Todos los firmantes creen que en el capitalismo colombiano existe o es posible la democracia, incluso pluralista (no precisan, pero evidentemente se refieren solamente a la esfera política no a la economía), a pesar de toda la evidencia disponible sobre la forma de organización política realmente existente:
- Control de los capitalistas, especialmente de los más grandes, de los procesos electorales.
- Prácticas corruptas de toda índole en los procesos electorales
- Concentración del poder económico en unas pocas manos, lo cual permite a su vez el control de la clase política.
- Control de los medios de comunicación por parte de grandes capitalistas.
- Violación sistemática de los derechos humanos
- Persecución sistemática a sindicalistas, maestros, ambientalistas, líderes sociales, comunidades indígenas, negras y raizales.
- Niveles elevados de impunidad
- Control de territorios por bandas delincuenciales y paramilitares en connivencia con el Estado
- Etc., etc.
En la práctica la organización social, económica y política en Colombia es una dictadura de los capitalistas oculta tras la fachada de unas elecciones periódicas.
Pero, en vez de pedirle a los candidatos, así fuera como otra vana ilusión, su compromiso con un funcionamiento más democrático de la sociedad colombiana en el marco del capitalismo, la petición se enfoca en tratar de reducir la polarización extrema.
No se pide en la carta que se democraticen las empresas privadas, que se permita el acceso de los trabajadores a la dirección de las empresas y su participación en las ganancias, no se pide que funcionen mejor los mecanismos electorales y otros de espacios de participación. No se presiona siquiera por tener la mejor democracia posible en el marco de un modo de producción anti democrático por esencia. Ni siquiera aspiran a esto.
Les preocupa la polarización extrema y un posible proceso de ruptura nacional, como los que ocurren en Venezuela y en Nicaragua, y en otros países de América Latina en los cuales movimientos y partidos de izquierda han ganado o tienen perspectivas de ganar las elecciones. Lo que les asusta y preocupa de fondo son los movimientos de izquierda, como se ve en los casos escogidos. El mensaje de fondo es para Petro: debe moderarse y no polarizar.
Los firmantes no van al fondo de los problemas sociales. Les preocupa que los procesos de polarización política terminen agravando el desempleo, los índices de pobreza, el acceso a los servicios públicos y la desigualdad económica. Les preocupa el clima malsano de intolerancia y discursos de odio que pueden conducir a un nuevo clima de violencia generalizada, como si ya no estuviéramos en dicho clima. Como si, además, el problema de fondo fuera de discursos y no de prácticas concretas de dominio y de represión del polo dominante sobre el polo dominado.
Y proponen a los candidatos acuerdos sobre lo fundamental. Uno de los puntos es “impulsar el Estado social de derecho mediante medidas tendientes a superar la actual fractura social entre quienes se sienten excluidos y quienes se sienten integrados en la sociedad.” Tremendo eufemismo y falsedad.
¿En qué consiste lo fundamental? Consiste en “impulsar la disminución de los niveles de pobreza, la inequidad de género y raza, la desigualdad de los ingresos y el acceso de toda la población a los servicios básicos de salud, vivienda, alimentación, educación y transporte, lo cual exige aprobar una reforma tributaria progresiva.”
Miremos esto con cuidado. Señalan que ya hay una ruptura social (hablan de una fractura social), que por cierto, es nacional. Es decir, el temor por una ruptura nacional catastrófica se fundamenta o relaciona con una ruptura social. Esta ruptura es ya una polarización: en un polo están a) quienes se sienten excluidos; y b) quienes se sienten integrados en la sociedad. Ni siquiera fueron capaces de hablar de ricos y pobres, otro esquema polar, que tampoco tiene mayor fundamento teórico, pero que por lo menos es un poco más preciso que esa babosada del sentimiento de inclusión o de exclusión.
En pleno siglo XXI no ver la existencia de clases, con características concretas y en conflicto, no es simple miopía, es la más vergonzosa: a) pobreza intelectual; o b) sumisión al capitalismo. Nuestros connotados académicos y empresarios no quieren mancharse con términos polarizadores como clases sociales. El problema no es que existan estos polos sociales, el problema para ellos es que se nombren.
Su acuerdo sobre lo fundamental es, básicamente, proponer que se mantenga el capitalismo y no se lo critique, que continúe la desigualdad fundamental, la polarización social entre clases, entre capitalistas que concentran la riqueza y los ingresos, y trabajadores asalariados y por cuenta propia que a duras penas obtienen lo mínimo para vivir vendiendo su fuerza de trabajo o algunos bienes y servicios. Los firmantes tiene claro el acuerdo sobre lo fundamental.
Pero sueñan con que es posible mantener el capitalismo sin sus consecuencias inevitables, como la concentración de la riqueza y los ingresos, la explotación, el bajo nivel absoluto de ingresos de la mayoría que los condena a la pobreza con todas sus consecuencias, y un desempleo permanente así como la presencia de una gran masa de trabajadores en reserva y degradados. Y su gran propuesta es disminuir, en dicho marco, los niveles de pobreza y de inequidad y la desigualdad, pero solo de ingresos, ni siquiera se atrevieron a mencionar la desigualdad de riqueza.
Tampoco se atrevieron a proponer empleo para todos e ingresos dignos para todos. Seguramente porque muchos de los firmantes saben que es imposible comprometerse con esto, y que por tanto los mandatos constitucionales son pura ilusión y engaño. La historia colombiana es tozuda: desde que existen estadísticas no ha sido posible resolver estos “problemas”.
