El cometido de las innovaciones tecnológicas
Aprendimos a fabricar armas y útiles gracias al hierro, a crear megacorporaciones interconectadas gracias a redes eléctricas y telégrafos y a trampear con las finanzas por culpa de los ordenadores.
Los bancos pequeños se fusionaron y aprovecharon las redes eléctricas y el telégrafo para crear grandes entidades que pudiesen conceder préstamos a industriales y accionistas ansiosos de crecer. Propiciaron el capitalismo de los «megabeneficios» y las «megadeudas», porque las empresas empezaron a apostar sobre los supuestos beneficios futuros provocando una especulación enorme. Superó así al primer capitalismo, que creía que las empresas debían ser pequeñas para que funcionase la competencia y controlase a los empresarios, pero condujo a la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial.
El New Deal3
Transformó profundamente el capitalismo. Cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial, el gobierno les dijo a los fabricantes qué y cuánto tenían que producir y eligió a John Kenneth Galbraith como la máxima autoridad económica del país al decidir el precio de todo, evitar la inflación y garantizar una transición económica fluida entre la guerra y la paz.
El pacto entre empresas y gobierno implicó que las primeras produjeran lo necesario para ganar la guerra y el segundo que el Estado aseguraría sus ventas —y, por tanto, sus beneficios—, eliminaría la competencia al fijar los precios, financiaría la investigación para facilitar las innovaciones y convertiría a los empresarios en héroes que ayudaban a ganar la guerra cuando, hasta entonces, habían sido los «villanos» que habían provocado el crac de 1929.
Gracias al New Deal, la producción se cuadruplicó en menos de cinco años, se controló la inflación, desapareció el desempleo y las empresas se sintieron seguras.
La «tecnoestructura» postbélica
Fue consecuencia del New Deal y se caracterizó por la casi fusión del gobierno y las empresas, el trabajo conjunto de científicos y profesionales para el gobierno y las empresas, y la toma de decisiones por un eje público-privado de empresarios y políticos cuyos objetivos eran la supervivencia y el crecimiento de los conglomerados.
Lo primordial ya no era el beneficio, sino la rentabilidad, mantener ocupados a los trabajadores y encontrar clientes que comprasen los bienes de consumo que habían sustituido a las armas. Es ahí donde el mercado de la atención tuvo un papel destacado.
¿En qué consiste el mercado de la atención?
En la actualidad, se explota al máximo. Un ejemplo, los influencers… Se trata del viejo truco de llamar la atención de la gente para venderse a sí mismo y a sus productos.
Competir por la atención de los otros es más viejos que la especie humana —ahí están nuestras mascotas— e incluso lo practican bebés de corta vida. Ahora bien, su mercantilización se produjo en el siglo XX gracias a la radio y la televisión.
Los publicistas comprobaron que, tras cubrir sus necesidades básicas, la gente solo seguiría comprando si se atraía su atención, y tanto la radio como la televisión eran las herramientas más eficaces. Los programas eran gratuitos, pero estaban «subvencionados» por productos presentados en cuñas publicitarias y, para que fuesen muy atractivos, nada mejor que agitar sus corazones con nuevos deseos. De ese modo, el programa gratuito tenía un gran valor vivencial, pero ninguno de cambio. Mientras que la publicidad era nula vivencialmente, pero con un gran valor de cambio.
El impacto cultural del sistema fue enorme; también el aumento de especialistas al servicio de la manipulación; y significó un paso más en la transformación del capitalismo. A principios de los sesenta, los mayores beneficios se los llevaban los productos en los que se estipulaban de antemano precios, cantidades, envases y sensaciones que potenciasen el deseo de comprar.
Con todo, para que las fábricas continuasen funcionando y los estadounidenses tuviesen trabajo, había que producir mucho más de lo que el país podía absorber. Así que se pusieron a buscar mercados extranjeros donde aplicar la misma estructura.
