Una coalición en un sistema parlamentario ya elegidos los miembros del parlamento, se hace para elegir indirectamente al presidente o al primer ministro, y pactar la gobernabilidad ministerial. Una coalición en un sistema presidencial, con los congresistas que no apoyaron la elección se hace para tener mayorías en una bancada que apruebe proyectos de ley y le imprima estabilidad al gobierno en el cuatrienio que empieza. Una coalición antes de la primea vuelta se vuelve una especie de tercera vuelta de entrada y como no está asegurada la gobernabilidad, la competencia se vuelve cerrera dentro de la carrera de aspiraciones, por eso puede explotar los acuerdos previos por celos en la práctica de las campañas que se hace por separado, pero bajo una misma sombrilla de coaligados.
Alejandro Gaviria, sin antecedentes judiciales, un hombre incuestionable, valioso por sus conocimientos , trayectoria y ejecutorias, al decidir ingresar de lleno a la política , y al top , en una campaña presidencial como candidato independiente por firmas , sin partido político ( siendo de origen liberal) y rechazando el apoyo institucional del partido liberal ( haciéndole un desplante a Cesar Gaviria) , hizo un tercer giro al no presentarse como independiente y aceptó ingresar a la CCE; entonces tenía otro esquema de campaña en la cabeza para recibir adhesiones individuales, de otras formas de respaldo para crecer electoralmente , y poder competir con los miembros de la Coalición.
Entonces, estando dentro de la CCE las adhesiones individuales las comenzó a recibir, para acrecer el voto de opinión que todos deducimos tiene , así su campaña ya dentro de la coalición , como la campaña de cada uno de cara a la consulta popular, la hizo lógicamente desde adentro y chocó con los cordones sanitarios y líneas rojas, las limitaciones de los otros miembros con celos competitivos, pero eso no lo convierte en un inmoral.
En un país como Colombia donde hay que recuperar la moral y la ética y se incumple el Estado de Derecho, fue muy difícil construir una alianza/ coalición que llevaría a una gobernabilidad entre pares si se lograba el poder presidencial recorriendo el camino hasta la segunda vuelta electoral. En el entretanto todas las conductas eran dudosas por la proveniencia de los adherentes y los cruces con otros que se acercan a las campañas políticas y tratar de desbrozar o limpiar las militancias anteriores o pertenencias a gobiernos que han sido respaldados por maquinarias, era complejo. La CCE estuvo bien concebida para edificar el centro político. Las cabezas visibles ( precandidatos) de la coalición , tenían aceptación nacional por ser figuras importantes , pero los adherentes que se aparecieron y la disimilitud de acciones en la dinámica de las campañas de cada partido o movimiento, comenzaron a ser cuestionadas desde adentro y haciéndolo público; Ingrid Betancourt, como paracaidista ocasionó el primer ataque que impactó negativamente a la coalición, después otros actuaron como Ingrid, astillando la coalición y afectando la imagen de la unidad que era lo de mostrar para atraer a los colombianos que desean salir de la polarización.
Se desaprovecharon momentos oportunos. La CCE ni siquiera aprovechó las denuncias de Aida Merlano contra Alejandro Char, para relievar y atacar el grueso del clientelismo y el continuismo en el corazón de la Coalición de la Experiencia. Se pusieron a resaltar conductas leves de los miembros de la CCE, o sea antropofagia. Confundieron una coalición con un partido político naciente (con comisión de ética puritana), cuando estaba planeada para seleccionar un candidato y volverse alternativa viable de un gobierno futuro. Ese moralismo fundamentalista dinamitó la coalición.
“La noción de coalición política remite directamente a la idea de cooperación, actores que agencian de manera coordinada para lograr un determinado objetivo dentro del sistema político (…) Las preguntas en torno a la conveniencia de un determinado tamaño de las coaliciones fueron cobrando relevancia desde la perspectiva racionalista. Con estos anteojos, la mejor manera de lograr un objetivo es aquella que cuesta menos, es decir, la que menos pérdidas ocasiona en el transcurso. Así, cuantos menos integrantes formen una coalición, más beneficios obtiene cada uno, especialmente, cargos y recursos (…) Otros argumentos señalan que las coaliciones se forman para competir dentro de un marco de alta volatilidad electoral o en sistemas de partidos fragmentados (…) En este marco adquiere relevancia el concepto de congruencia de las coaliciones, es decir, qué tan parecida es la composición partidaria de las coaliciones entre juegos electorales. Una coalición congruente es aquella en la cual los partidos aliados en una categoría de cargo no compiten entre sí en las elecciones para otros cargos. En una investigación, todas las preguntas que permiten analizar una coalición, del tipo que sea, permiten ubicarla como variable dependiente u objeto de estudio. Pero esta es solo una de las formas de estudiar coaliciones”. (Clerici y Goyburu 2017).
