Botero pondera las virtudes del centro y crítica los vicios de la derecha y la izquierda en particular de sus versiones extremas. El centro tiene, a su juicio, virtudes excelsas: defiende la vía democrática, busca puntos de acuerdo, debate con altura, respeta al otro, logra coaliciones de modo racional, sopesa lo bueno y lo malo, toma decisiones con base en que los que más le conviene al país es lo más justo y acertado y lo más patriótico. Es extraordinario el centro. Supongo que Botero, modestamente, se considera un centrista.
Resalta que el centro tiene un pensamiento liberal y democrático alejado de los excesos; las personas de centro no comulgan ciegamente con una ideología u otra; la visión liberal concibe la política en términos de cooperación; las soluciones liberales son prácticas y viables, acordadas por la mayoría y no se basan en la ideología sino en la búsqueda de resultados positivos y tangibles. El centro es tolerante con el otro. Afirma además que los devotos del Centro tienen algunas cosas sagradas: la Constitución y el Estado de derecho, la necesidad de los jueces y entes de control autónomos, medios independientes que no estén sujetos a los abusos del poder o de grupos económicos.
Por todo lo anterior, concluye, el centro es la posición que más se necesita en la actualidad, es la posición sensata y moderada, que acepta el debate sin ser sectaria. Es la opción pragmática y tolerante que busca el consenso y se aleja de los extremos.
Los malos son los extremos. Botero reconoce la existencia de una derecha democrática y una izquierda democrática (Petro) pero se enfoca principalmente en la extrema derecha y la extrema izquierda, que son violentas. Señala que la derecha y la izquierda tienen algo en común: conciben la política como una lucha o conflicto, ya sea social, racial o de clase. Los dos extremos en Colombia tienen algo en común: invalidan toda posición diferente a la propia. Además los extremos políticos han causado los peores crímenes y reitera el lugar común en la historia europea: el nazismo y el estalinismo. En Colombia su equivalente son la izquierda violenta de la guerrilla y la derecha violenta de los paras, que no son más que criminales.
Pero su crítica se enfoca también en la derecha democrática y en la izquierda democrática, las cuales a su juicio dejan mucho que desear: la derecha entregó un país pobre y corrupto con una desigualdad aberrante. Y con respecto a la izquierda democrática: aunque este gobierno solo lleva dos años en el poder, por tozudez ideológica, inexperiencia o ineptitud, lo han marcado la improvisación, la corrupción y la falta de ejecución.
Sobre este artículo dice alguien en las redes: “Brillante, Juan Carlos Botero. Con un brillo que cegará en su contra a extremistas de todas las pelambres.” ¿Brillante?
Examinemos la brillantez del centrista Botero:
- Los extremos están dominados por una ideología, mientras que el centro son racionales, pragmáticos y tolerantes. Botero no se toma la molestia de explicar al lector qué entiende por ideología. Parecería que se refiere a un conocimiento incorrecto o sesgado, más que a un programa político. Según esto, los extremos estarían equivocados. Me pregunto: ¿Botero no tiene una ideología?
- Botero no precisa cuándo habla de partidos y/o movimientos de izquierda, centro o derecha, a qué contenido específico se refiere. Me explico. Los partidos defensores del capitalismo pueden tener posturas distintas en cuanto a la gestión de este modo de producción, desde aquellos que promueven una fuerte intervención del Estado en favor de los trabajadores, a los que propugnan por un desmantelamiento estatal en beneficio de los capitalistas.
- Pero también puede haber izquierda o derecha en el sentido de partidos favorables al comunismo o partidos favorables al capitalismo. En su texto, Botero hace algunas referencias a esta posible distinción, pero no la desarrolla. Pone en énfasis en la opresión política con lo cual iguala al nazismo (claramente capitalista) con el estalinismo (claramente socialista).
- Debido a lo anterior, Botero que es un defensor del capitalismo, no expresa abiertamente su posición. La encubre hablando de democracia, de Constitución y Estado de derecho, de la necesidad de jueces y entes de control autónomos y de medios independientes del poder económico. Parece que el centrista Botero no es transparente.
- Incluso Botero podría darse cuenta fácilmente que las cosas sagradas del Centro existen en el texto constitucional y no en la realidad. Pero si investigara un poco más, con espíritu abierto y tolerante, sin ánimo sectario, se daría cuenta que dentro del capitalismo no existe realmente democracia.
- La tendencia a hablar del país como si fuera algo homogéneo: “la mejor opción para el país en este momento es el centro”. Botero hace varias referencias al conjunto del país ignorando abiertamente la existencia de clases diferentes que ocupan lugares precisos en la estructura económica.
