¿Nos está tomando del pelo Daniel Samper? ¿Habrá quien se tome en serio la influencia del nombre sobre las condiciones sociales? ¿Existen teorías sobre esta relación? ¿Se le ocurre a alguna persona en serio hacer investigaciones sobre si una de las causas de los bajos ingresos es tener un nombre inusual o foráneo?
Pues…si. Alejandro Gaviria, rector de los Andes, anterior director de la Facultad de Economía de la misma Universidad y subdirector de Fedesarrollo, dentro de sus múltiples investigaciones abordó este tema y publicó, junto con Carlos Medina y María del Mar Palau, un texto titulado “Las consecuencias económicas de un nombre atípico: el caso colombiano”. El texto no está publicado en la sección de humor de alguna revista sino como documento del Centro de Estudios sobre el Desarrollo Económico de la Universidad de los Andes -CEDE-, un reconocido centro de estudios. No es un chiste, puede consultarse en la web.[2]
El documento está elaborado con la estructura de un texto académico, recibió comentarios de un investigador muy reconocido como Adolfo Meisel, tiene un resumen en inglés y contiene un análisis estadístico detallado de cifras de la Encuesta Nacional de Calidad de Vida. Destaco algunos aspectos del documento:
- El tema ha sido objeto de investigación por varios investigadores, muy serios ellos, en Estados Unidos.
- Sin embargo, no se dispone de un marco teórico, es decir, no se cuenta con un conjunto de proposiciones organizadas sistemáticamente que expliquen la relación entre el nombre de una persona y sus ingresos.
- Por esto, el estudio se fundamenta en especulaciones sobre la posible relación, que resumen en dos: a) los empleadores pueden discriminar en contra de los aspirantes a un empleo porque tienen preferencias de raza o de clase y asocian algunos nombres atípicos con afiliaciones raciales o socioeconómicas, o porque los empleadores tienen información imperfecta sobre los aspirantes y utilizan sus nombres para inferir los atributos relevantes; b) los nombres pueden incidir sobre los resultados laborales de manera indirecta a través de sus efectos sobre la personalidad y la sociabilidad de los individuos; los nombres peculiares pueden afectar adversamente el estatus social y las posibilidades de socialización.
- Un par de investigadores norteamericanos, Ronald Fryer y Steven Levitt en un estudio realizado en 2004, concluyeron que “los nombres propios son más una consecuencia de las desigualdades sociales que una causa de las mismas”.
- Gaviria y otros consideran que al anterior resultado se debió a una metodología insuficiente, para lo cual se propusieron utilizar un esquema más apropiado con mejor información, con base en lo cual sostienen en la introducción que “la evidencia para el caso colombiano, analizada en este trabajo, sugiere que los nombres propios no solo reflejan la magnitud de las distancias sociales, sino que pueden también contribuir a su ampliación.”
- Pero después de afirmar categóricamente lo anterior, se sostiene que “aunque la metodología utilizada no permite establecer de manera definitiva la existencia de un efecto directo de los nombres atípicos sobre el salario, si sugiere que las personas “sin tocayo” terminan pagando un costo muy elevado por la originalidd de sus padres”.
- El texto no es claro en la presentación de sus resultados, dado que en algunas partes se afirma que existe una clara relación entre el nombre extraño y los menores ingresos, pero luego se matiza o afirma lo contrario. Por ejemplo, en el resumen se dice que “la segunda parte muestra que el impacto de un nombre atípico sobre los salarios es sustancial (superior al 10%) y que el mismo es mucho mayor para las personas educadas que para las no educadas”. También en las conclusiones se afirma que “los datos analizados muestran que, en igualdad de circunstancias, esto es, después de controlar por la educación de los padres, el género, la edad, la afiliación racial o étnica y el lugar de residencia, los “sin tocayo” tienen un salario entre 10% y 20% menor que sus contrapartes”.
- Pero…inmediatamente afirman que “aunque la metodología usada no permite extraer conclusiones definitivas (los autores señalan los problemas metodológicos que impiden llegar a conclusiones con certeza[3]), si sugiere que los nombres atípicos tienen un impacto causal y (sustancial) sobre los ingresos laborales”. Hay un trecho grande de “mostrar” a “sugerir”.
- Y entonces resulta que toda la investigación realizada conduce a que puede ser una cosa, como puede ser la otra, o puede ser las dos al tiempo: “los nombres atípicos no solo señalan una pertenencia social específica, sino que pueden también contribuir, por los mecanismos señalados anteriormente, a deprimir las oportunidades laborales y por ende a afianzar las brechas sociales. Así, las brechas sociales serían simultáneamente causa y consecuencia de los nombres atípicos. Los sin tocayo son, en últimas, un síntoma de nuestras desigualdades sociales y pueden ser asímismo una causa de las mismas”.
La superficialidad
Las brechas sociales, la desigualdad social, los bajos ingresos salariales, etc., son temas de especial relevancia en nuestras sociedades y “problemas” de fondo que hay que comprender para actuar sobre ellos. Por esto, llama la atención el interés de investigadores académicos en enfocarse en estas minucias que parecen más apropiadas para una columna de humor.
