Sobre esta posición plantea lo siguiente:
- La tesis es banal, dado que para redistribuir tiene que haber algo que distribuir, lo cual es una obviedad.
- O la tesis es problemática, por cuanto señala que no debemos preocuparnos por las desigualdades “incluso si son extremas, por cuanto lo importante es el crecimiento”.
- No niega el ingenio empresarial de Bezos o de otros billonarios ni tampoco cuestiona que ciertas innovaciones ameritan ser premiadas monetariamente. Tampoco critica que un empresario pueda gozar de cierta riqueza.
La crítica de fondo de Uprimny “se dirige contra los beneficios astronómicos de billonarios como Bezos”, desde una perspectiva moral: “Esos beneficios astronómicos y las groseras desigualdades que provocan son éticamente inaceptables.” Tampoco son justas: “Nadie puede decir que el talento o el esfuerzo de Bezos son tan monumentalmente mayores a los del trabajador promedio que justifican semejantes disparidades.”
Frente a la posible réplica de que tan enorme desigualdad se justifica por el beneficio colectivo que deriva la sociedad de esos billonarios responde: a) esa tesis no tiene sustento: varios premios nobel de economía han mostrado que las desigualdades extremas no son necesarias para un desarrollo vigoroso y tienen impactos negativos, por ejemplo, en movilidad social; b) la enorme concentración de la riqueza es, en el campo político, un peligro para la democracia, entre otras cosas, por el control sobre los medios de comunicación, como se ve en el caso de la propiedad del Washington Post por parte de Bezos. La extrema concentración de la riqueza transforma las democracias en plutocracias. Adicionalmente, Bezos y Amazon han sido sancionado por malas condiciones de trabajo para sus empleados.
Uprimny afirma que la columna de Echeverry es un panegírico. Tiene toda la razón. Es evidente la profunda admiración que Echeverry tiene por el gran empresario capitalista. Piensa además que el valor y la riqueza la crea una sola persona. El 30 de septiembre de 2023 Amazon tenía 1,5 millones de empleados en todo el mundo[3]. Pero Echeverry afirma que “cualquier persona que crea riqueza crea desigualdad”, como si ese enorme ejército de empleados no hiciera nada para crear las ganancias que se apropian los dueños del negocio. Dejando de lado que en la actividad comercial propiamente dicha no se crea valor ni riqueza, sino solamente se transfiere, el punto es la visión limitada de Echeverry: que no ve o no quiere ver que el enorme éxito de Bezos radica en ser capaz de extraer ganancias billonarias a sus trabajadores.
Afirma algo en su artículo que Uprimny no destacó: “Pero ¿qué sería del mundo y de nuestra vida cotidiana sin empresarios, pioneros, tomadores de riesgo, personas que entiendan el riesgo organizar el esfuerzo de muchos colegas y empleados para hacer realidad una idea nueva, crear valor, crear nuevas formas de hacer las cosas, satisfacer necesidades, e incluso crear necesidades?
Muy probablemente el mundo sería mucho mejor, para los trabajadores, sin estos billonarios. Pero miremos los planteamientos de Echeverry para tratar de entender mejor su forma de razonar y luego volvemos a la crítica de Uprimny.
Echeverry hace énfasis en la producción de bienes y servicios (valores de uso y su comercialización) que satisfagan necesidades. Esto es algo que existe en todo tipo de sociedad: se produce para satisfacer las necesidades de sus miembros. Y destaca un fenómeno propio del capitalismo: el extraordinario desarrollo de la capacidad productiva y la generación de innovaciones tecnológicas en todas las actividades. Como resultado, el modo de producción capitalista ha logrado aumentar la productividad y las posibilidades de satisfacer las necesidades de toda la población. Hay montones de historias de innovadores y empresarios que han logrado transformaciones extraordinarias.
