París maravillosa, Bogotá desastrosa. No es únicamente la diferencia en el desarrollo de los dos países y de las dos capitales, porque España y Barcelona, Grecia y Atenas, Brasil y Río, también han realizado juegos olímpicos. Y tanto Brasil como México y Chile han acogido campeonatos mundiales de fútbol. Es el mal estado de una capital y de una nación por culpa de una clase dirigente que tiene escondida la verdadera historia de Colombia, la historia que prohibieron en los colegios, la de los pactos secretos para apoderarse de la nación desde el subsuelo hasta la atmósfera, desde el mar hasta las montañas, desde los ríos a las planicies, de la vida y la muerte porque los desaparecidos son como si se hubieran robado la existencia de miles incontables y sus restos.
La numerosa delegación de atletas de Colombia en París, hizo soñar que se podrían mejorar los resultados de las tres últimas olimpiadas, porque se venía en un proceso de mejoramiento continuo. El himno ya se había escuchado, la bandera ya había ondeado. Pero algo decía que estos juegos de la belleza, de la estética, de la cultura, de la historia, de la fineza, de la inteligencia, de la fuerza y la belleza, de la destreza y la precisión, del conocimiento y la innovación, no serían un peldaño más arriba para Colombia. En dos años, tres ministras del Deporte, en la antesala de unas olimpiadas, el máximo evento de la humanidad. Incluso, el presidente Petro cuando posesionó a la tercera ministra, que de paso nadie sabe ni como se llama ni como es, dijo, que mejor era Coldeportes que el Ministerio. Habrase visto imprudente más grande? Y cuando pasaba los días y las medallas no aparecían, la ministra fantasma anunciaba recortes en el presupuesto para el próximo año. Con ese “estímulo” y esa “perspectiva”, compitieron los atletas en París.
Ningún otro acontecimiento lo supera en magnificencia, convocatoria y expresión. Son los mejores jóvenes de la humanidad, porque hasta mujeres científicas participaron y ganaron medallas. Inclusive, los que no gustan del deporte pudieron gozar de la inauguración y la clausura. Los preciosos escenarios estuvieron llenos de banderas y de personas de todo el planeta.
Los cuatro atletas que por Colombia ganaron medallas, y los quince que obtuvieron diploma, son héroes, los verdaderos héroes, no aquellos “héroes de la patria” que desaparecieron y asesinaron a indefensos campesinos y humildes ciudadanos, para recibir una medalla y cobrar unos pesos untados de sangre, y en la noche despertarse porque sienten que el colchón está mojado de sangre. Mientras la JEP callada dejó pasar los años y la justicia y la verdad jamás llegó.
Los deportistas regresaron a Colombia, y por supuesto no fueron recibidos en la Casa de Nariño, porque seguramente ellos y ellas no querían ir, porque como dijo Tatiana Rentería, la luchadora que subió al podio “si con poco apoyo ganamos una medalla de bronce ¿cómo sería si nos ayudaran más?
La crisis está en los dirigentes del deporte. Colombia perdió con España en los octavos de final del futbol femenino, porque a la mejor jugadora no la llevaron a los olímpicos, Yoreli Rincón, hoy en el Palmeiras de Sao Paulo. La razón, Jesurun, al que le pusieron en Estados Unidos esposas y overol naranja, no la quiere. Por esta razón, Colombia perdió una medalla, perdió la gloria, y 23 jugadoras se quedaron sin el metal o sin el diploma.
Lo que nos mostró esta olimpiada es que la mayoría de países y de atletas toman en serio los juegos de cada cuatro años. Los olímpicos son su objetivo: prepararse, ganar un cupo, llegar, competir, triunfar o perder, lo importante es estar ahí. Por eso, creer que porque han sido campeones, subcampeones o terceros en los campeonatos mundiales ya aseguran medalla en los olímpicos, es una equivocación. Si así fuera, Colombia hubiera ganado en París dos o tres medallas de oro y seis o más de plata y bronce. Hay atletas que van a los mundiales a ganar, y a quedar entre los cinco o seis primeros lugares, pero sobre todo como preparación para los olímpicos. La meta no son los mundiales, son los juegos del mundo.
Al presidente Petro y al ministro Bonilla ya no les importan los juegos. Ya pasaron y Colombia ganó cuatro medallas. No hay presupuesto, en dos años se van, y el problema de esa juventud soñadora y esplendorosa será asunto de quienes los reemplacen. Pero no solo es asunto del Estado, es también de las empresas. La ciudadanía compra sus productos, los productores deben devolverle parte de lo que reciben. Los deportistas, son unos de ellos. Esto lo leí de Bill Gates hace algunos años, a propósito de las relaciones entre empresarios y ciudadanía.
Volviendo al título de este artículo, Bogotá podría hacer unos juegos como los de Paris, en cien años, es decir, cuando haya acabado el segundo siglo de lágrimas, sudor, corrupción, ilegalidad y dolor. Cuando la Avenida Caracas la hayan convertido en un jardín, con metro subterráneo, movilidad sostenible y un nuevo urbanismo, porque el metro elevado se había hundido, y la descomposición social y urbana de su entorno, lo convirtió en un monstruo abandonado en medio de dos muros de tres metros de alto y su parte superior electrificada. Fueron los muros de Bogotá. Sobrevivió el Centro Internacional y la Ciudad de la Salud y de la Vida donde están el San Juan de Dios, el Materno Infantil, el Cancerológico, e hicieron un museo de Inteligencia Artificial sobre la medicina de ayer y del futuro, un parque de la Vida, y un edificio de investigación y emprendimiento en industrias de salud. También se construyó al frente del Museo de la Memoria Histórica un enorme edificio de bella arquitectura a pesar de su color negro, donde grandes artistas crearon obras con las caras deformadas de quienes hicieron de Colombia un país sin futuro, porque el capitalismo salvaje, el comunismo, los fascistas de todas las violencias, los partidos tradicionales que nunca se supo que negociaron en 1957, ni los nuevos que surgieron con la Constitución del 91, solo eran malos recuerdos de siglos tristes.
Por la avenida 68, hoy destruida, iría la línea ocho del metro subterráneo, un tranvía eléctrico porque el Transmilenio desapareció de las grandes vías, gente en bicicleta, en motos silenciosas, carros voladores y personas voladoras, y por la carrera séptima también.
Bogotá y Colombia ya no serán más la desgracia de hace algunos años, y una ciudad verde y esplendorosa, de siete millones de habitantes, porque cinco se fueron a vivir y morir a otro lugar, puesto que en 2071 la temperatura del planeta subió más allá de los niveles que nunca debió alcanzar.
Entonces, el calentamiento global hizo que miles de personas emigraran cuando la Sabana de Bogotá se quedó sin agua porque las “nubes voladoras” no volvieron a llegar desde Brasil.
Año 2124, Bogotá recibe los juegos olímpicos. Grandes paredes pintadas con las imágenes de los deportistas colombianos que ganaron medallas en el último largo siglo. Grandes estadios, coliseos y velódromo ubicados en la zona del parque Simón Bolívar, del Salitre Mágico, del nuevo coliseo del Salitre, del nuevo Palacio de los Deportes, del Centro de Ciencia y Tecnología de Alto Rendimiento, y la piscina Olímpica. La tecnología digital mostraba imágenes de los juegos anteriores. Entonces, un anciano que siendo niño fue a los olímpicos de París 2024, dijo “yo estuve ahí”.
Jaime Acosta Puertas
Foto tomada de: Marca.com
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