Y no fue propiamente un economista de izquierda quien llamó la atención sobre esto. Después de acertar en sus estimaciones sobre la crisis del año 2008, Santiago Niño Becerra, profesor de Estructura Económica del Instituto Químico de Sarrià (IQS) en la Universidad Ramón Llull (La Salle Campus Barcelona), mostró como la crisis económica seguía avanzando estimando que para el año 2020 llegaría a una nueva fase, haciendo colapsar el propio sistema. Sin embargo, se le adelantó el Covid, y al parecer lo que hizo fue aplazar las proyecciones del profesor, quien presagia para los años 2023 y 2024 fenómenos económicos nada halagadores.
Pero el mundo se llenó de “jugaditas” para recomponer los caminos, de China, de EEUU, de los europeos, del Reino Unido y del mundo árabe, pero el campeón fue Putin, nos ha puesto a todos en jaque, y esto desde dos estrategias que controla muy bien: la energía y los alimentos. Si bien la crisis del año 2008 ya había mostrado las fracturas del orden económico internacional y con él la ilusión creada del sistema del libre mercado, a la estrategia de los ingleses de no jugarle más a la Unión Europea, se sumó la guerra comercial de los EEUU y China, con estrategias diferentes, pero con un efecto similar: escasez, inflación, altas tasas de interés y un flujo de capitales más restringido. La guerra de Rusia y Ucrania junto a los conflictos en y desde el medio oriente, consolidan un ambiente caótico para demostrar que nadie está seguro en ninguna parte.
Y entre jugaditas de última hora se resalta la nueva primera ministra inglesa Liz Truss al intentar bajar los impuestos a las rentas más altas, y debió dar marcha atrás, poniendo en peligro no solo su continuidad en el gobierno sino la credibilidad sobre su paquete económico, teniendo que renunciar, primero, su ministro de Finanzas e incluso propuso subir el impuesto de renta a las sociedades con el fin de calmar los mercados, a lo que se suma, segundo, la renuncia de la ministra del interior, planteando incumplimiento del partido a las promesas de campaña. Y tuvo que dimitir la señora Truss, dejando al partido conservador en una grave crisis y poniendo la tradicional estabilidad económica inglesa a la par con la italiana, y eso ya es mucho decir. Esas recetas yo no son bien recibidas ni en la misma cuna del capitalismo del libre mercado, la tierra de la señora Thacher.
Pero en Colombia se persiste en esas recetas, las mismas que tenemos desde la década de 1990, y de las cuales se cree que nos van a garantizar un próspero futuro. Lo particular es que hoy quienes han contribuido a gestionar la economía en éstas últimas décadas están saliendo a pontificar, a recomendar qué hacer y a presionar desde sus lugares de poder, sea empresarial, gremial, en medios de información e incluso desde la academia. ¡Con qué autoridad moral!
El ministro de Hacienda más las y los ministros de áreas económicas y sociales, han tenido que salir a matizar, a tratar de contrarrestar una narrativa de la oposición donde la ciencia, lo demostrable son las ideas del modelo que ya no da más, y lo que se propone no es más que simple ideología que nos llevará al fracaso. Tienen a su favor, los opositores, que el actual modelo posee la virtud de haberse vuelto natural, es decir asumieron lo que Margaret Thatcher decía: no hay otra alternativa diferente al capitalismo de libre mercado. Todo lo que se diga o se haga por fuera de sus principios es simple ideología sin importancia y peligrosa, por eso discutir temas del Estado, del mercado, de la ruralidad, del desarrollo, de la sustentabilidad, son asuntos banales para quienes se ufanan de estar en este pensamiento dominante, bueno ya en crisis.
Por esto el matizar es un error. Es muy colombiano el intentar llamar las cosas con nombres suaves, tanto que no impliquen mayor acción. Hay que empezar a darle un giro a las políticas públicas con el fin de garantizar que no solo la economía sino la sociedad se vaya encaminando hacia nuevos senderos, los mismos que ya se avizoran en otros países. Y es acá donde las recetas deben de comenzar a revaluarse:
a. La regla fiscal deberá repensarse, nuestro déficit fiscal dista y es inferior al de las grandes economías y tampoco es diferente al de países similares. La sumisión frente a las directrices de los organismos multilaterales o de los bancos de inversión y calificadoras de riesgo, deberá comenzar a superarse. No es época para ortodoxias, el insistir en bajar a corto plazo el déficit fiscal no solo es irresponsable, sino que es quitar capacidad de acción del gobierno frente a los duros meses que se avecinan. Flexibilizar las metas de reducción del déficit podría aportar a pasar mejor esta coyuntura.