Bretton Woods4 inaugura la época dorada del capitalismo
Fue un sistema financiero global ideado por los responsables del New Deal en 1944. Pretendía evitar otra Gran Depresión y agregar a Europa y Japón a la tecnoestructura, ya que habían quedado en ruinas tras la guerra. Los responsables del New Deal decidieron darles dinero para que se lo gastasen y reactivasen su economía. No obstante, para que sus monedas tuviesen valor, era necesario respaldar su economía y, para ello, vincularon sus monedas al dólar con tipos de cambio fijos. Aseguraron así una unión monetaria global estable basada en el dólar y respaldada por la poderosa economía estadounidense. Ahora bien, para evitar que los bancos especulasen con el cambio de valor relativo de las monedas, establecieron unas limitaciones llamadas controles de capital. Paralelamente, los responsables del New Deal reescribieron la Constitución Japonesa y guiaron la fundación de la Unión Europea centrándola en la manufactura alemana, lo que frustró las ansias francesas de desindustrializar Alemania.
La época dorada del capitalismo —basada en la hegemonía estadounidense que le daba el dólar— duró de 1945 a 1971 y Estados Unidos, Europa y Japón tuvieron poco desempleo, una inflación baja, un gran crecimiento y una reducción importante en desigualdad. Sin embargo, el sistema solo era posible si Estados Unidos gozaba de superávit y Bretton Woods era estable; es decir, vendía al mundo más de lo que compraba, y Europa y Japón —mercados nuevos y grandes— absorbían su producción.
No obstante, el superávit terminó por caer debido a tres sucesos clave. El primero, la guerra de Vietnam, que supuso una inversión de miles de millones de dólares. El segundo, la Gran Sociedad promovida por el presidente Lyndon Johnson para reducir la pobreza de la clase trabajadora, que supuso la importación de muchos productos europeos y japoneses. El tercero, las fábricas japonesas y alemanas superaron a las estadounidenses en calidad y eficiencia. En consecuencia, el 15 de agosto de 1971, Nixon expulsó a Europa y Japón de la zona dólar, Bretton Woods dejó de tener sentido y el capitalismo entró en una sombría etapa.
Financieros y banqueros vuelven a hacer de las suyas
En 2002, mientras los ingresos totales de la humanidad eran de 50 billones de dólares, los financieros apostaron por valor de 70 billones de dólares. En 2007, los ingresos totales de la humanidad eran de 75 billones de dólares y las apuestas de los financieros, de 750 billones. Un aumento superior al mil por ciento. Cifras tan disparatadas fueron fruto de instrumentos financieros que provocaron la mayor burbuja financiera conocida en 2008. Y es que, al desaparecer Bretton Woods, los banqueros empezaron a apostar en la bolsa de valores con el dinero de otras personas; luego, con sumas astronómicas de dinero salido de la nada; y, finalmente, prestándose a sí mismos. En realidad, les preocupaba poco si la gente a la que le prestaban dinero no podía devolverlo; por eso, esa estafa piramidal se derrumbó igual que en 1929. Si bien Bretton Woods había frenado la codicia de los bancos, su muerte recondujo a los banqueros al descontrol.
¿Por qué actuaron así los bancos sabiendo lo que podía ocurrir? Porque el dinero entregado a un solicitante de préstamo lo dividían en pequeñas porciones de deuda que vendían a múltiples compradores desprevenidos. Los banqueros creyeron que, así, el riesgo estaba muy repartido y también consideraron que la prudencia era para los cobardes. Por el contrario, al descomponer la deuda en trozos cada vez más pequeños, aumentaba el riesgo de hundirse todos juntos. No lo vieron porque les cegó la codicia.
Un consumismo insaciable
El afán de la clase media norteamericana por los productos europeos y asiáticos aumentó el déficit comercial estadounidense. Pero no dejó de crecer, porque garantizaba la paz y la prosperidad mundial la conexión entre los centros comerciales americanos y Wall Street. El apetito consumista americano alimentaba las fábricas alemanas y asiáticas, que enviaban sus beneficios a Wall Street y enriquecían aún más a la clase dominante del país. Ese afán consumista reciclaba el capital financiero (beneficios, ahorros, dinero excedente) y las exportaciones mundiales, lo que permitió y mantuvo el orden mundial tras la caída de Bretton Woods.
