El caso es que la reacción a las reformas sociales del gobierno del cambio ha desnudado el carácter de quienes han oficiado como dueños del país. Los ha mostrado de cuerpo entero como una casta de formación escasa, rezumante de odio, y carcomida por la mezquindad, que no cede un ápice en sus pasiones codiciosas porque desprecia el bienestar general.
Reclaman que el presidente no haya arreglado lo que ellos han dañado durante siglos, pero se enojan porque intenta remediarlo, y pagan alfiles para torpedear la gestión del cambio; así el presidente de Fenalco denuncia que la reforma laboral deja por fuera a dos de cada tres colombianos que integran la población económicamente activa, cuando son las políticas que ellos han dictado a los gobiernos anteriores las que han creado tal marginalidad. Si hasta el pasado siete de agosto cogobernaron con el peor presidente de la historia, aspirante al campeonato del más corrupto, en un país de corruptos.
Los creadores del desbarajuste pretenden presentarse como expertos en soluciones, cuando esos dirigentes gremiales sólo han sido exitosos enriqueciéndose a costa del tráfico de influencias, del uso de información privilegiada, y de sobreexplotar al trabajador. No hay tales creadores de empresa, pues pretenden que el trabajo corra con los riesgos de la inversión, a la usanza del feudalismo, y no el capital, como corresponde en el capitalismo. Es más el blanqueamiento de la corrupción público privada, la alianza más efectiva del país.
A falta de análisis, recurren al terror: Amenazan con despedir trabajadores si se obliga a pagar dignamente, amenazan con colapsar el sistema de salud si no les dejan ruñir de los ochenta billones anuales que malgastan como propios; amenazan con violencia si se alcanza la paz, o con incendiar el país si juzgan a los corruptos. Engañan cuando dicen que la reforma no creará empleo, porque la reforma es para establecer condiciones de dignidad en el trabajo, no para crear puestos laborales. La creación de empleo proviene del crecimiento económico, de la industrialización, del aprovechamiento de los recursos nacionales, con ciencia y tecnología. Petro lo ha explicado claramente. Y no lo entienden, porque quienes han vivido del negociado, no imaginan que exista vida más allá de la corrupción.
Han incursionado en la vida política enarbolando la bandera de la integración social, abominando de la lucha de clases, mas, con el tímido articulado de la reforma laboral, que no dice nada distinto que se devuelvan a los trabajadores los derechos conquistados en décadas de luchas, les salta el instinto de clase. El odio expresado contra los trabajadores y contra los sindicatos, es una declaración de guerra de clases, que en Colombia son más bien castas, ya que se atribuyen cualidades de cuna, como la propiedad de empresa, que devienen en patentes para avasallar a quienes, por su cuna, no merecen un salario decente, menos condiciones dignas de trabajo, ni una pensión en la vejez.
La integración social que tanto han pregonado se reduce a una liturgia, donde el gobierno nacional consagre la República, el erario, las tierras, y los ciudadanos para el libre disfrute de esa casta privilegiada, que está más cercana al lumpen, dadas sus prácticas de negocios, así como sus alianzas sociales y políticas.
Su experticia es la del avivato, pues se limitan a exigir excepciones para ellos, y deberes para los demás. Su visión de país es echar mano de una tajada grande, y alzarse con ella, caiga quien caiga. Ellos están del lado de los vivos, y pretenden que el resto del país siga del lado de los bobos, para seguir viviendo de ellos. No en vano han hecho de la guerra un gran negocio, y del empobrecimiento general condición de su enriquecimiento. Su indecencia les impide pagar salarios decentes.
¿Cuál es el fin de tanta acumulación miserable?
Colombia es un país sin clase media, que tiene a los ricos muy ricos frente a los pobres muy pobres. Algunos se van a vivir en Miami con lo que se han robado aquí, pero la mayoría no se va porque fuera de este país no tienen a quien humillar, ni son nadie. El objetivo de esa acumulación a costa de saqueo a los recursos públicos, de la degradación ambiental, y de la explotación de los trabajadores, es ostentar la riqueza ante los pobres. Es mostrar sus carros de alta gama, sus joyas, sus caballos, y la mercancía costosa de la impunidad, ante el resto de la sociedad: Construir el pent-house encima del tugurio. La categoría de clase social es insuficiente para estos personajes que más que empresa hacen negocios, donde ganan sólo si los demás pierden; tan exponentes de la cultura traqueta, que no se diferencia dónde empieza una y termina la otra, además, comparten la misma mesa y el mismo partido político. Ellos no estudian, no son artistas, ni científicos, ni nada. Por algo la oposición quedó dirigida por Polo Polo.
Esa alquimia infame que proponen para la sociedad colombiana, a la luz por lo más oscuro, superar la exclusión con más dosis de exclusión, la violencia con mayor violencia, como una homeopatía social, parte de elucubraciones en sus mesas de tragos, cuando declaran que todo está bien si ellos ganan, y por eso deben conducir la nación.
No son nada de lo que dicen ser: como defensores de Los derechos individuales no reconocen el de protestar, ni el libre desarrollo de la personalidad, ni el matrimonio homosexual, ni el uso recreativo de las drogas, tampoco el del aborto, ni el derecho a asociarse, ni al salario mínimo, menos al mínimo vital, ni a la salud, ni a la educación, ni a la vivienda,… Nada de derechos, ellos son abanderados de los deberes, y se abrogan el derecho a esclavizar al prójimo, que a más pobreza en la sociedad, más riqueza para ellos. El cambio que admiten es el novelado por Lampedusa en El gato pardo: “Que todo cambie para que nada cambie”.
José Darío Castrillón Orozco
Foto tomada de: El País
Carlos Mario Ramírez says
Excelente artículo apreciado José Darío es la evidencia de las dinámicas, valores y comportamientos de una clase dirigente, política y gremial putrefacta que tienen este país vuelto una cloaca donde ellos devoran las riquezas y se las heredan como en los más anquilosados modelos feudales.
Wilson Montoya says
Este repugnante establecimiento acude a la bajo y primario porque bajo y primario es. No razonan, insultan, señalan y apuntan y matan. Es gente ruin, peligrosa, de un grado de abyección extremo.