Es evidente por las confrontaciones que hubo entre los miembros de las Coalición Centro Esperanza provenientes de partidos nuevos o renacidos eran afines, pero no congruentes. La descomposición de la política en todo Colombia llegó a tal grado en los últimos 4 años, con un acumulado de malas prácticas ( clientelismo) en los últimos 45 años, sin contar los 16 años del Frente Nacional, que tratar de competir sanamente hoy entre iguales resultó imposible porque todo el tejido y enjambre de partidos hechizos derivados del bipartidismo, estaba ya descompuesto con miembros trashumantes y reciclados de fracciones políticas derivadas de esos partidos de mutantes. Los matices parlamentarios que tiene el presidencialismo colombiano son un remedo (como la inocua moción de censura), por lo tanto, pesan más las maquinarias, la contratación y la burocracia esparcida por todas las instancias administrativas que se tienen, luego vienen los aliados que medran alrededor del poder y así atraen votos de congresistas para edificar las mayorías y reeditar el poder en una próxima elección, esta crea confusión ante la ciudadanía desopinada.
“El grueso de la burocracia con sabor a clientelismo proviene de las nuevas clases medias que emergieron con la organización capitalista, iniciada a mediados del siglo pasado y ahora dominante. Las grandes empresas contratistas del Estado “bonifican” con fines electorales a sus intermediarios políticos, pues el Estado es en última instancia el abastecedor económico que posibilita tales relaciones sociales. Esa es la base del clientelismo político que, al haberse generalizado y reorientado en sus fines hacia la acumulación del capital electoral, ha cimentado un sistema para la reproducción de los partidos y sus coaliciones. Además, en este sistema han irrumpido capitales del narcotráfico y otros de origen ilegal”. (Leal Buitrago, 2022)
Podemos mirar dos casos en el comportamiento del centro político, en un país europeo (Francia), y en otro, en un país se América Latina, el Perú. Desde su elección el año 2017 se dijo que el presidente francés Emmanuel Macron, era del centro político, por su origen, formación, cercanía con ciertos intelectuales y la posición Ministerial con Hollande. Se presentó a las elecciones con un partido político de emergencia, En Marcha, no pertenecía a ningún partido, y derrotó en la segunda vuelta a la ultraderechista Marine Le Pen, del Frente Nacional. Había estudiado Filosofía y fue asistente del filósofo y antropólogo Paul Ricoeur. Llegó al sector bancario vinculado al Rothschild & Cie, posteriormente pasó a la escena política y fue asesor económico del presidente socialista François Hollande y, luego ministro de Economía. En su discurso inicial afirmaba querer salir de las diferencias tradicionales entre la izquierda y la derecha, Macron se presentó como liberal en lo social, partidario de la desregulación económica y defensor a ultranza del actual modelo de Unión Europea.
El analista político Lucas Ormiere, ha redactado una semblanza reciente sobre Macron, tratando de desentrañar su pertenencia a un campo político, sobre todo por la inminencia de la próxima elección residencial. Desde su elección, Macron se encontraba ya en una “paradoja” ideológica, según el politólogo francés Luc Rouban: le votó el 47% de los votantes de François Hollande de la segunda vuelta de las presidenciales de 2012, según l’Enquête Électorale Française de 2017. En su mayoría, Macron no fue elegido por votantes de centro o de derechas, sino por socialistas tradicionales que no se sentían representados ni por Benoît Hamon, candidato del PS, ni por Mélenchon (La Francia Insumisa) y prefirieron hacerlo “por defecto” al mejor candidato para la segunda vuelta, según Rouban. Es más, estos votantes socialistas macronistas ya le percibían entonces como un candidato de centro o de derecha: el 56% le consideraban de derecha, el 39% en el centro, y sólo el 3% a la izquierda. El presidente ha ido perdiendo desde las elecciones europeas de 2019 y municipales de 2020 el apoyo de estos votantes en beneficio de votantes de derechas. ¿Se trató, por tanto, de una recomposición política? ¿Cómo perciben los votantes a Macron y a su partido? De no funcionar el clivaje izquierda-derecha, la mayoría debería presentarle como una opción de centro, o considerarlo como una oferta de izquierda y de derecha en las mismas proporciones. (Ormiere, 2021).