Pero el dólar se depreció frente al oro y se desvinculó de él, por lo que las monedas extranjeras se desvincularon del dólar, que empezó a fluctuar incontroladamente. Ante la incertidumbre europea y japonesa, los financieros exigieron la conversión de sus ahorros en dólares.
El origen de la austeridad universal de hoy
La contención de los salarios de la clase trabajadora estadounidense la empobreció, pero acrecentó la hegemonía del dólar, porque era una forma rápida para Wall Street de atraer capital extranjero al equipararse a Alemania y Japón. Hoy siguen siendo más bajos que en 1974. Para ello, Ronald Reagan desmanteló los sindicatos estadounidenses. Margaret Thatcher lo imitó en Gran Bretaña y las clases dirigentes europeas en sus respectivos países para no quedar atrás.
La desaparición de la Unión Soviética en 1991 y la incorporación voluntaria de Rusia y China al capitalismo globalizado les dio más poder y los salarios occidentales se estancaron, los beneficios crecieron y el capital hacia Estados Unidos aumentó de forma exponencial.
La radicalización de los sesenta
Los jipis de los sesenta reflejaron la crisis espiritual de la sociedad y la guerra de Vietnam los radicalizó a partir de 1965. Se volvieron en contra del establishment de sus padres e inventaron la «brecha generacional».
¿Cómo fue posible dicha radicalización a finales de los sesenta en una época de pleno empleo, desigualdades reducidas, nuevas universidades públicas y un Estado de Bienestar en expansión? Porque sus sueños incumplidos y sus deseos frustrados habían sido fabricados por otros. Las pasiones que la tecnoestructura avivaba para aumentar el consumismo les condujo al vacío y a la indignación frente a los métodos de la tecnoestructura. Las revueltas de 1968, Woodstock y el fervor por los derechos civiles fueron el presagio de un final de régimen y de su sustitución por algo nuevo. Junto a ellos, aparecieron los capitalistas libertarios, que creían en un capitalismo libre y sin control del Estado.
Ahora bien, quienes realmente desmantelaron dicha estructura fueron los mismos funcionarios al servicio de la infraestructura mediante un programa de desintegración controlada de la economía mundial. Ese fue el motivo por el cual Nixon no intentó salvar Bretton Woods: había que dejar paso al capitalismo global. Paradójicamente, los funcionarios aniquilaron el sistema capitalista global más estable de la historia para erigir el sistema internacional más inestable conocido, basado en déficits, deudas y apuestas crecientes. Habían creado la financiarización.
El neoliberalismo
Los más perjudicados por la financiarización fueron los trabajadores de todo el mundo. Después de treinta años luchando por ascender, fueron expulsados del sistema para bajar de nuevo al infierno de los salarios de subsistencia. Así se entiende la coexistencia de un déficit creciente en un país hegemónico y con una élite cuya riqueza es cada vez más fabulosa.
Para que triunfase la desintegración controlada, neutralizaron a los sindicatos, provocaron una recesión que redujo el poder de negociación de los trabajadores y eliminaron las cadenas que Roosevelt había impuesto a los codiciosos banqueros. Encontraron en el neoliberalismo la justificación ideológica, aunque ni era nuevo ni liberal y consistía en una mezcla caótica y vulgar de viejas filosofías políticas. Era al capitalismo lo que el marxismo al comunismo existentes: nada. Con todo, legitimó el ataque a los trabajadores organizados y promovió la «desregulación», lo que permitió el descontrol de Wall Street. Uno de sus fundamentos, totalmente falso, fue que los mercados financieros desregulados son los que se adaptan mejor.
Los ordenadores
Aparecieron al servicio de la ingeniería, la arquitectura y las finanzas a finales de los sesenta, pero quienes más se beneficiaron fueron los financieros, porque les ayudaron a ocultar la complejidad de sus apuestas y condujeron al crac de 2008.
