Por la revista que nunca circuló legalmente en Colombia, se conoce que el dinero llegó seguro a su destino la víspera, porque la guerrilla llegó al sitio con retraso y atacó el tren de regreso por el menguado botín de unas cuantas armas. Sin embargo, el relato internacional filmado al estilo western no fue la primera operación armada del ELN. Su presentación en la guerra había ocurrido el 7 de enero de 1965 cuando entraron disparando en Simacota, Santander, contra el puesto de policía y el del ejército, asaltaron la Caja Agraria, la agencia de Bavaria, y en la placita del pequeño pueblo montañero Vásquez Castaño leyó El Manifiesto al pueblo colombiano, el documento fundacional donde proclamaron “la lucha armada como único medio efectivo para la conquista del poder”.
Sí, el ELN tiene 60 años. Una edad que supera los 52 de las FARC -EP cuando el 23 de junio de 2016 firmaron el Acuerdo de Paz de La Habana con el gobierno colombiano. Sin embargo, los del ELN continúan dialogando de paz. ¿Qué edad tienen, entonces, sus delegados que negocian con el gobierno de Petro? Algunos sobrepasan a la magnífica pléyade de coroneles y generales derrotados que prometieron “exterminar la guerrilla comunista y pacificar la nación” sin lograrlo, y que con placidez de pensionados de la guerra perdida, se manicuran y afeitan en las sedes de Acore, o reposan en los clubes pagados parcialmente con nuestros impuestos.
La comparación es irresistible, porque la antigua dirección militar del ELN también juró “destruir el ejército de la burguesía, conquistar el poder popular y conseguir la paz” con fracaso evidente.
La idea de que en Colombia los diálogos de paz ocurren en nombre de dos ejércitos derrotados por su propia falta de determinación y eficacia en la misión que se propusieron, y que justifica su existencia; asomó en la “Ronda de Caracas” en 1991, mientras formé parte del equipo gubernamental que intentaba hacer la paz con la Coordinadora Guerrillera, conformada por las FARC-EP, el ELN y un reducto no desmovilizado del EPL.
Claramente, las comandancias de las FARC-EP y el ELN, y la del Ejército Nacional, jamás se fijaron plazos forzosos para cumplir sus promesas de guerra. Es curioso, pero desde la sociedad civil desarmada jamás se les reprochó, y los altos mandos pasan al retiro con “la satisfacción del deber cumplido” y “el honor” intacto.
Y en esa coincidencia de renunciar a imponerse sobre el adversario, se produjo el desgaste de las fuerzas insurgentes colombianas que, engreídas por el espejismo de su pequeña fuerza, porfiaron en asaltos sangrientos, voladuras a oleoductos, secuestros y negocios de droga; sin ver cómo se erosionaba la simpatía marginal que alguna vez tuvieron, sin advertir que la tecnología militar los colocaba en la edad de piedra, y que sólo la ineficacia de las tropas estatales ha impedido su aniquilación.
La derogatoria de la guerra móvil no ocurrió sólo por la introducción de la electrónica en muestra guerra irregular, y la imposibilidad histórica de la guerrilla de reemplazar con sangre nueva sus comandantes envejecidos y multiplicar sus tropas. El golpe de gracia le vino por el cambio de mentalidad de los inconformes, los indignados y los rebeldes que crecieron muy lejos de las consignas militaristas de Fabio Vásquez Castaño y sus seguidores; pues tras seis décadas de lucha armada no han visto ningún beneficio en la sociedad por cuenta de ella. Los nuevos vientos de la lucha por el cambio no comunista, lanzó al pasado los cambuches en Marquetalia, en la Cordillera de los Cobardes en Simacota, en los Llanos del Tigre, en Totoró, en Ovejas, en La Uribe o La Unión Penella, y así hasta acabar, según parece.
De ahí que, desde hace cerca de 25 años, al menos, el Ejército de Liberación Nacional, surgido para hacer la guerra móvil opuesta a la guerra de posiciones según el canon Guevarista divulgado por Regis Debray, se convirtió en una paradoja de sí mismo: en una guerrilla políticamente inmóvil, y militarmente inofensiva en lo estratégico.
