Odebrecht exhibió el carácter sistemático y desvergonzado de los sobornos; distribuidos a granel para desvirtuar por completo el sentido de lo público en la contratación estatal; sumergida así en una venalidad descarriada que ahoga en una especie de pantanosos anti-valores a la empresa privada, a la administración pública y a la representación política.
El “Ñoño” Elías
La detención policial del senador Bernardo “El Ñoño” Elías, una suerte que quizá les espere a otros parlamentarios como Antonio Guerra y Mussa Besaile, evidencia la práctica punible de utilizar la representación popular para no solo los negocios legales, sino sobre todo para la exacción del Estado a través de “comisiones” ganadas por servicios ilícitos en los trámites administrativos. “Cuadrados” ellos con el uso de las influencias y las presiones, acercándose a los funcionarios inescrupulosos, a fin de conseguir favores para los contratistas.
Las acciones ilegitimas se trenzan con la habitual intermediación parlamentaria, por donde se llega al saqueo del erario.
La justicia y el negocio
A su turno, las investigaciones judiciales de algunas agencias de los Estados Unidos han comenzado a tirar de una madeja, la de la corrupción en los propios estrados judiciales, sin que de ella se escapen los tribunales y las altas Cortes. Allí median y medran los personajes como el agente por excelencia del soborno y del perverso tráfico con todo aquello que constituye un bien público, ese fiscal anticorrupción, tristemente célebre, el señor Gustavo Moreno, corrupto hasta los tuétanos, pero al mismo tiempo muy próximo a altos magistrados, tales como los juristas Ricaurte, Bustos y Tarquino, ahora localizados por el radar de las investigaciones que realizan las ya mencionadas entidades norteamericanas.
Serían dos tramas, con tejidos espesos y ramificaciones extensas, que se tragan el tesoro público, a través de las intermediaciones para obtener favores en beneficio de particulares, para confundir la esfera de lo público con el negocio y con el robo; y que señorean en tres campos claves en la existencia del poder; a saber, en la administración, en los partidos y el Congreso, esto es, en la representación política; y finalmente en las estructuras de la justicia, precisamente allí donde debiera prosperar un mayor rigor ético y republicano.
La descomposición
Lo cual muestra ad nauseam las dimensiones de la descomposición del mundo de lo público; por cierto, apropiado de esa manera insana por un pequeño ejército de agentes sociales, animados por una lógica privada y a la vez morbosamente ilegal.
Por lo demás, se trata de un proceso que, con su cortejo de coimas, sobre-facturaciones y sobornos, patentiza un estado generalizado de anomias en las élites, acompañadas por la ilegalidad; y que se apoyan en el ánimo del enriquecimiento fácil, por encima de los valores del interés público y la honestidad. Es un fenómeno de contaminación a través del capital de usurpacion, ese que no está asociado con el trabajo, y que recubre como una capa espesa y venenosa la conducta de una buena parte del personal político y burocrático; todo ello convertido en la manifestación de una subcultura extractivista, parasitaria y aventurera.
Ricardo García Duarte: Ex rector Universidad Distrital
Imagen pintura Kenne Grégoire