“De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace”.
José Martí.
“Para la emancipación de la mente es imprescindible hacer primero un estudio de las opiniones.”. [i]
John Maynard Keynes.
A propósito de las elecciones regionales y locales pasadas, es importante destacar como con respecto al análisis de las mismas y sus resultados, se ha impuesto la visión tradicional simplista que busca explicar los fenómenos por la superficie y no por el fondo, por los efectos y no por las causas, que expresa realmente la ausencia o mejor degradación de la política y la prevalencia de lo fútil, en la cual ha imperado una mirada incrustada dentro del mismo sistema de circulación y lavado de discursos: el supuesto plebiscito al ejecutivo nacional (el despliegue adhominem, del latín ‘contra el hombre’, supuesto escrutinio al proponente del cambio en lugar de al argumento del cambio en sí mismo), el supuesto nacimiento de un nuevo “centro” (el nuevo nombre para el contubernio de los sectores del gran poder económico dominante, tradicionalmente denominado como el establecimiento), etc., etc., dejando de lado una perspectiva que permita ver su real relación con nuestro sistema social, económico, político y cultural y evadiendo y distrayendo sobre la crisis profunda y degradante que ha soportado esta sociedad desde su inicio como una “posible república”.
Lo anterior muestra como el discurso hegemónico que en la actualidad institucionaliza el saber y la práctica alrededor de la comprensión de la política en Colombia, está circunscrito la mayoría de veces al paradigma positivista, al llamado individualismo metodológico, su ideología característica es el determinismo económico, lo que implica una perspectiva lineal, estática, fragmentada y simple. Lo cual tendría sentido si la realidad fuera estática y lineal, más no es así, se requiere de una comprensión integradora que reconozca el carácter, complejo, procesual, dialéctico, histórico y en movimiento del fenómeno.
Por lo tanto, con el propósito de cuestionar ese esquema de análisis tradicional simplista de la política, es necesario estructurar un abordaje que integre el carácter complejo, integrado, dialéctico, histórico y procesual de la realidad social, en el cual, el análisis y comprensión del tema de la política y de las elecciones se desarrolle con una perspectiva histórica, social y política, considerando los contextos económicos, sociales, históricos, políticos y culturales en donde se producen y se reproducen.
En este sentido, se hace necesario hacer un esfuerzo conceptual, que permita destacar y profundizar sobre los procesos claves de la estructuración social, económica, política y cultural, nacional, regional y urbana que se han desarrollado históricamente en Colombia, especialmente los del modelo de privatización de la gestión pública tanto nacional como regional y urbana que ha predominado durante las últimas décadas, esfuerzo conceptual que permita continuar planteando criticas serias que desenmascaren los propósitos particulares que inspiran este modelo, pero también las particularidades históricas de Colombia derivadas de ser un país cuya independencia fue consolidada de espaldas al pueblo, una nación construida artificiosamente por una elite socioeconómica específica cuyo propósito era el de mantener un orden limitado de propiedad y producción y un régimen político represivo y violento, no el de emancipar realmente a todos los miembros de la comunidad que pretendían crear y que nunca ha construido un proyecto social, común y nacional realmente independiente, autónomo, democrático y popular, de modo que no solo se cimentara una República independiente, sino también una República popular.
Al respecto se pueden señalar varios aspectos, que van desde los determinantes originados en la colonización y la “independencia” y sus ausencias de la definición y creación de una identidad nacional, así como la ausencia desde siempre de un proyecto social, común y nacional realmente independiente, autónomo, democrático y popular, a dramas permanentes, como el de la violencia extrema contra los sectores populares que ha vivido este país de forma casi ininterrumpida desde su inicio, el tema de la cuestión regional o el de centralismo versus federalismo o el del desarrollo social y regional desigual, excluyente y desequilibrado, que ha estado presente y ligado muchas veces de manera funesta al de la violencia en la historia de Colombia, coaligado con lo anterior, el de la crisis y degradación de la política que este país ha soportado a lo largo de su historia, junto con el del narcotráfico, el paramilitarismo y la guerra contra las drogas de las últimas décadas.
Este artículo está enmarcado en el anterior debate, y aspira a introducir el tema y a enunciar algunos comentarios iniciales al respeto, con base en elaboraciones y discusiones que se han y se están dando en el país y en otras latitudes y en el análisis propio, sin pretender ser una exploración completa ni terminada.
1) El Rescate del Debate Político: Por un Proyecto Político Alternativo
“Hace tiempo que nos hemos desacostumbrado al debate público. El oficio de ciudadano requiere una práctica participativa que era simplemente suicida durante muchos años y nos hemos habituado al papel menoscabado del súbdito, condicionado para obedecer y resignado a ser un testigo pasivo y sufriente de la marcha de la historia”.
Atilio Boron.
De acuerdo con lo enunciado anteriormente, hoy más que nunca, se hace necesario rescatar el debate político, por parte de las fuerzas democráticas, alternativas y progresistas que aspiran a defender, profundizar y consolidar un modelo de desarrollo nacional, regional, rural y urbano integral, incluyente, con justicia social y gestión genuinamente democrática, en la nación colombiana.
Este rescate de la política y del debate, exige ineludiblemente, partir del hecho de que el modelo neoliberal de privatización de la gestión pública a todos los niveles, siempre busca estar vigente, fortalecerse y reinstalarse con todas sus fuerzas y consecuencias nefastas para la mayoría de los habitantes de esta nación. Lo anterior se explica por varios factores[ii]:
- En primer lugar, la “capacidad” de los discursos generados por los gobiernos neoliberales, empresas, supuestos expertos, asociaciones gremiales y agencias multilaterales – y asimilados por gran parte de la sociedad civil organizada – de confundir el campo de las disputas de intereses y de los conflictos políticos en nuestra sociedad, presentar propuestas aparentemente de beneficio común (enmascaradas en retoricas que excluyen todos aquellos aspectos perversos del sistema social, económico y político profundamente degradado existente), pero que en el fondo responden a intereses particulares y muy particulares y aun así afirmarse como el discurso hegemónico.
- En segundo lugar, la “incapacidad” de algunos sectores para elaborar críticas que identifiquen y desenmascaren esos discursos y de crear respuestas que coloquen nuevamente la dimensión del conflicto en la esfera pública y la disputa por recursos públicos y políticas como el camino para la superación de los problemas sociales.
Las dificultades de algunos sectores no son sólo suyas. Son de todo un conjunto de actores sociales que se posicionan en la contramano de un escenario en el que las políticas públicas neoliberales han acentuado los procesos de exclusión social y la desigualdad por la vía de la flexibilización de las relaciones de trabajo, por la reducción del salario, por la precarización del empleo y el aumento del desempleo y por la reducción de la cobertura y de la calidad de las políticas sociales y no se debe olvidar que se está frente a un proyecto político que en una gran medida ha fortalecido la construcción del orden neoliberal en Colombia mediante los procesos de reforma estructural realizados durante las tres últimas décadas, hasta el punto de que han logrado constitucionalizar el “modelo económico”, e incorporar al ordenamiento jurídico, en su conjunto los lineamientos político-económicos del proyecto neoliberal.