Para las elecciones del año 2021 en el Perú los votantes ante la segunda vuelta electoral se vieron entrampados en medio de la polarización, con dos candidatos, uno de izquierda, Pedro Castillo, y en la derecha, Keiko Fujimori, heredera de la corriente fundada por su padre el expresidente Alberto Fujimori, condenado por corrupción múltiple. La Señora Keiko compitió por el segundo lugar con dos derechistas Hernando de Soto y Rafael López Aliaga. Los partidos del centro político por no saberse coaligar entre iguales perdieron la oportunidad y se diluyeron en solitario. De 130 escaños del Congreso el presidente electo solo quedó con 32 de su partido Perú Libre, debiendo buscar alianzas con al menos 9 partidos políticos con otras representaciones, porque la señora Fujimori obtuvo 22 escaños con el partido Fuerza Popular, y los 8 restantes como partidos minoritarios obtuvieron 55 escaños, descontando al partido Acción Popular, el único partido centrista sólido, con 21 escaños. Estas coaliciones por lógica ya no son previas a la elección sino posteriores a la segunda vuelta, para tener bancada de gobierno, de allí surge la poliarquía como división del poder o reparto de la administración para poder gobernar, evitando que el presidente sea destituido como acostumbran en Perú desde que se introdujo en la constitución una figura de control remedo de parlamentarismo. De los 24 partidos habilitados que concurrieron a las elecciones del año 2021, se presentaron tres coaliciones previas compuestas por 8 partidos. Los otros partidos de centro político se presentaron dispersos bajo los nombres de: Todos Por el Perú, Partido Nacionalista, Partido Morado, FREPAP, APP, RUNA y PPC. el politólogo Martín Tanaka en el texto “Personalismo e institucionalización,” expresa que, “el sistema de partidos peruanos se caracteriza por sus altos niveles de volatilidad electoral, con actores que no mantienen relevancia a lo largo del tiempo, con altos niveles de personalismo y extrema precariedad organizativa“.
Las dudas sobre el origen de Emmanuel Macron, sirven comparativamente para observar las dudas que los analistas y politólogos han tenido sobre todos los candidatos de la Coalición Centro Experiencia (o, Equipo por Colombia), porque los ven como de derecha, tanto David Barguil (conservador ausentista a las sesiones del Congreso), Alejandro Char (cómplice de la corrupción y el fraude electoral en la costa caribe), Enrique Peñalosa (mutante de varios partidos entre el progresismo y el centro), Fico Gutiérrez (ex Alcalde derechista de Medellín sin suficiente conocimiento de la nación colombiana), y la señora Aydeé Lizarazo, partido MIRA, de una iglesia cristiana con posiciones retrógradas frente los nuevos derechos pos-materiales. A quien se consideraba centrista, Peñalosa, se ha convertido en un viandante/saltimbanqui.
Y en la otra agrupación, la Coalición Centro Esperanza (CCE), el problema no son los perfiles de los candidatos, de aceptables hojas de vida e idoneidad probada como exalcaldes, senadores, gobernadores o exministros (Juan Manuel Galán, Jorge Enrique Robledo, Alejandro Gaviria, Carlos Amaya y Sergio Fajardo); tuvieron otras 4 candidaturas que defectaron por diferentes razones, Humberto De La Calle, Juan Fernando Cristo, Ingrid Betancourt y Arley Murillo. Falló la falta de construcción de una plataforma programática conjunta, igual que hubo un vacío en las reglas de la competencia al ser un grupo de similares en formación, pero diferentes en vinculación a tendencias partidistas; les sobrevino la falta de unidad para convocar a la reconciliación y despolarización de un país que navega ante instituciones desmanteladas y una Democracia en crisis.
Citas:
Clerici Paula y Goyburu Laura. “Coaliciones políticas en América Latina”. Ensayo publicado en la página Web www.journals,iai.spk-berlin.de (2017)
Leal Buitrago Francisco. “Clientelismo: sus inicios y desarrollo en Colombia”. Columna publicada en el periódico El Espectador, página 54, febrero 27 de año 2022.
Ormiere Lucas. “Y si Macron es de derecha?”. www.agendapublica.elpais.com, junio 15 del 2021.
Alberto Ramos Garbiras, Especialización en derecho constitucional, Universidad Libre; Magister en ciencia política de la Universidad Javeriana; PhD en Realidad Política Latinoamericana, Universidad Nacional (UNED) de Madrid España; ha sido profesor de ciencia política en la Universidad Libre y la Universidad Santiago de Cali. Profesor de las asignaturas derechos humanos y derecho internacional, también asumió la cátedra de paz, en la Universidad Libre.
Foto tomada de: La Silla Vacia
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