El escenario de la movilización social es por antonomasia la calle. Gaitán y Galán son dos de los grandes prospectos de convocatoria a la movilización. Quienes creían que “el declive del hombre público” (Senet) estaba en boga, y que se había refugiado en las casas, están equivocados. La gente sigue marchando y expresando sus posiciones a favor o en contra de las ideologías, bajo el paraguas de otras ideologías. La ideología, como forma teórica de la acción, está nuevamente en boga. Los estallidos sociales en 2019-2021 en países como Chile y Colombia fueron determinantes para desestabilizar a los gobiernos de la derecha, que no encontraron caminos de diálogo, sino sólo de represión frente a los marchistas, con un saldo de muertos y mutilados estremecedor, que llevaron al poder a Boric y Petro.
En el caso colombiano, una bien orquestada manifestación desde los mass media de la oligarquía, con la presión del empresariado y del uribismo y los sectores aliados al mismo, logró una fuerte movilización el 21 de abril. En dicha ocasión la expresión se basaba en arengas y símbolos derivados del odio y la repulsión contra el Presidente Petro como bien lo plantea José Malaver en su libro “El Odio”. Gritos desenfundados pidiendo la muerte del presidente, incitaciones a la asonada, ataúdes simbolizando el entierro del Gobierno, imágenes de Petro pisoteadas y quemadas, son muestra de una insania mental de quienes, sin apelar a la razón, prefieren los epítetos fáciles y necropolíticos, antes que una discusión de altura. No es gratuito que la derecha haya gobernado por 200 años y que Rodolfo Hernández, el candidato derrotado por Petro y condenado por corrupción, haya sacado más de 10 millones de votos. Ello llevó al Gobierno a concentrarse en gabinete en Paipa durante dos días, que fueron muy productivos y captaron el alma nacional. Los escándalos de la clase política tradicional saltan a la vista, en especial la última desclasificación de los archivos de EEUU donde se descubrió la conexión de la mafia del narco con los gobiernos de López y Turbay (ver libro de Eduardo Sánez Rovner, Conexión Colombia), así como la complicidad de Barco en el exterminio de la UP.
La entrevista a los marchistas del 21 A demostraban profundo desconocimiento de las reformas del Gobierno (algunas de las cuales seguramente les favorecían). Por el contrario, se demostró la madurez de los marchistas del 1 de mayo, con visión crítica y análisis de por qué marchaban.
El discurso vibrante del presidente Petro el 1 de mayo, de más de una hora, llenó de reflexión al país y desafió a los poderes que se oponen al cambio, con base en sus privilegios. Como gran orador que es, sentenció: “La plaza es mía!”. Y rebasó los cálculos de la derecha, que pensaba que ya no tenía la fuerza para convocar a las masas en las principales ciudades del país, como en efecto lo hizo. Yo tuve la oportunidad de presenciar las dos marchas, y la segunda fue muy superior a la primera. Sobre todo, más sesuda y analítica. La otra, visceral y manipulada.
Uribe en una descafeinada intervención de 15 minutos respondió por redes al discurso de Petro, sin bases ciertas de cifras, sino con los lugares comunes que siempre ha expresado. Lo cierto es que la reforma laboral y de salud que se impulsan en el Congreso por parte del Gobierno, son el resultado del fracaso de las leyes neoliberales impulsadas por Uribe y sus conmilitones. Colombia es uno de los países con mayores desigualdades del mundo, pese a tener un crecimiento económico decente y unas riquezas inescrutables. La codicia impulsó el despojo de tierras y de riqueza a las grandes mayorías del país, empobreciéndolas y llevándolas a la miseria.
Defender la necropolítica, como lo ha hecho Uribe, no es sino desconocer las razones del estallido social en 2021, como lo señala el último informe de Temblores “Dios, Patria y Bolillo”, así como los dos fallos del Tribunal Internacional de Opinión TRINO que condenaron las actuaciones del estado en el estallido social y en la masacre de Puerto Leguízamo.
El pueblo ha hablado. Hay mayoría de la izquierda en las calles, La otra tarima que Galán montó para desviar la atención pasó desapercibida en la Plaza de Bolívar de Bogotá. La CGTD que no apoya a Petro y sus reformas, y que Vicky Dávila intentó instrumentalizarla políticamente, pasó a ser una tenue voz meramente testimonial y rezagada de las grandes mayorías sindicales, donde la CUT sigue siendo la principal bandera, junto con Fecode.
El Congreso debe escuchar este clamor de las masas por las reformas, no el odio en contra del bien común y las mayorías. Debe aprobar, en consecuencia, la reforma a la salud, la laboral, la pensional, la de justicia y la educativa. Esta crisis no da más espera. El Gobierno del Cambio debe ser más juicioso en sus niveles de ejecución y prescindir de las rémoras, que obstaculizan su avance. Viene la elección del Defensor del Pueblo y del Procurador y allí deben llegar personas probas y amigas del cambio, no de la reacción.
La campaña presidencial se adelantó y avizora una movida fuerte de nombre y propuestas que claramente muestran dos tendencias: la del odio y la del cambio y amor por la justicia social. Difícil el Acuerdo Nacional y la Constituyente. Viables las Asambleas populares en las regiones, aunadas a la Paz Total. Amanecerá y veremos.
Luis Bernardo Díaz, Decano Facultad de Derecho UPTC
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