Más de 12.000 funcionarios y expertos en biodiversidad estarán sesionando durante un mes en diferentes mesas temáticas, y durante una semana se harán múltiples eventos públicos. Es un evento de gran importancia global y un triunfo del gobierno de Petro que la ONU hubiera aceptado la oferta de Colombia de ser anfitrión de esa Conferencia.
La ministra de Ambiente y el secretario Ejecutivo interino del Convenio para la Diversidad Biológica (CBD) de la ONU, presentaron en pasados días la imagen y eslogan de la COP16 que se realizará en Colombia. La imagen es inspirada en la flor de Inírida, especie endémica de Colombia, y el eslogan es “Hacer la Paz con la Naturaleza”.
Dicho evento es continuidad de otras COPs realizadas en años anteriores y, a pesar que tiene una temática y agendas definidas (algo especializadas), puede ser una oportunidad para reflexionar sobre la relación que tenemos con la naturaleza y pensar en un modelo económico que priorice el cuidado y la preservación de los recursos naturales sobre la extracción, sobreexplotación y contaminación de los mismos.
La COP-16 puede ser una excusa o motivo para que el movimiento socio-ambiental colombiano y latinoamericano en todas sus expresiones logre visibilizar los problemas que vive Colombia y la región en esa materia y hacer conocer ‒no tanto de los delegados sino de la sociedad en general‒ las luchas, resistencias y procesos de organización y de acción socioambiental que desarrollan las comunidades y pueblos de esta nación y en América Latina.
Las COPs sobre biodiversidad tienen como antecedente la realización de la Cumbre de Río (o Cumbre de la Tierra) que se llevó a cabo del 3 al 14 de junio de 1992 en Río de Janeiro (Brasil), en donde la participación de Fidel Castro fue fundamental para aprobar una serie de principios entre los que se destacan los siguientes:
Principio 4: “A fin de alcanzar el desarrollo sostenible, la protección del medio ambiente deberá constituir parte integrante del proceso de desarrollo y no podrá considerarse en forma aislada”.
Principio 5: “Todos los Estados y todas las personas deberán cooperar en la tarea esencial de erradicar la pobreza como requisito indispensable del desarrollo sostenible, a fin de reducir las disparidades en los niveles de vida y responder mejor a las necesidades de la mayoría de los pueblos del mundo”.
Principio 7: “Los Estados deberán cooperar con espíritu de solidaridad mundial para conservar, proteger y restablecer la salud y la integridad del ecosistema de la Tierra. En vista de que han contribuido en distinta medida a la degradación del medio ambiente mundial, los Estados tienen responsabilidades comunes pero diferenciadas. Los países desarrollados reconocen la responsabilidad que les cabe en la búsqueda internacional del desarrollo sostenible, en vista de las presiones que sus sociedades ejercen en el medio ambiente mundial y de las tecnologías y los recursos financieros de que disponen”.
Principio 8: “Para alcanzar el desarrollo sostenible y una mejor calidad de vida para todas las personas, los Estados deberían reducir y eliminar las modalidades de producción y consumo insostenibles y fomentar políticas demográficas apropiadas”.
Principio 9: “Los Estados deberían cooperar en el fortalecimiento de su propia capacidad de lograr el desarrollo sostenible, aumentando el saber científico mediante el intercambio de conocimientos científicos y tecnológicos, e intensificando el desarrollo, la adaptación, la difusión y la transferencia de tecnologías, entre estas, tecnologías nuevas e innovadoras”.
El movimiento socio-ambiental en la actualidad
Hoy existe a nivel global un verdadero movimiento socio-ambiental. Aunque diverso y disperso ha evolucionado desde las dinámicas ecologistas sectoriales hacia un movimiento con objetivos holísticos y universales. En los años 70s, 80s y 90s del siglo XX los ecologistas se concentraban en problemas específicos como la contaminación del aire, los ríos y océanos por efecto de la incorrecta disposición de residuos industriales, la protección de bosques y selvas y el rechazo al uso de químicos y otras sustancias peligrosas en la producción de alimentos.
Los pacifistas alertaban por aquellos tiempos sobre la posible hecatombe nuclear y las comunidades de países periféricos rechazaban los megaproyectos mineros y energéticos que afectan su entorno social y ambiental. También surgía el movimiento animalista y otras expresiones sociales, políticas y culturales que empezaban a plantear los derechos de la naturaleza y la defensa y protección de especies animales y vegetales en peligro de extinción.