Sucedió, porque la teoría de enfrentar y vencer un enemigo superior en número y equipo con ataques móviles de pequeños grupos, probada con eficacia en una guerra de ocupación contra una potencia extranjera, caducó en las guerras prolongadas internas. Sin demostrar que lo han comprendido, las ideas al mando del ELN siguen amarradas en el tiempo de Simacota. Como su política no se transforma por sí misma, la organización no revela que haya tomado la decisión de convertirse en una opción política civil. Como se sabe, las palabras no cambian si las ideas no lo han hecho; y los jefes elenos insisten en repetir las de aquel breviario ideológico ya desteñido del 7 de junio de 1965.
Y con menosprecio de la utilidad del tiempo, en el curso de los procesos de aproximación o negociación con los gobiernos de Gaviria, Uribe, Santos, Duque y Petro, desarrollaron un lenguaje automático elusivo y sinuoso que dificulta distinguir entre lo que ciertamente se dijo y lo que se quiso decir. Con los elenos, igual que con nuestros indígenas, todo vocablo está sometido a su propio referendo. Y aun así, el nuevo significado es susceptible de glosas incontables de su parte. Y con esa treta verbal enredan los negociadores bisoños en la malicia de escuchar una cosa sin saber que con ella los elenos dicen otra distinta… o, una que aún no han elaborado; como el alcance de la participación ciudadana en los diálogos territoriales con la sociedad de lo que hablan desde 1992, mientras aplazan el debate sobre el centro mismo de las negociaciones.
Quizás la mayor de las distorsiones que impiden al ELN demostrar que tienen resuelto firmar una paz en un plazo cercano, es la insoportable libertad con la que interpretan los hechos y los preacuerdos, con desprecio de las nuevas reglas sociales que hoy nos rigen, y que limitan la maniobrabilidad del gobierno. Creen firmemente, que mientras negocian pueden explotar una bomba en la Escuela de Suboficiales de la Policía en Bogotá, o atacar con cilindros explosivos el cuartel militar en Puerto Jordán, Arauca, sin repercusiones en la mesa.
Se equivocan al decir que, “aún en medio de las operaciones militares pueden continuarse los procesos de paz, eso han hecho en varios momentos diferentes gobiernos, ahora no puede ser la excepción”, al justificar los 3 muertos y los 24 heridos en Arauca. Antonio García olvida, que los procesos adelantados en esas condiciones, sin previa ubicación de la insurgencia en lugares determinados, fracasaron por el mismo motivo.
Sabedor de la limitada tolerancia de la sociedad con esta clase de acciones armadas en medio de “diálogos de paz”, el presidente Petro declaró que fue “una acción que prácticamente cierra el proceso de paz con sangre”, y la delegación oficial dio por suspendidas las conversaciones.
Que se rompan las negociaciones que desde hace 22 meses adelantaban en continuación de las que suspendió Duque, no parece inquietar en serio a los negociadores del ELN, habituados al lento manoseo del tiempo.
Nicolás Rodríguez Bautista, ‘Gabino’, hoy integrante del comando central y con asiento en la mesa de negociaciones, estuvo en la toma de Simacota con los hermanos Vásquez Castaño y Omaira Elena Vásquez, ‘la Mona Mariela’; sobrevivió a la Operación Anorí, al fusilamiento en 1968 de Víctor Medina Morón, Julio César Cortés y Heliodoro Ochoa acusados de traición por Vásquez Castaño, y a la ejecución en 1971 de Jaime Arenas en una calle bogotana después de publicar su libro “La guerrilla por dentro”, de la que había desertado en 1969. No parece inquietarle que ‘La Mona Mariela’ haya muerto en enero de 2018 en La Habana, Fabio Vásquez el diciembre de 2019 allí mismo, y el periodista Renato Menéndez el 15 de abril de este año en su Mérida natal.
Con la paciencia de los inmortales, los jefes del ELN no dan muestras de esforzarse por tranquilizar a la sociedad y de facilitar la gestión del gobierno en la mesa. No han descubierto lo que los Comunes aprendieron demasiado tarde: las masas no los estaban esperando para entregarles la dirección de su proyecto político, y terminaron enmudecidos en un rincón de la historia. El M-19 lo vio venir a tiempo, y los efectos positivos de su decisión están a la vista. Han hecho más que todos los demás juntos.
Álvaro Hernández V
Foto tomada de: Comisión Intereclesial de Justicia y Paz
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