¿Por qué no frenamos a los banqueros ni les exigimos responsabilidades cuando estalló la burbuja? Porque los banqueros que hacían las apuestas eran los que monopolizaban el sistema de pagos y porque sus apuestas contenían los títulos de propiedad de las viviendas de mucha gente y un colapso total del mercado financiero hubiese provocado que muchas personas se quedaran sin hogar.
Internet ataca
Internet estimuló el capitalismo las primeras dos décadas del siglo XXI, pero no lo volvió invencible y destrozó su evolución fraguando una forma de capital que ha permitido a sus poseedores convertirse en la nueva clase dominante y liberarse del capitalismo. Aunque el capital sigue existiendo y triunfando, no así el capitalismo.
El catalizador de todo proceso evolutivo es el cambio tecnológico, que avanza dentro de un sistema social determinado. De repente, se transforma en algo muy distinto, lo cual no significa que todo el sistema cambie de golpe, pues lo hace progresivamente. La tecnoestructura es un buen ejemplo. Primero, contuvo los mercados durante y después de la guerra. A continuación, para que no descendiese la producción, aparecieron los publicistas y mercantilizaron nuestra atención. El siguiente paso fue la aniquilación de los acuerdos de Bretton Woods por Nixon y consiguiente nuevo «asalto» de las finanzas de la mano de Wall Street. Ninguno de esos pasos depuso el capitalismo, pero lo «enfermaron» a base de mutaciones. Ahora mismo es tan irreconocible que merecería otro nombre.
Nuestro drama actual
Es resultado del sistema que controló Estados Unidos de 1971 a 2008 y que consiste en una combinación de grandes financieras, grandes tecnológicas, neoliberalismo, desigualdad global radicalizada, democracias atrofiadas y catástrofe climática.
Lo que resulta paradójico es que los Estados rescataran a los banqueros de Wall Street sin que realizaran una «operación quirúrgica» que salvase al capitalismo. Por el contrario, el déficit estadounidense volvió más fuerte que nunca en 2009 y también los rescates a banqueros y financieros, pero el capitalismo no recicló los beneficios mundiales.
No obstante, el mundo siguió enviando sus beneficios a Wall Street, pero solo una pequeña parte de ese dinero se convertía en inversiones palpables en las fábricas, la agricultura o la tecnología. La mayor parte de ese dinero se quedaba en Wall Street donde «jugaba» ociosamente a subir el precio de las acciones para acumular y acumular hasta… provocar un nuevo crac que empobreciese a más gente y concentrase más riqueza en muchas menos manos.
Algunos idealistas de izquierdas creyeron que, con el crac de 2008, el capitalismo había llegado a su fin, que la riqueza ya no aumentaría a costa de crecer el número de pobres y que el desarrollo sustituiría la cantidad (más) por la calidad (mejor). 2009 demostró que se equivocaron, como también se equivocaron quienes pensaron que la pandemia sería el último punto sin retorno del capitalismo.
El New Deal, que trajo un capitalismo estable y con rostro más tolerante, ha sido sustituido por la codicia, considerada una virtud, las productivas finanzas y la catástrofe climática, un grave problema que se niegan a solucionar unos pocos individuos con inmenso poder que controlan un nuevo y arriesgado capital.
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1Artículo basado en el libro Tecnofeudalismo de Yanis Varoufakis (Ed. Deusto).
2Tras la Segunda Guerra Mundial.
3Reformas económicas y sociales aplicadas bajo la administración del presidente Roosevelt entre 1933 y 1938 para luchar contra los efectos de la Gran Depresión. Su objetivo era apoyar a los sectores más pobres de la población, controlar los mercados financieros y dinamizar la economía estadounidense, herida desde el crac de 1929.
4Los acuerdos de Bretton Woods deben su nombre a la ciudad de Nuevo Hampshire donde se celebró la primera conferencia internacional que dio lugar a dichos acuerdos.
Pepa Úbeda
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