Hoy, los movimientos socioambientales se han encontrado de frente con la crisis global de la biodiversidad y la posibilidad de un colapso ambiental de carácter sistémico que amenaza la pervivencia de la humanidad sobre la tierra. El cambio climático causado por los gases de efecto invernadero generados por la economía basada en la química del carbono (petróleo, gas y carbón), la ganadería intensiva (gas metano) y la deforestación y destrucción de bosques y selvas, es lo más visible para dichos movimientos, pero las causas estructurales relacionadas con el modo de producción capitalista todavía no están en el centro de sus preocupaciones y protestas.
Mensajes como “Nuestro futuro está en sus manos”, “No podemos comer dinero”, “El ‘MeToo’ de la Madre Tierra”, “Hay CO₂nsecuencias”, “No hay planeta B”, “Marcha ahora o nada después”, “Ni un grado más, ni una especie menos”, “¡Justicia climática ya!, es una emergencia”, “Alerta roja. Escuchad a la ciencia”, reflejan una conciencia ambiental más avanzada que busca respuestas y soluciones que cuestionan el modelo económico irracional que predomina en el planeta.
Pero, además, el movimiento socio-ambiental tiene una infinidad de manifestaciones y prácticas concretas y de trabajo cotidiano en áreas rurales y urbanas de muchas regiones y ciudades del mundo. Existen innumerables iniciativas que impulsan la agroecología en sus diversas variantes (agricultura ecológica u orgánica, agricultura biodinámica, permacultura, sistemas agroforestales, sistemas agro-ganaderos integrados, rotaciones, cultivos de cobertura, policultivos, etc., retomando en muchos casos tradiciones ancestrales de pueblos indígenas y afros); el reciclaje y compostaje de los residuos sólidos y orgánicos; los mercados populares y orgánicos; la defensa, protección y recuperación de bosques, selvas y humedales; la hidroponía combinada con la piscicultura; la recolección de aguas lluvias, y proyectos de energía renovable (solar, eólica, geotérmica, biomasa, biogas y otras), y muchas otras prácticas del mismo tenor[1].
Como en todo, dentro de ese movimiento “socio-ambiental”, incluyendo a quienes trabajan cerca de las instituciones estatales, existen diversas corrientes de pensamiento y de prácticas (económicas, sociales, políticas y culturales) pero lo que tienen de interesante es que en su gran mayoría colocan por delante lo que llamo la “Filosofía del Hacer” y sobre ese actuar van desarrollando las “Dinámicas del Decir”, procurando que cada participante sea coherente en su actuar individual y colectivo.
Ese amplio movimiento socio-ambiental que la humanidad está construyendo en todos los países y regiones del mundo y que tiene que ver con la pervivencia de la especie humana en la tierra, se ha impuesto como tarea básica y fundamental la defensa, recuperación y fortalecimiento de la biodiversidad “natural” en el planeta (que incluye la diversidad humana) y por ello, es el campo de lucha más fructífero para avanzar hacia cambios “poscapitalistas” en nuestras formas de vida.
No les llamo cambios “progresistas”, “socialistas” o “comunistas” porque son términos desgastados, y, además, porque quienes impulsan esas visiones políticas piensan (creen) que el principal instrumento para lograr las transformaciones estructurales y sustentables es el aparato del Estado “realmente existente”. Es evidente que no podemos desechar a los Estados de cara a forzar cambios urgentes e inmediatos para evitar el colapso ambiental (y el nuclear, que también es posible) pero, lo que muestra la dinámica del movimiento socio-ambiental es que al calor de todo ese esfuerzo está surgiendo un poder paralelo, una “gobernanza alterna”, unas fuerzas sociales capaces de transformar su propia cotidianidad sin que ello signifique que no se pueda y deba presionar a los poderes fácticos, que no sólo son los Estados y gobiernos sino principalmente a los poderosos conglomerados capitalistas transnacionales y globales que los utilizan y subordinan a sus intereses.
La COP-16 y el movimiento socio-ambiental
En realidad, la COP-16 es un “significante vacío”, un evento más en donde se hacen diagnósticos sobre la crisis de la biodiversidad terrestre y salen declaraciones de buena voluntad que, por lo general, los gobiernos y los grandes consorcios capitalistas no cumplen. Si somos conscientes de ello, podemos utilizar ese “significante vacío” para “llenarlo” con nuestros mensajes y acciones. Aquellos que se ilusionan con que en la COP-16 van a conseguir recursos o cosas parecidas, no solo terminan desilusionados, sino que pueden ser utilizados por quienes asumen una actitud utilitarista frente a este tipo de eventos, dado que los conciben como una “vitrina” para impulsar el turismo y el comercio.
