En 1995, el equipo del WRI, World Resources Institute, sugirió que los impuestos o tasas verdes pueden trabajar por el ambiente y la economía al mismo tiempo y recomendó su uso como cargos a la contaminación, a los residuos y a la congestión; la sustitución de impuestos existentes al trabajo o la creatividad por tasas o impuestos verdes que castiguen la contaminación y el deterioro ambiental, no sólo resultaría en un ambiente más limpio sino también reduciría los desincentivos económicos de los impuestos existentes, por lo cual contribuiría a fortalecer la economía. La preocupación por la pérdida de empleos y de competitividad de la industria norteamericana por la mayor exigencia ambiental, que manifestaban insistentemente los industriales y empresarios, resultó realmente en el aumento de empleos más calificados y en mayores exportaciones, porque la innovación para disminuir emisiones permitió optimizaciones productivas, generó otras actividades y el mundo demandó más productos y experticia de USA. Algunas empresas se quebraron, pero de todos modos les hubiera pasado.
El problema ambiental es muy serio y no lo hemos dimensionado en su dimensión real; El profesor Shindell, de la excelente Universidad de Duke, North Carolina, -en la que estudió economía e historia nuestro alcalde de Bogotá-, demuestra que mientras que el galón de combustible fósil cuesta al usuario privado alrededor de U$2,0 dólares ( e incluso más bajo), el costo social y ambiental que asume la sociedad por las emisiones de todos los gases y partículas, que se convierten en daños a la salud, ocasionan muertes, riesgo de muerte prematura o enfermedad, días sin trabajar o estudiar, altos gastos médicos y en medicinas, menor producción agrícola, más altos costos de seguros de inundación y eventos climáticos, sin contar los daños a los ecosistemas naturales, resultan en U$3,80 si es gasolina y en U$4,80 si es diésel. Es decir, que la sociedad paga mucho más que lo que paga el privado que lo aprovecha. El profesor Shindell afirma que “estamos tomando decisiones basados en costos equivocados “; esa es la verdadera razón de los impuestos verdes, corregir una enorme falla del mercado y del Estado. El “Índice de Progreso Genuino” (IPG)que reta profundamente al PIB como medida del desarrollo , incluye el trabajo voluntario, el doméstico y de cuidado de los niños en los hogares, el aporte de las vías públicas, así como el deterioro de la calidad del agua, del aire, de los suelos agrícolas, la pérdida de humedales, de cobertura vegetal y otros más, fue calculado en 2007 en Estados Unidos y se encontró que mientras que el PIB resultaría alrededor de 10.5 trillones de dólares, el IPG resultó en alrededor de 4.4 trillones; esa es la verdadera contabilidad nacional; esas son las cuentas reales de la sustentabilidad. No es creación de riqueza artificial acabando con la riqueza natural que en la sociedad se mantiene y progresa.
La investigación, la ciencia y la tecnología, nos brindan cada día más y mejor información sobre los costos reales para la sociedad de nuestras decisiones tecnológicas y empresariales y sobre todo, innovaciones para cambiar las que generan tan altas “externalidades” negativas. Colciencias, en 2013 propuso y preparó en compañía del Ministerio de Hacienda, un documento de soporte para la decisión de incorporar los impuestos verdes en la perspectiva de su inversión en estrategias innovadoras, en vez de medidas curativas y paliativas; en el desarrollo de vehículos y movilidad eléctrica; en promover el ahorro y uso eficiente de energía; en avanzar en la “transición energética” en la cual el mundo nos lleva ventaja y en el cambio de un país que usa sus mejores tierras agrícolas y de vocación forestal en ganadería extensiva por sistemas silvopastoriles como mejor opción para la ganadería más sustentable. La región Caribe debe ser la primera que se convierte. Igualmente, para rediseñar las ciudades para que no se necesite tanta movilidad urbana diaria, que además le roba tanto tiempo de vida a las personas.
El deterioro ambiental generalizado nos afecta a todos y disminuye nuestra capacidad productiva, nuestro bienestar y felicidad personal y colectiva; no es acaso el fin de la economía, proveerle a todos la oportunidad de estar, ser y sentirnos mejor? invertir más en proteger y aprovechar sustentablemente la naturaleza es el mejor negocio económico de la sociedad, como lo expresa Robert Costanza y su equipo al demostrar que mientras que el PIB total mundial en 2007 fue de 75 trillones de dólares, el cálculo económico de los servicios de la naturaleza a la sociedad fue de hasta 135 trillones de dólares. Quién aporta más a la sociedad si la cuidamos? Los impuestos verdes serían una gran inversión para la sustentabilidad y la resiliencia económica y ambiental del país si los usamos para ese fin. De lo contrario, perderíamos una gran oportunidad de sincerar la economía y asignar los justos valores a los factores de producción. La mejor decisión económica es revelar y usar los costos y beneficios reales de nuestras actividades empresariales y sociales. Los impuestos verdes, si se usan para corregir y detener el deterioro ambiental, son una gran inversión para la sociedad y el futuro.
Carlos Hildebrando Fonseca Zárate
Decano Ciencias Económicas, Administrativas y Contables
Universidad del Sinú, Sede Bogotá
Ex director Colciencias
Deja un comentario