En Colombia hay alrededor de 1938 ciénagas con el 82% de ellas ubicadas en la región Caribe. Las ciénagas son humedales de importancia ambiental por las funciones que cumplen, como la de controlar inundaciones al estancar grandes cantidades de agua, regular los caudales de los ríos, retener los sedimentos al maximizar procesos de decantación y depósitos de materiales, purificando el agua proveniente de las cuencas y de los asentamientos humanos adyacentes.
Ecosistemas inundables como las ciénagas del Bajo Magdalena y la planicie aluvial momposina, conforman uno de los grandes abanicos fluviales inundables de Suramérica. Se trata de una especie de “delta interior” o “esponja hídrica”. Estas zonas son de gran importancia para la salud integral del río.
Las ciénagas del Magdalena Medio y Bajo constituyen una de las regiones geográficas más biodiversas e importantes en su funcionamiento hidrológico. Estas áreas se siguen invadiendo con propósitos agropecuarios, además de la explotación de hidrocarburos. Prácticamente no queda en todo el Magdalena una sola ciénaga en condiciones prístinas. La geografía de las zonas inundables del río está ahora más que nunca en riesgo inminente de extinción.[1]
Uno de los servicios ambientales de las zonas de inundación es la regulación hidrológica. Esta controla en gran medida las dinámicas de las especies migratorias (bocachico y bagre) que dependen de ciertos niveles de agua para completar su ciclo vital. Los peces salen de las ciénagas a finales de las épocas de aguas bajas del río Magdalena y comienzan a remontarlo al iniciarse el incremento de los caudales con las lluvias de abril.
Luego entran a desovar en varios afluentes o tributarios principales del rio, una vez hayan alcanzado cierto nivel de aguas. Desovan en estos afluentes y las larvas eclosionan y derivan aguas abajo conformando el ictioplancton. Una vez entran de nuevo al cauce principal del río, estas larvas son arrastradas aguas abajo y cuando pasan por diferentes bocas de las ciénagas, arrastradas aguas adentro.
En estás ciénagas se inician cadenas alimentarias (fito y zooplancton) de las cuales se alimentan estas larvas juveniles y peces. Si el río no alcanza ciertos niveles se desconectan las ciénagas del rio y se pierden estos hábitats esenciales para la alimentación y reproducción de especies migratorias y residentes.
Estos sistemas lénticos poseen una rica biodiversidad de flora y fauna que proporcionan ingresos a sus poblaciones adyacentes que hacen parte, en general, del amplio círculo de la pobreza y de la miseria nacional exacerbada por la pandemia y por la degradación de estos cuerpos de agua, que ha puesto en peligro de extinción variedades de especie del río, que constituyen la dieta básica de las poblaciones ribereñas y adyacentes a los complejos lagunares y de ciénagas. El gran río está en cuidados intensivos. No es casual que la pesca haya disminuido de forma dramática en sus aguas, con varias variedades en peligro inminente de extinción.
Una lacerante prueba de esta brutal realidad socio económica en estos cuerpos de agua es la vida de los pescadores y habitantes de la ciénaga Grande de Santa Marta y los complejos de ciénagas y caños de la Isla de Salamanca y Pajarales, o los habitantes de la Ciénaga de la Virgen que conviven entre el fango de la más espantosa miseria en Cartagena, una ciudad que se hunde literalmente en medio de una insidiosa desigualdad que el turismo de altos ingresos exacerba hasta el límite de lo soportable. Un racismo estructural de hecho contra la población pobre y afro descendiente que habita mayoritariamente la Heroica.[2]
La Ciénaga de Palagua
La Ciénaga de Palagua en Puerto Boyacá no escapa a esa realidad de los sistemas lénticos del país aunque de manera algo distinta: Este espejo de agua de 1.100 hectáreas se esparce en el plano inundable del Magdalena Medio sobre una zona petrolífera cuya explotación ha generado la formación de una capa de aceite sobre el espejo de agua y la disminución del oxígeno en ella.
La Ciénaga tiene una historia común al agudo conflicto ambiental generado por la actividad petrolera a lo largo y ancho de Colombia sobre sus fuentes de aguas y ecosistemas. La Ciénaga de Palagua a lo largo de más de cuarenta años ha sido agredida de forma sistemática por la acción irresponsable de las compañías petroleras a las que poco o nada les importa el medio ambiente, en su orden, la Texas Petroleum Company, Onimex, Mansarovar y Ecopetrol, agresión que incluye la Serranía de las Quinchas, donde esta nace.
La Texas fue el centro del poder sobre un territorio de gran extensión de la antigua Concesión Guaguaqui-Terán. Como ninguna otra empresa, la Texas Petroleum Company conformó un dominio independiente por el hecho de adquirir propiedades en el Territorio Vásquez cobijadas por Cédulas Reales, que le permitieron usufructuar los recursos energéticos del subsuelo como propiedad privada.