Si el movimiento socio-ambiental se articula y unifica, en cada ciudad, región y a nivel nacional, puede acumular fuerza política para influir en las decisiones del Estado y canalizar recursos económicos para ampliar y fortalecer sus prácticas y acciones. Todo ello, sin perder su autonomía e independencia, que son las bases para que el movimiento socio-ambiental construya “gobernanza desde abajo”, fuerza organizada con “poder alterno”, sin involucrarse directamente en la gestión de “las instituciones” que juegan a cooptar y limitar los alcances de dichos procesos sociales y políticos.
Para aprovechar ese tipo de eventos es necesario organizar “cumbres” paralelas y/o alternativas sin necesidad de aislarse de la “oficial”. Si se convoca y realiza una COP-16 Alternativa, ésta puede ser todo lo contrario del “significante vacío”, o sea, convertirse en una acción efectiva, en donde se realice pedagogía social y ambiental de alto nivel transformador, y se materialice un hecho político de impacto global. Además, sería la materialización de hecho y autónoma de apoyo a las propuestas y políticas que impulsa el presidente Petro.
El gran debate del momento actual
Los grandes temas que se están tratando alrededor de la problemática ambiental son básicamente los siguientes:
- Reconocer que existe un grave problema que afecta la sostenibilidad ambiental del planeta;
- Que la causa estructural de ese problema es la irracionalidad del sistema económico (crecimiento ilimitado frente a recursos limitados[2]);
- Que de no hacer nada, vamos hacia un “colapso ambiental” que se manifiesta en la destrucción sistemática de la biodiversidad terrestre;
- Que las causas principales de ese problema están íntimamente relacionadas con la emisión de gases de efecto invernadero (CO2, metano, otros) generados por el uso generalizado de los combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón), la ganadería intensiva y la deforestación de bosques y selvas, que agudizan el problema porque se ha destruido el metabolismo natural;
- Que de acuerdo a la gran mayoría de científicos hemos entrado en una fase crítica en donde se requieren medidas urgentes y drásticas para detener ese proceso creciente y acelerado de deterioro ambiental;
- Que deben ejecutarse acciones inmediatas en el terreno del cambio de la matriz energética hacia energías renovables y avanzar ‒con decisión‒ en cambios estructurales en el sistema y modelo económico existente (políticas de decrecimiento y acabar con la práctica de la “obsolescencia programada”);
- Que, igualmente, se hace necesario un cambio de tipo cultural a nivel planetario que implique a la gente del común y sus costumbres diarias, para poder garantizar que las medidas urgentes sean continuadas y sostenidas en el tiempo.
A partir, más o menos, de esos presupuestos, el debate actual al interior del movimiento socio-ambiental consiste en cómo aprovechar la realización de la COP-16 en Colombia (Cali) para fortalecer ese movimiento y hacerlo avanzar hacia posiciones políticas de gran alcance y profundidad. ¿Es posible hacerlo? ¿Cómo hacerlo? ¿Se requiere organizar una COP alternativa? ¿Le conviene al gobierno colombiano que encabeza Gustavo Petro que se realice esa COP alternativa?
El debate está abierto y requiere de la auto-convocatoria amplia e incluyente de todos los actores sociales y ambientales comprometidos con causas transformadoras.
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[1] La iniciativa de los “Ecobarrios” que tiene unas variantes institucionales y otras autónomas de tipo popular-comunitario, debe ser destacada dentro de ese movimiento socio-ambiental por cuanto son experiencias que transforman la vida de la gente y son una forma consciente y colectiva de apropiación del territorio y de ambientes urbanos deteriorados por el crecimiento caótico y desordenado de las ciudades. Sus dinamizadores y participantes activos reconstruyen el tejido social y ganan autoridad moral para hablar en voz alta frente a la sociedad y el Estado (Nota del Autor).
[2] Marx escribió en unas “notas” al margen de El Capital lo siguiente: “El metabolismo del capital consume energía y recursos naturales a una velocidad mucho mayor que la capacidad de la naturaleza para restaurar sus propios metabolismos de sustentabilidad”. Eso genera, según él (1875) “una peculiar atrofia que la acumulación de capital induce en la naturaleza”. Esa es la causa esencial del colapso ambiental que genera y retroalimenta el deterioro creciente de la biodiversidad de la naturaleza. Pareciera que esa peculiar atrofia también afecta la diversidad humana, en donde el humano consumista obsesivo (independientemente de su raza, etnia, nación, religión, ideología, edad, género, etc.) es el sujeto social que determina el camino hacia el colapso “civilizatorio”. El sujeto social “no-consumista obsesivo” es por ahora muy escaso, pero está en proceso de crecimiento (Nota del Autor).
Fernando Dorado
Foto tomada de: Catalunya Plural
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