Además, no estamos hablando de cualquier persona, sino de un decano de economía, ex ministro de Salud y rector de la universidad privada más prestigiosa del país, un reconocido intelectual que, además, suena como posible candidato presidencial ¿Qué pasa por la cabeza de estos investigadores cuando deciden estudiar un asunto de relevancia insignificante comparada con el problema social de fondo? Y supongamos que se “demostrara irrefutablemente” que un nombre atípico genera un salario inferior, ¿cuál sería la propuesta de política? Ordenar mediante una ley que todos los niños se llamen Luis Carlos Sarmiento, Julio Mario Santodomingo, María Fernanda Cabal y Paloma (que no es muy típico) Valencia? ¿Es esto lo que se aprende en la facultad de economía de la Universidad de los Andes?
Presumo que el asunto no es de falta de capacidad de estos investigadores. El asunto es de enfoque e intereses. Se trata de investigadores que realmente no quieren ir al fondo de las causas de la situación social en Colombia y cuyo interés principal es evitarse problemas con los dueños del país y beneficiarios de un sistema que genera las brechas sociales, la desigualdad social, la pobreza y los bajos ingresos de la gran mayoría. Se trata de investigadores que prefieren dirigir su mirada a asuntos poco conflictivos y escudarse en modelos y ejercicios estadísticos y econométricos enredados con el fin de no entender nada y mucho menos tener que explicar.
Estos investigadores se han formado, usualmente, en la teoría neoclásica de la economía, cuya virtud central es quedarse simplemente en la superficie de los fenómenos económicos y en las ideas que tienen los propios agentes económicos sobre su situación, sin esforzarse por profundizar y explicar la lógica del modo de producción capitalista.
Para la muestra un par de preguntas a Paul Samuelson, premio Nobel de Economía y sus respuestas:
¿Por qué hay ingresos elevados y bajos ingresos?
“Los altos ingresos pueden venir de grandes herencias, de buena suerte y de habilidades muy apreciadas en el mercado”. “Aquellos con bajos ingresos son a menudo caracterizados como perezosos”; “la verdad es que los bajos ingresos son generalmente el resultado de una pobre educación, discriminación o de vivir donde los trabajos son escasos y los salarios son bajos” . Bueno, hay que reconocerle a Samuelson que no incluyó dentro de su lista de causas de los bajos ingresos a los nombres atípicos, quizá no alcanzó a conocer el estudio de Gaviria.
¿A qué se debe la desigualdad de ingresos y los bajos ingresos?
“La razón es que los ingresos están determinados por una amplia variedad de factores, incluyendo el esfuerzo, la educación, la herencia, los precios de los factores y la suerte. La distribución de ingresos resultante puede no corresponder a un resultado justo. El gato de un hombre rico puede beber la leche que un niño pobre necesita para estar saludable. ¿Ocurre esto porque el mercado está fallando? En absoluto, porque el mecanismo del mercado está haciendo su trabajo, poniendo los bienes en las manos de aquellos que tienen los votos en dólares. Si un país gasta más fertilizando sus prados que alimentando a los niños pobres, este es un defecto de la distribución del ingreso, no del mercado. Incluso el sistema de mercado más eficiente puede generar gran desigualdad”; “a menudo la distribución del ingreso en un sistema de mercado es el resultado de accidentes de nacimiento”.
El sistema económico no tiene nada que ver con la desigualdad, concluye tan eminente economista: es un problema de la suerte, de la herencia de accidentes, del Estado, del nombre, de la cuna, etc., etc. Hábilmente Samuelson pone al mismo nivel la herencia, la suerte y el esfuerzo (Gaviria le añadiría el nombre) con los precios de los factores, es decir con el salario, las ganancias y la renta de la tierra, con lo cual renuncia a todo intento de explicación profunda del asunto y a indagar en los elementos centrales de la desigualdad dentro del capitalismo. Esto es lo que aprenden y enseñan nuestros economistas académicos. Quizá le iría mejor a Gaviria escribiendo una novela, humorística, sobre el tema. De hecho, lo mejor sustentado en el estudio, en mi opinión, se encuentra en la nota a pie de página número 2: “Un nombre es la personalidad” dice Jean Valjean, uno de los personajes de Los Miserables de Víctor Hugo. “Por subjetivo que se crea, todo nombre se parece en algún modo a quien lo lleva”, escribió García Márquez.
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[1] https://losdanieles.com/daniel-samper-pizano/el-olor-de-la-calabaza/
[2] Gaviria, Alejandro, Medina, Carlos y María del Mar Palau, “Las consecuencias económicas de un nombre atípico: el caso colombiano, Documento CEDE 2007-09, ISSN 1657-7191 (Edición electrónica), Mayo de 2007. Al elaborar este artículo Alejandro Gaviria era el decano de la facultad de economía de la Universidad de los Andes, Carlos Medina era investigador del Banco de la República y María del Mar Palau asistente de investigación. El texto recibió comentarios de Adolfo Meisel y de Raquel Bernal. https://www.researchgate.net/publication/227353701_Las_consecuencias_economicas_de_un_nombre_atipico_El_caso_colombiano
[3] “Los resultados de la sección anterior sugieren que la posesión de un nombre atípico afecta los ingresos laborales. Pero este resultado debe interpretarse con cautela pues existe la posibilidad de que el mismo obedezca no tanto a un impacto directo, como al efecto oculto de algunas variables no observables correlacionadas con el hecho de poseer o no un nombre atípico.” “El ejercicio planteado en esta sección no permite desvirtuar otras hipótesis que también podrían explicar los efectos encontrados. Por ejemplo, el nombre podría estar recogiendo los efectos de un ambiente familiar adverso, o de un contexto sociológico perjudicial, caracterizado, por ejemplo, por valores o expectativas que afectan negativamente el desempeño laboral.”
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: El Tiempo
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