El derecho configurado de esa manera se ha constituido en el terreno abonado para lo que puede considerarse como el ordenamiento neoliberal, ahora despojado del todo de sus vestiduras nacionales, expresado en los “tratados de libre comercio”[iii].
El orden neoliberal construido en Colombia, aunque se revela como un orden constituido en el espacio nacional estatal, según las reglas de la democracia liberal, es -en sentido estricto- expresión de un proyecto constitucional que bien puede caracterizarse como la constitución política del mercado total[iv]. “Tal proyecto presupone una tendencia a la homogeneización de los ordenamientos jurídicos nacionales en tanto incorpora en estos contenidos normativos que expresan ese derecho global o supranacional, que para nuestro caso es el derecho de las reformas contempladas en el Consenso de Washington, esto es, de la desregulación económica y la disciplina fiscal. El “derecho nacional” deviene, por tanto, en derecho supranacional, transnacional”[v].
Lo anterior, está en línea con lo que plantea Samir Amín en su entrevista “El capitalismo hoy en día”: “es al interior de la globalización y los «futuros abiertos» que inaugura que pueden leerse los cursos que han tomado en el nuevo milenio los escenarios latinoamericanos y sus proyectos políticos disímiles de integración”[vi].
Lo que está en disputa es el diagnóstico de las causas de la crisis social, económica y política y las propuestas para enfrentar la intensificación de esta crisis. Para ser más concretos, lo que está en disputa es: si frente a la realidad crítica por la que atraviesa el país, que se expresa en elevados índices de pobreza y pobreza extrema, desigualdad, concentración extrema de la riqueza, la violencia como esencia del régimen político tradicional, desequilibrios regionales, exclusiones, falta de oportunidades, corrupción, autoritarismo etc., puede impulsarse y concretarse el cambio anhelado en el fondo por la mayoría de la población, que haga que esta sociedad pueda trascender hacia una sociedad diferente del buen vivir, justa, ampliamente democrática, sostenible y en paz. En este proceso, está en el centro de la disputa: ¿cuál es el papel del Estado?, ¿cuál es el diseño de las políticas públicas y cuál es el destino de los fondos públicos? Y surgen las preguntas:
¿Sera posible el cambio económico, ambiental, social, cultural y político en la sociedad colombiana o prevalecerá el bloqueo nacional a este cambio, ejercido por décadas por los sectores dominantes expresados en partidos, facciones o fracciones que tradicionalmente se han coaligado y reinventado?
¿Sera posible que la sociedad colombiana se decida por una visión de una sociedad autónoma, libre, incluyente, en paz, productiva, más igualitaria, equitativa, sostenible y profundamente democrática y acoja el programa de desarrollo sostenible que busca estos objetivos y que ha sido propuesto por el Pacto histórico y el presidente Gustavo Petro?
La respuesta del conjunto de las fuerzas políticas que buscan garantizar la continuidad de las políticas neoliberales es que el enfrentamiento de la crisis social se dé por la vía de la implementación de políticas de carácter de emergencia y destinadas sólo a los grupos más vulnerables. Y como su alcance es muy limitado, los gobiernos prefieren hacer convocatorias mediáticas a las empresas para que “se comprometan en lo social” o que tengan “responsabilidad social”.
Existe una coherencia en esta estrategia, toda vez que la restricción impuesta a las políticas sociales y a los derechos de ciudadanía es condición para viabilizar el modelo económico actual. En este escenario, la propuesta de “cambio social”, queda confinada a los límites de mejorar un poco lo que ahí está, mantenidas las condiciones actuales de temperatura y presión.
Pero los enfrentamientos entre las fuerzas políticas neoliberales y las fuerzas políticas progresistas y sociales no se dan solamente en las plazas públicas. Se dan también – y tal vez principalmente – en el campo de la producción de conocimientos y las ideas, en la disputa de significados, en la determinación del campo de los conflictos, en la configuración de lo que queremos como futuro.
El modelo impuesto por las fuerzas políticas dominantes atribuye al Estado, en el área social, un papel residual, restringido a la simple implementación de políticas compensatorias, focalizadas en los grupos más pobres entre los pobres. Se trata de una destrucción del interés público y de los derechos de ciudadanía. Interés público y derechos construidos y conquistados a duras penas por décadas de movilización social.
En última instancia, se trata de la destrucción de las conquistas democráticas, que, en un contexto histórico anterior, sometió en alguna medida la lógica del mercado a la lógica de la afirmación de derechos políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales de la mayoría de la población.
Esa destrucción transfigura las demandas por derechos en carencias. La arena pública y la política son sustituidas por las iniciativas de buena voluntad del sector privado y del voluntariado, transfigurando las acciones de afirmación de derechos en filantropía y asistencialismo.
2) Antecedentes:
El contexto Internacional:
Con relación al contexto internacional, es importante analizar brevemente la totalidad del período histórico transcurrido desde 1945 para aclarar la índole de los problemas que se plantean en la actualidad. Este periodo de cerca de tres cuartos de siglo se caracteriza, como muy bien lo describen y analizan Samir Amín y Rémy Herrera en su trabajo “El Sur en el Sistema Mundial en Transformación”, por estar determinado por dos fases claramente diferenciadas:
“El período histórico comprendido desde 1945 y la actualidad parece estar dividido en dos fases diferentes: la correspondiente al auge (de 1945 a 1975) y la correspondiente a la crisis (a partir de 1968 a la fecha). El auge económico del primer período se fundaba en la complementariedad de tres grandes proyectos societarios de la época, puestos en marcha luego del doble fracaso del fascismo y del colonialismo: el proyecto del Welfare State (del Estado del Bienestar y del esquema neocolonial) en Occidente, el proyecto de Bandung de la construcción nacional burguesa en la periferia del sistema (el esquema de los no alineados) y el proyecto soviético de un “capitalismo sin capitalistas” en los países del Este.
Durante el segundo período se derrumbaron las bases sobre las que reposaba el auge anterior dando paso a la instauración, no de un nuevo orden mundial, sino de una crisis y un caos que están lejos de resolverse. Aunque las políticas aplicadas a partir de los años setenta buscaban esencialmente manejar la crisis de la expansión del capital, fracasaron en este objetivo porque el proyecto espontáneo de una gestión del mundo por el mercado y por los intereses inmediatos de las fuerzas dominantes del capital, sigue siendo una utopía”.[vii].
Fase primera:
Para tener una apropiada descripción resumida de las características de la primera fase, vale la pena reseñar lo planteado por Samir Amin en su escrito: “CAPITALISMO, IMPERIALISMO, MUNDIALIZACIÓN”:
“El capitalismo mundializado de la posguerra es particular por dos razones. En primer lugar, porque funciona en base a relaciones sociales que otorgan al trabajo un lugar que no refiere a la lógica propia del capitalismo, sino que expresa un compromiso entre esta lógica y lógicas populares y nacionales antisistémicas. El crecimiento de los salarios que acompaña el de la productividad, el pleno empleo, la seguridad social, el rol preponderante del Estado en el proceso de industrialización, la redistribución del ingreso a través de los impuestos, sin contar las grandes reformas agrarias o las colectivizaciones, no responden a la lógica del máximo beneficio, que es la que comanda al modo de producción capitalista.