Lo que Echeverry no destaca es que el motor y finalidad de dichas actividades creativas e innovadoras es la obtención de ganancias: el enriquecimiento. Los capitalistas no producen solamente por amor a sus productos y técnicas, sino por la pasión del dinero. Para hacerlo, deben contratar a miles, cientos de miles y millones de trabajadores que son quienes realizan el trabajo necesario para producir y comercializar. Las buenas ideas sin trabajadores asalariados serían simplemente una ilusión. Bezos realiza actividades útiles pero las realiza explotando a sus trabajadores, quienes se quedan solamente con una parte menor de todo el valor agregado. Esto no le mereció a Echeverry ni un solo comentario. Adicionalmente, la tendencia de la competencia capitalista es hacia la eliminación de los competidores, la conformación de oligopolios y monopolios y la concentración de la riqueza y de los ingresos. En su camino hacia el éxito Bezos devoró a competidores menos capaces como Borders y Barnes & Noble.
Echeverry observa lo existente sin preocuparse por comprender su génesis, tanto histórica como conceptual. Su visión no le da para ver más allá de la superficie. Y admira profundamente a los capitalistas, especialmente a los más poderosos. Es apenas obvio que en la sociedad capitalista son los capitalistas los directores de la orquesta y sus principales beneficiarios. Sin capitalistas no existiría el capitalismo. Pero ¿por qué razón existe este tipo de sociedad? Echeverry solo concibe el mundo capitalista, como si no fuera posible que en otras sociedades se organizaran empresas y se innovara para satisfacer necesidades. ¿Quiénes lanzaron el Sputnik a la órbita terrestre en 1957 acaso eran capitalistas? ¿No existirán empresas que satisfagan necesidades en la sociedad comunista? De otra parte, con el mismo argumento de Echeverry se justificarían los esclavistas en la sociedad esclavista y los señores feudales en el feudalismo? ¿Qué sería de esas sociedades sin los esclavistas y los señores feudales?
Echeverry no se pregunta por qué la sociedad capitalista, bajo el impulso de empresarios tan innovadores y capaces no ha podido resolver los problemas del hambre, la pobreza y la miseria en el mundo, a pesar de que existe la capacidad productiva para lograrlo. ¿No estarían mejor empleados dichos cerebros tan capaces en resolver estos problemas? El Banco Mundial dice que se necesitan 100 años más para resolver la pobreza en el mundo: ¿no podrían dichos billonarios innovadores ayudar al Banco Mundial a conseguir dicha meta inmediatamente?
Echeverry escribe un panegírico. Le interesa alabar y no entender. Para él estamos en el mejor de los mundos posibles.
Pero me parece que la crítica de Uprimny no va al fondo del asunto. Se queda en la crítica moral. Echeverry está conforme con lo existente. Uprimny lo juzga desde el tribunal de la ética y la justicia, lo cual no ayuda a comprender y explicar la situación. Su posición es muy problemática porque no critica al capitalismo sino simplemente lo que considera sus excesos. Le preocupa la desigualdad extrema, los beneficios astronómicos, las groseras desigualdades. Uprimny quiere que siga la desigualdad pero moderada, los beneficios pero modestos. Quiere desigualdades corteses, educadas, delicadas y refinadas. Es decir quiere capitalismo, pero ojalá sin sus consecuencias inevitables, sin sus rasgos inherentes.
Echeverry es superficial (Sinónimos según el DRAE: frívolo, insustancial, trivial, vacío, liviano, huero y vano[4]) pero refleja en su cerebro la cruda realidad empírica del capitalismo y la admira. El juicio moral, por su parte, no ayuda en nada a entender esta realidad.
Ñapa sobre la economía superficial
(Para el lector que haya llegado hasta aquí y quiera leer algo más sobre el campo teórico de la economía superficial que predomina en nuestro medio académico)
Juan Carlos Echeverry es un digno exponente de la economía superficial la que Marx denominó economía vulgar en contraposición a la economía política clásica la cual consideraba que había hecho un esfuerzo científico de comprensión de la sociedad capitalista. En la siguiente forma caracterizó someramente en El capital a los economistas clásicos y a los capitalistas vulgares:
“…advertiré que yo entiendo por economía política clásica toda la economía que, desde W. Petty, investiga la concatenación interna del régimen burgués de producción, a diferencia de la economía vulgar, que no sabe más que hurgar en las concatenaciones aparentes, cuidándose tan solo de explicar y hacer gratos los fenómenos más abultados, si se nos permite la frase, y mascando hasta convertirlo en papilla para el uso doméstico de la burguesía los materiales suministrados por la economía científica desde mucho tiempo atrás, y que por lo demás se contenta con sistematizar, pedantizar y proclamar como verdades eternas las ideas banales y engreídas que los agentes del régimen burgués de producción se forman acerca de su mundo, como el mejor de los mundos posibles.”[5]
A continuación presento unas notas del capítulo segundo “El marginalismo y los neoclásicos” del libro la Ciencia del Valor de Michael Heinrich en el cual hace algunas reflexiones sobre el campo teórico en común y las diferencias entre la economía vulgar y la economía científica.
