizando las decisiones más importantes sin por ello hacer más presencia en las regiones donde los poderes locales perduran sin cambiar las dinámicas que han permitido la reproducción de las relaciones de dominación tradicionales.
La alarmante concentración del poder ejecutivo ha sido denunciada por organizaciones como Transparencia Internacional y decenas de organizaciones sociales que califican de desgobierno la gestión del presidente la cual califican de “práctica de gobernabilidad corporativa” pues “lo público ha sido capturado con el fin de facilitar el lucro privado” mientras se incrementa el autoritarismo y se reanima la guerra.
La polarización de la sociedad colombiana se mantiene incólume y tal vez hoy más que nunca cobra vigencia lo que opinó Hermann Goering en Nuremberg cuando le preguntaron cómo había hecho el nazismo para doblegar la voluntad de los alemanes, a lo que contestó que era muy fácil y no tenía nada que ver con el nazismo sino con la naturaleza humana. “El mismo resultado se puede lograr con un régimen nazi, socialista, comunista o democrático. Lo único que necesita el Gobierno para convertir al pueblo en esclavos es miedo. Encuentre algo que le infunda miedo y hará de él lo que quiera”.
Rubén Sánchez David, Profesor Universidad del Rosario
Foto tomada de: Diario del Sur
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