Estos fenómenos, por el contrario, expresan las ambiciones de proyectos societarios populares y nacionales. Este compromiso entre lógicas societarias conflictivas obliga al capital a ajustarse a las reivindicaciones de los trabajadores y de los pueblos. Es este límite el que permitió, paradójicamente, que este período histórico se caracterizara por un fuerte crecimiento, sin igual, a escala mundial.
Como complemento de estos compromisos sociales, la mundialización que los acompaña es controlada por los Estados que son sus garantes. El período es pues un período de reducción de los efectos polarizadores de la lógica unilateral de la expansión del capitalismo, reducción traducida por los fuertes ritmos de industrialización de los países del Este y del Sur[viii].
Fase segunda:
Crisis de acumulación a partir de 1971 y respuesta: concentración, la mundialización neoliberal y financiarización.
A la crisis de acumulación a partir de 1971 se responde con una serie de medidas: “- la concentración: se ha consolidado un régimen de oligopolios a nivel planetario. –La globalización es la segunda acción, al promover la desregulación en las condiciones de vida y trabajo para la mayoría de las naciones principalmente de la periferia. –Por último, la financiarización, preponderancia de la sustitución de las inversiones privadas en el sistema productivo real por la inversión financiera especulativa”[ix], (sin que esto signifique que se elimina la interrelación indisoluble que existe entre ambos sectores capitalistas, por el contrario, la financiarización emerge como mecanismo de respuesta y control de la crisis de acumulación capitalista que se viene acentuando desde los setentas).
De nuevo Samir Amin: “Los modelos societarios que habían logrado imponer los compromisos evocados a propósito de la fase primera, alcanzaron sus límites históricos como resultado de su propio éxito. Habiéndose agotado sin haber creado las condiciones que permitieran a las fuerzas populares y democráticas avanzar aún más, los temas que fundaban su legitimidad (el Estado de Bienestar y el progreso material continuo, la construcción del socialismo, la afirmación de las naciones modernizadas del Tercer Mundo) aparecieron como ilusiones. En aquel momento estaban reunidas las condiciones para permitir una ofensiva masiva del capital, decidido a imponer su lógica unilateral.
La recompradorisation del Tercer Mundo recobra actualidad (Amin, 1989). Esta se manifiesta en los programas llamados de “ajuste estructural”, programas que tienden al desmantelamiento de las conquistas del nacionalismo populista de las décadas anteriores.
El modelo de esa fase primera, se sitúa pues en las antípodas del propuesto e impuesto hoy, que se funda en la lógica exclusiva del capital y en la pretensión de que corresponde a los trabajadores y a los pueblos realizar el esfuerzo para “ajustarse”, lo que a su vez confina a la economía al estancamiento[x].
3) Aspectos preponderantes a tener en cuenta para aclarar la índole de los problemas que se plantean en la actualidad:
“Lo que ocurre es que la victoria temporal ideológica del neoliberalismo se expresa, entre otras cosas, por un singular deslizamiento semántico que hace que las palabras pierdan su antiguo significado y adopten otro nuevo. En ese sentido, las “reformas” padecidas por nuestras sociedades en las últimas décadas son, en realidad, acentuados procesos de involución social o, si se prefiere, contrarreformas”[xi].
Atilio Boron.
Las medidas y acciones de las tres respuestas anteriores que han liderado esta segunda fase, en especial de la globalización se dieron en medio de complejos procesos tanto nacionales como internacionales, que a su vez se han convertido en aspectos preponderantes a tener en cuenta para aclarar la índole de los problemas que se plantean en la actualidad, destacándose entre otros los siguientes[xii]:
- La apertura indiscriminada de las economías nacionales, fundamentalmente de los países de la periferia, a los mercados internacionales y a la globalización desde finales de los 70, que sometió las economías nacionales a una inusitada competencia y exigió la formulación de estrategias locales de sobrevivencia sin la protección prestada hasta entonces por parte de los estados.
- La instalación de un modelo económico – social y político que privatizo gran parte de la gestión pública, estableciendo como fundamento la supremacía del mercado y del sector privado preponderante, por sobre el Estado y el sector público.
- Se entra más que antes al imperio de la mercancía, y con este, a una constante exposición a ella. Todo se convierte en mercancía y deja de tener exclusivamente valor de uso para adquirir sobre todo valor de cambio.
- Se establece el proyecto espontáneo de una gestión del mundo por el mercado y por los intereses inmediatos de las fuerzas dominantes del capital.
- La reorientación del Estado hacia una intensa intervención a favor de los grandes capitales. Reorientación que alegremente se dio a la tarea de desmantelarlo en sus funciones: social, planeadora, reguladora e inversora, mientras se fortalecía su arista autoritaria y policíaca. De esta manera, hoy los Estados responden a las exigencias del capital y no pueden absorber las demandas populares, cumpliendo un rol más policíaco que político. Acogiendo como su propósito principal, el de garantizar ganancias y acumulación del capital, sin ninguna restricción, respondiendo así a la voracidad de la concentración del capital y la oligopolización de la economía global.
- Como resultado del ataque maniqueo y brutal que desde los grandes centros de poder a nivel internacional y nacional se desato contra los Estados del bienestar, contra el esquema solidario y de concertación y contra toda forma de gestión colectiva de los ciudadanos en busca de sus reivindicaciones (en especial contra las organizaciones sindicales), que durante mucho tiempo permitieron contrarrestar en alguna medida los efectos de las desigualdades económicas, sociales y políticas presentes en la sociedad, se instauro este nuevo modelo, que permite estimular todo lo contrario, y que se ha identificado como el neoliberalismo.
- Como resultado de ese ataque, la planificación integral y sostenible fue debilitada y en ultimas abandonada, siendo sustituida por la sumatoria de acciones atomizadas en todas las escalas, desde los grandes hasta los pequeños proyectos.
- El debilitamiento del Estado-nación como nivel de gobierno económico, la emergencia de la ciudad o ciudad-región como el nivel espacial clave en la economía globalizada, y la “competitividad” como el eje principal del desarrollo económico.
- Desregulación de la economía que incluye la flexibilización de los salarios de los trabajadores.
- La privatización de empresas y funciones públicas, bajo el argumento falaz de que la administración privada es mejor que la pública, reemplazando la rentabilidad social y económica sostenible por la rentabilidad financiera de corto plazo. Propiciando una nueva visión en la cual el objetivo principal de las empresas de servicios públicos es el lucro y la ganancia del grupo reducido de inversionistas privados, desligando o limitando la gestión de estas empresas de los objetivos tendientes a alcanzar una visión de equidad social y desarrollo incluyente y sostenible de largo plazo de la nación. Como de todas maneras el sector público continua con la responsabilidad legal y constitucional además de lógica del suministro del servicio que de todas maneras es público, cuando se presentan las dificultades financieras de las empresas privatizadas, la mayoría de las veces provocadas por los malos y/o ineficientes manejos de sus mismas administraciones, el sector público tiene que entrar a asumir el costo del salvamento, asumiendo en ultimas el riesgo que inicialmente se argumentó había sido trasladado al sector privado o lo que popularmente se conoce como “socializar las pérdidas y privatizar las ganancias”.