Por parte de los economistas marxistas, el marginalismo y la teoría del equilibrio general, son tratados normalmente como variantes modernas de lo que Marx llamaba la “economía vulgar”, y, por tanto, como teorías fundamentalmente no científicas (p. 165). En Teorías sobre la Plusvalía Marx distinguió por primera vez en modo sistemático la economía vulgar de la economía científica, es decir, la economía política clásica.
De algunas afirmaciones de Marx podría concluirse que funda la distinción entre la economía política vulgar y la científica simplemente sobre el intento consciente de autores particulares; algunos estarían interesados en la apología, otros sentirían el impulso de captar las conexiones internas. En este sentido Marx contrapone Ricardo a Malthus. Además, en el prólogo a la segunda edición, Marx vincula la posibilidad de una economía científica al estado de la lucha de clases y afirma que a partir de 1830, cuando la lucha del proletariado se hace más peligrosa para los capitalistas, sonó la campana a muerte para la economía científica burguesa. (p. 166). Heinrich considera que es problemático basar la distinción entre economía vulgar y economía científica en las intenciones de los autores. El propio Marx reconoce que algunos apologistas del capitalismo han captado algunas conexiones efectivas, y viceversa, que hay elementos de economía vulgar en algunos representantes de la economía científica.
Se encuentra en Marx otra determinación de la diferencia entre la economía científica y la economía vulgar. Se trata de diferencia en cuanto al tipo de investigación. La economía vulgar se detiene en los nexos aparentes, en las manifestaciones de la competencia, en la forma en la cual ésta se refleja en la conciencia de los agentes de la producción, mientras que la economía científica trata de penetrar en parte estas manifestaciones y exponer el nexo interno. En este caso puede ocurrir que en algunos autores se encuentren al mismo tiempo elementos vulgares y elemento científicos. En Smith distingue Marx un lado esotérico de un lado exotérico (vulgar, encadenado al fenómeno). Igualmente, descubre elementos científicos incluso en Malthus.
Le reconoce a la economía burguesa científica el hecho de que partiendo de la doctrina del valor trabajo trató de captar las diversas formas de ingreso, aparentemente distintas y extrañas una de la otra (ganancia, interés y renta) y de conectarlas con su origen, el trabajo no pagado al trabajador. Por el contrario, la economía vulgar considera que las distintas formas de ingreso existen yuxtapuestas la una de la otra. Sostiene, por tanto, la teoría de los factores de producción, en sus diversas variantes, y se deja engañar de la apariencia de la fórmula trinitaria.
La necesidad de un plano teórico no empírico. Marx distingue entre nexo superficial, solo aparente, que se refleja en la conciencia, y un nexo interno, efectivo. Marx insiste en la necesidad de un plano teórico no empírico en el cual la exposición consiste para él en la operación propiamente científica. Marx considera que Smith y Ricardo, en algunos puntos rompieron el límite de lo puramente empírico, cuando por ejemplo señala que en la sustancia tuvieron una teoría del plusvalor.
Marx critica a la economía vulgar su empirismo, el permanecer bloqueados en un mero nexo aparente; en los clásicos solo ve malentendidos y reducciones apresuradas. Les reprueba a los clásicos la insuficiente mediación entre los fenómenos empíricos y las leyes que están en su base. Esta crítica, según Heinrich, presupone que en los clásicos ya existe un contenido no empírico. Por lo tanto, para Marx es más decisivo el carácter ahistórico de sus elaboraciones, que su empirismo.
