“No hemos ganado nada hasta que no encontremos una vacuna o exista inmunidad masiva”, este mantra que se ha hecho viral entre mandatarios y ciudadanos de todo el mundo, se lo escuche por primera vez al primer ministro de Canadá Justin Trudeau. Hacía referencia a la prudencia y necesidad de mantener la alerta constante frente a un virus al que empezábamos a enfrentar en todo el mundo, y que hoy, mantiene en Jaque a la sociedad mundial. No se equivocaba, los rebrotes en han obligado a nuevamente a cerrar comercios y la vida social, prologando una dura prueba global; que además del costo en vidas, tiene la economía mundial colapsada. Según los organismos económicos multilaterales, sufriremos un decrecimiento mundial del 10%, algo inédito dentro de la escena del capitalismo moderno.
En Colombia la estrategia ha sido la de un modelo mixto entre cuarentena y apertura económica, lo cual nos ha obligado a un prolongado aislamiento que ha sido adoptado por las regiones con diferentes matices. Solo tuvimos un mes de estricto confinamiento; con una posterior cuarentena porosa con muchas excepciones; hasta finalmente una paulatina apertura económica que comienza a mostrar fuertes efectos en el contagio y las muertes en el país; lo cual nos ha ido llevando a cierres más estrictos en diferentes zonas de Colombia. La llamada estrategia del acordeón.
“En el mundo, en la literatura científica y técnica hay dos aproximaciones diferentes a cómo abordar la etapa de mitigación durante la epidemia de COVID-19”, explicó el ministro de Salud y Protección Social, Fernando Ruiz Gómez…. Esas dos estrategias son las de supresión completa o lockdown, y la combinación de estrategias no supresivas, las cuales permiten la apertura del país y que se dé la actividad social de alguna manera (conocida como estrategia acordeón)[1].
Aunque hemos logrado ralentizar el contagio prolongando el pico casi por cuatro meses, los costos sociales han sido altísimos debido al bajo gasto público y a la demorada estrategia de confinamiento. La cuarentena en Colombia es una de las más largas del mundo, mucho encierro y pocos recursos. Los países que más inyectaron plata, han durado menos tiempo encerrados y el impacto económico relativo será menor. El gobierno nacional le ha apostado a una pandemia barata. Así lo señalan diferentes expertos, entre otros, el observatorio fiscal de la universidad Javeriana que encontró la contabilización de gastos improcedentes, como si hubieran sido ejecutados para la atención de la crisis.
“Entre los hallazgos revelados por el estudio se identifican indicios de un gasto mucho menor del anunciado por el Gobierno colombiano, pues aunque este ha manifestado que está destinando el 11% del PIB a las necesidades de la pandemia, en realidad el 6% de ese porcentaje tiene que ver con recursos reservados para garantías de créditos, no con recursos gastados en atención a la emergencia[2]”.
Entre otras, La gradualidad de la contención y gran parte del manejo de la crisis ha quedado en manos de las regiones, lo cual ha develado en los territorios, carencias institucionales estructurales, graves problemas sociales o crisis en los modelos de gestión pública. La pandemia ha dejado ver graves carencias en cultura ciudadana y ha sido más complejo su abordaje en modelos de gestión verticales con baja gobernanza.
En territorios en donde ha funcionado el acordeón, lograron la contención inicial, abrieron la economía y ahora están en una fase de nuevos cierres para aplanar la curva de contagios y muertes (Antioquia y Santander). Al contrario, en zonas de alto impacto de contagio como Barranquilla y Cartagena, en donde no se logró la suficiente contención de los contagios, apenas entrarán en una fase de apertura lo que va a ocasionar una nueva exposición al contagio y muy seguramente, una nueva fase de cierres cuando nuevamente comience a presionarse el sistema de salud. Es lo que hemos observado en todos los países del mundo.
En las ciudades en donde no se logró contener de manera efectiva el virus, el costo social, humano y económico ha sido devastador. Los bloqueos reducen el contagio, pero aumentan el costo social y económico; si además no se afrontan con los suficientes recursos, chocan, como ya lo hemos advertido, con una doble crisis: la de salubridad, con la crisis social.
2. Barranquilla una estricta cuarentena por el desbordamiento del contagio, apenas viviendo la primera apertura.
En Barranquilla, hemos parado el contagio y las muertes pasando por una dura prueba económica y capacidad de aguante de la sociedad, que con el tiempo comienza a mostrar poca adherencia al encierro. El margen de maniobra se reduce por los impactos económicos y psicosociales. Atravesamos una delicada situación en donde no puede haber descuido en la salud; y en lo económico y social la apertura no da espera debido a su dramática situación dado lo prolongado del confinamiento.