- El gran culmen de este modelo económico ha sido los Tratados de Libre Comercio.
- Se concentra principalmente en propugnar la retirada de todo agente de intervención externo (en especial el Estado y la planeación) de las dinámicas propias de la economía nacional y del comercio internacional.
- Esta neoliberalización ha significado la financiarización de todo. Esto propicio: “La preponderancia de la sustitución de las inversiones privadas en el sistema productivo real por la inversión financiera especulativa”[xiii] e intensificó el dominio de las finanzas sobre todas las restantes facetas de la economía, así como sobre el aparato estatal y, sobre la vida cotidiana, sin que esto signifique que se elimina la interrelación indisoluble que existe entre ambos sectores capitalistas (nominación formal, porque en el fondo se pueden considerar uno solo) , por el contrario, la financiarización emerge como mecanismo de respuesta y control, por parte de todos los sectores capitalistas en su conjunto, a la crisis de acumulación capitalista que se viene acentuando desde los setentas.
4) Sinergia entre el modelo de privatización de la gestión pública o de implantación del neoliberalismo y los fenómenos históricos estructurales
En el caso colombiano, todas estas reformas o mejor, contrarreformas del capitalismo contemporáneo, se encuentran y se imbrican con las particularidades degradantes históricas de este país, acentuándose, amplificándose y consolidándose mutuamente, así como sus efectos nefastos para la mayoría de sus habitantes. Esta sinergia entre los fenómenos degradantes, históricos y en cierta forma estructurales y el modelo de privatización de la gestión pública o de implantación del neoliberalismo que se inició en la década de los setentas y se profundizo y consolido desde el inicio de la década del noventa, se puede ilustrar como el encuentro de un avión que ya venía fallando (Colombia y sus aspectos degradantes críticos históricos) y una tormenta (el neoliberalismo) configurándose de esta forma la tormenta perfecta, que ha llevado al agravamiento y profundización de la situación de degradación y crisis que el país ha sufrido y soportado por décadas.
Es por esto que, en el caso colombiano, el desafío es mayor, puesto que el impulsar una visión de cambio para salir del modelo neoliberal, requiere que conjuntamente y como parte de la misma y del mismo esquema de su desarrollo estratégico y operativo, se planteen y desarrollen objetivos, estrategias, políticas, planes, programas e iniciativas que permitan superar los aspectos degradantes críticos históricos de esta sociedad.
5.1) Expresiones de las transformaciones del capitalismo contemporáneo emuladas y en concurso activo y concertado con los aspectos degradantes históricos y viceversa
5.1.1) Preponderancia de la violencia como esencia del Estado y del régimen político imperantes.
a) En el orden de la coerción y la fuerza necesarias para la implementación y mantenimiento del modelo existente.
Existe amplia y concluyente evidencia de que esta forma fundamentalista neoliberal del capitalismo, tiene como condición para su implementación, de la fuerza. Como lo plantea Naomi Klein en su libro la doctrina del shock: “esta forma fundamentalista del capitalismo ha surgido en un brutal parto cuyas comadronas han sido la violencia y la coerción, infligidas en el cuerpo político colectivo, así como en innumerables cuerpos individuales”[xiv].
La mayor critica a la terapia del shock que Milton Friedman el gurú del neoliberalismo receto para Chile en la época de la dictadura de Pinochet, procedió de uno de sus exalumnos André Gunder Frank, quien vio una relación directa entre las brutales políticas económicas impuestas por su antiguo maestro y sus antiguos compañeros de estudios y la violencia que Pinochet había desatado contra las masas en el país austral. Las recetas de Friedman eran tan dolorosas, afirmó el desafecto Gunder Frank antiguo alumno de la Universidad de Chicago, que no podían “imponerse ni llevarse a cabo sin los elementos gemelos que subyacen a todas ellas: la fuerza militar y el terror político”[xv].
Lo anterior no significa y menos en el caso colombiano, que estos procesos de implementación acompañados de la fuerza y la violencia, sean solamente de esta fase neoliberal del capitalismo, puesto que las anteriores fases muestran incluso situaciones mayormente dramáticas. Sin embargo, es tal vez en esta fase en la que mejor se puede apreciar que la “ética” del Estado capitalista, de garantizar ganancias, beneficios y acumulación privados del capital, a ultranza, sin ninguna consideración o restricción, su inherente estructura inmoral y delictiva que esto conlleva y sus procesos de cooptación violenta, aspectos tan marcados en esta fase, son emulados y conjuntados con y por el proceso de violencia contra los sectores populares histórico colombiano y por los procesos de violencia del narcotráfico, del paramilitarismo y de la guerra contra las drogas (realmente de militarización para el control social y territorial y de injerencia para el despojo y la acumulación capitalista) de las últimas cuatro décadas y viceversa.
b) En el orden de la violencia desatada por el narcotráfico y el paramilitarismo.
En el caso colombiano, es importante destacar como lo hace Carlos Medina Gallego en su artículo: “ La economía de guerra paramilitar: una aproximación a sus fuentes de financiamiento”, la alianza entre paramilitares, narcotráfico y Estado, que ha estado presente de forma determinante en este país desde hace bastante tiempo: “El paramilitarismo es el fenómeno militar, social, económico y político de mayor crecimiento en los últimos años, de mayor efectividad criminal en términos del ejercicio de las prácticas del terrorismo y el mejor soporte con que ha contado el Estado para el desarrollo de su estrategia de guerra contrainsurgente. Los grupos paramilitares desplazaron a la guerrilla de importantes regiones del país, transformaron sustancialmente las relaciones con la población, aniquilaron la resistencia social y la oposición democrática de la sociedad civil, se convirtieron en nuevos agentes de la acumulación capitalista, generando en el campo el fenómeno del desplazamiento forzado y, por esa vía, la relatifundizaciòn y la implementación de grandes proyectos agroindustriales, bajo su tutela.
Como estrategia de guerra, unieron la lucha antisubversión con la industria del narcotráfico y el respaldo al Estado en una sola concepción de la guerra irregular de derecha, que fue construyendo corredores paramilitares, territorialidades propias, zonas de consolidación del fenómeno, y la irrupción de para-Estados locales, que se fueron entrelazando hasta convertirse en un fenómeno nacional de poder.
Los paramilitares han contado con el apoyo de amplios sectores empresariales, hacendados, ganaderos, comerciantes, instituciones de seguridad del Estado –f.f.m.m. y de Policía–, Fiscalía y gobiernos locales y regionales; tienen una significativa representación en el parlamento colombiano. Su proceso ha permeado importantes sectores de la población que los apoyan y los consideran autoridad. Han demostrado la efectividad del crimen y el terror como instrumento de control social y político, y de acumulación y defensa de la riqueza.
El paramilitarismo ha sostenido y desarrollado una estrecha relación con el narcotráfico hasta hacer parte de sus procesos económicos; ha organizado sus ejércitos, vigilado sus economías, desalojado campesinos y generado procesos de relatifundización narco-paramilitar en distintas zonas del país”[xvi].