La distinción se encuentra en la problemática. La economía científica y la economía vulgar se distinguen por la problemática. Mientras que los clásicos parten de la relación del individuo con el trabajo y desarrollan una doctrina del valor trabajo, los economistas vulgares sostienen una rudimentaria teoría de los factores de producción y anticipan, por tanto, la problemática del marginalismo, que se basa sobre la relación, mediante las necesidades, del individuo con el producto. Sin embargo, esta diferente problemática no puede justificar una dicotomía entre ciencia y no ciencia. Tanto la economía científica como la economía vulgar permanecen, aunque en diferente medida, enjauladas en el nexo solo aparente de la sociedad burguesa. Esto lo plantea Marx en algunos pasajes. Por ejemplo, en el parágrafo sobre el fetichismo de la mercancía cuando observa que a los productores la relación de su trabajo privado con el trabajo social total aparece en una forma absurda y añade: “Semejantes formas constituyen las categorías propias de la economía burguesa” (p. 169).
Las categorías de la economía científica o la vulgar provienen del mismo campo teórico. Son cuatro los momentos que caracterizan este terreno y que están presentes, en forma diferente en cuanto al contenido, en las diversas teorías de la economía política: antropologismo, individualismo, ahistoricismo y empirismo.
Antropologismo. Se presupone una determinada esencia del ser humano, una determinada dotación natural del ser humano, hecha de instintos, necesidades y sobre todo, de una determinada racionalidad. La sociedad recibe así un inmutable fundamento natural. Es cierto que la determinación exacta de esta esencia varía de un autor a otro, pero detrás de esta esencia se esconde siempre el poseedor de mercancías, ya sea como productor en el caso de los clásicos, ya sea como consumidor en el caso del marginalismo.
Individualismo. La sociedad es concebida como inmediatamente constituida por individuos singulares atomizados, que portan en sí la esencia humana. Todos los problemas del nexo social deben ser resuelto recurriendo a estos individuos (p. 170).
Ahistoricismo. Es una consecuencia del antropologismo y del individualismo. Si la sociedad está constituida inmediatamente de individuos y estos individuos son determinados por su esencia antropológica, entonces una determinada forma de socialización solamente puede corresponder o no a esta esencia. Las formas sociales pueden por tanto ser solo naturales o innaturales. La forma social natural es aquella adecuada al ser humano, aquella que corresponde a su esencia. Y dado que esta esencia tiene por contenido propio al poseedor de mercancías, la forma social natural es aquella que se basa sobre la producción de mercancías.
Empirismo. La realidad efectiva se muestra tal como es. Tanto la esencia como la forma de socialización que atraviesa esta esencia, se constituyen y encuentran a la luz del sol. La observación del objeto real, así transparente, suministra todo conocimiento.
Ñapa sobre la crítica moral al capitalismo
La postura de Uprimny se fundamenta en una concepción antigua de crítica al capitalismo que consiste en juzgarlo no a la luz de su estructura y dinámica y real sino desde la perspectiva de juicios y valores abstractos que en nada contribuyen a la comprensión de la realidad.
A continuación presento algunas notas del Capítulo 9, Crítica del capitalismo y del socialismo del libro de Michael Heinrich La ciencia del valor.
En la historia del movimiento de los trabajadores la crítica de Marx al capitalismo ha sido a menudo entendida como si la razón del rechazo del capitalismo residiera en el hecho de que viola determinados estándares de igualdad o de justicia. Para los sostenedores de esta visión se trataba de una crítica particularmente convincente: dado que tanto los estándares como sus violaciones por parte del capitalismo eran plausibles, en principio las razones de la crítica deberían ser visibles a todos. La idea de que Marx utilizó un procedimiento de crítica similar contradice al menos su autocomprensión dado que desde muy temprano él se había burlado de la crítica moralizante.