b. Es urgente tener comunicaciones claras con inversionistas y agentes de los mercados internacionales, también los locales. Si bien durante la campaña e incluso el primer mes de gobierno los bancos de inversión asumieron con tranquilidad las apuestas del nuevo gobierno, los mensajes cruzados no ayudan para nada en estas épocas y la oposición los ha aprovechado para generar un ambiente enrarecido. Los mercados e inversionistas hasta comprenden las nuevas políticas, lo que poco soportan son los amagues de inestabilidad institucional, y en esto la oposición, algunos gremios y el mismo Banco de la República están haciendo la tarea que no es propiamente patriótica. El entorno del dólar, de las tasas de interés y de las expectativas cada vez se parecen más a la crisis de 1999, acá debe de surgir la experiencia del Ministro Ocampo pero también la capacidad del presidente para dar señales concretas de corto y mediano plazo. Pero no es solo del Gobierno, algunos sectores empresariales parece que apostaran a la desgracia, es también hora de jugar de manera diferente y entender que el mundo está cambiando y Colombia sigue buscando esos nuevos caminos.
c. El insistir en la ortodoxia monetaria y con ella al uso de las tasas de interés como instrumento esencial, nos puede conducir a situaciones de mayor restricción y descalabro. La política de altas tasas de interés se utiliza por la Reserva Federal de los EEUU para absorber capitales y así paliar su crisis. Los países como el nuestro no se deben darse a la disputa por esos capitales. Se tendrá que pensar en otras alternativas de financiamiento privado y público. Así mismo, se esperaría que el Banco de La República tenga una decidida acción sobre el mercado cambiario, ampliando la disponibilidad de dólares en el mercado.
d. A o propósito de esto último, las reservas internacionales hacen aparte de ese manejo ortodoxo de la política monetaria y cambiaria. El nivel actual es de 8 meses de importaciones, esto supera, dobla, los estándares normales de riesgo, y cuadruplica los niveles observados en EEUU o en Europa. No se trata de bajar sustancialmente el indicador, tener seis meses le facilitaría al país disponer de 13.780 millones de dólares, es decir, 63.4 billones de pesos y aun así mantener unos montos que superan el mínimo esperado (cuatro meses) en los mercados globales.
e. Estos recursos podrían tener diferentes asignaciones, por ejemplo: primero, ir a financiar el déficit y cubrimiento de obligaciones de deuda, lo que aliviaría presiones tanto de confianza como financieras. Segundo, representaría la oportunidad de tener una canasta de acciones: una parte como transferencias para atacar temas de hambre. Destinar recursos para respaldar programas de crecimiento industrial y empleo; y también recursos para el crecimiento y el desarrollo del campo (reforma rural integral), estas dos últimas con tasas de interés de fomento y retornos programados de capital; se trata de políticas activas de reindustrialización y reruralización.
Acá no se agotan las alternativas, pero estos caminos si representarían comenzar a trascender la ortodoxia reinante, la fe ciega y absoluta en los mercados, desde los mismos parámetros, pero sin las rígidas recetas que han caracterizado al modelo. El mundo ya ha iniciado avanzar hacia ellas, la pandemia empujó a muchos a tomar medidas similares a estas y la crisis actual y venidera está llevando a la política pública fiscal y monetaria a convertirse en líder de las salidas posibles.
Ante nuevos y exigentes retos como esta crisis no se puede volver sobre recetas que si bien pudieron tener importancia en épocas pasadas hoy ya no la tienen y son absolutamente inoperantes (o si no que lo digan los ingleses). Tampoco se pueden permitir medidas locas y disputas internas que nos lleven al cadalso; pero sí, claro está, se deben procurar acciones que nos faciliten transitar hacia otro estadio de crecimiento y desarrollo, a comprender la importancia de los mercados y del Estado en el bienestar, a entender que no es lo uno o lo otro, que es la acción colectiva entre los diferentes agentes sociales y económicos la que nos debe conducir hacia otra Colombia posible.
Jaime Alberto Rendón Acevedo, Director Centro de Estudios e Investigaciones Rurales (CEIR), Universidad de La Salle
Foto tomada de: Banco de la República
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