Esta teoría política del narcotráfico, que muestra las similitudes entre el Estado y lo que debería ser su antítesis, el narcotráfico, de alguna manera retoma la idea de Charles Tilly expuesta en su libro: “Coerción, capital y los Estados europeos, 990- 1990”, en donde afirma “que el Estado capitalista históricamente se conformó como una organización que extorsionaba a su población a cambio de protección y seguridad……… y que las guerras entre Estados y sus Ejércitos no sólo son un elemento más en la formación del Estado moderno, junto a la burocracia, la unificación del poder y la creación de un sistema fiscal, sino que son las variables determinantes de toda la organización administrativa estatal tal como hoy la conocemos”[xvii].
c) En el orden de la violencia desatada por la Guerra antidrogas
Como lo explicó Dawn Paley, periodista y académica canadiense, experta en política de drogas y doctorada por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y autora del libro “Capitalismo antidrogas”, en entrevista con Cosa Pública 2.0[xviii]: “La “guerra contra las drogas” fue lanzada por Estados Unidos a finales de los años 60, desde ahí se desarrollaron estrategias paralelas en otros países, como el Plan Colombia y después la Iniciativa Mérida en México, pero esas estrategias en realidad son útiles para el capital transnacional, porque van de la mano de la instauración de reformas y políticas neoliberales, militarización y violencia estatal con un proceso de paramilitarización, donde se incluyen a los “cárteles” del narcotráfico”.
En entrevista con la revista digital Tinta[xix], complementa: “Lo que argumento en mi libro Capitalismo antidrogas es que esta no es una estrategia que tenga que ver con controlar las drogas.[xx] Por ejemplo, el Plan Colombia no fue exitoso en disminuir la cantidad de cocaína que se consume en Estado Unidos, lo cual era su pretexto. Pero fue efectivo en otras cosas: abrir mercados, mayor apertura económica, hacer reformas políticas, todo con el mismo dinero y el discurso de la prosperidad para salir del ‘flagelo’ del narcotráfico. Y también se comprobó con el Plan Colombia que la militarización para la prohibición es funcional al capital. Esta se relaciona a todos los casos de despojo extremo para liberar territorio para la caña de azúcar, para la palma. También acabar con sindicatos como en los casos de ‘Chiquita’ y Coca Cola, contratando paramilitares para asesinar a gente organizada. Este despojo liberó territorios para la ampliación de actividades económicas que permitieron mayor acumulación de capital. Ese fue el éxito del Plan Colombia, el mismo que se busca en México. La meta es otra, no es controlar las drogas, esto es la excusa. Cuando se propone la Iniciativa Mérida se decía que marchaba sobre el éxito del Plan Colombia, pero dicho éxito no residía en el combate a las drogas, sino en preparar a Colombia para firmar el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, abrir la economía, dar seguridad a las empresas americanas que quisieran operar”.
Los aportes de Dawn Marie nos permiten reflexionar sobre este nuevo enemigo interno (la guerra contra las drogas) para las doctrinas de seguridad nacional de los Estados Unidos, que ha sustituido al comunismo. Nos ayuda a identificar las relaciones existentes entre la denominada guerra contra el narco y el despojo y la acumulación de capital. Así como nos invita a no asumir el relato sobre el narcotráfico acríticamente[xxi].
Por último, destacar sobre esta parte de la preponderancia de la violencia como esencia del Estado y del régimen político imperantes, que la inherente estructura inmoral y delictiva de esta forma fundamentalista neoliberal del capitalismo, que se ha posicionado en Colombia en las últimas décadas, y sus formas de implementación de la fuerza, la violencia y el despojo, son emulados y conjuntados con y por el proceso de violencia histórico colombiano y por los procesos de violencia del narcotráfico, del paramilitarismo y de la guerra contra las drogas de las últimas cuatro décadas y viceversa.
5.2) El bloqueo nacional al cambio y exclusión de las Alternativas Políticas
En la sociedad colombiana ha prevalecido el bloqueo nacional al cambio, ejercido por décadas por los sectores dominantes expresados en partidos, facciones o fracciones que tradicionalmente se han coaligado y reinventado, algunos promulgando y usando abiertamente el autoritarismo y la represión y otros tratando de encubrir ese autoritarismo y esa represión con el populismo y la demagogia y de todas maneras todos, exhibiendo un compromiso decidido y a ultranza con los sectores preponderantes de la economía y un supuesto “compromiso” con los sectores de base que se ha mantenido hasta cierto punto reciproco en virtud de atavismos históricos y que se pretende perpetuar mediante las dadivas que por intermedio de los gamonales políticos supuestamente se le “entrega” a la población[xxii]?.
Este modelo político ha sido en cierta forma efectivo y les ha servido a los intereses de quienes han mantenido el control del poder, obviamente no tanto por su expresión política sino porque ha combinado los mecanismos “democráticos” formales con los represivos y autoritarios, configurando un régimen político represivo y violento (algunos le han denominado una dictadura civil).
La situación descrita se ha prolongado hasta nuestros días con unas características que han excluido lo que se ha denominado las tercerías o alternativas políticas (por la preponderancia del bipartidismo liberal – conservador incluidas sus diferentes vertientes y denominaciones actuales). Frente a esta sociedad bloqueada, sin duda ha habido diferentes intentos de crear partidos políticos renovadores y/o transformadores, o por lo menos con expresiones progresistas y/o populares, que pronto se diluyeron regresando sus integrantes a las toldas del liberalismo o el conservatismo, como ocurrió con la Unión Republicana de 1910, el Partido Socialista de 1919, el posterior partido Socialista Revolucionario instaurado en 1926, la UNIR creada en 1933, el MRL, o simplemente fueron bloqueados mediante el fraude electoral como fue el caso de la Alianza Nacional Popular de la década de 1960, o la Unión Patriótica cuya disolución o mejor aniquilamiento es otro capítulo negro en la historia Colombiana.[xxiii].
En línea y coaligado con lo anterior, es preciso entender que desde el inicio de esta era neoliberal, se ha intensificado por parte de las elites dominantes el ataque frontal y devastador contra las organizaciones sindicales, sociales y populares y en general contra los trabajadores y el pueblo (el número de asesinatos de líderes sindicales y sociales es dramático, así como el de masacres contra la población), buscando ahora como antes debilitar, diluir o suprimir los vehículos de acción política eficaz de los trabajadores y el pueblo: partidos políticos, sindicatos, organizaciones sociales, asociaciones etc.
El debilitamiento o la dilución de los vehículos de acción política populares, se efectúa, no solamente mediante el ataque frontal de las elites dominantes, sino también mediante el supuesto “consenso”, que esas elites promueven, el cual niega en el fondo la democracia, porque borra las diferencias entre dominantes y dominados, niega el conflicto de intereses, niega la diferencia y niega en ultimas la necesidad del cambio[xxiv]. Esta línea ha prevalecido en Colombia y ha sido usada a través de los tiempos, con marcada eficacia por parte de los sectores dominantes, para bloquear o diluir el surgimiento de fuerzas políticas transformadoras y para bloquear en ultimas el cambio.