- A Botero le parece que el conflicto está en las ideas y no en la realidad. Con un poco de espíritu pragmático y algo de estudio racional, podría darse cuenta que las clases tienen intereses opuestos que son la base de sus conflictos, los cuales en determinadas circunstancias pueden llegar a ser violentos.
Cristina de la Torre[2] afirma que “el conflicto no enfrenta hoy comunismo y capitalismo, sino socialdemocracia y neoliberalismo.” Refiriéndose a Petro afirma que “no es “neocomunista”, como la califica el mentor de la derecha más oscura, pues no apunta al derrocamiento del sistema sino al cambio de modelo: del molde neoliberal (que bloqueó el desarrollo, desindustrializó, ensanchó las desigualdades y disparó la pobreza) al modelo mixto, concertado, de capitalismo social.” Petro no busca un cambio de modo de producción, sino de modelo al interior del modo de producción capitalista. Es mucho más clara Cristina de la Torre que Botero.
En la alternativa entre comunismo y capitalismo, Botero claramente está en favor del capitalismo. Pero, ¿cuál es su posición de centro frente a la socialdemocracia o el neoliberalismo? Sobre esto no dice nada de fondo, se queda en palabras grandilocuentes sin mayor contenido. Su artículo refleja sin embargo “temor” frente a las políticas ideológicas de Petro. Sobre esto reflexiona Jorge Iván Cuervo en otro artículo[3] en el cual se pregunta, después de mostrar cómo no hay evidencia alguna de que el gobierno del Pacto Histórico pretenda acabar con el marco institucional vigente: “¿De dónde saldrá este miedo a Petro?” Cuervo no responde su pregunta, se limita a plantear otros interrogantes: ¿Se debe al estilo de confrontación de Petro? ¿Se debe a que el establecimiento no tiene nada que ofrecer? ¿Se trata de una élite aferrada a privilegios que no está dispuesta a perder? [4]
No sé cómo se puede determinar si el sentimiento predominante en los capitalistas y sus voceros de derecha es de temor a Petro. Podría ser también de desprecio, de odio, de rabia, de fastidio. Pero sea cual sea, me parece que el hecho concreto es que dentro del marco del capitalismo el gobierno Petro tiene una intención favorable a los trabajadores; es una especie de gobierno sindicalista. Y a la clase de los capitalistas le molestan los sindicatos y los trabajadores que se quejan, protestan y se rebelan. Y peor si son negros. Y no solo por clasismo en abstracto. Es básicamente porque si aumenta la participación de los salarios en el valor agregado disminuye la parte correspondiente a las ganancias.
Y si a esto le sumamos que con la llegada del gobierno del Pacto Histórico al ejecutivo muy probablemente grupos de capitalistas que han controlado el Estado, especial pero no únicamente los contratistas, pierden contratos y ganancias es evidente el malestar (¿temor?) de diversas fracciones de la clase capitalista. Y en esto se ven acompañados por ese 25% más o menos de la clase media que ocupa los puestos de dirección, coordinación, supervisión y control en las empresas públicas y privadas y gana salarios muy superiores a los de la gran masa de los trabajadores básicos, cuyas condiciones de vida dependen de su sumisión a los capitalistas.
El problema de fondo es la economía. La política se entiende mucho mejor tratando de entender el conflicto alrededor de la distribución del valor agregado. Todos los discursos de Botero sobre la democracia, la tolerancia, etc., se pueden comprender sobre la base de un entendimiento de las condiciones materiales de las clases sociales y sus distintas fracciones.
En el campo de la economía los pragmáticos, sensatos y tolerantes partidarios ocultos del capitalismo, promueven una concepción de la realidad que ignora por completo los fundamentos de la sociedad capitalista. En el campo de la política, la gran mayoría de científicos, algunos de los cuales escriben columnas de opinión, hace un extraordinario esfuerzo por no formularse las preguntas de fondo y por quedarse en las nebulosas de los principios políticos alejados de las condiciones materiales.
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[1] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/juan-carlos-botero/una-defensa-del-centro/
[2] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/cristina-de-la-torre/el-acuerdo-parto-con-dolor/
[3] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/jorge-ivan-cuervo-r-/es-miedo-a-gustavo-petro/.
[4] ¿De dónde saldrá este miedo a Petro? ¿Será una reacción a su estilo confrontacional o será que su propuesta de cambio los dejó en evidencia de que no tienen nada que ofrecer, como no sea el manido argumento de impedirnos caer en el castrochavismo? ¿O que un Gobierno que propone una mirada diferente de la relación poder-ciudadano los deja como una élite aferrada a privilegios que no están dispuestos a perder, incapaz de pensar en transformaciones que mejoren las condiciones de vida de los ciudadanos, más allá de las narrativas auto condescendientes que les han hecho creer que vivimos en una suerte de paraíso que con dos o tres programas de subsidios focalizados se mejora?
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: TalCual
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