Mauricio García y la codicia
En artículo publicado el 18 de enero de 2025 en El Espectador con el título de “El triunfo de la codicia[1]” García analiza las medidas de Facebook e Instagram para adoptar un sistema más flexible de control de contenidos. Afirma: “Lo que estamos viendo, y que ha sido denunciado en numerosos estudios, es una tensión entre la lógica del negocio tecnológico, que solo busca acumular riqueza, y la lógica de la comunicación ciudadana, que debería promover la democracia y la inteligencia colectiva o, por lo menos, no ir contra ellas.” Y la elección de Trump implica que dicha tensión se ha resuelto “en favor de la segunda lógica, la empresarial, y en contra de la primera, es decir de la democrática.”
García compara un estado real de cosas (el ser del capitalismo) con un estado ideal (un deber ser democrático) y los pone al mismo nivel, lo cual evidencia, en mi opinión, un desenfoque. Juzga la realidad desde unos principios existentes solamente en su mente, en lugar de explicarnos por qué razón predomina la lógica capitalista. Eso sí, hay que abonarle que señala una gran verdad: la lógica empresarial que solo busca acumular riqueza no es democrática. ¿Cómo puede haber democracia política en una sociedad en la cual su fundamento económico no lo es?
Además nos dice que “hace más de dos siglos, cuando la democracia venció a la monarquía, se impuso la idea de que, en caso de conflicto, el interés general debía prevalecer sobre el interés privado. Hoy vemos cómo triunfa la idea contraria: sobreponer a toda costa los intereses privados. Lo valioso ya no es el bien público sino la codicia privada.” Es atrevido García al afirmar que “la democracia” venció, valdría la pena que nos informara más sobre este hecho histórico. Además cree que en el pasado prevaleció el bien público. Parece que García vive en el mundo de las ideas, alejado de la base terrenal. La complejidad de la estructura y la dinámica del modo de producción capitalista la reduce a la codicia de los capitalistas.
Blanca Inés Duran se pregunta ¿por qué somos tan pesimistas los bogotanos?, en columna del 23 de enero de 2025 en El Espectador[2]. Afirma que los bogotanos “sufrimos de pesimismo”. Según la Encuesta de Bogotá Cómo Vamos de noviembre de 2024, el 62% de las personas cree que las cosas van por mal camino. Considera que esto es preocupante dado que Bogotá es una de las ciudades “más próspera del país y la que más aporta al PIB”. ¿Próspera para quién? De acuerdo con el DANE Bogotá es la ciudad y región más desigual de Colombia, país que a su vez tiene el gran mérito de ser uno de los más desiguales de América Latina y del mundo. Además tiene un número enorme de miserables, pobres y vulnerables y una gran cantidad de desempleados, además de que la mayoría de los empleados gana poco más del salario mínimo. Quizá esto le ayudaría a entender a Durán por qué el “pesimismo” de los bogotanos.
Y a continuación viene la perla: “…que tengamos tales niveles de pesimismo es preocupante, porque no hay gobernante que logre buenos resultados si la ciudadanía cree que todo está mal”. Durán piensa que la mala situación de millones de bogotanos se debe a los gobiernos, para ella no existe una estructura económica denominada capitalismo. Además considera que lo determinante es el pensamiento de los individuos. Pero por ningún lado nos explica esta relación entre pensamiento y realidad. Se pregunta por qué “somos tan pesimistas los bogotanos y bogotanas, pero no responde.
Remata con una proclama digna de un texto de autoayuda: “Quizá llegó el momento de empezar a darle una chance a la esperanza y, aun con nuestro sentido crítico y nuestra capacidad de opinión, comenzar a ver las cosas buenas que tiene la ciudad.” Coherente si es: el problema es que pensamos que las cosas están mal, así que si cambiamos y pensamos que las cosas están bien se resuelven los problemas reales y materiales: “la ciudadanía debe creer en la ciudad, creer que es posible, hacer que sea posible”; “empezar a pensar positivamente si queremos que el cambio ocurra”.
Julián de Zubiría y la desconfianza
En columna titulada Colombia: una nación sin tejido social publicada en el Espectador el 22 de enero de 2025 Julián de Zubiría[3] señala que en 2022 Colombia era uno de los tres países del mundo donde las personas menos confiaban en los demás (apenas 5%) y se pregunta “¿Qué impacto ha tenido esta desconfianza en el desarrollo nacional? Y concluye tajantemente “una nación en la que las personas no confían en los demás no tiene posibilidades de desarrollo”, sin presentar ninguna sustentación teórica y empírica.
Nos dice que la “idea esencial del proyecto político-pedagógico de Antanas Mockus” fue precisamente que se necesitaba mayor confianza para estimular el desarrollo. Valdría la pena mirar si Mockus logró que aumentara el PIB bogotano, que disminuyera la desigualdad de riqueza y de ingresos y que se eliminara la pobreza y la miseria.
El factor decisivo es la confianza: “si no confiamos en los demás, no podremos cooperar entre diversos grupos humanos, sociales, políticos, cívicos o regionales para resolver los problemas, trabajar y producir en equipo.” Pero resulta que a pesar de la baja confianza existe una gran cantidad de empresas y organizaciones que cooperan y producen; por ejemplo, las miles de empresas capitalistas que producen la mayoría del producto nacional y generan enormes utilidades. Continúa: “Si desconfiamos de los demás, sentiremos que en los intercambios económicos estamos siendo estafados y que los demás harán lo posible por recargarnos de trabajo”. De Zubiría piensa que los trabajadores deben confiar en sus patronos, con lo cual dejarán de sentirse estafados y menos recargados de trabajo: basta con un simple cambio de actitud o de pensamiento para que desaparezca la explotación capitalista.
Ninguno de estos tres conocidos columnistas se toma la molestia de explicarnos por qué existe la codicia, el pesimismo y la desconfianza. No muestran interés siquiera en profundizar en el conocimiento de factores tan importantes para el desarrollo capitalista.
García, Durán y De Zubiría viven en el mundo de las ideas alejado de sus fundamentos terrenales. Piensan que la explotación, el desempleo, los bajos salarios e ingresos, la desigualdad, etc., etc., son consecuencia de la codicia, del pesimismo y de la desconfianza. Estos son algunos ejemplos, entre muchos, de una forma de concebir el mundo que se caracteriza por no ir al fondo de las cosas, por la renuncia a no entender el capitalismo.
En La ideología alemana Marx crítico a los jóvenes hegelianos y afirmó, entre muchas cosas, lo siguiente: “como para estos jóvenes hegelianos las representaciones, los pensamientos, los conceptos y, en general, los productos de la conciencia por ellos sustantivada eran considerados como las verdaderas ataduras del hombre, exactamente lo mismo que los viejos hegelianos veían en ellos los auténticos nexos de la sociedad humana, era lógico que también los jóvenes hegelianos lucharan y se creyeran obligados a luchar solamente contra estas ilusiones de la conciencia.”
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[1] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/mauricio-garcia-villegas/el-triunfo-de-la-codicia/
[2] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/blancainesduran/el-guayabo-emocional-de-bogota-por-que-somos-tan-pesimistas/
[3] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/julian-de-zubiria-samper/colombia-una-nacion-sin-tejido-social/
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: De Justicia
Apreciado columnista. No se puede Esperar más de esas de estos “opinadores”, eso es ser demasiado optimista. Para ellos, la palabra capitalista y la palabra Marx, suenas a feo, viejo y “políticamente incorrectos”