A diferencia de otras zonas del país que han podido equilibrar mejor la situación entre cuarentena y economía, en Barranquilla hemos tenido un duro aislamiento. Hubo 5 medidas altamente restrictivas: 1. El apoyo del ejército en diferentes zonas de la ciudad; 2. Toque de queda después de 8 pm y los fines de semanas; 3. Endurecimiento del pico y cedula; 4. Retrotraer la apertura del comercio; 5. Cercos epidemiológicos en 8 zonas de la ciudad.
Claro que cerrar implica un fuerte freno a los contagios y muertes, a pesar de ello quedamos con un luctuoso saldo que nos deja hasta el momento como una de las zonas del país con más defunciones. Aun la ciudad mantiene la segunda cifra nacional de muertes por 100 mil habitantes, un nivel de letalidad del 5%, muy alto para su población y capacidad institucional.
En ese sentido, más que el anuncio de victorias o de llegada al pico y ser los primeros en salir, es necesaria una profunda reflexión sobre nuestras falencias en las dotaciones iniciales de la pandemia, errores en lo que se haya incurrido y el contexto nacional en que nos estamos moviendo. No podemos permitirnos regresar a los aciagos momentos en donde por poco, colapsa nuestro sistema de salud y las muertes hicieron colapsar a los servicios funerarios. No es el momento para mostrar triunfos políticos que no nos dejen ver la fragilidad en la que nos encontramos y no nos permitan los necesarios balances, como lo señala el profesor Fernández Niño en un reciente artículo sobre el rol de la epidemiologia y la política:
“El problema es que una vez que la evidencia científica es apropiada por la política (como ejercicio social) no necesariamente sigue sus mismas reglas de escrutinio, transparencia, búsqueda incesante de evidencia y revisionismo, pilares reconocidos de la ciencia. En el ejercicio político se suelen defender decisiones pasionalmente o con base en marcos ideológicos que pocas veces son autocríticos. Pocas veces se reconocen los errores, pues tienen un alto costo electoral, de tal modo que, aunque una decisión tenga una base científica, su defensa política no suele ser científica, ni cambia a la misma velocidad que el conocimiento. También existe el riesgo de que los académicos sean instrumentalizados para validar posturas o usados como argumentos de autoridad, que no es precisamente algo que apreciemos en ciencia, aunque no estemos exentos de ello”[3].
3. Una nueva gobernanza para una nueva realidad
No podemos continuar con un modelo tradicional de gestión pública. Si no promovemos una fuerte gobernanza, será complejo mantener a raya los contagios y la capacidad de la sociedad para asimilar los cambios. Las relaciones subregionales deben fortalecerse con el área metropolitana y la gobernación, lograr por fin un puesto de mando unificado que monitoree y controle la interconexión entre los municipios y la capital. Dejar que se salga de control esta situación sería una fatalidad que podría hacernos regresar a las altas tasas de contagio departamentales, que se mantuvieron por arriba de áreas geográficas mucho más pobladas que el Atlántico por varias semanas.
La toma de decisiones no puede estar restringido a un pequeño grupo y debe estar acompañada de expertos multidisciplinarios que ayuden a pensar soluciones de manera integral. Para salvar vidas y recuperar la economía, se necesitan ideas innovadoras, el gap con países desarrollados con relación al Estado de bienestar, fortaleza tecnológica e institucional, debe ser suplido con el poder de la participación ciudadana.
En esa tarea la descentralización es crucial; a pesar que se comenzó a trabajar con ediles y juntas de acción comunal no se evidencia un programa integral que defina un curso de actuación coherente y de mediano plazo. Hay que construir un fuerte programa que fortalezca la planeación por localidades y sectores que tomen decisiones de manera heterogénea. Es el momento de apostarle a los alcaldes locales, ediles y líderes sociales.
Este conjunto de acciones va a redundar en un mayor nivel de legitimidad de las decisiones, promoviendo soluciones conjuntas, esto permite una mayor asimilación de las decisiones por parte de la ciudadanía y una mayor confianza. Además, se reparten las responsabilidades y se genera una alta cohesión social.