Esta Serranía es un pequeño espolón de la vertiente de la Cordillera Central ubicada entre los límites de los municipios de Otanche y Puerto Boyacá y uno de los últimos relictos de selva húmeda tropical de la cuenca media del río, un paraíso eco sistémico, un edén de las aguas, con enorme potencial eco turístico, degradado por la actividad petrolera.
Por su territorio discurren sendas redes de oleoductos y gasoductos viejos y descuidados. En la quebrada La Cristalina, un hermoso paraje de esta serranía fue objeto de un derrame de crudo en el 2018 con severa implicación medio ambiental que las autoridades ambientales atendieron displicentemente.
La Corporación San Silvestre Green denunció que en 2020 se presentaron 33 incidentes ambientales en el municipio de Puerto Boyacá de los cuales 26 se originaron en las instalaciones de Mansarovar. Este año se han producido 25 incidentes. A principios de noviembre esta multinacional indio-china entrega los campos de la Asociación Nare a Ecopetrol, dejando una estela irresuelta de enormes pasivos ambientales
Accidentes que terminan por escorrentía a través de caños y humedales, contaminando con hidrocarburos los predios de campesinos y la ciénaga de Palagua de la cual viven los pocos pescadores que aun insisten en la actividad cuasi perdida por la alta contaminación de este cuerpo de agua. Hace treinta años pescaban cinco o seis sartas (10 pescados por sarta) en una hora. Hace cinco años podían pescar una sarta en el mismo tiempo. En 2021 solo logran obtener cuatro pescados pequeños en una jornada de dos horas, dicen Miguel Alberto Ribera y Oved Vargas, pescadores de la zona en una entrevista con RCN en abril del año que corre. La Asociación de Pescadores Asopezpalagua afirma que la pesca se ha reducido en más de un 90%.
Área de accidentes petroleros. Tomado de la Corporación San Silvestre Green.
En la Ciénaga a lo largo de cinco décadas se ha formado impunemente una capa de lodo de un espesor mayor a cuarenta centímetros compuesto por una mezcla de crudo y vegetación flotante errante, la cual es sumergida por acción del viento, que ha provocado la disminución en la profundidad de la ciénaga y limitando la oxigenación de la misma, provocando la disminución dramática de la población íctica de la ciénaga. Este fenómeno antrópico terminó trasformando este cuerpo de agua de fuente de alimentos en un depósito de hidrocarburos. En el año 2008 murieron 50.000 peces por la baja presencia de oxígeno en el agua.[3]
Este cuerpo de agua así como la Serranía de las Quinchas que conforman un delicado ecosistema han sido objeto de la irresponsabilidad con que las empresas petroleras han tratado el medio ambiente con la complicidad de las instituciones colombianas del sector existentes antes de la Constitución del 91 y después con las instituciones ambientales que esta creó y ante las cuales se ha degrado impunemente.
Alcaldes y dirigentes del municipio de Puerto Boyacá, sindicatos obreros y la población en general, a lo largo de estas cinco décadas de degradación ambiental de los vitales ecosistemas de la región por la actividad irresponsable de las empresas petrolíferas que se han sucedido en el territorio, han ofrecido resistencia, sobre todo después de 1994, cuando la Texas decidió vender sus campos, a esta acción depredadora del medio natural.
Pero estos esfuerzos han chocado con la indiferencia complaciente de las autoridades nacionales y la institucionalidad ambiental, tal como lo señaló el ex alcalde Hernando Muñeton en especial de Caracol Tv sobre el estado actual de la ciénaga de Palagua y el malestar social generado por Ecopetrol al no asumir directamente los campos entregados por Mansarovar.[4]
En el actual estadio de desarrollo del país, este requiere de la actividad petrolera pero no en las condiciones actuales donde se depreda el medio ambiente y se explota sin escrúpulos la labor insustituible de los trabajadores petroleros. Sin duda, el país debe pasar el escalón, en estos tiempos de cambio climático acelerado, de la dependencia de la locomotora minero energética como eje de la economía nacional, que no es funcional a las urgencias planetarias.
La aprobación del presupuesto nacional para el 2022 nos ata a la tierra, al atraso, al pasado, y echa por tierra el discurso ambiental del gobierno nacional: Ciencia y tecnología fue prácticamente el único rubro que vio disminuir su participación: le fueron asignados 331.000 millones. Una escandalosa disminución del 19,9%.
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[1] Juan D. Restrepo Ángel, Geografía del río Magdalena. En: “Rio Magdalena: territorios posibles”. Banco de la Republica, 2021, pág. 49.
[2] Para una dramática radiografía de la pobreza y la miseria en Cartagena ver: https://www.eluniversal.com.co/especiales/cartagena-un-diamante-en-pobreza-extrema/
[3] El Tiempo, 3 de abril de 2008.
[4] Ver: Palagua, la ciénaga que respira petróleo: https://noticias.caracoltv.com/informes-especiales/palagua-la-cienaga-que-respira-petroleo
Fernando Guerra Rincón
Foto tomada de: Especial El Universal.
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