A esta línea se le han dado diferentes denominaciones: “la convivencia institucional” de 1910, “la concentración nacional” de Olaya Herrera, “la pausa a las reformas” de Alfonso López Pumarejo (giro fatal que llevaría su programa limitado de reformas que se llamó pomposamente la “revolución” en marcha a un estancamiento total y a su posterior retroceso y abandono). El mismo presidente López Pumarejo, se lamentaba más tarde de manera impostada de haber tomado esa decisión (debería lamentarse: “Me pregunto, sorprendido, como pudimos tantos responsables del éxito del movimiento liberal pensar que una renovación tan basta como la que está efectuándose desde 1934 es susceptible de pausas sin desvirtuar su fuerza inicial y su alcance.”[xxv]), los gobiernos de: Eduardo Santos, primero de Lleras Camargo y el de Ospina, “el frente nacional” etc. Este esquema que se ha reflejado en un continuismo político supuestamente estable de este país, viene teniendo como su contraparte hasta la actualidad a la violencia política.
5.3) Federalismo y ahora autonomismo: la falacia para encubrir las desigualdades regionales excluyentes y el asedio y la rapiña al erario público nacional por parte de los clanes locales (denominación, por lo del vínculo familiar, pero más por su significado de banda o pandilla)
El tema histórico de la cuestión regional o el del centralismo versus federalismo o el del desarrollo social y regional desigual, excluyente y desequilibrado, que ha estado presente y ligado muchas veces de manera funesta al de la violencia, ha tenido desde siempre la connotación del fortalecimiento de los clanes que dominan en las regiones que buscan acentuar el asedio y la rapiña a los recursos del erario público central. Clanes que nunca han sido capaces ni han estado interesados en la construcción de un proyecto social, común y nacional realmente independiente, autónomo, democrático y popular, por el contrario, desde siempre han impulsado el fraccionamiento del territorio que polariza regiones y que siempre han utilizado la violencia como mecanismo principal de su dominación. Como se plantea en artículo del “periódico desde abajo”: “La violencia colombiana, lo sabemos todos, es un fenómeno estructural que está asociado al control territorial, que en las últimas elecciones regionales mostró seguir en manos de los mismos gamonales que no han escatimado el terror como mecanismo de dominio”[xxvi].
Sobre este tema, es importante destacar acá el esclarecedor escrito de Marcelo Torres B, secretario General del Partido del Trabajo-PTC-, integrante del Pacto Histórico:
“La propuesta de federalismo hoy no es más que una consigna para fortalecer los clanes que dominan en las regiones y acentuar el asedio contra el Gobierno central, contra el proceso de cambio. El federalismo en Colombia ha sido una experiencia funesta. Entre 1810-1815, fue la divisa de los clanes regionales de criollos integrados por grandes hacendados y comerciantes con la vocería de Camilo Torres, opuesta a la justa propuesta del Estado unitario de Antonio Nariño, la mejor herramienta para la independencia nacional. Convirtió el 20 de julio en la Patria Boba y condujo directamente a la reconquista española del sanguinario pacificador Morillo.
En la segunda mitad del siglo XIX, como obsesión del Olimpo Radical, desarticuló el país en absurdos Estados federales soberanos, debilitó el poder central de las fuerzas democráticas representado por Tomás Cipriano de Mosquera, y fortaleció la contraofensiva bélica de los añejos clanes regionales terratenientes y esclavistas. Ese federalismo insensato posibilitó que lo que era una tarea de los sectores más avanzados, la república unitaria del Estado nacional en formación, tuviera el liderazgo retrógrado de Rafael Núñez, que desembocó en la dictadura clerical conservadora de 1886.
En el comienzo del gran retroceso global que significó la generalización del neoliberalismo en el mundo, en Colombia, que se bautizó como apertura económica, César Gaviria coqueteó con esa misma consigna federal para fragmentar al país frente a la acometida de las multinacionales. Hoy es el lema que levantan los regresivos clanes regionales, que, entroncados con la cúspide de la oligarquía financiera, esgrimen este disfraz “democrático” para obstruir el proceso de cambio del Gobierno Petro y auspiciar el llamado “golpe blando”. No dejes que te despisten. Que la experiencia histórica de tu país te ayude a descifrar el camino hacia adelante”.
El análisis de Marcelo Torres muestra que con respecto a este tema del federalismo hoy autonomismo también se manifiesta el proceso de sinergia que se ha dado en Colombia entre los fenómenos degradantes, históricos y en cierta forma estructurales y el modelo de privatización de la gestión pública o de implantación del neoliberalismo que se inició en la década de los setentas y se profundizo y consolido desde el inicio de la década del noventa. En efecto, los procesos que desde siempre han impulsado el fraccionamiento del territorio que polariza regiones, son emulados y conjuntados con y por el proceso fundamentalista neoliberal del capitalismo que se ha posicionado en Colombia en las últimas décadas y viceversa.
La reforma del Estado que fue acometida por gobiernos dominados por un fundamentalismo neoliberal condujo primero a la satanización del Estado y luego a su lisa y llana destrucción en sus funciones: social, planeadora, reguladora e inversora[xxvii].
Realmente la reorientación del Estado se dio hacia una intensa intervención a favor de los grandes capitales. Reorientación que alegremente se dio a la tarea de desmantelarlo en sus funciones: social, planeadora, reguladora e inversora, mientras se fortalecía su arista autoritaria y policíaca. De esta manera, hoy los Estados responden a las exigencias del capital y no pueden absorber las demandas populares, cumpliendo un rol más policíaco que político. Acogiendo como su propósito principal el de garantizar ganancias y acumulación del capital sin ninguna restricción, respondiendo así a la voracidad de la concentración del capital y la oligopolización de la economía global.
Esta reorientación neoliberal lleva al debilitamiento del Estado-nación como nivel de gobierno económico, la emergencia de la ciudad o ciudad-región como el nivel espacial clave en la economía globalizada, y la “competitividad” como el eje principal del desarrollo económico.
Esta situación se puede describir de forma sintética, como lo hace Jaime Ornelas Delgado en su artículo “Impacto de la globalización neoliberal en el ordenamiento urbano y territorial” de la siguiente manera:
- Ni más ni menos que la nación y su gobierno puestos al servicio de la inversión, el mercado y la ganancia. Nación y gobierno sometidos al capital sin necesidad de un, estorboso, proyecto nacional capaz de articular y potenciar los esfuerzos individuales y colectivos en pos de objetivos y metas comunes[xxviii].
- Esta situación de supuesta competencia extrema, donde se carece de un proyecto nacional compartido y el país se considera apenas un mercado sin fronteras, significa acrecentar el riesgo de pérdida del concepto de nación en tanto se alienta el fraccionamiento del territorio que polarizan regiones, que muchas veces pretenden separarse de la unidad nacional, más preocupadas siempre por lograr su viabilidad como región, que contribuir al logro de objetivos nacionales que muchas veces ya ni siquiera existen[1].
- En este nuevo esquema, las desigualdades entre las ciudades y regiones se convierten en las diferencias que alientan la localización territorial del capital; de la misma manera, la infraestructura física, las condiciones generales de la producción, que abaten la inversión privada en capital constante, se convierten en las ventajas competitivas de una ciudad o de una región sobre otras: “En este contexto, los regionalismos son parte de las desigualdades y, por ende, bienvenidos al nuevo modelo”[xxix], que por cierto puede conducir a la pérdida del concepto de nación y, a la vez, participa del fraccionamiento del territorio en pequeñas unidades más preocupadas por lograr su viabilidad como ciudad o región que por contribuir al logro de objetivos nacionales.[xxx].
