Cuando nos vemos enfrentados a sucesos raros como la pandemia COVID 19, no nos importa la probabilidad, nos preocupan sus consecuencias, cuánta destrucción total representada en vidas y todas las pérdidas que se derivan de ella. Cuanto menos frecuente sea el suceso más grave serán sus consecuencias. La historia de las pandemias, estudiada de una manera limitada, no permite sugerir los riesgos que han de venir y dominar el planeta. Hemos subestimado significativamente la inestabilidad potencial que nos genera uno de estos sucesos raros, a partir de nuestro comportamiento con el medio ambiente.
El ascenso del sistema capitalista desde hace ya seis siglos, definido por algunos autores como una forma de organizar la naturaleza, con un abuso creciente sobre los recursos naturales y los ecosistemas, se dio justamente por la pandemia de la peste negra, que llega a una Europa cuyos bosques han sido devastados debido a la expansión de la agricultura, marcando así el fin del sistema feudal. La peste negra en Europa mató aproximadamente a un tercio de su población entre 1347 y 1353.
Una característica muy particular del ascenso del capitalismo, fueron las pandemias de las que venía acompañado y que a través de bacterias y virus causaron por ejemplo la destrucción de la población indígena en América Latina, enfermedades como el sarampión, la viruela, entre otros; pero a su vez la dinámica colonialista de ese capitalismo empeoró también la condición social de las comunidades indígenas, generando un ambiente propicio para la expansión de esos virus y su cataclismo.
Desde luego, las teorías son un mal punto de partida cuando nacen de una condición idealizada. Según Taleb (2007), los episodios más importantes de la historia, los que más afectan a nuestras vidas son, precisamente, los “cisnes negros” sucesos raros que todo el mundo percibe como imposibles. Probabilidad cero de que sucedan, como la creación de las redes sociales, la caída del muro de Berlín, el 9/11 en Estados Unidos (atentados de las Torres Gemelas), los teléfonos inteligentes, impresión de casas en 3D, etc., esta es la razón por la cual es más difícil acertar el futuro de la economía. El mundo económico es complejo, según Xalai (2019) una de las causas es que las predicciones económicas afectan el comportamiento humano y este a su vez afecta la economía.
Por ejemplo, muchos predijeron la Primera Guerra Mundial, pero nadie previo realmente su magnitud. Así también, las estimaciones de la esperanza de vida en un mundo globalizado no son entonces como se plantean, porque los datos arrojados no consideran las epidemias, anulando todos los avances obtenidos con el saber científico.
Lo mismo ocurre con la rentabilidad de las inversiones, por ejemplo, nadie vio venir la Gran Recesión de 2008 y algunos analistas afirmaban una probabilidad o riesgo cero. Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, poco antes de que comenzara la crisis financiera, junto con los economistas Peter Mac y Jonathan Orszag publicaron un informe en el que afirmaban que las entidades semipúblicas de crédito inmobiliario Freddy Mac y Fannie tenían muy buena salud financiera.[1]
En 2012 el profesor Vaclac Smil, publicó Global catastrophes and trends, con base en las evidencias de pandemias previas, donde señalaba la probabilidad de enfrentarnos a una pandemia antes de 2021. Para 2019 un grupo investigador de la Organización Mundial de la Salud y el Banco Mundial publicaron un informe con un diagnóstico donde se afirmó que nos enfrentaríamos a una pandemia fulminante, provocada por un patógeno respiratorio que podría matar de 50 a 80 millones de personas. Una pérdida no solo en términos de vidas humanas sino desestabilización de la economía mundial y caos social.
Quizás una de las mayores críticas a las instituciones públicas es su ceguera ante estas situaciones, donde se pone en evidencia su fragilidad. Hemos observado muchas dificultades con el Estado para enfrentar y distribuir con eficiencia y efectividad los costos que se han derivado a partir de la COVID-19.
Cuando España estaba sumida en su crisis económica más grave, la institución que cometió el error más grande fue el mismo gobierno español. El Fondo Monetario Internacional y el Banco de España habían previsto de forma correcta la tasa de crecimiento de su economía cuando todo marchaba bien, pero para 2008 cuando empezó la recesión, continuaron prediciendo que la economía seguiría creciendo. Esto puede estar explicado por una de las características de las predicciones y es que cuando los augurios económicos son negativos se genera pánico, lo que se traduce en un decrecimiento del consumo por parte de las personas, las empresas, que a su vez dejan de invertir y esperan a ver qué sucede y, si las empresas y los consumidores dejan de consumir esto conduce a una crisis económica. Predicciones negativas en tiempos de crisis puede agravarlas, es así que los gobiernos intentan manipular las expectativas de la gente e influir en sus decisiones.
Una forma de ilustrar lo anterior, sucedió cuando los ingleses intentaron colonizar la India, un país plagado de cobras venenosas, estas eran un problema para los ejércitos y las familias inglesas que se trasladaban a vivir a la nueva colonia. Para combatirla el gobierno británico propuso incentivos monetarios a los ciudadanos indios para que mataran las cobras y de este modo ellos se dedicarían a cazar cobras y el problema desaparecería. Sin embargo, los indios vieron una oportunidad, tomaron la decisión de criar cobras y empezaron a llevar a los ingleses centenares de cabezas para cobrar su recompensa, pero cada vez más había más serpientes, el programa fue cancelado cuando se dieron cuenta de que no funcionaba. Los economistas lo llamaron el efecto cobra, es decir, cuando no se tiene en cuenta la reacción de los humanos ante una determinada política económica y las consecuencias a menudo son contrarias a las que se buscaban.
Analizar el comportamiento de los individuos, es una de las tareas más difíciles. Es decir, estudiar cómo un impuesto, un subsidio, la cuarentena en tiempos de pandemia, puede afectar el comportamiento de los ciudadanos y es importante porque puede terminar provocando el efecto contrario.
El futuro después de la COVID-19 apenas es una conjetura, el nivel de incertidumbre es bastante alto. Se estima que en un determinado lapso podrá levantarse el confinamiento y poco a poco retornar a las actividades que no volverán a ser de la misma manera en términos de contenido, intensidad y retribución. Se dará lugar a una reconstrucción progresiva de lazos sociales, económicos y familiares, pero con la certeza de que los países en vía de desarrollo sufrirán más y tendrán más dificultades para restablecerse. Claro está que para llegar a la reconstrucción de un nuevo orden social primero habrá que derrotar la pandemia.
Proteger la vida, cuidar de ella en un presente absoluto es todo lo que importa, sin embargo, el Estado no siempre nos cuida, también nos mata, cuando es totalitario o por omisión cuando es débil. Debe cobrar importancia el institucionalismo para este nuevo orden social, esta coyuntura despliega un nuevo mapa político el cual puede establecer diferentes cursos de acción que generen transformaciones en dirección de un nuevo contrato socioeconómico fundado en la equidad y la sostenibilidad de inclusión.
Al final la Pachamama nos habrá mostrado sus límites, habremos aprendido lo que los pueblos indígenas nos han repetido tantas veces “no tenemos tierra, es Ella quien nos tiene a nosotros”.
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[1] Joseph Stiglitz, Jonathan Orszag y Peter Orszag “Implications of the New Fannie Mae and Freddie Mac Risk-Based Capital Standard” FAnnie ae. Papers (marzo de 2002), vól,1 , núm. 2.
Alba Yaneth Varón Torres, Economista. Magister en Estudios y Gestión del Desarrollo.
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