Así pues, las cifras de desempleo mostraron un aumento, pasaron del 12.8% en enero del 2019 al 13% en enero de 2020 para el total nacional. Cifra que ha seguido creciendo en los últimos 5 años y, por lo tanto, con tasas de participación y de ocupación menores. De otro lado, para las 13 ciudades y áreas metropolitanas el descenso fue de 0.8 puntos porcentuales y la tasa de desempleo se ubicó en el 12.9%. Por tendencia es relevante, pero por dato, nada alejada del promedio nacional.
En el total nacional la población ocupada disminuyó en 105.000 personas, mientras que en las 13 ciudades los ocupados aumentaron de manera significativa en 285.000. Pero el tema no es para alegrarse, las ciudades más grandes siguen siendo las de mayor dinamismo, pero el país en su conjunto no, otro aliciente para seguir incentivando las migraciones internas. El campo, las periferias, la Colombia profunda, siguen pagando las consecuencias de un modelo económico agotado.
Pero hay otra cifra que aún debe llamar más la atención. En el período de análisis la población inactiva presentó un crecimiento considerable, 566.000 personas en todo el país, y en las 13 ciudades 36.000. La población inactiva aumentó el 4% respecto a enero de 2019. La mayor contribución de inactivos fue en Otras cabeceras (288.000) y en centros rurales y rural disperso (167.000). El tema de género acá cobra alta relevancia, las mujeres mayores a 25 años que en este período se declararon inactivas ascendieron a 276.000, la razón anunciada fue por dedicación a oficios del hogar. Buen dato este para el análisis del comportamiento de los ingresos en las familias, esto tendría que ir de la mano de mejores ingresos por parte de otros miembros de la familia, lo que evidentemente ante el aumento del desempleo no es así, y mucho menos en las áreas rurales, se trata entonces, sin temores a errar, que es el cansancio de buscar empleo y no encontrarlo, por ende, la salida del mercado laboral.
Las cifras son claras en mostrar cómo la población estudiantil, que es considerada inactiva, aumentó en el período, lo hizo en 69.000 estudiantes, con la particularidad que las mujeres aumentaron en 75.000, pero lo hombres estudiantes disminuyeron en 6.000. Con los datos del DANE se desvirtúan entonces las hipótesis que tienen hoy colegios y universidades sobre la disminución de la población joven. Por el contrario, está viene aumentando y en particular en las grandes ciudades miles de jóvenes quedan por fuera de la educación superior. En Bogotá, por ejemplo, de acuerdo con la Secretaría de Educación, el 52% de los graduados en secundaria entran a la Universidad, y de estos, en promedio, se gradúa solo el 58%
Las cifras de desempleo juvenil, que están dadas para octubre – diciembre de 2019 (13 áreas metropolitanas), van mostrando las explicaciones que algunos buscan frente al por qué mientras hay crecimiento el empleo disminuye. Así la tasa de desempleo en este segmento poblacional fue del 18.3%, siendo para las mujeres del 22% y para los hombres del 15.1%. Obviamente crecientes frente al año anterior. Para el total nacional la tasa de desempleo juvenil fue del 16%. Esto muestra que en las grandes ciudades el desempleo juvenil es aún más problemático. Los datos reportados a enero de 2020 muestran una tasa nacional de desempleo juvenil del 17.6%, con situaciones fuertes en ciudades como Ibagué (29.2%) o Quibdó (27%), como las de mayor desempleo juvenil, pero es que la de menor desempleo es Pereira con el 15.7%.
Las y los jóvenes laboran fundamentalmente en sectores como el Comercio, hoteles y restaurantes (30,0%), Servicios comunales, sociales y personales (17,1%) y Agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca (16,4%). Ahora bien, la posición laboral de estos jóvenes es fundamentalmente de Obrero, empleado particular (50,9%) y Trabajador por cuenta propia (33,5%). Dicho de otra forma, las y los jóvenes no solo se ubican en sectores poco dinámicos, y con características estacionales, sino que lo hacen en condiciones de precariedad.
Se tiene entonces que el 35.7% de los desempleados del país son jóvenes. Las políticas públicas no han sido efectivas para atender los problemas del desempleo juvenil y este viene creciendo sin que se avizoren alternativas viables. Más y más jóvenes entran al mercado laboral, sencillamente porque no pueden acceder a la educación superior, o porque en las zonas rurales no hay incentivos siquiera para terminar la secundaria. Los caminos de la productividad y del empleo deben buscarse en generar incentivos a la formación y al trabajo juvenil, pero se ha optado por otras estrategias evidentemente fallidas.
Además, es necesario contemplar que el crecimiento de la población joven que ni estudia ni trabaja (los Ninis) se está convirtiendo en uno de los más grandes problemas estructurales de este país y es desde ya una bomba social de consecuencias imponderables. De acuerdo con un informe reciente de la ANDI, el aumento de los Ninis en el país en el último año fue del 8%, y asegura que es la falta de recursos la principal causa de no acceder a la Universidad. Todo parece indicar que la juventud no es una preocupación para las autoridades gubernamentales, pero si está recibiendo todo el peso de la debilidad económica y social del país.
Jaime Alberto Rendón Acevedo, Universidad de La Salle
Foto tomada de: Dinero
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