- Nadie mejor para expresar esta situación con mayor claridad y fuerza que el Director de Estudios Económicos del ya desaparecido Grupo Financiero BanamexAccival, Alberto Gómez Alcalá, quien en la V Reunión Plenaria de Consejeros de esa institución señaló: La inversión en infraestructura y los incentivos locales para el crecimiento pueden complementarse; la inversión en infraestructura es más rentable si el ambiente de negocios local mejora simultáneamente […] En los ambientes locales tenemos que trabajar con mayor intensidad […] Debemos transparentar las agendas locales e impulsar su difusión, ligar recursos, ayudas y entidades […] Es necesario fomentar la competencia entre Estados, que será sana si ocurre bajo el principio de ver dónde existen los mejores incentivos para invertir[xxxi].
6) Profundización del proyecto político alternativo amplio e incluyente que permita responder a los intereses de las grandes mayorías y por ende capaz de organizar y movilizar a estas grandes mayorías en pos de la conquista del poder político para ejecutar su proyecto de sociedad.
“Una vez que nos permitimos desobedecer la prueba de los beneficios de un contable, hemos empezado a cambiar nuestra civilización.”[xxxii]
John Maynard Keynes.
Frente a las condiciones descritas a lo largo de este escrito, se hace necesario por parte de las fuerzas políticas progresistas y sociales incrementar y profundizar el esfuerzo conceptual amplio y profundo, que permita destacar y ahondar sobre los procesos claves de la estructuración del proyecto político de la derecha, que ha predominado durante los últimos años y que permita por una parte seguir planteando criticas serias que desenmascaren los propósitos particulares que inspiran este proyecto y por la otra insistir en:
“El proyecto político alternativo amplio e incluyente que permita responder a los intereses de las grandes mayorías, y por ende capaz de organizar y movilizar a estas grandes mayorías en pos de la conquista del poder político para ejecutar su proyecto de sociedad”.
En otras palabras, las fuerzas políticas progresistas y sociales tienen que recuperar, o en su caso empezar a desarrollar, su capacidad de análisis y de actuación estratégicas.
Al respecto vale la pena reproducir aquí lo expresado por Beatriz Stolowicz en su artículo: “La izquierda latinoamericana entre la lógica pendular y la razón emancipadora”:
“Esto es urgente, porque hemos ingresado en una nueva época de crisis del capitalismo como sistema histórico, de un capitalismo que, siendo primordialmente especulativo, rentista y expropiador sólo puede reproducirse agudizando contradicciones incurables. Esta es una situación nueva, no comparable a período anterior alguno. Los sectores más lúcidos de la derecha lo saben; están desarrollando una estrategia para enfrentarlo, y lo están haciendo con miras a 50 años. Su estrategia tiene como eje la seguridad, seguridad para el capital, en primer lugar sobre la propiedad; seguridad para garantizar las condiciones de su reproducción, basadas cada vez más en formas de acumulación originaria, es decir, de expropiación, de saqueo, con formas neocoloniales basadas en el control territorial directo sobre las materias primas, los recursos energéticos, el agua, la biodiversidad, además de imponerle a las regiones más débiles sus desechos tóxicos; y seguridad frente a la pérdida irremediable de la cohesión social, eso que llaman “capital social” y que en buen romance implica domesticar a los oprimidos, proclives cada vez más a la protesta y la rebeldía. Los dominantes han logrado socializar su gran problema estratégico de la seguridad como un asunto tan sólo de “hurtos y rapiñas”, una trivialización que confunde a no pocos izquierdistas”[xxxiii].
También en ese análisis y actuación estratégica es importante tener en cuenta la idea planteada por Beatriz Stolowicz:
“El Estado –que no sólo es el gobierno- es un poderoso instrumento de transformación, pero sólo si se transforman las relaciones de poder que en él se expresan. Si no, los gobiernos de izquierda sólo podrán administrar lo existente, aunque más “eficiente y honestamente”. Lo nuevo para la izquierda latinoamericana es que la extensión del rechazo al neoliberalismo le aporta más votos de lo que es su efectiva fuerza social y, por lo tanto, política. Por eso su capacidad transformadora es limitada. Tiene que gestar esa fuerza social y política, incluso para hacer reformas”[xxxiv].
Para que el proyecto político que se ofrezca sea realmente alternativo al proyecto reaccionario imperante y para que las unidades de acción y/o las alianzas se conviertan en un mecanismo efectivo en la consolidación del nuevo proyecto político y en ultimas del cambio, se requiere el liderazgo de partidos y movimientos claros en sus políticas y programas, en sus objetivos y en sus tácticas y estrategias, que sean capaces de ofrecer el potencial organizativo para evitar el imperio de la desintegración y la demagogia que prosperan fácilmente en una situación como la que se vive en la Colombia de hoy.
Al respecto y a estas alturas surgen varias preguntas con relación al lema expuesto en el título de este numeral del presente artículo:
- ¿Por qué es importante, empezar discutiendo sobre el proyecto político de la derecha colombiana en marcha en el país y sobre el tipo de Estado y el régimen político imperantes, así como sobre el modelo económico que se ha impuesto?
- ¿Cuál es el orden apropiado de discusión: primero los nuevos niveles de organización política y social o como alguien ha planteado: el tipo de izquierda que requiere Colombia o primero el proyecto político alternativo incluido su programa y luego o paralelamente los nuevos niveles de organización política y social que se requieren?
- ¿Basta con caracterizar en términos generales el proyecto político de la derecha, el tipo de Estado, el régimen político y el modelo económico imperantes, para poder estructurar el proyecto político alternativo?
- ¿Sería necesario también desglosar las expresiones, los programas, las políticas, las tendencias y las acciones concretas del Estado, régimen y del proyecto político vigente para poder estructurar el proyecto político alternativo?
- ¿Basta con caracterizar en términos generales el proyecto político alternativo para que este se convierta en una orientación de acciones concretas?
- ¿Sería necesario también desglosar el programa, las expresiones, las políticas, las tendencias y las acciones concretas del proyecto político alternativo?
- ¿Alrededor de que se podría caracterizar tendencias dentro del movimiento democrático?
- ¿Se puede construir un proyecto alternativo de manera inmediata o es un proceso que requiere un esfuerzo continuado y de largo aliento?
- ¿Cuáles son los nuevos niveles más apropiados de organización para afrontar la situación actual y para impulsar el proyecto político alternativo?
- ¿Cuáles serían: la estrategia, las tácticas, los objetivos cronológicos: corto, mediano y largo plazo, ritmos, los análisis de coyunturas y respuestas a las mismas, etc., ¿de este proyecto político alternativo?
- ¿Es necesario o conveniente definir criterios y condiciones bajo los cuales, se impulsarían unidades de acción y/o alianzas con otras fuerzas políticas y/o sociales para adelantar acciones tendientes a rechazar el proyecto político reaccionario en marcha en el país, el régimen político antidemocrático y excluyente imperante, así como el modelo económico que se ha impuesto?