De otra parte, se han hecho intentos, con propósito crítico, de demostrar que la crítica de Marx se basa sobre un fundamento normativo no reconocido. Por ejemplo, Ernst Michael Lange ha tratado de demostrar que el concepto de fetichismo de la mercancía y del dinero se basa sobre asuntos normativos relativos a cómo debería ser constituida una sociedad humana. Aquello que Marx llama fetichismo de la mercancía Lange lo ve como una caracterización negativa de las relaciones sociales de producción de mercancías la cual parecería ser la medida de la crítica de la producción de mercancías. Marx no planteó esto explícitamente pero Lange considera que está en la base de su interpretación; Marx solo puede describir la mediación objetiva de los productores como una inversión si el modelo de socialidad inmediata se eleva a norma (p. 493).
Contra la argumentación de Lange se puede objetar que el diagnóstico del fetichismo de la mercancía en El capital no aparece como crítica de una socialización invertida, sino como crítica de una conexión invertida de la socialización existente; en las condiciones de producción de mercancías la socialización de los productores individuales es mediada por sus mercancías y esta mediación material parece ser causada por la propiedad casi natural de valor de las mercancías. Pero Marx, por el contrario, plantea que esta propiedad casi natural de las cosas es solamente el reflejo de un cierto comportamiento social de los individuos, hecho que les permanece oculto.
El punto central de Marx no es una caracterización negativa de las relaciones de producción sino la demostración de que estas relaciones producen una imagen mistificada de sí mismas, a la cual están sujetas no solo la conciencia cotidiana, sino también las categorías de la economía política burguesa. En este marco no tiene ninguna relevancia que Marx juzgue negativamente o no a la producción de mercancías. El objeto de la sección sobre el fetichismo no es la crítica a una forma de sociedad, sino la crítica a una conciencia (cotidiana o científica) que se origina necesariamente en esta sociedad. Marx no sostiene que la socialización burguesa es invertida con respecto a algún ideal, sino que se manifiesta necesariamente en forma invertida con respecto a cómo efectivamente es. (p. 494). Otro autor, Andreas Wildt plantea que en algunos puntos de El capital Marx utiliza la perspectiva de lo justo y lo injusto: por ejemplo, en el tema de la duración de la jornada laboral y en el tema de la inversión de la ley de la apropiación.
Es cierto que desde la perspectiva de los trabajadores surge espontáneamente la utilización de una argumentación normativa, pero lo propio de la exposición de Marx es precisamente poder prescindir de esta base normativa. El trabajador se relaciona con su fuerza de trabajo como una mercancía y, por tanto, reivindica la vida normal física de dicha fuerza de trabajo de la cual quiere extraer su ingreso. No es necesario reivindicar un derecho humano, es simplemente exigir que se haga un uso normal de la fuerza de trabajo.
En una crítica política al capitalismo los resultados científicos de la economía política pueden ser utilizados para mostrar que el proceso de valorización ocurre necesariamente a expensas del trabajador. Marx no pretende con esto hacer una crítica moral del capitalismo, el punto no es la justicia o la violación de determinadas normas, sino la constatación de un hecho: la producción capitalista viola los intereses vitales elementales de los trabajadores. Para establecer esto no es necesario postular un derecho a una vida íntegra. La esperanza de Marx es que en la medida en que los trabajadores tomen conciencia de que el capitalismo está indisolublemente ligado a la violación de los intereses vitales de los trabajadores, esto los lleve a la acción política.
La crítica de la economía política, por tanto, no resuelve solo el problema científico de una adecuada explicación del plusvalor, sino tiene también una implicación directamente política, en cuanto demuestra que una crítica moral del capitalismo, así como aquellas concepciones socialistas que desembocan en un socialismo de la pequeña producción de mercancías, permanece prisionera de una apariencia producida por el modo de producción capitalista mismo. (p. 500).
______________________
[1] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/rodrigo-uprimny/echeverry-bezos-y-la-desigualdad/
[2] https://elpais.com/america-colombia/2025-02-23/jeff-bezos-y-la-desigualdad.html
[3] https://es.statista.com/estadisticas/535623/numero-de-empleados-de-amazon/
[4] https://dle.rae.es/superficial
[5] Marx, Carlos, El capital, tomo I, Fondo de Cultura Económica, 1975, página 45, nota a pie de página No 35.
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: Forbes Colombia
Deja un comentario