4. Cultura ciudadana para un nuevo ciudadano
También necesitamos de la promoción de la cultura y pedagogía ciudadana permanente; a la fecha no conocemos del programa de promoción de cultura ciudadana alrededor del Covid-19. Esto implica tener una lectura sobre los hábitos ciudadanos que necesitan ser transformados y las intervenciones socioculturales previstas. Hacer acupuntura cultural que permita abrir espacios bio-seguros en las localidades para el esparcimiento y actividades sociales.
Se necesita contar con un grupo de promotores de la cultura ciudadana, en donde pueden apoyarse en gestores comunitarios barriales o aprovechar posibles vectores de propagación como los vendedores ambulantes, transformándolos en canales de difusión para mensajes públicos. También, hay que vincular a universidades y colegios públicos y privados en una gran campaña ciudadana para la auto protección y promoción de la salubridad.
5. Dotaciones básicas sociales y para la salubridad, la cuota inicial para una menor desigualdad
Un modelo sostenible después del pico de la pandemia requiere la reconstrucción del tejido social fracturado por la crisis. La Renta básica tiene que ser uno de los pilares en que se base una nueva realidad social, estructurada por la garantía de ingresos para estimular la demanda. Además, no se descarta una nueva cuarentena. La gran preocupación es la escasez de recursos por la crisis de liquidez del Distrito y el poco apoyo nacional, que no quiere gastar. Es necesario que acudamos al crédito o pensemos en trasladar recursos previstos por ejemplo en obras de infraestructura o aplazar su construcción.
Se va a necesitar el salvamento de muchos negocios que perdieron su capacidad de operación, para ello, además del crédito hay que ofrecer subsidios que ayuden a solventar sus problemas.
El crédito también debe empezar a funcionar en dirección de los medianos y grandes negocios, que permita estimular la producción y la sostenibilidad del tejido empresarial local. Para ello es necesario concertar planes y procesos con los pequeños, medianos y grandes empresarios afectados.
6. Un modelo de salud universal dirigido a la prevención
Debe ya existir una idea de cómo rediseñar nuestro modelo de salud para que opere en todas las EPS del Distrito, a pesar de las restricciones de la ley 100%, que debe ser revisada después de la crisis; es necesario acordar con las EPS las pautas generales para la atención médica de la pandemia. Debe estar dirigida a la prevención de la enfermedad en pacientes en riesgo y con comorbilidades y extendido a un modelo de atención en casa.
Los gobiernos locales deberán ejercer de manera más estricta su función de coordinación vigilancia y control, no podemos repetir la historia y mantener un sistema que no previene las enfermedades.
En lo inmediato hay que aumentar el número de profesionales rastreadores que identifiquen contagiados y permitan un manejo medico preventivo y aislamiento. Solo así controlaremos el virus y podremos abrir la economía de manera segura.
7. La pandemia una oportunidad para la consolidación democrática y una nueva ciudadanía
Lo que estamos viviendo no va a ser tan fácil como llegar a un pico, sobre pasarlo y cantar victoria; esta pandemia no se trata de una carrera o de premios por llegar de primeros y empezar a ganar batallas. Hay algo más importante en juego, primero, la garantía del derecho a la vida (la vida es sagrada) y, lo segundo, es la estabilidad social y democrática de los territorios. Debemos atravesar estos dolorosos momentos a los menores costos posibles, no pensar que pase rápido para seguir como si nada hubiera pasado; nuestras ciudades enfrentarán grandes retos después de lo ocurrido y nada volverá a ser igual. Van a producirse profundos cambios -económicos, sociales y culturales-, es por eso que las respuestas deben tener una magnitud de la proporción al reto propuesto.
Así como nos demandará esfuerzos, también es una oportunidad para empezar a consolidar cambios sustanciales en nuestras sociedades, construir una nueva ciudadanía. En Barraquilla es una oportunidad de oro para saldar la escasez democrática alrededor de la deliberación pública y la consolidación de una verdadera gobernanza, basada en la consolidación de una sociedad menos desigual con más oportunidades para todos. Es la lección fundamental que nos deja la pandemia
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[1] https://www.minsalud.gov.co/Paginas/Minsalud-analiza-y-explica-los-retos-en-la-fase-de-mitigacion-de-la-COVID-19.aspx
[2] https://www.dinero.com/pais/articulo/coronavirus-falta-de-transparencia-del-gobierno-en-el-gasto-durante-pandemia/290229
[3] Tomado de: https://datosbaq.co/leer/f/epidemi%C3%B3logos-y-pol%C3%ADticos
Diógenes Rosero Durango
Foto tomada de: EL TIEMPO
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