- ¿Es necesario o conveniente definir criterios y condiciones bajo los cuales, se impulsarían unidades de acción y/o alianzas con otras fuerzas políticas y/o sociales para adelantar acciones tendientes a la consolidación del proyecto político alternativo?
- ¿Sería necesario definir un esquema para fortalecer el impulso de gobiernos alternativos locales (regiones y ciudades) como parte de la estrategia de consolidación del proyecto político alternativo nacional?
- ¿Si la respuesta a la pregunta anterior es la de que si es necesario el impulso de gobiernos alternativos locales (regiones y ciudades), surge entonces la pregunta sobre cuáles son los elementos fundamentales de la gestión o de las políticas que se deberían adelantar al frente de esos gobiernos alternativos locales?
Y una última pero determinante pregunta relacionada con la que se formuló anteriormente en el sentido de si “prevalecerá el bloqueo nacional al cambio, ejercido por décadas por los sectores dominantes expresados en partidos, facciones o fracciones que tradicionalmente se han coaligado y reinventado”:
¿O será que el bloqueo nacional resulta también de que ninguna fuerza o coalición de fuerzas ha sido capaz de organizarse para ejecutar su proyecto de sociedad[xxxv]? Si esto es así, si ha faltado organización para impulsar el cambio y canal para resolver los conflictos entre las mismas fuerzas progresistas y sociales, queda un camino de autoafirmación y participación colectiva: el camino de fortalecer y consolidar un movimiento político – social capaz de impulsar un Proyecto Político Alternativo que cuente con el liderazgo de partidos y movimientos claros en sus políticas y programas, en sus objetivos y en sus tácticas y estrategias, que sean capaces de ofrecer el potencial organizativo que aglutine a las amplias mayorías que anhelan el cambio. La consigna es “unidad y organización bajo claras banderas programáticas y estratégicas”.
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[1] Recientemente, Guayaquil, la mayor ciudad y polo económico de Ecuador acentuó su demanda de autonomía (incluso de ha planteado declarar a Guayaquil república autónoma) y en Bolivia cuatro departamentos, encabezadas por Santa Cruz (una de las regiones más ricas del país), reiniciaron un movimiento separatista mediante el cual enfrentan al gobierno de Evo Morales.
[i] “Algo va mal. Tony Judt”
[ii] “La producción de la agenda social mundial: una discusión sobre contextos y conceptos”, Silvio Caccia Bava.
[iii] Jairo Estrada Álvarez, “Las reformas estructurales y la construcción del orden neoliberal en Colombia”. CLACSO 2006.
[iv] “Plan Colombia, debates, tendencias recientes, perspectivas”, en Estrada Álvarez, Jairo (Cornp.), EI Plan Colombia y la intensificaci6n de guerra. Aspectos globales y locales. Bogotá, D. C., Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales.2003
[v] Jairo Estrada Álvarez, “Las reformas estructurales y la construcción del orden neoliberal en Colombia”. CLACSO 2006.
[vi]«El capitalismo hoy en día.» 2010. http://ve.scielo.org/scielo. http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1012-25082010000200007&lng=es&tlng=es.
[vii] Amin, Samir y Remy Herrera. «El Sur en el Sistema Mundial en Transformación.» 2000. nomadas.ucentral.edu.co. http://nomadas.ucentral.edu.co/nomadas/pdf/nomadas_12/12_1AH_Elsurenelsistemamundial.pdf.
[viii] Amin, Samir. “CAPITALISMO, IMPERIALISMO, MUNDIALIZACIÓN”.
[ix] Amin, Samir. “El capitalismo hoy en día”.
[x] Amin, Samir. “CAPITALISMO, IMPERIALISMO, MUNDIALIZACIÓN”.
[xi] Atilio A. Boron, “Tras el búho de Minerva. Mercado contra democracia en el capitalismo de fin de siglo” (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2000)
[xii] HARVEY, D. “A Brief History of Neoliberalism”. Oxford: Oxford University Press, 2005.
[xiii] Amin, Samir. “El capitalismo hoy en día”.
[xiv] Klein, Nomi. La doctrina del Shock – El auge del capitalismo del desastre. Toronto: Padios – Editorial Espasa, 2007.
[xv] Gunder Frank, André. «Genocidio económico en Chile. Segunda carta abierta a Milton Friedman y Arnold Harberger. .» . bancomext.gob.mx/rce/magazines. http://revistas.bancomext.gob.mx/rce/magazines/378/8/RCE8.pdf.
[xvi] Medina, C. «La economía de guerra paramilitar: una aproximación a sus fuentes de financiación. .» Análisi Análısıs Polítıco, Revista U Nacional nº 53, Bogotá, enero-marzo, 2005 (2005): págs. 77-87.
[xvii] Tilly, Charles. Coerción, capital y los Estados europeos, 990-1990. Madrid.: Alianza Editorial., 1992.
[xviii] https://archivo.udgtv.com/noticias/jalisco/guadalajara-jalisco-noticias/la-guerra-al-narco-no-existe-lo-guerra-capitalista-los-pueblos-dawn-paley/
[xix] https://latinta.com.ar/2018/07/capitalismo-antidrogas-una-guerra-contra-el-pueblo
[xx] Paley, Dawn Marie. “Capitalismo antidrogas – Una guerra contra el pueblo.”,
https://www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2018/11/doctrina47152.pdf
[xxi] https://latinta.com.ar/2018/07/capitalismo-antidrogas-una-guerra-contra-el-pueblo
[xxii] Ronderos, Carlos. Crisis y poder popular. En el Liberalismo al Banquillo.
[xxiii] Varela, Laura; Romero Yuri. Surcando Amaneceres.
[xxiv] Mouffe, Chantal: El retorno de lo político.
[xxv] Iriarte Alfredo. Historias en Contravía. Editorial Espasa Calpe S.A. 1995.
[xxvi] https://www.desdeabajo.info/rotador-incio/item/el-acuerdo-nacional-vientos-encontrados.html
[xxvii] Las “reformas del estado” en América Latina: sus negativas consecuencias sobre la inclusión social y la participación democrática. Atilio Boron.
[xxviii] Jaime Ornelas Delgado. “Impacto de la globalización neoliberal en el ordenamiento urbano y territorial”.
[xxix] Hiernaux Nicolás, Daniel (1993). “En la búsqueda de un nuevo paradigma regional”, en Blanca Ramírez (compiladora). Nuevas tendencias en el análisis regional, Universidad Autónoma Metropolitana–X, México, pp. 33/48.
[xxx] Jaime Ornelas Delgado. “Impacto de la globalización neoliberal en el ordenamiento urbano y territorial”.
[xxxi] Ibid.
[xxxii] “Algo va mal”. Tony Judt.
[xxxiii] Stolowicz Beatriz. La izquierda latinoamericana entre la lógica pendular y la razón emancipadora.
[xxxiv] Stolowicz Beatriz. La izquierda latinoamericana entre la lógica pendular y la razón emancipadora.
[xxxv] Hernando Gómez Buendía, en el Liberalismo al Banquillo.
Jorge Alberto Morales Rodríguez.
Foto tomada de: “En lo comunicacional se juega la gran batalla del poder político”. de Álvaro García Linera.
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