Por la mañana, hicimos el breve trayecto en coche hasta el campo de refugiados de Al-Shati. Situado en la costa mediterránea, al norte de Gaza, Al-Shati es también conocido como el «Campo de la Playa». Fundado en 1948, el campo acogió inicialmente a unos 23.000 refugiados desplazados por la Nakba. Cuando lo visité en 2013, la cifra había aumentado a 90.000 personas, hacinadas en 0,5 kilómetros cuadrados de terreno.
Dentro del Campo de la Playa hay una escuela primaria. Dirigida por profesores entregados y laboriosos, la filosofía de la escuela consistí en crear un ambiente para el descubrimiento, la música, el teatro y el arte. Algunos niños me enseñaron sus trabajos. Había dibujos de aviones, vallas y bombas. Pero también había otros dibujos: de sus padres, hermanos, hermanas y amigos.
El Campo de la Playa fue bombardeado los días 9 y 12 de octubre del año pasado. Destruyeron cuatro mezquitas y mataron al menos a 15 personas. El 22 de junio, el campo de refugiados se vio de nuevo bombardeado, y mataron a 24 personas que se habían congregado para rezar.
No sé si la escuela primaria sigue en pie. Cuando oigo noticias sobre el bombardeo de Gaza, pienso en los niños que conocí y me pregunto si seguirán vivos. En un mundo justo, estarían planeando su fiesta de los dieciocho años, estudiando para los exámenes y discutiendoen la mesa con sus padres. Pero nuestro mundo no es justo. ¿Están de luto por los seres queridos que una vez esbozaron, o están sepultados bajo los escombros junto a sus sueños de la niñez?
Tras el ataque de Hamás, muchos de nosotros exigimos un alto el fuego inmediato para evitar una mayor pérdida de vidas humanas. Pedimos calma y desescalada tras un horror inimaginable. Y advertimos a nuestros dirigentes políticos de que las declaraciones sedientas de sangre tendrían consecuencias durante meses, años y generaciones.
Un año después, la cifra de muertos en Gaza ha superado los 41.000. En ella no se incluye a los que están sepultados bajo los escombros ni a los que probablemente mueran de desnutrición, heridas e infecciones. Según estimaciones de The Lancet, la cifra real asciende a 186.000 personas. Es decir, 1 de cada 12 habitantes de Gaza, muertos de hambre y masacrados en nombre de la autodefensa. Cada uno tiene nombre, rostro e historia. En tumbas sin nombre yacen artistas cuyos cuadros nunca veremos, autores cuyos libros nunca leeremos y maestros cuyas lecciones nunca aprenderemos.
Deberíamos estar buscando justicia para todos los crímenes de guerra que hemos presenciado durante el último año. En lugar de ello, Israel está masacrando a miles de personas en Líbano porque se le ha permitido actuar con total impunidad. Nuestro gobierno ha alimentado la maquinaria de guerra, y su indiferencia hacia la vida humana nos ha puesto a todos en peligro. Todo esto era totalmente evitable, tan sólo con que los líderes políticos tuvieran la voluntad de defender la aplicación universal del Derecho internacional.
Sin una mayor desescalada, se avecina un horror inimaginable. Pero mientras nos encontramos al borde de una gran guerra regional, no olvidemos a los que yacen muertos a su paso. No olvidemos lo que nos han arrebatado para siempre. No olvidemos a la población de Gaza, donde el genocidio no cesa.
Seguimos manifestándonos porque nos negamos a que muera la memoria de los palestinos. Seguimos pidiendo el fin de toda venta de armas a Israel. Seguimos defendiendo el único camino hacia una paz justa y duradera: el fin de la ocupación de Palestina. Tras un año de genocidio, podríamos preguntarnos por qué nos molestamos en seguir adelante cuando nuestras exigencias han caído en gran medida en saco roto. Mientras haya palestinos que sueñen con la libertad, ¿qué otra opción tenemos?
Recuerdo que, de vuelta a casa desde el Campo de la Playa, pasamos por delante de un proyecto de cultivo de alimentos. El proyecto había adquirido 50 hectáreas de un antiguo asentamiento israelí. Todos los edificios habían sido destruidos por quienes ya se habían marchado, y los palestinos habían convertido los escombros en una granja cooperativa. Pronto, me dijeron, crecerían aceitunas y frutas. Nunca perderé la esperanza de que esas aceitunas y esas frutas crezcan en una Palestina libre e independiente.
Jeremy Corbyn, diputado en la Cámara de los Comunes británica por el distrito londinense de Islington Norte y miembro del grupo de parlamentarios de la Alianza Independiente.
Fuente: https://sinpermiso.info/textos/la-impunidad-de-israel-nos-pone-a-todos-en-peligro
Foto tomada de: https://sinpermiso.info/textos/la-impunidad-de-israel-nos-pone-a-todos-en-peligro
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