Tampoco se ha logrado garantizar el acceso a vivienda digna para todos, o la alimentación suficiente para todos. En el marco del capitalismo esto es imposible. Una buena parte de los firmantes ha hecho parte de gobiernos en las últimas décadas y no ha podido resolver estos problemas. Ni nuestro economista más connotado, José Antonio Ocampo, en su larga carrera pública ha sido capaz de encontrar la solución al desempleo, la desnutrición o la carencia de vivienda digna.
La polarización real entre los colombianos está ahí a la vista de todos, incluso de los firmantes de la carta; pero lo que les preocupa realmente es que se genere inestabilidad política, crisis políticas, turbulencias, protestas, surgimiento de gobiernos de izquierda radical, etc.
¿Quién no está de acuerdo con que todas las personas tengan un trabajo digno y un ingreso adecuado para satisfacer sus necesidades? ¿Quién no está de acuerdo con que todas las personas tengan un ingreso mínimo vital y acceso garantizado a una alimentación adecuada? ¿Quién no está de acuerdo con que todas las personas tengan acceso a educación y salud de buena calidad, a una vivienda digna? Etc., etc. Podemos repetir aquí la lista internacional de derechos humanos o los artículos correspondientes de la Constitución Política.
No hay que ser un connotado colombiano de la empresa privada y la academia para plantear estas simplezas, estas aspiraciones básicas. Tampoco hay que ser un connotado colombiano para darse cuenta que estos problemas no se resuelven, que a duras penas se logran unos paliativos, y que la gran mayoría de colombianos, no connotados, vive en la miseria y la pobreza. Esperaría uno que se pidiera a los candidatos que respondieran si pueden cumplir la constitución política en materia de derechos.
No es posible solucionar estos problemas dentro del capitalismo y ellos lo saben. Lo que les preocupa es que la izquierda alborote el ambiente y cree conflictos sociales. Que cree intranquilidad y afecte la estabilidad de aquellos que se encuentran en el polo de quienes se sienten integrados en la sociedad y buen provecho han sacado de dicha integración.
Empresarios como Warren Buffet no tienen temor a reconocer que hay clases y lucha entre ellas. Y además, tiene clara conciencia de quienes la van ganando: los capitalistas: “Hay una guerra de clases, de acuerdo, pero es la mía, la de los ricos, la que está haciendo esa guerra, y vamos ganando.[2]”
El conflicto entre capitalismo y comunismo claramente lo va ganando el capitalismo y uno de los terrenos de batalla es el ideológico y cultural. La gran masa de intelectuales, por lo menos en el caso colombiano, acepta que el acuerdo sobre lo fundamental es mantener el capitalismo, y con eso aceptan el sistema, con todas sus consecuencias, al cual solo critican en aspectos de detalle.
Ya en 1848 decía Marx refiriéndose a una de las corrientes de socialismo existente en su época:
“Socialismo conservador o burgués: Esta ideología proviene de la sensibilización de parte de la burguesía ante el sufrimiento del proletariado y un intento de mitigar estas injusticias para conservar el orden social burgués. Se encuentran en este bando los economistas, los filántropos, los humanitarios, los que aspiran a mejorar la situación de las clases obreras, los organizadores de actos de beneficencia, las sociedades protectoras de animales, los promotores de campañas contra el alcoholismo, los predicadores y reformadores sociales de toda laya”.
Este grupo de firmantes no se declara socialista, pero encajan perfectamente en la descripción de Marx: lo que les interesa es mitigar el sufrimiento del proletariado y las injusticias, para conservar el orden social burgués.
Kalmanovitz prefiere que gane nuevamente el uribismo a votar por Petro
En reciente columna en El Espectador[3], Salomón Kalmanovitz anuncia su voto por Fajardo en primera vuelta y en blanco si su candidato no pasa a la segunda: “Es obvio que votaré por Fajardo en la primera vuelta, pero si no alcanza a la segunda me inclino por el voto en blanco.”
Critica algunas debilidades de las propuestas de Petro y destaca las fortalezas del programa de Fajardo. Considera que su diagnóstico es muy concreto: “El país está profundamente afectado por la pobreza, las desigualdades, el desempleo, los altos precios de la canasta familiar y las puertas cerradas a las oportunidades de educación y salud. La economía no está al servicio de la gente, sino de unos pocos.”
Es una descripción de hechos sin análisis de causas, es decir, un mal diagnóstico. En el texto citado por Kalmanovitz se expone un análisis general e impreciso, como eso de decir que el país está profundamente afectado por la pobreza, las desigualdades, el desempleo, los altos precios de la canasta familiar y las escasas oportunidades, como si también los capitalistas padecieran estas “injusticias.” Fajardo no se sale del libreto usual de indignarse con las consecuencias sin mirar las causas. Aunque hay que reconocerle un tímido avance en una idea marxista: la economía no está al servicio de la gente, sino de unos pocos, aunque no profundiza en esto. Y tampoco es muy concreta su propuesta de solución: “Para ello recurrirá a una reforma tributaria progresiva que aporte recursos suficientes para financiar programas sociales.” Aquí simplemente repite una vaga ilusión común en muchos políticos.
Finalmente Kalmanovitz señala que: “Lo de las “fuerzas productivas” es el último rezago de marxismo que le queda al candidato del Pacto Histórico”. En esto, evidentemente, le falta a Petro dar un último paso para ponerse al nivel de Kalmanovitz, que abandonó por completo la teoría de Marx, que tanto estudió y utilizó en épocas ya remotas.
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[1] https://contextomedia.com/ocho-acuerdos-basicos-para-la-convivencia-nacional/
[2] http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/billonarios/2014/06/10/palabra-de-warren-buffett.html
[3] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/salomon-kalmanovitz/petro-y-fajardo/
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: Portafolio
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